Los Caminos de Hierro de Los Crotos Anarquistas

Los caminos de hierro de los crotos anarquistas

Dr. Carlos Fos

Intentar divorciar las manifestaciones teatrales ácratas de sus concepciones pedagógicas es imposible.

El discurso emergente de sus escuelas racionalistas potenciaba al arte como medio de expresión al servicio de la causa superior del socialismo no dogmático.

Es en debate de las diferentes corrientes del pensamiento libertario donde hallaremos el papel trascendental que adjudicaban al teatro como vehículo de la revolución.

Los anarquistas clásicos discutían sobre el peso que debía otorgarse a la transmisión de conocimientos y a la espontaneidad.

Lejos de aceptar la existencia de una fuerza innata, esencialmente perteneciente a los sectores populares, que guiaría la educación, muchos señalaban límites al carácter natural de los procesos educacionales.

Carlos Malato (1935), en un trabajo escrito en 1887 y difundido en la Argentina, sostenía la diferencia entre instrucción y educación.

Solamente la educación, adquisición de ideas y costumbres en continua modificación, debía inspirarse en la más amplia libertad.

En tanto la instrucción, enseñanza de conocimientos útiles, pero áridos, supone un plan y un método que por atractivo no dejaría de ser autoritario.

logo anarquismo

Pero en otro párrafo del mismo trabajo, el autor postula que también la “verdadera educación” puede ser en alguna medida controlada, para que no resulte en transmisión de convencionalismos inútiles y de fórmulas aprendidas sistemáticamente, sino en libre desenvolvimiento de las aptitudes.

Abogaba por la adaptación del alumno al medio social y por la corrección de conductas nocivas. “Hay que luchar por el enderezamiento de las propensiones peligrosas legadas por la herencia o más bien por desviación. […] porque hay que advertir que aún los defectos como son: orgullo, avaricia, cólera, pueden, orientados de cierto modo volverse en provecho de los individuos y de la sociedad entera” (Malato, 1935: 453).

Cada uno de los maestros de las escuelas o talleres racionalistas, de los obreros de los centros, círculos y sindicatos, de los entusiastas fundadores de bibliotecas y periódicos en zonas inesperadas, contribuyeron a la constitución de esta expresión ideológica. Y el teatro tuvo para ellos un papel vital como instrumento de propagación del ideal. Intelectualistas y anti-intelectualistas formaron cuadros filodramáticos y ofrecieron obras de elaboración propia o de autores cercanos a la causa.

Con un sistema de recepción de crítica y producción que les pertenecía, generaron un espacio autónomo muy significante para su didáctica y muchas veces rudimentaria dramaturgia.


El formato del taller era funcional a la circulación del aprendizaje, entendido como construcción colectiva.

Evitaba los rasgos más duros de la educación formal tradicional, como la división por grados o aún la distancia que propone arquitectónicamente el aula.

La noción de micro-comunidad reemplazaba al grupo amorfo y al armado coercitivo propuesto desde la normatización estatal.

Asimismo, las divisiones no se perpetuaban en el tiempo y respondían a criterios de intereses de los alumnos.

De esta forma, la repetición de contenidos alejados de los gustos e inquietudes del educando desaparecía en aras de un criterio más horizontal y participativo de la enseñanza.

Las disciplinas artísticas, motor de los talleres, se veían beneficiadas por esta estructura y en sus producciones era perceptible el proceso enriquecedor gestado.

La “pedagogía de lo deseado” expresaba el respeto del docente por su ocasional alumno. No se consideraba un depositario del saber único, encargado de transmitir verdades incuestionables.

Como cultores del pensamiento crítico, que estimulaban y no sólo agitaban como vacía bandera, los anarquistas confiaban en el poder del cuestionamiento como agitador de ideas. En ese mar bravío de la creación artística los libertarios ponían su confianza como mecanismo ideal para la comunicación de sus ideas.

El 15 de agosto de 1909, el cuadro filodramático del taller-escuela inauguró una velada de discusión en el sindicato de cocheros con la breve pieza El hambre.

El boletín del mes de septiembre del mismo año publicado por la sección La Plata del gremio de cocheros, se refiere al hecho:


“Damos la bienvenida a los alumnos de la escuelita ‘Sin dogmas’.

En los debates promovidos por los sindicatos del puerto y del que los cocheros participamos, fuimos testigo de una obrita realizado por estos entusiastas jóvenes y niños.

Cuando los nubarrones sombríos de la represión de los cosacos porteños rondan aún nuestras cabezas, inquietudes como la citada nos entregan un dejo de esperanza en la lucha que recién comienza. Casi sin aditamentos de vestuario ni escenografía, dieron una lección encomiable de voluntad y confianza en los ideales. Nuestra zona cuenta con prestigiosos núcleos culturales y nos alegramos que se sume éste que no levanta divisiones teóricas sino que pone el acento en la solidaridad como fuente de fortaleza. Un ejemplo que una vez más recibimos de los más pequeños y una demostración que sólo en el respeto por el otro construiremos el camino de la revolución verdadera”.

El proyecto educativo “Sin dogmas”, taller-escuela de Berisso, no sólo ha sido original por su concepción dentro del movimiento libertario americano, sino que se constituyó en una fuente de cuadros con descollante actuación en la costa de la provincia de Buenos Aires y el litoral santafesino, en primera instancia y con fuerte proyección a regiones de Latinoamérica luego.

Esta última actividad estuvo a cargo de acólitos, formados en el taller y con gran compromiso social. Enrique Marcens y Juan Godoy fueron alumnos de Roberto Plal y fundaron su propia biblioteca en Zárate. “Los pioneros de la libertad” inició sus actividades formalmente el 23 de abril de 1919 con una jornada en la que se sucedieron discursos, cantos y dos monólogos. Un mes más tarde lanzó su publicación, en un número dedicado a la formación del ácrata “sin dogmatismos ni revelaciones”. En un artículo intentaba explicar su posición teórica frente al proyecto verticalista de algunos gremios.


“El anarquismo forzosamente ha de trabajar por y para crearse una base económica en que apoyarse, cimentando su acción transformadora para alcanzar esas líneas fundamentales que han de servir de sustentáculo a todo el esquema que personifique su veracidad. El sindicalismo revolucionario no es sino el instrumento que el anarquismo vióse en la ineludible necesidad de forjar, a fin y efecto de salir de las regiones del pensamiento y entrar de lleno en las fases de su experimentación objetiva.

El sindicalismo revolucionario no se basta a sí mismo, ni teórica ni prácticamente, para la realización de la concepción ideal de plasmarse en una sociedad sin Estado.

El sindicalismo realizará algún día el hecho violento de la revolución social, y después de este hecho, el sindicalismo tendrá un papel importantísimo en la organización de la economía de la sociedad libertaria. Pero se puede afirmar que todas las realizaciones revolucionarias del presente y del futuro, infinitamente más que del sindicalismo, serán resultado de la espiritualidad insuflada en él por los libertarios. Sin el soplo o la impulsión espiritual de los ácratas, el sindicalismo no realizaría jamás ninguna gesta revolucionaria, y mucho menos la revolución social.

Pero si el sindicalismo no puede ser el ideal, ha de ir con él en concepto de brazo. No es menester una división entre anarquistas y sindicalistas, como no es menester una división entre el cerebro que piensa y el brazo que ejecuta. He aquí la misión de la anarquía. Sindicalistas todos para la lucha y anarquistas todos después de ella”.

No pudieron plasmar su deseo de crear una escuela, pero promovieron desde la biblioteca una nutrida actividad cultural. Marcens nos cuenta:

“Nuestro objetivo primero era establecernos en la zona y perdurar. Era un desafío importante porque no contábamos con el aval de ningún sindicato o federación y proveníamos de un mundo de ideas no aceptadas por la ortodoxia del movimiento. Pero no nos desanimamos. Dos obreros españoles nos ayudaron a construir un galpón para ampliar la capacidad de la biblioteca y dedicarlo, luego de ser apropiadamente decorado, a salón de debate y espacio dedicado a la poesía y al teatro. La discusión sobre la pureza en la dramaturgia empezaba en Buenos Aires y Rosario pero, fieles a nuestros principios, no tomamos partido y convertimos al centro en un rincón neutral. De hecho, con los primeros lectores, tomamos fragmentos de obras de Florencio Sánchez y las memorizamos con tanto entusiasmo como falta de estilo, e inauguramos los encuentros culturales con el talentoso escritor uruguayo. Lo hacíamos sin escenografía y a cara lavada, ya que pretendíamos que las palabras no perdieran su contundencia escondidas en artificios de cartón y madera. Gustó mucho y continuamente recibíamos pedidos para representar el popurrí y nos daban ideas para agregar nuevos textos o representar otros. Un ruso, Miguel Hochvov, nos acercó la poesía de su país con libros de Tolstoi y Chéjov que él mismo, junto a su hermano, habían traducido. Godoy se ocupaba más del periódico, que salía cuando juntábamos el dinero para el papel y la buena voluntad de algún centro o sindicato hermano para imprimirlo. Debo reconocer que los socialistas reformistas nos ayudaron en dos ocasiones, lo que generó disgusto en el seno del movimiento local. Pero habíamos golpeado todas las puertas y en todas había excusas, válidas o no. Debo decir que la velocidad de nuestros sueños superaba por mucho la capacidad de concretarlos”.

En 1920 la biblioteca fue sede de varios debates en torno a la crisis de representatividad de varios dirigentes de la F.O.R.A. local, acusados de acuerdistas. Las puertas estuvieron abiertas para las diferentes corrientes del pensamiento libertario y, si bien las discusiones no arribaron a síntesis superadoras, tuvieron picos de efervescencia nunca registrados en la zona. Dice Alberto Schilman, del gremio portuario:

“Para los que habíamos tenido militancia en el viejo continente, la sola idea de una autoridad omnipresente nos horrorizaba. Estábamos dispuestos a combatir este pensamiento que ganaba adeptos entre los delegados de base que concurrían a Buenos Aires a los seminarios de actualización teórica. La patronal y los partidos burgueses se reían de nuestras diferencias y utilizaban cada una de ellas como signo de debilidad para detener nuestra acción de reclamo, o para ganar voluntades por la dádiva y el soborno. La circulación de nuestros periódicos no era suficiente porque las requisas constantes de la policía y las dificultades de distribución entorpecían su llegada al obrero. Además, los que pensábamos que el ideal era para todos, nos encontrábamos con muchos compañeros criollos analfabetos. Por eso la invitación de la biblioteca fue fundamental. Algunos solíamos ir a leer los clásicos latinos (tenían una linda colección que incluía a Cicerón y a Suetonio) y a ver los espectáculos que ofrecían esporádicamente; otros se acercaron por primera vez a los libros. Ese galpón de paredes ennegrecidas y con orgullosas banderas negras y rojas sería el sitio adecuado para defender posiciones con la garra pero también con el respeto que merecíamos los anarquistas”.

Durante las discusiones se conformó un pequeño cuadro filodramático con lectores y compañeros de la biblioteca, y se escribieron tres breves monólogos que pusieron en escena en el galpón. Dice don Julio Milran, uno de estos lectores y actor amateur:

“Yo venía de participar en algunas obritas en Buenos Aires, incluso con los socialistas internacionales, porque mi primo militaba con ellos. Así que, vergüenza no tenía y en los años mozos mi voz sonaba bien, sin acento gringo; así todos me entendían porque no hablaba con modismos vulgares ni titubeaba. Además soy de escribir, por lo que me puse manos a la obra y redacté de un tirón el monólogo que titulé Anarcosindicalistas. Me parecía apropiado referirme al tema en medio de las trifulcas. He rescatado de mis papeles un fragmento.
Obrero: Divididos anarquistas y sindicalistas, nada haremos, como nada haría el pensamiento sin la acción y la acción sin el pensamiento. Piensen amigos, no nos separemos para el gusto del patrón. Enriquezcamos nuestra vida con el alimento de la solidaridad y la entrega que son la fuerza del ideal. Dicen que el sindicato no es nada. Se le niega valor y es el brazo del libertario. La verdadera agremiación es revolucionaria y asume la concepción ácrata de la vida. Por eso no estamos de acuerdo con los socialistas. Ellos hacen hombres que no creen en su personalidad y con su obra retardan el momento de la posesión integral de las prerrogativas sociales del hombre. Quien crea que su solución depende de otros o que defienda la organización estatal, es un esclavo. La virtud del anarcosindicalismo, puesto que tiene ideas propias, es relevar y sustituir los factores del capitalismo y de la burguesía. No nos equivoquemos de enemigo, hermanos. Usemos nuestra razón y demostrémosle al mundo que somos la luz que dará paso a una nueva humanidad, justa y sin clases. El capitalista nos acecha con sus partiditos políticos y sus trampas de miel. ¡Cuídate! No necesitas maestros ni curas que te marquen la senda, tu conciencia te guiará. Y seremos un río indomable que acabará victorioso en la mar. Si sacrificamos nuestra vida, la de hijos, esposas y hermanas en pos del ideal, no podemos rendirnos ahora. Con la fe en la razón y los ojos puestos en nuestros mártires, la anarquía y la libertad suprema son nuestro norte”.

En 1922, en una de sus últimas actividades antes de ser cerrada por la fuerza pública, la biblioteca “Los pioneros de la libertad” celebró el día del trabajador con dos jornadas dedicadas a la reflexión. Los discursos fueron acompañados de cantores locales que interpretaron temas de extracción libertaria. También se presentó un monólogo de creación colectiva declamado por José Ortiz, obrero ceramista. En el boletín publicado para el acto, se registraron algunos momentos de la citada pieza titulada Peligros reformistas.

“El clamor de los obreros estalló en gritos cuando Liborio se dirigió al escenario y comenzó a hablarles. Una cálida ola de esperanza iluminó los ojos de los proletarios fijos en su figura.

LIBORIO: Compañeros. Escucho que los dirigentes socialistas nos cuentan de las conquistas que consiguieron. Y yo les advierto sobre sus mentiras y las mentiras del sindicalismo reformista. Su error es imaginarse que, por etapas sucesivas, de pequeños provechos en conquistas secundarias, está con fuerzas para hacer la economía de una revolución y que estas victorias totalizadas llevarán a la transformación social.

Que las agrupaciones, organizaciones o partidos burgueses, inclusive los que se auto titulan más adelantados, coloquen su confianza en ese método de propaganda y de combate que se mueve dentro del marco de legalidad en curso y de instituciones que actúan al interior y dentro de límites de ese marco, ello se comprende y explica. Pero que ustedes, que desafiaron al vil patrón confiando en las ideas del anarcosindicalismo, lo hagan es intolerable. Los partidos burgueses creen o hacen creer en la perennidad del Estado y de la propiedad individual. No conciben que ése o aquélla puedan desaparecer y que la vida social pueda ser organizada sin el mantenimiento de la superestructura estatal.

Es por lo tanto natural que amplíen y multipliquen las reformas y que no les dediquen como límites extremos nada más que las fronteras trazadas por las necesidades de la dominación política: el Estado y de la explotación económica: el Capitalismo. Están dentro de su papel, cuando consienten, con las reformas, a hacer la parte del juego. En una palabra, el sindicato obrero nace como reformista pero nosotros compañeros lo transformaremos en anarquista y revolucionario. Por eso he sido golpeado casi hasta morir. Por el ideal y por todos ustedes”.

El sueño de la biblioteca murió aplastado por la represión unos meses después. Pero la lucha de los ex alumnos del taller escuela continuó. Oscar Fritzman y Jorge Spataro, dos jóvenes formados en la biblioteca, emprendieron un camino sin destino prefijado, salvo el de las luchas sociales. Dejaron el país y participaron con entusiasmo en diferentes proyectos del movimiento en Uruguay, Brasil y Venezuela. Con el espíritu de tolerancia y horizontalidad, aprendido en las largas charlas y clases interactivas del taller escuela, aportaban sus conocimientos y experiencias al servicio de las causas populares, sin interesarse por el sector político que motorizara cada expresión de resistencia en particular. Las zonas que visitaban estos acólitos ofrecían un auditorio potencial de criollos semianalfabetos y de inmigrantes, con un precario conocimiento del idioma castellano.

Además, contaban con poco tiempo y escaso dinero para invertir en actividades culturales. Para evitar la confusión que pudiera surgir en un público no entrenado, las piezas recurrían a situaciones cotidianas de lucha, con un criterio próximo-distal. Utilizaban fórmulas sencillas y la repetición como resorte de estructura dramática, para asegurar el objetivo didáctico y proselitista. La reiteración, en ocasiones exasperante en los dramas libertarios, aparecían en los temas, la fraseología y la elección de personajes identificables estereotipados, entre los que destacaban el esclarecido, emisor del mensaje y el oponente, vinculado a los sectores burgueses. Este maniqueísmo era resuelto en el final de la pieza con el triunfo real o moral del héroe ácrata, y la aparición de un joven o niño que tomaba la posta en la lucha.

En los cuadros filodramáticos de las organizaciones libertarias, especialmente en los surgidos en las escuelas del movimiento, hemos visto un esfuerzo colectivo de sacralización que exige del participante una apertura del espíritu y ofrece a cambio el control de sus propios medios de expresión. Estos aficionados, formados en el seno mismo de la masa anarquista, no trabajaban por dinero, sino por convicción ideológica, y ese fenómeno demuestra la comprensión que el problema del teatro estaba unido estrechamente al poder económico. El teatro burgués, determinado por la estructura económica, dependía del consumo. Su objetivo era cubrir la sala de espectadores, aún apelando a burdas obras de entretenimiento. Se trataba de una mercancía para vender, y su estructura estética estaba determinada por la demanda. El teatro libertario intentaba emanciparse de esta perversa lógica comercial para crear productos culturales determinados por el contenido social e ideológico.

Así, el teatro volvía a manos del pueblo como arma ideológica y cultural, y con una fuerte eficacia educadora. La escasez de medios en los cuadros filodramáticos deviene en una suerte de economía de puesta, con una escenografía básica y generalmente con vestuarios propios o elaborados en talleres de las escuelas racionalistas. Esta situación promueve maniobras de simplificación y de condensación, reduciéndose personajes, la línea argumental (que en ocasiones se lleva a un bosquejo) y los signos escénicos. En su pretensión de vehículo de principios básico utilizaba códigos ideológicos compartidos por buena parte de la concurrencia, lo que favorecía el éxito de los dramas. El monólogo fue utilizado por los libertarios porque requería de escasos elementos para su representación y al minimizar los recursos necesarios facilitaba su redacción.

He recogido cientos de estas piezas, muchas creadas en talleres especialmente pensados en las escuelas racionalistas existentes en el país, todas de breve duración por ser censuradas o destruidas por la represión de los sectores dominantes. Tenían predilección por las formas melodramáticas, que le daba un marco de espectacularidad especial a los discursos de los personajes, marcando exageradamente las situaciones de tensión, que surgían así amplificadas. Pero el melodrama y el drama social, de acuerdo a los procedimientos ibsenianos, exigía el esfuerzo de escribir y representar obras más largas.

Cuando hablamos de los sectores “intelectualistas” del movimiento, que aceptaban reproducir textos de autores no vinculados directamente con el anarquismo, (Zola, Ibsen, Chéjov o los locales González Pacheco o Sánchez, de pasado libertario), vemos que no presentan el inconveniente explicitado. Pero, cuando nos referimos a los “puristas”, que sólo acuerdan con los productos escénicos nacidos en sus propias filas, nos encontramos con otras realidades. En este dinámico sector libertario, donde primaban los pequeños círculos, los talleres-escuelas y las opciones militantes unipersonales, adaptar los textos a las condiciones que debían enfrentar fue un desafío, resuelto apelando al monólogo como propuesta.

Fritzman y Spataro, siguiendo la lógica del acólito, crearon dos círculos en Venezuela, donde representaron con militantes locales obras de tinte revolucionario llevadas de su experiencia en Argentina. Antes de avanzar en el trabajo es preciso aclarar la noción misma de acólito, brevemente en virtud de las exigencias del ensayo. Ante las persecuciones que fueron diezmando al movimiento y aún arrinconándolo ante la pasividad de supuestos partidos progresistas con representación parlamentaria como los socialistas, los ácratas desarrollaron estrategias para continuar con su labor propagandística. Para ello, recurrieron al solitario militante o a las parejas, que recorrían los inmensos y despoblados territorios siguiendo las vías férreas que los ingleses diseñaron para la extracción de los bienes primarios.

Los acólitos tuvieron un papel fundamental, ya que llevaron el ideal a parajes en los que la sindicalización era escasa. Con una formación teórica adecuada y fieles al espíritu de debate continuo del movimiento, a pesar de su aislamiento con los centros anarcosindicalistas más importantes, nunca tomaron posiciones autoritarias y facilitaron la circulación de las ideas básicas libertarias.
Con estos principios, un cuadro filodramático de escasa vida puso en el círculo “Claridad” de Caracas la pieza No desesperen, escrita por un respetado acólito, Isaac Berman. Allí un delegado ácrata se dirigía a los que compartían sus dolores y a aquellos que los explotaban.

“RAMON: Estoy aquí para debatir los pasos a seguir en la huelga. Tuve muchas presiones. Los dueños de los campos, los capitalistas terratenientes, atentaron contra mi vida y sus esbirros de la policía mataron al pobre Juan. No se puede razonar con el que blande el látigo y nos cree sus esclavos. Ellos hablan de la civilización que traen, de los adelantos que su presencia significa. Y sólo crean almacenes rústicos, en las que los obreros del hacha, debemos comprar con vales y a precios inalcanzables. Si el turco, que les hace de intermediario, quiso cambiar pieles valiosas por un kilo de azúcar. Se dan cuenta, compañeros. Un engaño tras otro. Pero claro son letrados, tienen la ley del dueño de su lado y se aprovechan de la ignorancia del pobre. Por eso les pido que se acerquen al círculo anarquista, allí aprenderán a leer o a profundizar lo que saben. Y el combate será también en otros campos. No le regalemos el territorio de la razón.

El conocimiento es un proceso que se identifica con sus fines: libertad y amor. Para realizar el deseo irresistible de libertad es necesario conocer, y para conocer es necesario amar. El conocimiento, la libertad y el amor no pueden ser concebidos sino en una relación recíproca. Estos tres términos son el lado de un triángulo que no podría existir sin los otros dos. Y como el amor es a un tiempo instrumento de conocimiento y de liberación, la poesía es amor e iluminación. La lectura los hará libres; aunque sean dependientes sus cuerpos, su espíritu no tendrá patrón. No renuncien a la belleza. Por más loco que me crean, aún en medio de la selva y perseguidos podemos conectarnos con esa belleza que nos rodea y con la crece en nuestro interior. Pertenecemos a un movimiento social contestatario y somos una opción de rebeldía ante el Estado y las instituciones jerarquizadas y despóticas inherentes al capitalismo.

Se puede constituir un modelo de organización asentado en prácticas colectivas e igualitarias y en relaciones de solidaridad y cooperación voluntaria, en resumen autogestionario, configurado por grupos auto-administrados, cooperantes y donde no tuviesen cabida el autoritarismo y la dominación. Ciertamente que esa organización voluntaria y no jerarquizada exige empeño personal, participación y conciencia, al contrario de las instituciones autoritarias que recurren a chantajes, propinas y fraudes. Por esa razón es más difícil y más tardía la creación y desarrollo de formas de organización cooperativas, incluso porque la resistencia a los cambios, la huella de los valores dominantes y la rutina tienden a apartarnos de modos de organización que implican un trabajo arduo y permanente de renovación y compromiso solidario. No aflojen, podemos y debemos dar una repuesta rotunda y ella será la organización en torno al ideal. Y no responderemos con violencia, porque eso espera, para exterminarnos y adocenar a los que sobrevivan. Lo haremos con el amor que surge de nuestra comunión de intereses, de nuestra humanidad plena, de nuestra libertad sin rejas teóricas”.

Perseguidos por las fuerzas policíacas de la zona, escaparon al área rural, donde continuaron con sus tareas de esparcir el ideal. Con suerte dispar y no pudiendo vincularse con los sindicatos locales, se trasladaron a Río de Janeiro. En esta ciudad, con una presencia ácrata visible, participaron en diferentes actos de resistencia, aunque no pusieron obras por razones idiomáticas. Fritzman decidió establecer residencia en Brasil, mientras que Spataro viajó a Montevideo. Nos cuenta Spataro:

“Después de miles de kilómetros, sólo pensaba en continuar la lucha. Ya habíamos intervenido en huelgas de portuarios, hombres del riel, de la alimentación, cosecheros, etcétera. Experimentamos una solidaridad que superaba las estrechas barreras de nuestro movimiento. Los oprimidos no reconocen banderas y si bien sabíamos que la anarquía era y es la única solución nunca practicamos sectarismos. Al aceptar la separación del alemán, busqué nuevas trincheras en Montevideo, ciudad que me recibió con alegría y desafíos renovados. En diferentes sindicatos y locales afines interpreté algunos monólogos que llevaba a cuestas, casi como una biblioteca ambulante”.

Fueron varios los unipersonales que presentó Spataro en la capital de Uruguay y en otras ciudades, como Salto. Estos trabajos dramáticos respetaban las reglas estéticas libertarias. Las bases de la perspectiva anarquista -tanto en términos generales, como en lo específicamente referido a lo artístico- no derivan de un modelo teórico que, una vez establecido por algún “maestro pensador”, quedaron determinados para siempre.

Se trata aquí de un cuerpo conceptual dinámico, cuyos creadores y seguidores han rehusado convertir en canon de obligatoria obediencia, pues siendo su esencia la libertad y el cambio mal podría avenirse con ello. Por tal motivo, no es sencillo -y hasta resultaría inaceptable para algunos- pretender enumerar los principios estéticos libertarios, más aún cuando ello significa suponer coincidencias plenas entre posturas ideológicas que han puntualizado sus diferencias tanto en la explicación y valoración del hecho artístico como en otros aspectos. No obstante, es posible intentar una presentación que subraye los elementos que unifican a las diversas teorías estéticas libertarias, ámbito donde quizás lo más difícil sea conciliar lo que sostiene el Anarquismo Individualista con lo que afirman las tendencias en pro de lo que cabe llamar el Anarquismo Social. Explicar estas diferencias excede los objetivos de este trabajo.

Sin embargo, para avanzar en la actividad de los acólitos como vehículos del ideal libertario, es necesario precisar si es posible descubrir una genuina estética del movimiento por encima de sus múltiples interpretaciones doctrinarias. La estética anarquista parte de considerar al arte como expresión indispensable en la vida de los pueblos y los individuos, en tanto se trata de una praxis que fusiona la imaginación con el trabajo -la actividad humana y humanizante por excelencia-. Es en su horizontalidad de criterios y en su multiplicidad de propuestas, que encontramos un rico y destacado material dramatúrgico. Spataro, junto a Incola Gargiulo y Armando Macchio, recuperaron un texto llamado Despertar, monólogo de creación colectiva y puesto a criterio de los militantes hacía unos meses atrás en la zona de San Lorenzo, Santa Fe. Decía un pasaje,

JUSTO: Nosotros sacrificamos por la idea nuestra tranquilidad, nuestra propia vida; nuestro bienestar, y ponemos en peligro nuestra libertad; nosotros no omitimos esfuerzo ni fatiga para sostener la lucha, sin esperar mas recompensa que la satisfacción de ver que la propaganda sigue adelante, que no muere.

¿Por qué los demás no cumplen con su deber desprendiéndose de algunas monedas con la frecuencia que sus circunstancias se los permitan y así acompañar el esfuerzo de transmitir la verdad? Dar dinero para el fomento de una causa superior como es la de la emancipación de la humanidad, implica un sacrificio menor que arriesgar la vida o la libertad, compañeros. Reflexionad y ayudad con constancia. No esperéis a que se os inste y se os vuelva a instar a prestar vuestra ayuda, porque eso hace sonreír a vuestros verdugos que al ver vuestra indiferencia y vuestra morosidad se sentirán tranquilos. ¿Qué pueden temer los verdugos de la humanidad de gentes que no saben desprenderse de unas cuantas monedas para sostener el sindicato que las defiende? En presencia del enemigo deberíamos todos los desheredados hacer prodigios de abnegación, de desprendimiento, de actividad, de valor, de solidaridad.

Si no lo hacemos así, no esperemos que se nos respete, renunciemos a ser libres. Por eso apoyen nuestros cuadros filodramáticos, que combaten contra la ignorancia desde el arte, un arte puro, sin búsqueda de la efímera fama, que anima al actor profesional. O preferirán a los escritores comerciales que se venden al mejor postor. Sepan que los autores de mentalidad burguesa han llevado a escena obras que podían ser motivo de regocijo para una clase privilegiada pero muy pocas veces se ha visto en ellos un gesto de rebeldía, ni un gesto de dolor para con los proletarios, para los que viven otra realidad diferente a la suya. Y como subsisten por el bolsillo burgués cuando hablan con cierta benevolencia de la clase obrera, lo hacen con un tono de compasión y paternalismo.”
Al regresar al país, Spataro tomó contacto con los grupos que operaban en el área de influencia de La Forestal. Rápidamente se reunió con Justo Steiner, un destacado militante integracionista, que lo recibió con regocijo. Antes de seguir, es indispensable detenernos un momento en el trabajo de Steiner.

Las huelgas portuarias en la zona del litoral afianzaron la camaradería en el movimiento y permitieron el crecimiento de círculos en el litoral cercano. De esta forma, aumentó la circulación de las ideas ácratas y en especial el nivel de concientización y capacidad de acción directa del movimiento. En 1924 se fundó la Biblioteca circulante “Eliseo Reclus”, que repitió experiencias europeas similares con gran suceso. Comenzó transitando el territorio de La Forestal con un carromato a cargo de Florencio Iñiguez y Rafael Molina, maestros españoles de inspiración ferrerista. Enrolados en la facción no purista del anarquismo local, el patrimonio original de la biblioteca se nutrió con clásicos de la literatura mundial y con escritos de Mijail Bakunin y Errico Malatesta. Poco a poco incorporaron la producción teatral de los cuadros filodramáticos que actuaban en los sindicatos y centros que visitaban. Justo Steiner se unió al proyecto unos meses después, con el deseo de profundizar su accionar y extenderlo hasta Rosario.

“Mi idea, al sumarme a la biblioteca, era aumentar drásticamente el número de ejemplares recurriendo a los que elaboraban con tanto empeño nuestros compañeros. Yo mismo había participado de algunas experiencias en tablados armados al calor de la lucha, intentando acercar al obrero los textos inmortales de Ibsen o las obritas que creábamos con amor y compromiso. Claro que se me puede argüir, la cantidad no implica forzosamente calidad. Si bien algunos compañeros conocían el arte de escribir por haber participado en los talleres de las escuelas nuevas, o por participar en los circuitos comerciales antes de convertirse al ideal. No seré yo quien rebata este criterio de supuesta falta de calidad en las obras, pero me gustaría que a la hora de juzgarlas no se olvidase algo tan obvio como que es difícil improvisar teatro”.

Nos encontraríamos, pues, no tanto con obras acabadas como con primeras aproximaciones a un género y a una forma nueva de hacer teatro. Aproximaciones a cargo, en muchos casos, de autores noveles que no pudieron gozar de la continuidad necesaria para poder consolidar su escritura. Y como intentos habría, en definitiva, que juzgarlas. Hay que añadir a lo anterior otro factor que creo que no ha sido lo suficientemente matizado a la hora de estudiar el teatro del período: no podemos olvidar que una parte de estas obras frustradas nacieron al calor del empuje revolucionario que los anarquistas promovieron en todos los terrenos durante los conflictos obreros. Y libertarios fueron, igualmente, algunos de los autores que las escribieron. Este hecho plantea la necesidad de profundizar en la estética y en la teoría teatral anarquista. Profundización que, para el teatro argentino, está todavía lejos de haberse alcanzado pese a aportaciones de algunos investigadores en los últimos años. Parece, con todo, que los anarquistas primaron sobre la perfección formal el valor propagandístico del arte (y del teatro), entendiendo la propaganda como no circunscrita al terreno de lo político, sino como difusión de concepciones alternativas a la ideología y la cultura; en definitiva, a la visión del mundo imperante.

Como resultado de este desequilibrio, podemos acercar algunas conclusiones parciales. Si nos preguntáramos ahora sobre el valor efectivo de la propuesta dramática libertaria, la respuesta podría ser muy variada. Parece indudable que la mayor parte de la producción literaria y artística de los anarquistas no ha alcanzado una plenitud formal, en el sentido comúnmente aceptado por la crítica. No cabe duda de que el estilo de muchas de aquellas obras resulta torpe y malogrado; pero es igualmente indudable que, a pesar de sus imperfecciones, esos poemas, esos dibujos, se animan con un cierto vigor original; un soplo de grandeza parece brotar de su generosa fe y entusiasmo revolucionario.

Y en lo que se refiere a su efectividad como arma contra la tiranía, es posible esto que se encuentre en su propia existencia en cuanto testimonio de la rebeldía humana contra la opresión y la injusticia.
Steiner logra su propósito de convertir la biblioteca circulante en un recurso legitimado por el anarcosindicalismo de la región, y su inserción en la vida cultural del movimiento es registrado por varios periódicos libertarios. En 1926, ya contaba con más de ciento veinte piezas y monólogos de diferente origen y estética pero, que según el criterio de clasificación, resistían el apelativo de revolucionarias. Armando Ricci, colaborador de Steiner en este período nos narra:

“Mi tarea era acercarme a los círculos y centros a buscar material de producción propia. Un paisano burgués de apellido Matiori había instalado una fábrica de lácteos en San José. El queso trebolgiano –imitación del reggiano italiano– salía de esa empresa. Entre sus obreros surgió un movimiento reivindicativo y crearon un círculo. Fui a hablar en una de sus reuniones. Bajé del tren y me indicaron que estaban congregados cerca del boliche en un galponcito. En mitad del camino ya escuchaba los cánticos en piamontés que partían de ese lugar. El coro exclamaba: Qui nel popolo noi siamo uniti / noi vogliamo la federezzione / non vogliamo piú, non vogliamo piú… Los obreros habían declarado la huelga y uno de los que más se destacó de ese plantel de trabajadores fue Emilio Boroni, obrero rural que, años después, integró las brigadas internacionales en España e integró las filas de C.N.T. También Pedro Riutti, que tenía un pasado de actor profesional en Turín. Él compuso un monólogo que llamó Leche agria y que recitó con declamación perfecta en más de una ocasión, que agregué con gusto a la Eliseo Reclus. Porque debo decir por mi experiencia que don Justo era muy amplio y aceptaba obras que otros despreciaban porque eran de corte cómico. Él seguía el consejo de los dirigentes que en España no discriminaban el tenor de las piezas y no caía en la tontería de preferir dramas, porque la revolución debe ser acompañada por la alegría”.

Steiner, luego de padecer la cárcel, decidió mudarse a Rosario e integró diversos centros de la ciudad vinculados al gremio portuario. Nunca cejó en su empeño de fundar una nueva biblioteca, ya que aún contaba con los libros de su anterior proyecto. Las dificultades por las que atravesaba el anarcosindicalismo, acorralado por las fuerzas patronales, pospusieron cualquier iniciativa. En julio de 1929, con un país en efervescencia política ante la inminente crisis mundial del capitalismo y la inacción del yrigoyenismo, Steiner inauguró la biblioteca “Ríos de verdad” en un precario galpón donado por los hermanos Sáenz, obreros tipógrafos de origen español. Una colecta que habían realizado los meses previos le permitió a don Justo conseguir doscientos títulos más, de cierto eclecticismo poético.

En esta oportunidad primaban las obras de escritores clásicos ingleses e italianos y colecciones de periódicos libertarios de Buenos Aires. La inauguración formal tuvo lugar el 15 de julio de 1929 y las palabras de ocasión fueron seguidas de un monólogo de ribetes melodramáticos titulado, según consta en el libelo de propaganda, Tormenta de huelgas. Ignacio Pratman, joven militante del gremio panadero, recuerda ese suceso:

“Las cosas se habían puesto difíciles para nosotros. Los gremios estaban intervenidos por burócratas designados por el gobierno, en componendas con los sindicalistas entreguistas. Muchos compañeros sufrían la privación de su libertad y la angustia crecía al desconocer su paradero. Algunos hacheros habían sido colgados cerca de las picadas en el monte. Tratábamos de coordinar esfuerzos para mantener la unidad y en especial para que los recién llegados a la lucha, que carecían de instrucción, no fueran ganados por el desánimo. Todo esto pinta la situación y enaltece aún más la decisión de don Justo de fundar una biblioteca y crear un taller de redacción. Cuando el sufrimiento y la represión crecían, cuando la desesperanza aumentaba, don Justo creyó que era momento para leer. Y lo creía porque nos inculcaba con paciencia de docente, que sólo con nuestro espíritu enriquecido por el saber y el arte podríamos encarar el combate. Para él no había arma que se asemejase a la pluma de Tólstoi o a un poema de un libertario anónimo. Yo participé activamente en la recolección de libros y en el taller. Desde niño había escrito, con mis limitaciones, y quería hacerlo mejor. Don Justo consiguió un maestro con experiencia en las escuelas racionalistas y gracias a sus enseñanzas terminé una obrita que había empezado dos años antes. Teníamos la intención de crear un cuadro filodramático, pero no tuvimos el número suficientes de adeptos a la idea. Con la ayuda de otros centros, logramos interpretar en la biblioteca varias obras en beneficio de los familiares de los presos políticos. Las funciones eran los sábados a la noche. Esas obras eran de contenido social (el preso no se doblegaba, era torturado y prefería morir antes que delatar). Mi primo se encargaba de organizar a ese conjunto heterogéneo conformado para el acto y hacía de apuntador detrás de los cajones. Los que actuaban eran albañiles, panaderos, portuarios, un carpintero que ayudaba en los tablados y mi tía que era planchadora. Pero antes de empezar la obra de teatro, alguien tocaba el piano y otro cantaba Hijos del pueblo. También se leían versos sueltos y fragmentos de novelas y cuentos. En esa biblioteca leí el Yo acuso de Zola y La madre de Gorki. Steiner sólo protestaba porque no podíamos conseguir una imprenta, que nos hubiera permitido aumentar el patrimonio con producción propia. Pero salvo estas protestas al viento, siempre lo encontrábamos con una sonrisa y el abrazo protector. Yo lo imaginaba mayor cuando sólo tenía doce años más. Pero su figura se agigantaba, nunca cansada, siempre alentando, aún en la cárcel. Y tenía una linda voz que usó en varias obritas y en monólogos, especialmente en uno en el que parodiaba a un burgués italiano que abusaba de los obreros. Nos divertía mucho dándonos respiro en la tensión continua en que vivíamos. Claro que no era el entretenimiento vacío de los burdeles del centro. Siempre agregaba frases de Malatesta que adaptaba al ritmo de comedia para que, aún riéndonos, los conocimientos teóricos se afianzaran. Una vez cayó el cabo Gómez de la policía provincial, sobrino de uno de los viejos militantes socialistas de Casilda. Venía para la requisa pero se quedó a la función y no paraba de reír. Satisfecho felicitó a don Justo y volvió a la comisaría como había llegado”.

En el proyecto de la biblioteca “Ríos de verdad”, Spataro tuvo un papel destacado al formar el cuadro filodramático de niños, único en la zona. Compartió textos recogidos en sus viajes, que enriquecieron los fondos patrimoniales y que lamentablemente se perdieron al ser quemado el predio donde funcionaba este centro cultural. Spataro continuó recorriendo el país a través de los ríos de metal del ferrocarril.

En 1936 participó de la Guerra Civil Española, siendo herido de cierta gravedad. Nunca abandonó su creencia en los principios ácratas y mantuvo su función propagandística fundando nuevas bibliotecas y centros al regresar a Sudamérica en 1944. Colaboraba con una biblioteca popular con más de noventa años de edad, cuando la muerte lo sorprendió a fines de la década del ochenta..

Dijimos que los militantes trashumantes cumplieron un rol importantísimo en la difusión de las ideas anarquistas, recorriendo extensas porciones del territorio nacional y entrando en contacto con obreros y trabajadores rurales que desconocían los rudimentos sobre los que se sustenta la vida sindical.

Y los crotos libertarios se destacan, especialmente desde los años treinta, cuando el movimiento había sufrido una pérdida notable de militantes por las represiones padecidas y la aparición de otras ofertas políticas más moderadas.

Nacidos como extensiones de las vías, su actividad no se limitó a la simple propaganda, ya que algunos descollaron como músicos, artistas y titiriteros itinerantes y otros sembraron la semilla de bibliotecas que aún perduran en pueblos que los han olvidado. Uno de estos tozudos del riel fue Antonio Ligurio, un italiano linotipista, que tomó las viadas en la segunda mitad de los años veinte.

Nos cuenta:

“Luego de participar en diversas acciones directas y fundar círculos en el Gran Buenos Aires, decidí que el camino a seguir era otro. Los jóvenes no se acercaban tan asiduamente a las actividades culturales que proponíamos y la represión policial había mermado el clima de esperanza que siempre nos había caracterizado. Un genovés, que se había convertido en croto unos años antes, me convenció de que este sendero era el más apropiado para continuar la lucha. Así que me lancé a una vida sin tierra firme, marcada por los trenes y con los vagones y estaciones como hogar efímero. De esta forma, crucé de norte a sur y de este a oeste la zona pampeana con mi mono lleno de libelos, periódicos y libros. Aprendí el arte de narrar y lo hacía en los playones de las estaciones de mayor porte, contando historias de libertad, solidaridad y confianza en el ser humano que recopilaba o escribía”.

Alfonso Nuñez, un español maestro racionalista, también eligió la vida libre del croto. De su entusiasmo y dura labor docente, surgieron al menos cuatro bibliotecas en el cercano litoral santafesino. Dice, con una energía que sorprende a sus noventa y cinco años: “Ser croto me emparentó con el humilde que se acurruca en los pisos de los vagones abrazado a su arpillera como único abrigo. Con ellos aprendí la destreza de convertir una lata descartada en tenedores y ollitas. Cuando lo deseaba me apeaba del tren y trabajaba en una chacra, usando el dinero del jornal para reponer las raciones de comida y comprar algún libro en los pueblos más grandes.

La libertad que pregonábamos en las trincheras de las huelgas urbanas, la viví en esas noches estrelladas, frías, donde la compañía se limitaba a un perro. También aprendí de la generosidad de un plato divido entre seis y de la carrera a campo traviesa con el producto expropiado de huevos o pollos.”

Los crotos generaron un argot particular, que fue enriqueciéndose con los años y regionalismos incorporados.

Y este idiolecto careció de ideologías.

Debemos apartarnos de la visión nostálgica que cristaliza al croto, y particularmente al ácrata, como a un héroe romántico, sin profundidad en su análisis.

Esta epidérmica posición es funcional a los sectores conservadores que han invisibilizado la tarea del movimiento anarquista y sus ideales más puros, así como su propuesta cultural y artística, sesgada por la historiografía oficial. La actividad de los crotos libertarios se fue diluyendo cualitativa y cuantitativamente desde fines de 1930.

Si bien la concepción de libertad experimentada por los trabajadores golondrinas siguió a lo largo de por lo menos dos décadas relacionándola con el ideario ácrata, esta percepción es errónea.

Se han hallado testimonios orales y documentos que muestran cierta hibridación de los antiguos principios libertarios con concepciones propios o con ideas provenientes de nuevos emergentes sociales y políticos de nuestra historia.

Uno de los desafíos de la investigación que me he propuesto es armar con el material recogido, basado en miles de testimonios orales y escritos, un pequeño glosario croto-libertario y un registro de las piezas teatrales, cuentos y material pedagógico que utilizaron.

Hemos consultado la tarea de otros investigadores para hacer más completo este marco. Como una breve muestra de esta forma especial de comunicación dejo este breve glosario.

Bagayera. Bolsa pequeña en la que se lleva el bandolión, algún plato, cuchara, jarra yerba y comestibles mínimos.
Bandolión. Lata de aceite, cuadrada, de 5 o 10 litros, que se corta de lado y sirve para cocinar.
Bullone fato. Asunto terminado.
Catango. Empleado de estación ferroviaria. Gusano que vive debajo de la bosta.
Cerdo. Chacarero rico.
Changa solidaria. Donación de uno o dos días de trabajo de los ocupados en cosechas u otras actividades, a los recién llegados que carecen de posibilidades de colocación. Una versión reducida fue "el barato": la donación de una o dos horas de trabajo.
Chapón. Pederasta.
Croto. Linyera, caminante, hombre que va andando.
Culo largo. Puestero de estancia o peón mensual de a caballo.
Curva. Gallina.
Dar el te. Dar una paliza; dar un castigo que puede terminar en la muerte.
Engrasar los rieles. Morir bajo las ruedas del tren. También puede decirse “Engrasar las vías”.
Hacer la católica. Pedir de puerta en puerta. También puede utilizarse "Batir la Católica" o “Isabel la Católica”.
Hacer una farmacia. Robar en una cocina.
Hacer galopiar la pera. Comer demasiado rápido.
Hacer mate italiano. Calentarse el trasero cerca del fuego.
Juan Figura. Vigilante, policía.
Las Tres Marías. Pan, carne y yerba.
Maranfio. Puchero, cocido, guiso improvisado.
Mono. Atado de ropa que se arma descosiendo las costuras de una bolsa de trigo o con un trozo de lienzo. Se coloca la ropa en diagonal (para que no se arrugue); se atan las puntas del cuadrado que quedan en la diagonal opuesta a la ropa y luego las dos puntas restantes. Y se cuelga al hombro.
Pasado de mono. Loco, chiflado, lunático.
Pedernera. Borracho.
Pique. Trabajo.
Porcacha. Mujer joven de las chacras.
Porcachona. La esposa del chacarero.
Ranchada. Lugar donde se duerme al raso; por extensión, todo lugar en donde se acampe en derredor de un fogón.
Tartago. Mate. También se usa la palabra “verdes”.
Trabajar el cerdo. Robarle a un chacarero poderoso o con dinero.
Viada. Tiempo que transcurre en la vida del croto; es la vida en las vías.

En cuanto a monólogos y dramas breves, muchos crotos llevaban textos de un anarquista titiritero trashumante llamado Sansiez, que con diversos nombres se repitió en la zona dominada por La Forestal. Decía un fragmento:

“Sinomiento: He recorrido muchos kilómetros y visto los horrores que sufre nuestro pueblo. Y estos horrores provocados por los patrones y sus lacayos no cesarán hasta que el pobre reconozca su derecho a vivir dignamente. La ignorancia es el mal que atraviesa nuestra tierra y se abate sobre el obrero con la contundencia de un golpe de machete.

Si no sabe siquiera leer y escribir nunca podrá defenderse apropiadamente, seguirá siendo cordero de sacrificio para los opresores.

Los libros son los mejores amigos del proletario, los verdaderos maestros de la libertad. Pero no alcanza con cualquier libro o con escuelas que el mismo dueño construye. Porque inevitablemente pasarán de una esclavitud a otra, en la que instrucción para la obediencia se convertirá en rectora.

Compañeros, nunca les mentí porque la mentira es aliada de la ignorancia, es mancha en la honra de los hombres, y no hago hoy. Entiendan que ha llegado la era de los cambios reales y estos cambios deben estar en sus manos.

Pero no es posible que una revolución se construya en la intuición, debe ser cimentada en el conocimiento. Ustedes deben lanzarse a la aventura de ese verdadero conocimiento; súmense a los talleres escuelas, busquen lecturas apropiadas, no acepten verdades consagradas que no pueden explicarse por el proceso de la razón. La humanidad no requiere de más cadenas, pide a gritos martillos que las destruyan.

El doctor Sinomiento estará a su lado, no como conductor, sino como compañero de esta lucha  contra la oscuridad de la ignorancia” .

 Pero sus interminables esfuerzos, más allá de persecuciones y asesinatos, aún registran productos culturales en muchos parajes del país.

El ejercicio de la memoria para no negarlos una vez más es mi compromiso.

Bibliografía

Abad de Santillán, Diego, El movimiento anarquista argentino desde sus comienzos hasta 1910, Buenos Aires, Argonauta, 1930.
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Aricó, José, La hipótesis de Justo. Escritos sobre el socialismo en América Latina, Buenos Aires, Sudamericana, 1999.
Barrancos, Dora, Anarquismo, educación y costumbres en la Argentina de principios de siglo, Buenos Aires, Contrapunto, 1990.
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Fos, Carlos, Cuadernos proletarios. Ed. Universitarias, México, 1997
García, Víctor, La internacional obrera. Júcar, Madrid, 1977
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López Arango, Emilio. El anarquismo en el movimiento obrero, Ediciones Cosmos, Barcelona, 1925
Malatesta, Errico, L’Anarchia, “La Rivolta”, Ragusa, 1969
Marianetti, Benito, Semblanzas y narraciones. s/f. Ediciones Anteo
Nettlau, Max: Miguel Bakunin, la Internacional y la Alianza en España (1868-1873), Ed.La Protesta, Buenos Aires, 1927.
--------------------: Contribución a la bibliografía anarquista de América Latina hasta 1914, en Certamen Internacional de La Protesta, Ed. La Protesta, Buenos Aires, 1928.

Otro Trabajo Del Dr. Carlos Fos:  El Purismo Libertario En La Producción Dramatúrgico


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