Biografia de Esteban Echeverria y Su Pensamiento Politico

Biografia de Esteban Echeverria y Su Pensamiento Politico e Ideas Sobre la Libertad

Esteban Echeverría fue el introductor del romanticismo en Hispanoamérica, el autor del primer cuento argentino, el ideólogo de la generación argentina del 37, el más importante poeta del primer romanticismo en el Río de la Plata, el introductor del tema del desierto y del indio en la literatura argentina, y uno de los mayores autores del movimiento romántico en Hispanoamérica.

El pensamiento de Esteban Echeverría:

Echeverría (1805-1851), fue un destacado intelectual argentino, miembro de la generación del ‘37. En su obra literaria recogió las influencias del romanticismo francés; entre sus obras se destacan El dogma socialista, obra de carácter político, y El matadero, un cuadro de costumbres. Murió en el exilio, en Montevideo, en 1851.

Los siguientes son fragmentos de una de sus cartas personales, donde se puede observar su pensamiento y analisis de la realidad política de la época:

“... la revolución de Mayo nos ha dejado por todo resultado, por toda tradición y por todo dogma ‘la soberanía del pueblo’, es decir la ‘democracia’. ¿Bajo qué condiciones, pues, se desarrollará la democracia en nuestro país o realizará su ley de progreso?.

En la solución de esta cuestión, estando a la historia, habían errado a mi entender todos los hombres y todos los partidos durante la revolución.

El centralismo, preocupado exclusivamente de la constitución y centralización del poder social, descuidó, en primer lugar, educar al pueblo, hacerlo apto para el gobierno de sí mismo, en segundo lugar, no supo hallar el medio de satisfacer y aquietar el localismo que, oponiéndole resistencias, deshacía siempre su obra.

Vacilando, además, entre el régimen monárquico, el aristocrático y el democrático, no pudo constituir ninguno [...]

¿Qué ha pretendido, en efecto, el centralismo en sus diversas tentativas de constitución?.

Reconstruir sobre nueva planta la asociación argentina; crear una autoridad, un poder nacional que la representase, la gobernase y le diese leyes [...].

Preguntaremos ahora ¿qué quería el localismo?. Concurrir como parte a la formación de la autoridad central; pero no reconocer dependencia ni subordinación a esa autoridad y negarle obediencia cuando cuadrase a su interés o capricho.

Quería aislarse, gobernarse por sí, segregarse de la gran familia toda vez que pudiera convenirle. Se ve que el instinto ciego, individual, egoísta era su móvil.

¿Cómo podían, pues, conciliarse voluntades tan disconformes, ni avenirse a entrar en conciliación y vivir en paz las pretensiones de los centralistas y de los federalistas, o del centralismo y el localismo?.

Debieron hacerse y se hicieron guerra desde el principio de la revolución, hasta quedar uno y otro completamente aniquilados bajo el fiero yugo del despotismo y del caudillaje.

Resulta evidente, pues, que el centralismo se extravió o no acertó con el medio único de arribar a su apetecida organización, y que el localismo, guiado por instintos vagos, ha obrado casi siempre en la República como principio disolvente y desorganizador; nunca ha sabido comprender bien sus intereses legítimos y ponerlos al amparo de la única institución que podía eficazmente protegerlos y promoverlos, ‘la institución municipal’...”

Esteban Echeverría

BIOGRAFÍA DE ESTEBAN DE ECHEVERRIA:

Nació en Buenos Aires el 2 de septiembre de 1805.

Huérfano de padre desde muy niño, la excesiva tolerancia materna no impidió que fuese alumno aventajado del Colegio de Ciencias Morales, y que su paso por las aulas quedase señalado con los mejores testimonios de aplicación y distinguiéndose entre sus condiscípulos por su talento y aprovechamiento.

Causas ajenas a su voluntad, frustraron su inclinación al estudio y lo obligaron a emplearse en el comercio; pero allí mismo su espíritu bregó por aprender y entretenía sus ocios leyendo obras sobre historia y aprendiendo el francés.

Su gran anhelo triunfó y abandonándolo todo y a costa de grandes sacrificios, marchóse a Europa, para buscar en el centro de la evolución modernista el pensamiento de la época, las luces con que después había de resplandecer en el lóbrego escenario de su Patria.

Después de un lustro de permanencia en el Viejo Mundo, durante el cual se empapó de las doctrinas emancipadoras del pensamiento, la falta de recursos lo obligó a regresar al país antes de haber concluido los cursos de Economía Política y de Legislación que seguía en la Universidad de París y cuando la situación política interna de la República se hallaba más perturbada por el choque de las dos tendencias en que se dividía la opinión.

El mismo Echeverría ha juzgado esa situación en uno de sus escritos, diciendo:

"El retroceso degradante en que hallé a mi país, mis esperanzas burladas, produjeron en mí una melancolía rotunda. Me encerré en mí mismo y de ahí "nacieron infinitas producciones de las cuales no publiqué sino una mínima "parte con el título de: "Los consuelos"

La llegada de Echeverría a Buenos Aires, coincidió con la conmemoración del 9 de Julio del año 1830, circunstancia que aquél aprovechó para publicar sus primeros versos en "La Gaceta Mercantil", en el número del 8 de aquel mes, los que no llevan firma pero van precedidos de una nota explicativa, que descubre a su autor.

En 1832 publicó su poema "Elvira" o "La novia del Plata", que no produjo toda la impresión que él esperaba en la opinión pública y mortificado por la aparente indiferencia o la velada crítica que se le hacía, y agravado su ánimo por una dolencia física que empezaba a preocuparlo, se ausentó de Buenos Aires, yendo por algún tiempo a establecerse en la ciudad de Mercedes, Estado Oriental, a restablecer su salud y en la soledad y retiro que allí disfrutó, terminó su segundo trabajo, arriba mencionado, que tituló "Los Consuelos" y que vio la luz pública en 1834.

Esta obra fué recibida con general aplauso y desde aquel momento nadie pudo disputarle su puesto de avanzada en la reforma de las ideas estéticas y filosóficas de nuestra cultura literaria.

En aquella ocasión alzó Echeverría su bandera literaria reformadora de la vieja escuela, diciendo al respecto lo siguiente:

"La poesía entre nosotros aún no ha llegado a adquirir el influjo y prepotencia moral que tuvo en la antigüedad y que hoy goza entre las cultas naciones europeas: preciso es, si se quiere conquistarla, que aparezca revestida de un carácter propio y original y que reflejando los colores de la naturaleza física que nos rodea, sea a la vez cuadro vivo de nuestras costumbres y la expresión más elevada de nuestras ideas dominantes, de los sentimientos y pasiones que nacen del choque inmediato de nuestros sociales intereses y en cuya esfera se mueve nuestra cultura intelectual. Sólo así, campeando libre de los lazos de toda extraña influencia, nuestra poesía llegará a ostentarse sublime como los Andes, peregrina, hermosa y varia en sus ornamentos como la fecunda tierra que la produzca".

Echeverría con el enorme caudal de su ilustración, la altivez y nobleza de la juventud y con el espíritu republicano inspirador de la Revolución de Mayo, convirtió su causa común y de la Patria, solidarizándose con sus ideas a un grupo numeroso de hombres de lo más distinguido de Buenos Aires, vinculándose en una agrupación en forma de logia, de carácter político y literario, que se llamó la Asociación de Mayo.

Muy poco tiempo tardó la nueva Sociedad en hacerse sospechosa a los ojos del Dictador, y la policía descubrió muy pronto el misterio de sus reuniones y el secreto de su credo, viéndose obligados a ocultarse y aún a expatriarse para evitar las persecuciones de la Mazorca.

Echeverría no quiso marcharse porque en su opinión "emigrar era inutilizarse para el país".

Pero sabiendo como las gastabas la gente del Gobierno, se refugió en la campaña, yéndose al lado de un hermano en la estancia "Los Talas", en Lujan, donde permaneció siempre triste, siempre escribiendo, siempre pensando, hasta que la fatalidad vino a arrancarlo de aquel apacible retiro, complicándolo en aquel movimiento armado que dirigía "una espada sin cabeza", Lavalle, y que pomposamente se llamó campaña libertadora.

Echeverría distaba de ser partidario de estas acciones aisladas que sólo servían para trastornar más gravemente la situación general del país, abrir abismos más hondos en la opinión pública, irritar más al opresor, provocar nuevos y mayores excesos contra los opositores y dar a Rosas ocasiones fáciles de exhibirse triunfante y por lo tanto amedrentar más al pueblo con su poderío.

Pero las armas libertadoras llegaron hasta Los Talas y Echeverría tuvo qué aceptar aquella situación de hecho como una fatalidad ineludible y decidirse a romper con su silencio y su retiro, para lanzar también su grito de protesta y de guerra contra el mandatario usurpador de todos los derechos y libertades.

Después de aquel acto de abierta rebelión contra la dictadura, Echeverría no habría podido vivir sino en las filas del Ejército Libertador, pero su mal estado de salud le impedía afrontar ais vicisitudes de una campaña que se revelaba cruenta, y tan pronto como Lavalle contramarchó para el Norte, el poeta rebelde huyó a campo traviesa, sólo con lo puesto, logrando llegar hast ael Guazú, de donde se embarcó en una fragata francesa, llegando sin contratiempos a la Colonia, en el Estado Oriental.

De aquella ciudad pasó a Montevideo, desde donde emprendió su más violenta campaña contra la dictadura rosista por medio de sus artículos en la prensa de aquella capital.

En sus escritos puso todo su ardor patriótico trabajando sin descanso, junto con los demás exilados, pero pronto comprendió que en la lucha contra Juan Manuel de Rosas sólo había que tener fe en las grandes batallas y entonces volvía a abismarse para buscar en la soledad, en la meditación y el estudio de la situación general de la sociedad argentina, la causa de la desorganización y el remedio que restituiría a la salud de su ideal democrático.

En 1837 publicó con el título de "Rimas", una nueva colección de poesías y el poema "La Cautiva", que es el pedestal de su fama.

Publicó el "Dogma Socialista de la Asociación de Mayo", precedido de una ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 1837, y en Montevideo, el mismo tiempo que colaboraba en los periódicos, escribió otros poemas, como la "Insurrección del Sur en la provincia de Buenos Aires" y "Avellaneda".

También fue muy celebrada otra producción de Echeverría, "La Guitarra", que apareció en el N9 24, correspondiente al 30 de diciembre de 1848, de la revista "El Correo de Ultramar".

Esta composición fue muy bien comentada no sólo en las repúblicas sudamericanas, sino también en España.

José Esteban Echeverría falleció en Montevideo el 20 de enero de 1861.

Con motivo de su muerte, Alberdi escribió:

"En la temprana muerte de Echeverría se ha malogrado un hombre y un talento. Su corazón era tan puro y elevado, como brillantes las facultades de su inteligencia; asociación rara de cualidades en nuestra América tan fecunda de talentos, como estéril en caracteres. Como talento su pérdida interesa a todos los países que hablan español. Superior a todos los poetas de su país, él consiguió acogida honrosa y brillante renombre, tanto en América como en España. Aunque conocido como poeta principalmente, escribió prosa con fuerza y elegancia y sus conocimientos como publicista eran de una extensión considerable ..."

El Dr. Juan María Gutiérrez, su amigo íntimo, publicó en 1874 las obras completas de Echeverría en 5 volúmenes.

En 1905, con motivo de su centenario, la posteridad reconocida le erigió una estatua en el bosque de Palermo.

IDEAS SOBRE LA LIBERTAD SEGÚN ESTEBAN ECHEVERRÍA.

"Por la ley de Dios y de la humanidad todos ios hombres son libres."

"La libertad es el derecho que cada hombre tiene para emplear sin traba alguna sus facultades en el conseguimiento de su bienestar y para elegir los medios que puedan servirle a este objeto."

El libre ejercicio de las facultades individuales no debe causar extorsión ni violencia a los derechos de otro. —No hagas a otro lo que no quieras te sea hecho:— la libertad humana no tiene otros límites.

No hay libertad, donde el hombre no puede cambiar de lugar a su antojo.

Donde no le es permitido disponer del fruto de su industria y de su trabajo.

Donde tiene que hacer al poder el sacrificio de su tiempo y de sus bienes.

Donde puede ser vejado e insultado por los sicarios de un poder arbitrario.

Donde sin haber violado la ley, sin juicio previo ni forma de proceso alguno, puede ser encarcelado o privado del uso de sus facultades físicas o intelectuales.

Donde se le coarta el derecho de publicar de palabra o por escrito sus opiniones.

Donde se le impone una religión y un culto distinto del que su conciencia juzga verdadero.

Donde se le puede arbitrariamente turbar en sus hogares, arrancarle del seno de su familia y desterrarle fuera de su patria.

Donde su seguridad, su vida y sus bienes, están a merced del capricho de un mandatario.

Donde se le obliga a tomar las armas sin necesidad absoluta y sin que el interés general lo exija.

Donde se le ponen trabas y condiciones en el ejercicio de una industria cualquiera, como la imprenta, etc.

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• Fragmento de "MATADERO":

La perspectiva del matadero a la distancia era grotesca, llena de animación.

Cuarenta y nueve reses estaban tendidas sobre sus cueros y cerca de doscientas personas hollaban aquel suelo de lodo regado con la sangre de sus arterias.

En torno de cada res resaltaba un grupo de figuras humanas de tez y raza distintas.

La figura más prominente de cada grupo era el carnicero con el cuchillo en mano, brazo y pecho desnudos, cabello largo y revuelto, camisa y chiripá y rostro embadurnado de sangre.

A sus espaldas se rebullía caracoleando y siguiendo los movimientos una comparsa de muchachos, de negras y mulatas achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las harpías de la fábula, y entremezclados con ella algunos enormes mastines, olfateaban, gruñían o se daban de tarascones por la presa.

Cuarenta y tantas carretas toldadas con negruzco y pelado cuero se escalonaban irregularmente a lo largo de la playa y algunos jinetes con el poncho calado y el lazo prendido al tiento, cruzaban por entre ellas al tranco, o reclinados sobre el pescuezo de los caballos echaban ojo indolente sobre uno de aquellos animados grupos, al paso que más arriba, en el aire, un enjambre de gaviotas blanquiazules que habían vuelto de la emigración al olor de carne, revoloteaban cubriendo con su disonante graznidos todos los ruidos y voces del matadero y proyectando una sombra clara sobre aquel campo de horrible carnicería.

Esto se notaba el principio de la matanza.

Pero a medida que adelantaba, la perspectiva variaba; los grupos se deshacían, venían a formarse tomando diversas aptitudes y se desparramaban corriendo como si en medio de ellos cayese alguna bala perdida o asomase la quijada de algún encolerizado mastín.

Esto era, que ínter el carnicero en un grupo descuartizaba a golpe de hacha, colgaba en otro los cuartos en los ganchos a su carreta, despellejaba en éste, sacaba el sebo en aquél, de entre la chusma que ojeaba y aguardaba la presa de achura salía, de cuando en cuando, una mugrienta mano a dar un tarascón con el cuchillo al sebo o a los cuartos de la res, lo que originaba gritos y explosión de cólera del carnicero y el continuo hervidero de los grupos, dichos y gritería descompasada de los muchachos.

Esteban Echeverría.
“Segunda carta a Pedro de Ángelis”. 1847.

 

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Enlace Externo:• La muerte de Esteban Echeverría


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