Rasputin y sus Poderes Curativos Aspirina-Como Curó la Hemofilia

LOS PODERES CURATIVOS DEL MONJE RUSO

LA HISTORIA CUENTA QUE El Monje Rasputín cuando se instaló en San Petersburgo, mostró sus dones de sanador, hipnotizador y profeta entre miembros de la aristocracia.

Su fama llegó hasta la zarina. Mas tarde una princesa montenegrina de la corte, lo presentó a los zares.

Los emperadores vivían momentos aciagos: su hijo Alexis, hemofílico, estaba condenado a vivir aislado y protegido para no exponerse a morir prematuramente.

En octubre de 1906 Rasputín fue invitado a palacio. Entró, saludó a los zares y les dijo que el zarevich tenía hemofilia.

Los zares, estupefactos -la enfermedad del heredero era secreto de Estado-, accedieron a la solicitud del campesino para orar junto a la cama del niño.

Rasputin el monje ruso

Se arrodilló, agachó la cabeza y estuvo una hora rezando. Poco después el pequeño se levantaba de la cama mientras sus padres lloraban de emoción.

El zar Nicolás escribió aquel día una carta al primer ministro Stolypin, cuya hija, tras un grave accidente, llevaba meses sufriendo.

Al cabo de dos días, Rasputín se presentó en la casa del primer ministro y repitió la escena de la oración.

Al día siguiente, la hija de Stolypin dejó de sufrir dolores y durmió bien. Nunca nadie encontró explicaciones científicas a estas reacciones.

La noticia corrió por San Petersburgo como el viento siberiano. Rasputín tuvo entrada libre al palacio y fue requerido por las familias nobles para pedirle consejos esotéricos, profecías y servicios curativos. Predijo, por ejemplo, el matrimonio desgraciado de Anna, una amiga de la zarina.

Y la pareja se deshizo a los seis meses porque el marido borracho golpeaba a Anna. La zarina ya no dudó de los poderes de Rasputín.

Durante unas vacaciones en Polonia, en 1912, el zarevich sufría hemorragias en una pierna y las ingles. Se consumía en el dolor.

Los médicos creían que le quedaba poco tiempo de vida Los sacerdotes ordenaron darle la extremaunción.

Alejandra, desesperada, envió un telegrama a Rasputín. La respuesta no se hizo esperar. "Dios ha escuchado tus oraciones.

No te aflijas. El niño no morirá", la calmaba el campesino.

Al día siguiente, la hemorragia paró, sin que los médicos, descreídos de los poderes de Rasputín, hallaran explicación. (y aún hoy tampoco se la encuentran)

Rasputin el Monje Loco y la Zarina Alejandra en la Corte Rusa

Respecto al tema el divulgador científico Leonardo Moledo, tiene una explicación sobre la cura milagrosa del monje y cuenta:

"La mágica curación del zarevich, sin embargo, tiene su explicación.

Los médicos estaban tratando a su magno paciente con una droga novísima.

Esa droga, según se sabe ahora, retarda indirectamente la coagulación de la sangre, y por lo tanto es contraindicada para los hemofílicos: no tiene nada de milagroso que el zarevich mejorara en cuanto dejó de tomarla.

A pesar de todo (y de Rasputín), la droga en cuestión más siguió una carrera ascendente y se hizo más popular que los cantares, los reyes y los políticos hasta el punto que hoy en día es el medicamento más utilizado (y probablemente el más barato) del mundo.

Todos la conocen, y no tiene sentido seguir ocultando su nombre: ni más ni menos que “aspirina”, con el cual fue lanzada por un laboratorio alemán el 10 de febrero de 1899.

Actualmente el mundo consume la increíble cifra de cien mil millones de comprimidos por año. Y sin embargo, la aspirina es un medicamento muy antiguo.

Desde el siglo I, se utilizaban ya las virtudes terapéuticas de la corteza, hojas y savia del sauce (que la contiene) para calmar fiebres y dolores, pero sólo en el siglo XIX se logró extraer y sintetizar el principio activo de los mejunjes tradicionales: primero la salicilina, luego el ácido salicílico, moléculas cíclicas y relativamente sencillas que presentaban, no obstante, serios problemas de intolerancia.

En 1853, el joven químico Gerhardt logró la acetilación del ácido salicílico y obtuvo el ácido acetisalicílico: la aspirina adquiría su forma actual y definitiva.

El descubrimiento de Gerhardt, sin embargo, pasó desapercibido desde el punto de vista farmacéutico hasta que Félix Hoffmann (1867-1946) perfeccionó un método de acetilación a escala industrial, cuando el siglo XIX daba sus últimas boqueadas.

Probablemente, lo más notable de la historia de la aspirina es que, pese a su empleo masivo, hasta hace muy poco se ignoró (y todavía se ignora en parte) cuáles son sus mecanismos de acción.

Recién en 1971 John Vane propuso una explicación satisfactoria al demostrar que la aspirina inhibe la síntesis de prostaglandinas, sustancias que acompañan y motorizan las inflamaciones.

De paso, como las prostaglandimis bajan el umbral de los receptores del dolor, éste disminuye. Debido a esos trabajos, Vane recibió en 1982 el Premio Nobel de Medicina.

Pero con Premio Nobel y todo, el problema de la acción de la aspirina contra el dolor (salvo en el caso del dolor que acom­paña a las inflamaciones) sigue abierto.

Ahora:   aparte de estas acciones (contra las inflamaciones y el dolor), el simpático y vivaz ácido acetilsalicílico tiene muchas otras habilidades.

No todas. recomendables por cierto: en el caso del síndrome de Reyes, de muy rara incidencia, que sólo ataca a los niños menores de un año y a los adolescentes, que se manifiesta por severos trastornos neurológicos y hepáticos, la aspirina puede agravar seriamente la situación, e incluso ser fatal (algunos países prohibieron la aspirina en ciertos medicamentos pediátricos).

También actúa retardando el proceso de coagulación de la sangre, lo cual la contraindica para los hemofílicos, como ilustra admirablemente el episodio de Rasputín.

Pero en este caso equilibra los tantos: al retardar la coagulación sanguínea, ayuda disminuir el peligro de obstrucciones en las venas arterias y, por lo tanto, de embolias e infartos.

El espectro no termina allí: la aspirina actúa sobre tu cantidad enorme de afecciones, desde los resfríos hasta los reumatismos inflamatorios, la artrosis, migrañas, ciáticas, lumbagos, y la moderna investigación médica está echando el ojo a su aplicación en casos de cataratas y diabetes.

No es poco, por cierto. “El álamo crece, el sauce llora”, suele decirse, manera harto despectiva.

Es muy injusto porque el sauce encierra el germen del ácido acetilsalicílico como lo muestra con su misma actitud. Al fin y al cabo todo el mundo sabe que, muchas veces, el llamado alivia el dolor." (Ver Rasputín)

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ANTECEDENTES DEL NIÑO ENFERMO: La enfermedad del zarevitch, era heredada de su madre, la zarina Alejandra Feodorovna, cuyo nombre católico era Alice von Hesse-Darmastad, hija del gran duque Luis IV y nieta de la reina Victoria.

Además de la locura de la familia Von Hesse, en la cual se contaban 21 enfermos mentales, la hermosa Alice había llevado a los Romanov la hemofilia, esa enfermedad hereditaria que transmiten las madres a los hijos varones.

Presumiblemente, en el origen de la hemofilia, por la cual habían muerto un hermano y un tío de Alice, estaba la orgullosa reina de Inglaterra.

Los padres del zarevitch ya han renunciado a la impotente ciencia de los médicos que rondan cabizbajos por la oscura recámara.

El pequeño Aliosha se queja desgarradoramente.

En su desesperación, la emperatriz confió la curación de su hijo a los más insólitos charlatanes.

Entre ellos, el "doctor" Philippe Vachot, un aventurero parisiense, ex ayudante de carnicero, quien por un tiempo y sólo gracias a su sagacidad, pudo mantener la confianza de los zares.

Una vez desenmascarado, Vachot fue devuelto sin honores a su Francia natal.

Luego sería el turno de Mitya Kolyaba, un discípulo de la curandera Darya Osipova, epiléptico, que hacía pasar su histeria por estados de verdadera iluminación. Sus aullidos que más rozaban el histerismo, no hicieron más que asustar al doliente zarevitch.

Las razones de esta candidez en una mujer culta y enérgica como la zarina Alejandra Feodorovna, sólo pueden encontrarse en su encendido misticismo y su ardorosa fe, que rayaban en la superstición.

Descartada la ciencia (que en aquella época no tenía respuesta para la hemofilia), sólo le queda Dios, o más exactamente sus supuestos enviados, que pretenden curar al niño por medio de sus éxtasis místicos, ese fue el Monje Rasputín.

Fuentes Consultadas:
Rasputín y los últimos días del zar Cuadernillo N°7 National Geographic
Curiosidades de la Ciencia Leonardo Moledo

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