Felicitas Guerrero y Enrique Ocampo Romances de la Historia Argentina

Felicitas Guerrero y Enrique Ocampo - Romances de la Historia Argentina

HISTORIA DE LOS ROMANCES ARGENTINOS
Felicitas Guerrero y Enrique Ocampo

Felicitas Guerrero Las historias de fantasmas y apariciones habitan desde siempre en el imaginario colectivo, tanto de los pueblos del interior como de las grandes ciudades como la de Buenos Aires.

Es en esta urbe donde surgen las historias más atrapantes, cuyos protagonistas son los espectros de figuras conocidas de la historia argentina.

En este sentido, seguramente el fantasma de Felicitas Guerrero es el más popular.

Según cuenta la leyenda que aún hoy circula, todos los días 30 de enero por la noche, quienes se encuentran cerca de la Iglesia de Santa Felicitas, ubicada sobre la calle Isabel La Católica 520, entre las calles Brandsen y Aristóbulo del Valle, frente a la Plaza Colombia en el barrio porteño de Barracas, pueden escuchar el llanto desconsolado de Felicitas, e incluso algunos aseguran haber podido observar su figura espectral detrás de las rejas que encierran la capilla.

Pero la leyenda urbana no se detiene ahí, sino que también existen quienes aseguran que quien osa tocar la estatua de mármol que representa a Felicitas y a su hijo Félix, la cual se emplaza en el predio de la Iglesia sobre la calle Brandsen, son víctimas de grandes tragedias.

Por supuesto que el mito popular que encierra la figura de Felicitas Guerrero tiene su fundamento, y como sucede en casi todas las leyendas de este tipo, ha sido basado en la dramática vida y la trágica muerte que tuvo la mujer.

De joven, Felicitas fue una de las mujeres más cortejadas del mundo aristócrata de Buenos Aires.

Esto hizo que el hacendado Martín de Álzaga, un hombre que por ese entonces tenía 60 años, se propusiera como esposo de Felicitas, que sólo contaba con 15 años, ante los padres de la joven.

Álzaga era el hombre más rico de la Argentina, por lo que a pesar de que Felicitas imploró a sus padres no aceptar la propuesta, su progenitor hizo oídos sordos al pedido de su hija, y decidió entregarla a dicho matrimonio, creyendo que la jovencita lograría un excelente futuro plagada de felicidad y sin necesidades.

Pocos meses después se llevaba a cabo la boda entre Felicitas Guerrero y Martín de Álzaga, en medio de una fiesta en la que estaba presente toda la alta sociedad de Buenos Aires, entre los cuales también se encontraba Enrique Ocampo, un joven que desde siempre había amado en secreto a Felicitas.

Felicitas no era feliz con aquel matrimonio, pero aquella tristeza pareció desvanecerse cuando dio a luz a su primer hijo, a quien bautizó Félix de Álzaga.

Sin embargo, la alegría resultó efímera, ya que el pequeño murió de fiebre amarilla cuando sólo tenía seis años de edad.

La tristeza nuevamente invadía su vida, hasta que logró quedar embarazada nuevamente, dando a luz en esta oportunidad a Martín, quien lamentablemente también murió pocos días después de haber nacido.

El destino parecía que se había ensañado con la pareja, pero la fortaleza del espíritu de Felicitas la mantuvo con vida.

Por el contrario, la muerte del pequeño niño fue una tragedia demasiado grande para el septuagenario Martín de Álzaga, que murió quince días después de la muerte de su hijo, a causa de una profunda depresión.

Con sólo 25 años, Felicitas se convertía en la viuda más rica de la Argentina, pero también en una de las mujeres más tristes.

Fue en ese momento que Enrique Ocampo decidió acercarse a ella con el fin de conquistar su corazón, pero sólo halló el rechazo de parte de Felicitas, ya que la joven estaba dispuesta a cumplir con el luto riguroso que se había propuesto.

Pasaron algunos años, y una vez reincorporada a la vida social, Felicitas conoció a Samuel Sáenz Valiente, un joven hacendado que supo enamorar a la mujer y así surgió un romance apasionado, que dio como resultado que a los pocos meses anunciaran públicamente su matrimonio.

Mientras tanto, Enrique Ocampo observaba con despecho cómo su único amor se escapaba nuevamente de su destino, y esta vez no pudo tolerarlo.

Aquella mañana del mes de enero, Enrique Ocampo tomó su arma y partió hacia la casa de Felicitas dispuesto a todo.

Luego de una discusión, intempestivamente decidió descargar su furia apretando el gatillo, dirigiendo una bala mortal hacia Felicitas.

Segundos después, Ocampo apuntó el arma hacia su corazón y se suicidó.

Finalmente, después de tres días de intensa agonía, el 30 de enero de 1872 Felicitas exhalaba su último suspiro.

Cuatro años después, en aquella casona en la que vivió su vida y se encontró con la muerte la bella Felicitas, fue construida la Iglesia que lleva su nombre.

Poco tiempo después comenzaron a circular las historias que aseguran que el fantasma de Felicitas aún no ha hallado la paz.

Fuente: Graciela Marker Para Planeta Sedna


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