Los Viajes en la Edad Media :Las Peregrinaciones y Vias Terrestres

LA EDAD MEDIA: LOS VIAJES Y PEREGRINACIONES

resumen de la edad media 

Los Viajes y Viajeros:

Una característica particular de la población, hacia mediados del siglo XI, fue su constante movimiento.

A pesar de las fuertes presiones que se ejercían sobre los hombres para inmovilizarlos (existían obligaciones feudales que sujetaban a una mano de obra indispensable, así como tradiciones religiosas que condenaban el vagabundeo), el simple crecimiento de la población impulsó a un número cada vez más grande de personas fuera de sus lugares de origen.

Los caminos de Europa occidental eran recorridos permanentemente por religiosos, caballeros, estudiantes, vagabundos, mercaderes y campesinos.

la ruta de la seda en la edad media

Una leyenda decía que el cuerpo del apóstol Santiago había sido enterrado en Compostela. esto dio origen a numerosas peregrinaciones , especialmente entre los siglo XI y XII.

Los reyes españoles construyeron caminos, puentes, y hospitales para los viajeros. También se instalaron ferias, artesanos y mercaderes.

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El espacio de las gentes medievales era muy limitado.

Cuando los cronistas hacen referencia a la "tierra" sólo aluden a la Europa cristiana dependiente del pontificado romano.

Fuera de este ámbito espacial estaba el Imperio Bizantino y el Islam y a partir de ahí los territorios eran bastante mal conocidos, mezclándose fábula con escasas dosis de realidad.

Las noticias del Lejano Oriente llegaban a través de la Ruta de la Seda, contactos muy indirectos y limitados.

África y buena parte de Asia serían casi desconocidas para Europa.

La mayoría de la población medieval no salía de su entorno más cercano durante toda su vida.

La definición de proximidad en la época medieval está relacionada con la distancia que se podía recorrer a pie entre la salida y la puesta del sol, considerando en ese tiempo transcurrido tanto la ida como la vuelta.

El ámbito de relación sería, por lo tanto, local.

La movilidad aumenta a partir del año 1000 cuando se produce un aumento de la seguridad en las vías de comunicación.

Entre los culpables del aumento de esta movilidad encontramos el desarrollo de las peregrinaciones, especialmente a Santiago a través de la Ruta Jacobea.

La puesta en marcha del Camino de Santiago por el que peregrinos de toda Europa llegarán a la costa atlántica, traerá consigo el aumento de los intercambios tanto económicos como culturales y artísticos.

Bien es cierto que viajar en la época medieval no era una empresa fácil.

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Peregrinación a Santiago de Compostella - Edad Media

Después de la caída del imperio romano de Occidente (455), las relaciones entre Europa occidental y Asia quedaron, por decirlo así, interrumpidas.

Con excepción de algunos raros contactos, como los qué Carlomagno tuvo con Oriente, esta situación se mantuvo hasta la época de las cruzadas.

A partir de ese momento Asia será descubierta de nuevo, primero por los cruzados y luego por los viajeros, que, aprovechando la experiencia adquirida por aquéllos, se arriesgaron finalmente a ir hasta Asia Menor e incluso hasta Extremo Oriente.

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Los medios de transporte eran tremendamente primitivos y los caminos muy precarios.

La estructura medieval era heredera de las vías romanas que empezaron a tener una mayor atención a partir del siglo XII.

Durante estos viajes los viajeros podían ser asaltados por bandidos y había que pagar numerosos peajes al atravesar territorios señoriales lo que motivaba que el trayecto alcanzado fuera bastante limitado.

Considerando que el viajero utilizara un animal para sus desplazamientos, no recorrería más de 60 kilómetros diarios por lo que atravesar Francia llevaba del orden de 20 días.

Las vías fluviales serían más rápidas pero este medio de comunicación era más utilizado por las mercancías.

A pesar de estos inconvenientes los viajeros eran relativamente abundantes.

Por ejemplo, por la ciudad francesa de Aix pasaban una media de 13 viajeros diarios.

Juglares, vagabundos, peregrinos, clérigos, soldados, prostitutas, animaban los caminos europeos y se alojaban en la limitada red de posadas existente.

Los hospitales para peregrinos y albergues ampliarán esta oferta asistencial en aquellas zonas del Camino por las que el tránsito de viajeros era mayor.

La mayoría de los peregrinos procedentes de Francia pasaban por el hospital de Roncesvalles en cuyo cementerio descansan los restos de un amplio número de viajeros que no pudieron cumplir su sueño de alcanzar la tumba del apóstol.

 A partir del siglo XII se produce en la Europa cristiana un aumento de la comunicación con el exterior.

Un buen ejemplo serían los viajes realizados durante el siglo XIII por el mercader veneciano Marco Polo.

De esta manera las mentalidades europeas pudieron conocer nuevas culturas.

En un mundo plagado de violencias como era el altomedieval se impuso obligatoriamente la hospitalidad, tanto en casas como en monasterios.

El viajero o peregrino podía refugiarse del cansancio o de los bandidos acogiéndose a la hospitalidad brindada. "Quienquiera que rehuse al huésped recién llegado a un techo o un hogar pagará tres sueldos de multa" según aparece en la ley burgundia.

Aunque los viajes y traslados no fueran muy numerosos, el viajero podía moverse con la tranquilidad de que él y su montura recibirían un trato respetuoso allí donde solicitara hospitalidad.

Esta es la razón de la creación de hospederías donde se pueden alojar los peregrinos, en un momento donde las peregrinaciones empiezan a tomar forma.

De esta manera se intenta evitar que los viajeros no tengan que prostituirse para poder llegar a su destino, como ocurrió a unos compañeros anglosajones de san Bonifacio.

Esta práctica debía ser corriente por lo que la Iglesia prohibió a las mujeres la peregrinación.

En Corbie se instituyó una posada para doce viajeros mientras que en Saint-Germain-des-Pres se contaron 140 huéspedes en un solo día durante el año 829. Carlomagno animó a los obispos a instituir hospederías para pobres y ricos, diferenciándose también a los viajeros por su condición social. 

MONJES VIAJEROS...

Al llegar aquí nos acordamos del franciscano italiano Piano Carpini, contemporáneo y discípulo de san Francisco, quien, pese a su avanzada edad, fue comisionado por el papa Inocencio IV con un mensaje para el potentado mongol.

El fin que el papa perseguía era doble: por una parte quería conocer los planes de los mongoles con respecto a una posible invasión de la Europa cristiana; pero esperaba también hallar en ellos una fuerza que le ayudara a detener la amenaza que representaba el Islam.

Carpini se puso en marcha el día de Pascua de 1245, y llegó al campamento del kan el 22 de julio del año siguiente.

Allí se quedó hasta el mes de noviembre, en que emprendió el viaje de regreso.

Era portador de una carta para el papa redactada en mongol, en árabe y en latín.

Al fin de su expedición había recorrido 4.800 kilómetros.

El relato que hizo de su viaje puede ser considerado como el mejor documento de la Edad Media sobre la historia y costumbres de los mongoles.

Pero desde el punto de vista geográfico es mucho más exacto el libro que Rubrock redactaría más tarde.

Por impresionante y audaz que fuera el viaje de Carpini, fue ampliamente superado por el que realizara otro de los frailes de la Orden, fray Guillermo de Rubrock (1217 a 1270 aproximadamente), monje franciscano que residía en Tierra Santa al mismo tiempo que san Luis, rey de Francia, quien le encargó una misión bastante delicada.

El rey deseaba concertar una alianza con el poderoso kan y convencerle de que atacara a los turcos, terror de la cristiandad.

Con ello mataba dos pájaros de un tiro, pues, ocupadas en combatir al turco, las hordas bárbaras de jinetes mongoles dejarían de sembrar el espanto en Europa.

Con este fin, Guillermo de Rubrock partió hacia el este en compañía de otro franciscano, fray Bartolomé de Cremona, y de algunos servidores.

En Constantinopla, majestuosa capital del imperio romano de Oriente, hizo los últimos preparativos para ese fabuloso viaje.

El 7 de mayo de 1253, Rubrock y sus compañeros embarcaron con destino a Crimea.

Desde allí, siguiendo el curso del Don y del Volga, atravesaron de punta a punta la inmensa Asia hasta Caracorum, lugar de residencia del kan y su corte.

La travesía de Asia se hizo a caballo.

En el relato de su viaje, que escribió en latín a su regreso, Guillermo  de  Rubrock  cuenta  quellegó a recorrer en una etapa distancias de hasta 120 km.

Atravesando regiones deshabitadas situadas al norte del mar Caspio y del mar de Aral, cabalgaron al principio hacia el este; luego describieron una gran curva hacia el sur, para escapar, en la medida de lo posible, a los rigores del invierno.

Atravesando los montes Altyntagh y la provincia china de Sinkiang, llegaron finalmente a la residencia del kan, que les invitó a descansar en su residencia de Caracorum, donde, por espacio de seis meses, fueron sus huéspedes.

Durante este tiempo Rubrock consignaba fielmente cuantos incidentes le acontecían durante el viaje.

Abandonó Caracorum en julio de 1254 y se dirigió a Asia Menor y a Siria. Proporcionó a Occidente infinidad de datos de gran importancia para la historia y para la geografía.

Por tan largo y audaz viaje, Rubrock merece sin duda figurar en la lista de los más grandes viajeros de la Edad Media. En cambio, no consiguió llevar a buen fin su misión diplomática.

Muy diferente fue lo que ocurrió con otro gran viajero que vivió también en el siglo XIII: Marco Polo (1254-1325).

Procedía de una familia veneciana de mercaderes, y partió hacia Asia en 1271 en compañía de su padre y de su tío.

Por Bagdad llegaron al golfo Pérsico; luego atravesaron Persia en dirección a la meseta de Pamir, para ir a parar a China.

Fueron recibidos en Pekín en la corte del emperador Kublai Kan a principios del año 1275.

• ►AMPLIACIÓN DEL TEMA...

Viajar y comunicarse con otros hombres constituía siempre una auténtica aventura.

Los cronistas de la época no intentaban siquiera disimular el estupor que les producía a los miembros de la corte de Carlos el Calvo, en el año 841, el que unos cuantos caballeros llegaran de Aquitania para llevarle las preciosas insignias de la realeza: atravesar media Europa llevando consigo tan preciosa carga y sin sufrir accidente alguno no podía por menos que parecer increíble.

El bandolerismo estaba difundido por doquier. Un viajero aislado o un grupo de caballeros o mercaderes constituían un botín de gran atractivo, puesto que transportaban consigo algunos objetos que de otro modo resultaba prácticamente imposible procurarse.

A pesar de ello, como ya hemos dicho, los largos viajes y los desplazamientos de uno a otro extremo del continente resultaban corrientes y estaban a la orden del día entre los individuos de ciertas clases sociales.

En el año 1033, en que no estallaron guerras ni se presentaron problemas especiales, Conrado II fue de Francia a Polonia y volvió más tarde a Champagne para dirigirse inmediatamente a Lusacia.

Estos continuos viajes respondían a los motivos más diversos; ya hemos hablado antes de la exigencia del avituallamiento, pero no faltaban razones más elevadas.

Clérigos y monjes vagaban de convento en convento por causa de sus estudios: Geriberto de Aurillac estudió matemáticas en España y cursó filosofía en Reims antes de convertirse en el preceptor de Roberto el Pío; el inglés Esteban Harding recorrió numerosas abadías antes de hallar el perfecto espíritu cristiano en la de Molesmos, en Borgoña; San Eudes, en el siglo VIH, visitó todos los conventos de Francia con el propósito de encontrar uno en el cual se aplicara correctamente la Regla.

El arzobispo de Reims, Maurille, cursó sus estudios en Lieja, enseñó más tarde en Sajonia y permaneció largo tiempo en un convento de Toscana.

El convento de Cluny era un centro de estudios muy frecuentado por los clérigos italianos y alemanes, y Guillermo el Conquistador no halló motivo alguno de asombro al comprobar que al frente de las diócesis normandas se hallaban religiosos procedentes de Italia o de Lorena.

Razones políticas y de seguridad empujaban a los grandes señores feudales, por decirlo así, a gobernar «a caballo».

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