Biografia de Marco Antonio:General y Politico Romano

Biografia de Marco Antonio-General y Politico Romano

Comparándolo con César, el genial estadista, y con Octavio, el político realizador, Marco Antonio es el hombre de la gran oportunidad fracasada.

El asesinato de los idus de marzo del 44 alumbra la figura de aquel hombre de 38 años, de aspecto imponente, dotado de cierta caballerosidad, de palabra fácil y agradable y de alguna sagacidad política.

Entonces era cónsul de Roma, y como lugarteniente de César y militar experimentado, en él convergieron las miradas de todos los que seguían la política del gran caudillo difunto.

general marco antonio

En este momento, Marco Antonio supo obrar con astucia, decisión y energía. Se apoderó del tesoro público y de los papeles de César; contuvo las veleidades tiranicidas del Senado, amenazándole con las tropas del Tíber, e incluso se prestó a una concordia con los asesinos, Bruto y Casio.

Pero poco después, aprovechaba a fondo esta primera victoria para hacerse dueño del poder mediante varios golpes teatrales: lectura del testamento de César y preparación escénica de los funerales del imperator.

El pueblo romano se amotinó contra los republicanos, la Curia fue incendiada y los conjurados se vieron obligados a huir de Roma.

Así llegaba al poder el hijo de Marco Antonio Crético. En su juventud había estudiado en Grecia, y luego había servido en las legiones de Gabino en Egipto y Palestina y de César en las Galias.

Aquí se distinguió por algunos actos de valor, los cuales le valieron el favor del gran caudillo.

Este le utilizó desde entonces como instrumento de sus planes políticos, Cuestor en Roma (52) y luego tribuno de la plebe (50), defendió los intereses de su general contra el partido pompeyano.

Cuando se hizo inevitable la guerra civil, Antonio fué uno de los que cruzaron, el Rubicón. Al mando del ala derecha del ejército de César contribuyó a la victoria de Farsalia (48),

Por sus méritos militares, César le recompensó con la dignidad de magister equitus (dirección política de Italia) y de cónsul de Roma en 44.

Desde este cargo supo aprovechar, según hemos visto, el asesinato de César para entronizar su persona, aclamada por las legiones y el populacho romano.

Pero si Antonio poseía ideas y condiciones políticas, faltábale lo esencial para triunfar: la virtud y la moderación.

Dejóse arrebatar por sus apetitos groseros, por la codicia y la sensualidad.

En un mes, traficando con los cargos, las funciones y las dignidades, recurriendo incluso a la falsificación de los papeles de César, reunió una fortuna escandalosa.

Pero cuando más seguro se creía de su triunfo, apareció en escena el sobrino de César, Octavio, el cual regresaba de Macedonia. Marco Antonio recibió a aquel joven débil y enfermizo con arrogancia.

Pero desde aquel momento ya no dirigiría más la marcha de los acontecimientos, sino que sería arrastrado por ellos a capricho de Octavio.

La rivalidad entre Antonio y Octavio no tardó en estallar, mucho más cuanto el partido senatorial jugaba en Octavio su última carta de salvación.

En 43, de regreso de un viaje a Macedonia para reclutar refuerzos, el primero intenta arrebatar la Cisalpina a Décimo Bruto y muy pronto encierra a su adversario en Módena.

Pero en el curso de dos batallas sucesivas (Forum Gallorum y Módena), es derrotado por las legiones mandadas en auxilio de la ciudad por Roma.

El gran triunfador de la jornada es Octavio. Antonio se refugia en las Galias.

Aquí reúne trece legiones. Pero cuando se disponía a marchar sobre Italia, Octavio, que mientras tanto ha roto con los cesaricidas, le ofrece un arreglo para repartirse el poder. Así se forma el segundo triunvirato, el 29 de octubre de 43.

Triunviro investido del imperio y con poder constituyente, dueño absoluto de las Galias, Antonio dirige los preparativos, bélicos para acabar con el partido republicano, muy fuerte en Oriente.

Es él quien acaudilla la expedición y quien en los momentos decisivos de las dos batallas de Filipos (octubre del 42), obtiene con su valor y su pericia militar la victoria para los triunviros, que se les escapaba a causa de la debilidad del ala del ejército mandado por Octavio.

Triunfador en aquellas memorables jornadas, que aniquilaron al partido republicano, Marco Antonio tiene ante sí, de nuevo, a la fortuna que le sonríe.

Pero por segunda vez la rechaza, y en lugar de pasar a Roma, como Octavio, para deducir los resultados políticos de la victoria militar, se deja llevar por su temperamento pródigo, autoritario y sensual, y se hunde en los placeres de Oriente, al lado de la bellísima Cleopatra, la reina de Egipto.

Mientras Octavio se asegura poco a poco el dominio de Occidente, en la mente de Antonio surge la idea helenística de una monarquía romana a estilo oriental.

La experiencia del pasado le había mostrado que una gran guerra victoriosa era el procedimiento más seguro para escalar el poder.

Así pues, quiso abrirse el camino a la monarquía romana por la conquista del reino de los partos.

Pero desde 41 Marco Antonio había hallado en Cleopatra su genio maléfico, que de fracaso en fracaso, de falta en falta, y de locura en locura, arruinó su porvenir político.

Sólo en 36 inició la expedición, cuyo resultado fue desastroso, como también fué estéril la emprendida dos años más tarde, a pesar de haber alardeado de la conquista de Media.

Pero si su política exterior fué desafortunada, su gobierno interior puede considerarse lamentable.

Explotó las provincias para sacar de ellas dinero para sus caprichos y sus orgías.

Enajenó parte de los territorios romanos en provecho de Cleopatra y de los hijos que de ella había tenido (Alejandro y Tolomeo Filadelfo).

Reunió provincias, deshizo reinos, removió límites y autoridades para complacer a su amante.

Su actitud fue un constante desafío al patriotismo romano, e incluso sus amigos despreciaron el nombre de quien, reivindicando los sueños de un Mitrídates, quería someter Roma a Oriente.

Por tanto, cuando Octavio marchó contra Antonio con sus legiones, ya no era para dirimir un simple antagonismo personal, sino para defender la misión imperial de Roma.

El espíritu de Occidente le acompañaba. Y el Occidente triunfó en Actium el 2 de septiembre de 31 al obtener una victoria rotunda sobre la flota de Cleopatra y Marco Antonio.

Este se suicidó en agosto del siguiente año, después de la caída de Alejandría en poder de las legiones octavianas.

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