La Guerra Gaucha:Los Gauchos de Guemes y Sus Reformas Sociales

La Guerra Gaucha
Los Gauchos de Martín de Guemes en Jujuy

LA GUERRA GAUCHA: Durante nueve años, entre 1812 y 1821, la caballería gaucha, vence sucesivamente, en una desgastadora guerra, ocho invasiones llevadas a cabo por las tropas realistas, procedentes del Alto Perú y el Perú.

Aquellos singulares jinetes, sin otras armas que tacuaras con un cuchillo en la punta a manera de lanzas, machetes, boleadoras, lazos y alguna que otra tercerola, montados en ágiles y pequeños caballos serranos, acostumbrados a moverse entre montes de vinales, quebradas pedregosas o sendas impracticables, se organizaron en partidas regulares aprovechando el exhaustivo conocimiento del terreno y atacaron, tanto de día como de noche, a las columnas enemigas.

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“He jurado defender la independencia de América y sellarla con mi sangre. Estamos dispuestos a morir primero que sufrir por segunda vez una dominación odiosa, tiránica y execrable”

Con estas palabras, Martín Güemes pone de manifiesto su voluntad libertadora como continuador del espíritu revolucionario surgido el 25 de Mayo de 1810, cuando el pueblo salió a la calle a exigir un gobierno criollo contra el enemigo colonialista que nos azotó siempre, llevándose nuestras riquezas.

¿Qué fue la resistencia sino una colosal batalla con centro en Humahuaca, un ala en la Quebrada del Toro y la otra en la frontera del Chaco?.

Diez veces entraron los realistas a Salta y Jujuy; diez veces fueron expulsados.

A cada nueva invasión, los partidarios de la resistencia crecían.

Güemes tuvo por aliado al pueblo, a la peonada, a todos los hombres, mujeres y niños que querían una patria libre y colaboraron dando todo lo que poseían, peleando codo a codo con piedras, hondas y armas robadas, alzados contra el invasor.

Un domingo llega la avanzada realista al pueblito de Chicoana, y después de la misa un gaucho dice:

-Tendríamos que alzarnos contra esta canallada! con qué armas?, -le observan.

- Con las que les quitemos, pues!

Y estalla entonces la asonada; el vecino Luis Burda es su jefe; y así desarman y corren a la guardia realista.

En otro lugar, por los Cerillos, el estanciero Pedro Zabala sale a pelear, seguido de sus peones que llevan chuzos de cuchillos atados con tientos en palos del monte.

En Sauce Redondo el Capitán Saravia con sólo 30 paisanos armados de garrotes y fusiles, ayudados del inerme paisanaje, atropellan por sobre un fuego vivo, asaltando y venciendo al enemigo que advierte que los hombres que los han atacado desean ser libres de corazón.

“A este pueblo no lo conquistaremos jamás exclamó el General Valdés del Ejército español, cuando al acercarse a un rancho pobre, ve que un changuito de tan solo cuatro años monta en pelo a un caballo y corre al monte para prevenir de la invasión a las montoneras del Comandante Martín Miguel de Güemes.

Martin de guemes

Sobresale el ejemplo de nuestra Juana Azurduy, que luego del desastre de Ayohuma, decide incorporarse definitivamente a las milicias de la liberación.

Participando en numerosas batallas junto a su marido Manuel Padilla, y otras como capitana de su propia columna de un puñado de gauchos, con los cuales logró defender Chuquisaca y constituirla en territorio liberado del imperio.

Güemes tuvo por aliado al pueblo, a la peonada, a todos los hombres, mujeres y niños que querían una patria libre.

Petrona Arias, vestida de hombre, cabalgaba de chasqui por las quebradas.

Loreto Sánchez, disfrazada de panadera, entraba a espiar a los cuarteles; y a Juana Moro los realistas la emparedaron en su casa por sospechosa de espionaje.

Y, esa valiente, “la regalada”, que salió de su rancho totalmente desnuda y fingiéndose loca, para distraer y atajar a una partida de invasores, mientras los patriotas preparaban la emboscada.

Hombres de Don Martín Miguel hoy desocupados.

Mujeres que reciben de pago hambre y miseria de quienes jamás dieron nada, de los que nunca supieron del valor y del sacrificio.

Niños... desnutridos y analfabetos.

Triste laurel de vergüenza pata el triunfo de este pueblo que no sabe de cobardías ni entregas.

Todavía hoy sigue impaga la deuda, todavía hoy dura la agonía hecha piedra de todo el pueblo norteño.

Por eso es que debemos rescatar al héroe gaucho de las manos de los que los mataron, debemos rescatarlo como bandera de un pueblo que en cualquier momento repite la historia.

Porque la Guerra Gaucha sigue viva en las quebradas.

Viva en los trabajadores que entre cerros y soledades repite hazañas y sacrificios, viva en las sombras que callan muertes en selvas y hondonadas.

Viva en cada hombre, mujer y niño de esta tierra que no se resigna al hambre y la dominación; en cada humilde que trabaja y que sueña con una Argentina para todos.

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El general español Andrés García Camba, entonces comandante del escuadrón de Dragones del Perú, los define con exactitud:

"Los gauchos eran hombres de campo, bien montados, todos de machete y rifle, de los que se servían alternativamente, sobre sus caballos, con sorprendente habilidad, acercándose a las tropascon tal confianza, soltura y sangre fría que admiraban los militares europeos que por primera vez observaban a esos hombres extraordinarios a caballo, cuyas excelentes disposiciones para la guerra de guerrillas y de sorpresa tuvieron repetidas ocasiones de comprobar".

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La Muerte de Martín de Güemes:

La muerte del Héroe Gaucho Don Martín Miguel fue planificada por el General Olañeta, jefe del Ejército Realista del Alto Perú y ejecutada por el Teniente coronel José Maria Valdéz, alias el Barbarucho.

Pero no debemos olvidar las incidencias que tuvieron las sublevaciones, resistencias, desobediencias y traiciones de los enemigos internos.

En aquella época la sociedad salto-jujeña estaba dividida entre los partidarios de Güemes (Patria Vieja) y sus opositores (Patria Nueva), planteándose una lucha de clases.

Tal vez Güemes era odiado por señores como él, pero que se sentían españoles y otros muchos, con la independencia verían en riesgo sus intereses económicos.

Además, el material de la guerra era el soldado, y el soldado salía del gaucho, y el gaucho salía del peón.

Cada soldado que ganaba el Ejército de la Independencia era un peón que perdía el señor feudal y el gaucho prefería la condición social del soldado a la servidumbre rural a la que estaba sometido.

Algunas de las reformas sociales durante la Guerra Gaucha fueron:

La creación del Fuero Gaucho, que otorgaba los mismos privilegios, prerrogativas y derechos que tenía el fuero militar; la excepción del pago de deudas mientras estaban en servicio a la Patria, ya que no tenían sueldo ni recompensa alguna en el Ejercito Guerrillero (hasta peleaban desnudos); la liberación del pago de arriendo: la liberación de la servidumbre y de la explotación del peón rural; la protección a los mulatos que ejercían los oficios de albañiles, pintores, zapateros talabarteros y otros, que hieren los que formaban el batallón de los llamados “Cívicos’. No obstante que la Asamblea del año 1813 había abolido la esclavitud aún existían esclavos en la región, a los que Güemes les otorgó la libertad.

Era tanto su calor humano, que llegaron a darte el nombre de Padre de los pobres.

En una de sus arengas decíales:

“Esos que veis de frac, son vuestros enemigos, por consiguiente mis enemigos. Mientras os conservéis unidos, os asegure que vivirán garantidos vuestros derechos y nuestra libertad, a despecho de esos miserables oye nos odian a mi, porque les tomo cuatro reales para defender su propia libertad, luchando y dando la vida por Libre Patria; y a vosotros, porque os ven resueltos a no ser más humillados ni esclavizados por ellos. Todos somos libres y todos tenemos iguales derechos, porque todos somos hijos de la misma patria que hemos arrancado de la servidumbre, quebrando con nuestros esfuerzos el yugo español.

Ha llegado el momento en que seáis hombres libres y de que caigan para siempre vuestros opresores.

Esta exaltación y defensa de los gauchos y la imposición forzada de contribuciones, crearen el enemigo interno.

Los poderosos se resentían y se sentían ofendidos porque tenían que desembolsar sus fortunas para e. sostenimiento de la guerra.

Por ello odiaban y combatían a Güemes, tildándolo de “tirano, feroz, abominable” otros epítetos.

Pero Güemes no adoptó la violencia del azote, la tortura, el degüello la horca o el fusilamiento como lo hacía Artigas, Quiroga, López, Aldao, Ibarra, Lavalle, Lamadrid, Urquiza, Rosas y las dictaduras que bañaren de sangre el país.

No, Güemes no hizo matar a ningún opositor.

Se había limitado a aplicar penas pecuniarias, o cuando más la prisión, la expulsión o la deportación, predominando las multas que contribuían al sostenimiento de la India por la Independencia.

A solamente 13 días de la muerte del Prócer sus opositores designan como Gobernador a Don José Antonio Fernández Cornejo, y firman un armisticio con Olañeta para suspender las hostilidades.

Armisticio considerado indigno por San Martín en una carta a O’Higgins, en el que se acuerda la disolución del Ejército de Expedición al Perú con el que Güemes apoyaría a San Martín.

El impacto en los gauchos por la muerte de su adorado jefe, los mantuvo atónitos y neutrales de los acontecimientos políticos de esos días, pero la firma del armisticio y la designación de Cornejo fueren la chispa que encendió el levantamiento popular del 22 de Setiembre de 1821 para recuperar el poder.

Como consecuencia se firma un pacto de paz con la designación José Ignacio Gorriti, en reemplazo de Cornejo.

Al cumplirse si mandato, a Gorriti se le ofreció ser reelegido, no aceptando con aquellas famosas palabras: “El mayor agravio que se le puede hacer a un pueblo libre, es perpetuar en el poder a sus gobernantes”.

Para evitar nuevos enfrentamientos se aceptó por parte de los güemistas, la designación por la Junta de Representantes del General Alvarez de Arenales, para sucederlo.

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