Biografia Felipe II de España

Biografía Felipe II de España

BIOGRAFIA DE FELIPE II DE ESPAÑA aseguró la hegemonía española en Europa al derrotar a Francia y al imperio turco y al incorporar a la corona el reino de Portugal.

En la vida histórica europea, Felipe II encarna dos principios básicos: defensa de la Catolicidad y afirmación de la hegemonía española en Europa y América.

Estos eran, en parte, los grandes postulados de la política del emperador Carlos V, su padre.

Pero el fracaso de sus planes , impuso a su sucesor en la corona de España un cambio rotundo de orientación y métodos políticos.

Era preciso, como antes, mantener la unidad de la Iglesia católica y defenderla de la acometida de los protestantes, mucho más desde la demagógica difusión del calvinismo por Europa.

A este supremo objetivo, Felipe II había de subordinar todas las oportunidades y la potencia de un imperio jamás visto.

Decisión en la lucha sin las dudas y tolerancias que habían conducido al triunfo del luteranismo en Alemania; ataque contra cualquier foco protestante, donde y cuando se manifestase.

Para ello, necesidad absoluta de conservar intactas, y aun de acrecentar, la unidad y la centralización de las posesiones hereditarias.

Absolutismo y lucha por el catolicismo y por España caracterizan en todo momento la política de Felipe II.

Teniendo en cuenta la ideología de la España del siglo XVI, la política de Felipe II no podía ser Otra que la que fue.

El hombre del Escorial, que había ascendido al trono con el éxito de San Quintín, era suficientemente cauto y precavido para no lanzarse de modo agresivo a cualquier objetivo; pero no podía negarse a lo que constituía la esencia de su alma y la trayectoria histórica de su pueblo; catolicismo y expansión hispana.

Si en muchas ocasiones su política parece ser obstinada y fallas en su administración y gobierno, las hubo; y algunas muy importantes.

Pero el no logro de sus propósitos se debe, sobre todo, a la misma fuerza y vigor de las tendencias con las que se enfrentaba — nacionalismo, calvinismo—, con las cuales no tuvieron que contar ni su bisabuelo don Fernando ni su padre don Carlos.

No obstante, los servicios que Felipe II prestó a la Iglesia son incalculables.

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Felipe II vino al mundo el día 1º de mayo de 1527, en Valladolid, hijo del César y de Isabel de Portugal.

Creció en la corte bajo la mirada vigilante de su madre, y fue educado como convenía a un príncipe que era el heredero del mayor imperio de la tierra.

Muerta la virtuosa emperatriz en 1539, la formación del príncipe fué confiada al comendador mayor de Castilla, don Juan de Zúñiga, y al humanista y profesor de la universidad de Salamanca Juan Martínez Silíceo.

A los dieciséis años apenas cumplidos — el 1° de mayo de 1543—, su padre, que se trasladaba a Alemania, le nombró regente de España, cargo que desde 1547 ejerció prácticamente solo, debido a la muerte de los consejeros que Carlos I había adscrito a su persona.

En la regencia el joven Felipe demostró las cualidades que luego habrían de caracterizar su gestión: seriedad en el despacho de los asuntos, intervención en todos los negocios de Estado, escrupulosa gestión gubernamental, y entrega completa a su labor de primer funcionario del reino.

Viudo de las primeras nupcias con la infanta María Manuela de Portugal en 1545, don Felipe fue reclamado por el César para que tomara contacto con los pueblos europeos que un día había de gobernar.

Partió de Rosas (España) el 19 de octubre de 1548, y después de pasar por Génova, Milán, Mantua, Innsbruck y otras ciudades alemanas, entró en Bruselas en junio de 1549.

Aquí fue reconocido heredero de los Países Bajos; pero, en cambio, Carlos V no logró que los príncipes alemanes le eligieran rey de romanos en la Dieta celebrada en Francfort en junio de 1550. Motivos de orden personal, familiar, político y religioso influyeron en la oposición de los alemanes a la persona de don Felipe.

El príncipe regresó a España con extensos poderes para el gobierno de Castilla y Aragón.

Pisó el suelo peninsular en Barcelona el 12 de julio de 1551.

Después de tomar juramento de fidelidad a los navarros, reunió en cortes a los castellanos y aragoneses, a fin de allegar recursos para las campañas de su padre.

A principios de 1554, éste concertó sus desposorios con María de Inglaterra, para cuyo país partió Felipe, nombrado rey de Nápoles y Sicilia, el 13 de julio del mismo año.

Celebrada la boda el 25 siguiente, el príncipe español residió en Inglaterra durante algún tiempo, procurando moderar la política represiva de los consejeros de María Tudor.

El 26 de agosto de 1555 se embarco para Flandes, reclamado por Carlos V, el cual se disponía a renunciar a sus estados en la persona de su hijo.

El 25 de octubre de 1555 se efectuaba la abdicación del César en Bruselas, cediendo a Felipe los Países Bajos.

Este acto fue completado por otro de fecha 16 de enero de 1556, por el cual se acordaba la cesión de los reinos de Castilla, Aragón y sus posesiones transmarítimas en la misma forma.

• ►Religión, finanzas y guerra:

La Paz de Augsburgo (25/09/1555) fue un acuerdo que divide el Imperio de Carlos V en dos confesiones cristianas (luterana y católica), le demostró a Carlos el fracaso de su ideal de gobernar un imperio universal cristiano.

En 1556, cansado, abdicó en favor de su hijo Felipe II los reinos españoles, los Países Bajos, El Franco Condado, Nápoles, Sicilia, las islas Baleares y América.

A su hermano Fernando transfirió el resto de sus estados, es decir, el archiducado de Austria y el imperio (recordemos que, si bien la dignidad imperial era electiva, recaía en la casa de Habsburgo).

Carlos y se retiró a un monasterio, donde murió en 1558.

Felipe II recibió de su padre una enorme herencia, que lo convirtió en el monarca más poderoso de su época.

Para mantener su supremacía en un período caracterizado por enfrentamientos religiosos, intentó consolidar un imperio centrado en las instituciones del estado y en la unidad religiosa.

Para ello, redujo las libertades políticas y persiguió, en el interior de España, a los moriscos (musulmanes convertidos públicamente al catolicismo pero que se mantenían fieles a su religión).

Al margen de sus propias convicciones, es indudable que Felipe II debió pagar también por los errores de su padre y su empeño en lograr dominios cada vez más extensos, que obligaban a España a un esfuerzo que resultó agotador.

Caso típico de esta actitud fue la boda con María Tudor, en 1554, que Carlos le impuso contra sus propios FELIPE II DE ESPAÑAdeseos, a fin de lograr la alianza con Inglaterra que terminara por cercar definitivamente a Francia.

En el orden interno, Felipe II debió enfrentarse con diversos problemas que complicaron aún más su ya compleja administración.

Anótese en lo personal la desgracia de sus varias viudeces y el desequilibrio del príncipe don Carlos, que debía ser su heredero y cuya muerte dio motivo a sus opositores para tejer una historia fabulosa.

La economía española atravesó, en esta época, grandes dificultades a pesar de los metales preciosos que le llegaban de América.

Las constantes guerras, así como la expulsión de moros y judíos (en su mayoría comerciantes y artesanos), llevaron a España a profundas crisis económicas.

En tres oportunidades (1557, 1575 y 1596), Felipe u declaró la bancarrota del estado.

En 1578 murió el rey Sebastián de Portugal y quedó vacante el trono portugués.

Felipe invadió Portugal para hacer valer sus derechos como heredero al trono.

Finalmente, apoyado por la nobleza portuguesa asumió la corona de ese país.

En 1581, por primera y única vez desde los tiempos del Imperio Romano, la Península Ibérica quedó totalmente unificada.

Felipe II, en su condición de heredero de los vastos dominios dejados por su padre, menos el Imperio, para el que fue elegido su tío Fernando, continuó una política europea que, según opinión de muchos historiadores, fue ruinosa para España.

Durante el reinado de Carlos V, las exigencias de la política imperial habían provocado un continuo drenaje de los tesoros españoles, que transitaban por la península y se perdían luego en el caos de las guerras contra Francia, privando a España de las bases económicas necesarias para participar en el proceso de general crecimiento de la vida europea contemporánea.

Con Felipe II, y a pesar del abandono del Imperio, España continuó empobreciéndose porque el monarca, considerándose campeón de la ortodoxia frente a los protestantes, prosiguió sacrificando los intereses nacionales a una causa que le pareció más alta e importante.

• ►Los conflictos heredados:

Felipe tuvo que hacer frente a problemas internacionales heredados de la época de Carlos V.

El viejo conflicto con Francia por las posesiones italianas finalizó en 1558 con la derrota francesa.

Ambos estados estaban agotados y firmaron la Paz de Cateau Cambresis, en 1559, en la cual Francia reconocía las pretensiones francesas sobre Italia.

Con respecto al imperio turco, el nuevo monarca persistió en su actitud de católico combatiente y lo enfrentó, junto con el Papado y la República de Venecia. En la batalla de Lepanto, en 1571, venció a la escuadra turca, poniendo fin al poder comercial de los turcos en el Mediterráneo.

Los conflictos heredados

La Batalla de Lepanto

El conflicto con los Países Bajos y la rivalidad con Inglaterra

En los Países Bajos, se habían difundido las ideas luteranas y, hacia mediados del siglo XVI también fue muy fuerte la difusión del calvinismo.

A Felipe II le interesaba sostener su poder en los Países Bajos, a causa de su importancia económica y de la posición estratégica que ocupaban en Europa.

Por eso, llevó a cabo una cruel represión de los nobles y de la burguesía, que se sublevaron contra el poder español. Esta represión no solucionó la situación y se inició una larga guerra.

Finalmente, Felipe II logró imponerse en el sur (actual Bélgica), que tenía una mayoría de población católica. Por el contrario, el norte (actual Holanda), con predominio calvinista, ‘esistió de distintas maneras el dominio español.

La dura represión de las fuerzas españolas aglutinó a los católicos y protestantes de los Países Bajos contra el ejército español. El dominio español comenzó, así, a declinar. En 1577, el príncipe protestante Guillermo de Orange pudo entrar triunfante a la ciudad de Amsterdam

En estas luchas entre los calvinistas y Felipe II, Inglaterra y rancia apoyaron abiertamente a los primeros.

El apoyo inglés, sumado a los constantes ataques de los piratas y corsarios ingleses a las flotas españolas que venían de América, llevaron a Felipe II al enfrentamiento armado con Isabel de Inglaterra.

Conflicto con Portugal:

Otro problema fue la incorporación de Portugal a la corona de España. La muerte inesperada del rey don Sebastián, en 1578, luchando contra los musulmanes en Alcazarquivir, planteó el problema de su sucesión, porque su tío don Enrique, de poca salud y avanzada edad, murió en 1580.

Los derechos de los posibles pretendientes arrancaban de los hijos del rey don Manuel el Afortunado, y en esos momentos competían por ellos Felipe II, la duquesa de Braganza, el duque de Saboya y Antonio, prior de Crato.

Con la ayuda del avezado ejército español, no le costó a Felipe II ningún esfuerzo derrotar a los opositores y hacerse reconocer por las Cortes de Thomar en 1581.

La Armada Invencible:

Felipe II se vio complicado en una serie de problemas surgidos a consecuencia de la difusión del protestantismo.

En los Países Bajos, la cuestión se complicó con los anhelos de independencia nacional, y la lucha se hizo áspera por la rigurosa política aplicada por el duque de Alba.

Finalmente, en 1598, bajo el gobierno de Isabel Clara Eugenia, la región alcanzó su autonomía.

El apoyo dado por Inglaterra a los insurrectos de los Países Bajos, más la ejecución de María Estuardo, en febrero de 1587, llevaron a Felipe II a declarar la guerra a Isabel I, que, en cierto modo, representó entre los protestantes el papel que aquél se asignaba entre los católicos.

Con el fin de proceder contra la isla, alistó una poderosa escuadra para apoyar las operaciones del ejército de invasión que al mando de Alejandro Farnesio aguardaba en Flandes.

La Armada, que llevaba el orgulloso sobrenombre de "la Invencible", partió en la primavera de 1588, desoyendo las recomendaciones de Farnesio, partidario de terminar antes con la lucha en los Países Bajos, a fin de contar con el refugio de sus puertos en caso de emergencia o derrota.

Dispersada por la tempestad, antes de entrar en combate, la flota fue fácilmente batida por los buques ingleses poderosamente artillados.

Igual resultado negativo tuvo la intervención de Felipe II en el conflicto religioso que dividió a los franceses.

La habilidad de Enrique IV contrarrestó sus esfuerzos por hacer coronar a Isabel Clara Eugenia en su carácter de hija de Isabel de Valois, y se vio obligado a firmar la paz de Vervins (1598).

A pesar de todos sus esfuerzos, Felipe II no pudo impedir la afirmación del movimiento protestante.

El Imperio Español de Felipe II

“El reinado de Felipe correspondió, en líneas generales, al apogeo del poderío español. Al no poseer el título imperial, la situación del soberano del Escorial parecía inferior a la ocupada por su padre, aunque tal hecho representara más bien una ventaja, ya que con ello se había desembarazado de los enojosos asuntos alemanes.

La totalidad de sus estados constituía un imperio, en el sentido que los historiadores dan a este término, aunque se hallase desprovisto de dignidad imperial.

Imperio que tenía por centro el reino de Castilla donde Felipe II estableció su residencia desde 1562 y del que extraería sus principales recursos financieros y sus fuerzas militares.”

ALGO MAS...

A los dominios heredados de su padre, añadió Felipe II el reino de Portugal con sus colonias y dependencias, que aún correspondiéndole regir por derecho hereditario, hubo de reivindicar por las armas.

Así, pues, concretando a mediados de su reinado Felipe reunía bajo su cetro:

España, Portugal, los Países Bajos; en lo que es la actual Francia, el Franco Condado, parte de Borgoña y el Rosellón; en Italia, el Milanesado, las Dos Sicilias, Toscana, Parma y otros pequeños Estados; en Asia, las Filipinas y las colonias pertenecientes a Por tugal en las costas de Malabar y Coromandel (en la India), en Malaca y las islas Molucas o de las Especias; en África, además de Melilla y los Peñones, el Oranesado y las plazas de Ceuta y de la costa occidental de Marruecos, y en América, México, que entonces abarcaba una extensión mayor del doble de la actual, las Antillas y toda América del Sur, pues con Portugal también se había incorporado el Brasil a la Corona de España.

El poder de Felipe II era inmenso y muy superior al de los demás reyes. Poseía un numeroso y bien preparado ejército permanente, alcanzando la infantería española una fama mundial; poseía también numerosa y eficiente flota.

Tal era la extensión de su imperio que podía jactarse de que «en sus dominios no llegaba a ponerse el sol».

La envidia y el temor de los demás Estados miraban en este poderío y riquezas un objeto que convenía batir y despojar.

Y, en consecuencia, grandes expediciones piráticas se lanzaban sobre las flotas españolas que comerciaban con América, expoliándolas a su regreso a la península, al par que, fraudulentamente, suplantaban al comercio español con las posesiones americanas.

Especialmente fue Inglaterra la que se distinguió en estas expoliaciones, depredando por sorpresa los propios puertos españoles.

Ello dio lugar a que Felipe sostuviera a sangre y fuego sus posiciones con los Países Bajos, que, aparte otros motivos, constituían una magnífica base estratégica para el sostenimiento de la supremacía militar de España en Europa, ya que, combinada con las demás posesiones de España, podía completarse desde aquel territorio el cerco terrestre de Francia, y conjugada con las posiciones de los Alpes centrales, permitía su posesión atacar convergentemente a Alemania en caso de guerra con aquel país.

Pero su valor estratégico alcanzaba aún mayor estimación en caso de guerra con Inglaterra puesto que aquellos territorios ofrecían una insustituible base para lanzarse al otro lado del Canal, permitiendo la invasión de Inglaterra en combinación con flotas salidas de las bases españolas del Cantábrico.

Ante tales poderosos motivos y dados el carácter autoritario y el fanatismo religioso de Felipe II, no quedaba a los flamencos y neerlandeses otro camino que el del sometimiento incondicional o el de la lucha si habían de reivindicar su autonomía.

FUENTES CONSULTADAS:
HENRI LAPEYRE. Las monarquías europeas del siglo XV. Las relaciones internacionales. Barcelona, Labor, 1975.
Historia Universal de la Civilización  Editorial Ramón Sopena Tomo II del Renacimiento a la Era Atómica

Ver: Felipe III de España Felipe IV de España

Fuente Consultada:
Historia 2 - El Mundo Moderno y La Aventura del Hombre en la Tierra Tomo I

Enlace Externo: Felipe II y la Decadencia Española


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