Los Carros Aguateros en el Virreinato

Los Carros Aguateros en el Virreinato
- Viajes en Coches de Pasajeros

CARROS AGUATEROS (1819)

La primera cosa que generalmente llama la atención de un extranjero al desembarcar es el carro del aguador.

Estos carros trabajan todo el día, excepto durante la calor del verano, cuando trabajan por la mañana y la tarde, y toda la ciudad se abastece de agua por intermedio de ellos; porque los pozos, a pesar de ser numerosos, no producen más que agua mala, sucia, impropia para la cocina; el número de estos carros es, en consecuencia, considerable.

El casco es comúnmente una pipa o un tonel, sostenido sobre ruedas de ocho pies de altura, para permitir que los carros entren hondo en el agua que debe recogerse tan limpia como sea posible.

El balde contiene unos cuatro galones y cuatro veces esa cantidad extraída del carro y depositada por el aguador en el patio de la casa donde se tiene una pipa para este propósito, cuestan medio real.

El pedazo de cuero que cuelga de la parte trasera del carro, se coloca en el suelo para conservar limpio el balde, mientras éste se llena por medio de la manguera, adherida en la parte posterior del tonel.

La desventura de los bueyes de los carros aguadores, está más allá de toda descripción; cargados o no, el conductor se sienta en la pértiga, por la cual tiran y con la garrocha (picana) en una mano y un gran mazo (macana) de madera en la otra nunca cesa, en invierno cuando los caminos son malos y el lodo es hondo, de pinchar sus costados y golpear sus cuernos...

Los carros aguadores están provistos de una campana para anunciar su llegada; y en este caso el conductor ha colocado sus santos (un muñeco) en lo alto de uno de los palos.

carro aguatero en buenos airea colonial

Carro aguatero en buenos airea colonial

Enieric Essex Vida: Marino inglés que sirvió en la escuadra inglesa de estación  en  Brasil y en el Río de la Plata entre 1808 y 1837.

Conoció nuestras costumbres porque estuvo varias veces en Buenos Aires.

Veamos ahora una descripción de José A. Wilde sobre los carros aguatero:

El agua para el consumo de la población, se tomaba, como hoy, del río de la Plata; pero de muy diferente modo, no como aguas corrientes.

El de los pozos de balde, cuya profundidad varía entre 18 y 23 varas, es, por lo general, salobre e inútil para casi todos los usos domésticos.

Se señalaba por la autoridad el punto de donde los aguateros debían sacar su provisión del río; pero esta disposición era burlada muy frecuentemente, sacando de donde más les convenía, aun cuando estuviese revuelta y fangosa.

El agua, rara vez se encontraba en estado de beberse cuando recién llegada del río; en verano, expuesta a los rayos de un sol ardiente, no solo en el río, sino en su tránsito por la ciudad, se caldeaba de tal modo, que no se tomaba porque, según la expresión de aquellos días, estaba como caldo.

Casi siempre se encontraba turbia, y solo después de permanecer por más o menos tiempo en las tinajas o barriles en que en las casas se depositaba, se hallaba en condiciones de poderse tomar.

Otras veces, era preciso emplear el alumbre u otros medios, como el filtro, por ejemplo, para clarificarla.

El aljibe era entonces, como es hoy, un valioso recurso, pero solo se encontraba en determinadas casas, a pesar de prestarse éstas por sus azoteas planas y con declive al acumulo de agua potable.

Veamos cómo se hacía el reparto del agua del río.

La carreta aguatera era tirada por dos bueyes.

El aguatero, que por supuesto usaba el mismo traje que el carretillero, el carnicero, carnerero, etc., es decir, poncho, chiripá, calzoncillo ancho con fleco, tirador y demás pertrechos, era hijo del país, y ocupaba su puesto sobre el pértigo, provisto de una picana (una caña con un clavo agudo en un extremo), y una macana, trozo de madera dura, con que hacía retroceder o parar a los bueyes, pegándoles en las astas.

Como es de suponer, con los pantanos y el mal estado, en general, de las calles, estos pobres animales tenían que sufrir mucho.

La carreta aguatera era toscamente construida, aunque algo parecida a la que hoy se emplea tirada por un caballo; tenía en vez de varas, pértigo y yugo.

A cada lado de la pipa, en su parte media, iba colocado un estacón de naranjo u otra madera fuerte, ceñidos ambos entre sí, y en su extremo superior por una soga, de la que pendía una campanilla o cencerro, que anunciaba la aproximación del aguatero.

No se hacía entonces uso del bitoque o canilla; en su lugar había una larga manga de suela, y alguna vez de lona, cuya extremidad inferior iba sujeta en alto por un clavo; de allí se desenganchaba cada vez que había que despachar agua, introduciendo dicha extremidad en la caneca, que colocaban en el suelo sobre un redondel de suela o cuero, que servía para impedir que el fondo se enlodara.

Por mucho tiempo, daban cuatro de estas canecas por tres centavos.

Ver: Componentes de Una Carreta Colonial


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