Historia de los Persas:Origen,Desarrollo,Sociedad y Gobierno

Historia de los Persas Origen Desarrollo Sociedad y Gobierno

El Irán es una meseta de Asia, vecina a la Mesopotamia que fue testigo de importantes sucesos históricos.

Esta meseta, que ocupa dos millones de kilómetros cuadrados, limita:

Al Oeste: valles del Tigris y el Eufrates (de los que los separan los montes Zagros);

Al Este: valle del río Indo;

Al Norte: mar Caspio y el Turquestán;

Al Sur: golfo Pérsico y océano Índico.

El corazón de su territorio es una zona desértica, rodeada de altas montañas.

La tierras fértiles, aptas para el cultivo y la ganadería, se encuentran en las laderas y los valles de estas montañas.

En la actualidad, la región está ocupada por los Estados del Irán, Afganistán y Pakistán.

En la antigüedad, fue el sitio elegido por dos pueblos para instalarse y desarrollar su civilización: los medos y los persas.

Estos pueblos pertenecían a la familia lingüística de los indoeuropeos o arios integrada también por los hititas, los mitanios, los casitas los jonios, los eolios y los aqueos entre otros.

Al comparar las características de sus lenguas, se supuso que formaban un pueblo que alguna vez estuvo unido.

No se puede precisar su lugar de origen: pudo haber sido el Norte de Europa (en la región de la actual Polonia), el centro de Asia o las zonas cercanos a los mares Negro y Caspio.

El primer elemento que los hizo poderosos fue la domesticación del caballo, que constituía un nuevo e importante recurso bélico.

Posteriormente, la utilización del hierro y los carros de combate los convirtieron en temibles guerreros.

A medida que se fueron expandiendo, se asentaron en diferentes zonas y conformaron distintos puertos.

Los hititas, por ejemplo, se asentaron en Anatolia; Los jonios, los eolios y los aqueos, en Grecia; los indos, en el valle de Los ríos Indo y Ganges.

A fines del segundo milenio a.C. los medos y los persas llegaron a los valles fértiles de los Montes Zagros.

Y en la zona paralela a Asiria se asentaron los medos; y sobre el golfo Pérsico se instalaron los persas.

• ►Los Medos

Pueblo de pastores arios, al asentarse comenzaron a practicar la agricultura.

Su organización era inicialmente tribal es decir, estaban divididos en tribus que se unían, en caso de guerra, contra un enemigo común.

En los siglos IX y VIII a.C. fueron sometidos a tributo por Los poderosos vecinos de la Mesopotamia: los asirios, quienes también dominaron a los persas.

A fines del siglo VIII a.C. los medos organizaron un Estado y sometieron a los persas.

Permanecieron igualmente bajo dominio asirio, hasta que su rey Ciaxares se unió con el rey Nabopolasar de Babilonia y untos planearon terminar con la dominación asiria. Esta empresa tuvo éxito.

A su término, Ciaxares y el rey caldeo dividieron los territorios de los asirios; para Los medos quedó la Alta Mesopotamia y el Irán occidental.

Su hegemonía terminó en el siglo VI a.C., cuando surgió un nuevo poder el de sus hermanos los persas.

• ►Los Persas:

Este pueblo desarrollará una nueva política expansiva que lo convertirá en el dueño del Cercano Oriente.

En un principio estaban divididos en 10 ó 12 tribus, cuyos jefes tenían el título de rey.

Entre ellos no había acuerdo para unificarse en una sola tribu, por lo que sufrieron la dominación meda.

Según la tradición, Aquémenes, quien guió a los persas hacia el Sur, fundó la dinastía de los Aqueménidas, a la cual pertenecerán los grandes reyes posteriores.

Pero fue Ciro quien logró unificar a las distintas tribus en que se dividían los persas, para posteriormente derrotar a los medos y terminar con su supremacía.

Ciro convirtió a la ciudad de Susa en la capital del nuevo Estado en el 550 a C. y decidió comenzar una política de conquistas por los territorios vecinos.

Después de imponerse a los medos, se dirigió contra el reino de Lidio.

Este reino, ubicado en las costas del Asia Menor, era famoso por su riqueza y por ser el centro vital de las comunicaciones, dado que por allí pasaban las rutas del comercio con Grecia.

Ciro también incorporó las ciudades griegas del Asia Menor a sus dominios. Se dirigió luego contra el Imperio Neobabilónico, que conquistó rápidamente; anexó así la Mesopotamia y sus dependencias sirias a los dominios persas 1538 a C.).

A su muerte, su hijo Cambises continuó la tarea expansiva, dirigiéndose a Egipto y conquistándolo fácilmente(525 a C.)

Durante su ausencia, el mago Gaumata, representante de la casta sacerdotal, provocó una revuelta y se apoderó del trono.

Cambises intentó volver de Egipto, pero murió sorpresivamente en el viaje.

Darío, esposo de una hija de Ciro, organizó una rebelión de nobles contra el usurpador del trono, el mago Gaumata, y lo derrotó. Se convirtió entonces en el nueva rey de los persas.

Será el verdadero organizador del imperio, y con quien éste llega a su mayor esplendor.

Las fronteras alcanzaron entonces su máxima extensión:

Darío conquistó por el Este todos los territorios hasta el valle del río Indo, y por el Oeste, Tracia y Macedonia. Posteriormente, intentó someter a las ciudades griegas, lo que provocó la Primera Guerra Médica.

Esta campaña fue el único fracaso de Darío 490 a.C. Diez años después, su hilo Jerges 480 a.C. intentó nuevamente la conquista de Grecia, dando origen a la Segunda Guerra Médica, pero fracasó al igual que su padre.

El Imperio Persa se sostuvo, de todas formas, 150 años más, hasta que en el 330 a C., fue incorporada por Alejandro de Macedonia a su imperio.

El objetivo primordial de la política persa fue lograr la hegemonía universal: es decir, la conquista de todos los territorios conocidos en la época.

La superioridad de su ejército se debía a la táctica de asalto con arqueros a caballo”.

Estaba formado por 10.000 guerreros llamados los inmortales” porque su número no se modificaba a pesar de las bajas, dado que éstas eran inmediatamente repuestas para mantener la cantidad constante.

Síntesis de las Conquistas

Ciro: Media, Asia Menor (Lidia), Babilonia, Siria y Palestina. Irán hasta la India.

Cambises: Egipto y expediciones por los alrededores (Etiopía, Libia)

Darío: Territorio hasta el valle del Indo, Tracia y Macedonia (por el oeste)

El Rey Ciro

Organización del Imperio Persa: a unidad en la diversidad:

El gran imperio de los persas tenia una estructura bien organizada a diferencia de otros imperios, como el asirio, que basaba su dominio solamente en el terror.

La organización era una necesidad apremiante para el imperio aqueménida. Manejaron con gran habilidad el mosaico de países de diversas razas, religiones, lenguas, tradiciones y economías, que formaban su Estado.

Generalmente respetaban a la clase dirigente de cada región, a la que sumaban un aparato administrativo persa controlado desde las grandes capitales como Pasargada, Persépolis y Susa.

Toleraron además las costumbres y manifestaciones culturales de los pueblos sometidos.

Su principal preocupación era el pago regular del tributo.

Dividieron entonces el imperio en veinte provincias o satrapías. cada una debía entregar anualmente una cantidad determinada de sus productos característicos: metales, piedras preciosas cereales o ganado.

Para facilitar las comunicaciones construyeron el gran camino real, que cruzaba todo el Cercano Oriente desde Anatolia hasta el Irán.

En su trozado se colocaron postas y relevos, en razón de lo extenso de su recorrido.

Los persas eran los únicos eximidos del pago de tributos besempeñaban los cargos de mayor jerarquía, tanto en el nivel administrativo como en el militar.

En la cúspide del imperio se encontraba el monarca.

El poder del rey era absoluto nada ni nadie estaba capacitado para competir con su autoridad. Los persas tenían la idea de que el rey recibía la autoridad de su dios (Ahura-Mazda) del que era el elegido.

El monarca además debía ser modelo de todos los guerreros: montar a caballo tirar del arco y ser el melar en los ejercicios físicos. Se lo llamaba gran Rey o Rey de Reyes.

tumba del rey dario

La tumba del Rey Ciro, en Pasargada, guarda los restos del jundador de la dinastía aqueménida

La administración imperial estaba formada por varios funcionarios:

Sátrapas Eran nobles persas que estaban al frente de una provincia o satrapía. Representaban en ella al rey y se consideraban unidos a él por un lazo de fidelidad en la defensa y la administración de los bienes.

Se ocupaban del cobro de tributos, del mantenimiento de ejércitos permanentes y de movilizar a la población para cooperar en las obras públicas.

Se los consideraba la máxima autoridad de justicia en los territorios a su cargo.

Secretarios Cumplían funciones de asesores reales del sátrapa.

Los nombraba directamente el rey. Entre sus responsabilidades se encontraba la de fiscalizar al gobernador de la provincia.

Inspectores Formaban un cuerpo de auditores que controlaban los intereses del rey, vigilando a los sátrapas.

Se los llamaba los ojos y oídos del rey porque le informaban todo lo que pasaba en el imperio y sí se cumplían sus órdenes. Sí las circunstancias lo exigían, podían destituir al sátrapa.

En síntesis: La política imperial seguida por os persas trató de conciliar la unidad en a diversidad, respetando por un lado los regionalismos en cultura y costumbres, e imponiendo por el otro una centralización en el pago de tributos y la prestación de servicios militares, elementos decisivos para su supervivencia.

Economía: el sostén del coloso

Como vimos, la organización económica del coloso Imperio Persa era tributaria. Todas las provincias estaban sujetas al pago de impuestos, ya sea en especie o en lingotes de metales preciosos, de acuerdo con sus producciones.

Egipto enviaba trigo; la región de Media, ganado (oveias, mulas); la satrapía del Indo, perros de caza y arenas auríferas. Otros pueblos, aunque no integraban el imperio, también mandaban obsequios; por ejemplo, Etiopía enviaba oro, maderas de ébano y colmillos de elefantes.

La unidad política y administrativa que impusieron facilitó los intercambios.

Los mercados tenían mayor seguridad y mejores sistemas de comunicación para su tarea.

Esto implicó un gran desarrollo del comercio, que se vio favorecido además por una nueva costumbre: la utilización de la moneda. Concebida como una pieza metálica acuñada, fue útil para facilitar los intercambios y como medida común para el precio de os objetos.

Su invento es atribuido a los lidios, que formaron un Estado en las costas del Asia Menor por donde pasaba un importante tráfico comercial.

Los persas, al incorporar el reino lidio a su imperio, tomaron la costumbre monetaria y la impusieron en todo su Estado.

Es decir generalizaron el uso de la moneda en todo el Cercano Oriente.

De esta forma realizaron un gran aporte para el desarrollo comercial; las dificultades que producía el trueque para el intercambio de mercaderías disminuyeron y las transacciones cobraron mayor agilidad y rapidez.

Darío I acuñó monedas de oro, los dóricos.

Posteriormente también se acuñaron monedas de plata.

La sociedad:

La sociedad estaba dividida en diferentes jerarquías, de acuerdo con sus privilegios y ocupaciones.

La clase superior estaba formada por los nobles. Dentro de ella eran muy importantes los sacerdotes y los magos.

Dirigían el culto y eran consejeros políticos de los reyes o de los gobernadores de provincias. También podían administrar justicia, basándose en la ley del talión.

Entre los nobles, eran más importantes los que pertenecían a la familia aqueménida.

El rey estaba obligado a elegir esposa entre las mujeres de esa familia.La capa inferior de la sociedad la formaban los comerciantes, los artesanos y los campesinos.

Para la decoración se utilizaban ladrillos esmaltados de variados colores, que combinados conformaban frisos.

Se representaban, en relieve, desfiles de soldados, figuras de animales y escenas de pagos de tributos.

En cuanto a la arquitectura funeraria, se concibieron sepulturas y monumentos más sencillos que los egipcios.

Algunos de ellos se crearon mediante excavación de las laderas rocosas de las montañas. En su interior se hallaban sólo un vestíbulo y una sala sin pinturas ni esculturas.

La Sociedad y La Vida Cotidiana:

Como en todos los pueblos de la época existían siempre desigualdades sociales: la sociedad estaba muy jerarquizada, y las distintas capas sociales se encontraban separadas por barreras muy rigurosas.

En la cima de la pirámide se hallaba, naturalmente, el rey.

Inmediatamente debajo del soberano encontramos a los representantes de las grandes familias de la nobleza persa.

De la aristocracia persa y meda salía el personal de la corte, y en su seno se reclutaban los sátrapas. Algunos de los soberanos de los países conquistados eran elevados, a veces, al rango de sátrapas, sin que fueran asimilados, no obstante, por la nobleza irania.

Esta aristocracia se ocupaba, ante todo, de la guerra y la caza. La gran masa de la población estaba constituida por los campesinos, los cuales eran hombres libres, que podían ser propietarios de tierras, como ya hemos visto.

Entre la nobleza y la masa campesina se encontraban los sacerdotes o magos, que, a pesar de la reforma religiosa realizada por Zaratustra (también Zoroastro), ocupaban un lugar muy importante en el Imperio.

Nunca renunciaron por completo a sus ambiciones políticas, y los reyes intentaron frecuentemente limitar su influencia.

En categorías secundarias se comprendían los artesanos, confundidos, a veces, con los artistas; los arquitectos, los ingenieros, etc.

Al parecer, se encuentran en la sociedad persa elementos de una organización social en castas, lo cual es normal en un pueblo ario, emparentado con los que establecieron el sistema en la India, después de conquistarla.

Los persas no eran hostiles a los extranjeros y los acogían gustosos, pero no los integraban en su sociedad.

Su hospitalidad era proverbial; fueron, muchas veces, el último refugio de los griegos expulsados de su patria y perseguidos por el ansia de venganza de sus compatriotas.

Desde luego, todos los hombres no vivían de una manera idéntica según su rango social.

Estamos informados especialmente sobre las clases altas de la sociedad.

Se sabe que los campesinos eran analfabetos, como en la mayoría de las sociedades antiguas, y que estaban sometidos al ritmo de los trabajos agrícolas.

El zoroastrísmo exaltaba la vida campesina, y del trabajo de la tierra decía que era el más grato a Ahura-Mazda.

Los campesinos eran llamados, periódicamente, a servir en los contingentes provinciales del ejército.

En las otras clases sociales se inculcaba a los niños, desde su más tierna infancia, el odio a la mentira, el sentido de la justicia, el honor, el respeto a la palabra dada.

Jenofonte dice que en la escuela los niños aprenden la justicia, como entre nosotros se aprenden las letras.

Además, se les enseñaba el manejo de las armas, como el arco y el venablo; se endurecían sus cuerpos mediante numerosos ejercicios físicos, carreras, etc.

Con ello se procuraba templar, a la vez, los cuerpos y los espíritus.

La alimentación de los jóvenes era frugal, y lo seguía siendo siempre, pues los persas, acostumbrados a comer poco durante su juventud, conservaban este hábito a lo largo de toda su vida.

Las comidas consistían en algunas galletas de cereales, carne, según los azares de la caza, y frutas. Sólo bebían, habitualmente, agua.

Los festines suntuosos, cuyo recuerdo obsesionaba a los escritores antiguos, eran poco frecuentes, y en ellos sólo participaba una parte muy reducida de la población: el soberano y sus invitados, algunos sátrapas, sobre todo los de las provincias occidentales, como Lidia; se trataba más de una tradición pre-aqueménida, que de una costumbre introducida por los persas.

Bajo los sucesores de Darío, y sobre todo en el siglo IV, cuando las costumbres se relajaron y las clases altas vivían en el lujo y hasta en el libertinaje, nació la expresión: Llevar una vida de sátrapa.

El traje de la época clásica era sencillo y casi uniforme. Sólo las clases más ricas ponen una nota de variedad, sobre todo por la elección de los tejidos y un mayor lujo en la ornamentación.

También en esto hay que diferenciar los tiempos de Darío, de la decadencia. Los griegos, por otra parte, hablaron mucho de la afición de los persas al oro.

Estos, efectivamente, empleaban el metal precioso, siempre que podían, para adornar sus trajes y también los de los niños. Pero es necesario ver en esta afición no sólo un placer de orden estético, sino un hecho religioso: el oro es el metal que evoca el fuego, elemento sagrado.

Se ha dicho también que los persas eran muy púdicos y que ocultaban la mayor parte de su cuerpo. Llevaban una especie de camisa de tela bastante fina, sobre la cual se colocaban dos túnicas de largas mangas que, a veces, les tapaban las manos.

Estas túnicas eran de colores, diferentes en verano e invierno, y la púrpura constituía el color preferido por los reyes y los grandes. Se ceñían estas túnicas al talle con un cinturón de cuero.

Llevaban, además, un pantalón de tela o, a veces, de cuero. Iban calzados con sandalias, que ocultaban enteramente el pie y que podían subir a lo largo de la pierna.

En invierno añadían a esto un manto. Las mujeres parecen haber llevado un traje muy parecido al de los hombres, pero no se tiene certeza de ello porque existen pocas representaciones de figuras femeninas.

Las más ricas se adornaban con alhajas, collares, brazaletes y pectorales.

Los persas, sobre todo después de Darío, y solamente en la alta sociedad, empleaban abundantes afeites, perfumes y pelucas.

Estas prácticas afeminadas también les fueron reveladas por los lidios.

El comportamiento cotidiano de los persas estaba impregnado de moderación y de urbanidad, lo cual contrastaba violentamente con la conducta de los griegos, que, sin embargo, les flamaban "bárbaros".

Consideraban el aseo personal como una muestra de cortesía hacia sus vecinos; las relaciones entre las personas estaban regidas por una rigurosa etiqueta.

Los saludos eran siempre profundos y respetuosos, tanto entre iguales como entre inferiores y superiores.

Todos los excesos en el comportamiento estaban condenados.

Según Herodoto, Jenofonte y Estrabón, los persas no comían en la calle; sonarse o escupir en el suelo era prueba de la peor educación.

Los persas eran polígamos y tenían concubinas, sobre todo los grandes personajes, pues, para los otros, el mantenimiento de muchas mujeres resultaba demasiado caro.

La familia era respetada, y la tradición fomentaba la natalidad. Tener un gran número de hijos era considerado como una bendición divina.

Las bodas se celebraban muy pronto; frecuentemente, en la pubertad, y eran concertadas por las familias.

La mujer nunca estuvo en condiciones de inferioridad; circulaba libremente y podía ser una consejera muy tenida en cuenta.

Conviene precisar que, en la última época, era de buen tono, entre las familias ricas, encerrar a las mujeres, lo que nunca ocurrió con las de otras clases sociales.

Fueron innovadores en materia religiosa, pero su legado fue pobre en los otros campos de la especulación intelectual.

Sólo se conservan algunos fragmentos de su mayor obra escrita, el libro santo del Avesta.

Los persas se contentaron, en este terreno, con limitar a los pueblos que les estaban sometidos; lo mismo sucedió con las ciencias y con la medicina, que copiaron de Babilonia y Egipto.

Los soberanos se rodeaban de médicos griegos.

Conocieron, y a veces apreciaron, la literatura y la filosofía griegas.

Al parecer, tenían una literatura oral importante, pero no han quedado vestigios de ella.

En el dominio de las artes, las cosas fueron muy diferentes.

En el arte de los aqueménidas se aprecian numerosas influencias, pero tan integradas, que acabaron por dar nacimiento a un arte nacional.

Aspecto religioso: “Así hablaba Zaratustra”

A diferencia de otros imperios, los persas fueron tolerantes con las religiones de los dominados. En ningún lugar impusieron por la fuerza su religión o sus dioses.

Esto no se debe a su habilidad política, sino a su concepción religiosa. Esta se encuentra reunida en el Avesta, libro sagrado que recoge las enseñanzas del predicador Zoroastro o Zaratustra.

Zoroastro fue el fundador de la religión llamada zoroastrismo o mazdeísmo. Según la leyenda, éste recibió revelaciones del gran dios Ahura Mazda, dios supremo, inmaterial, creador del universo.

Según Zoroastro, existían dos espíritus en pugna: el del Len, al servicio de Ahura Mazda, y el del mal, que o combate.

El espíritu del bien, llamado Ormuz, representaba la vida, la verdad, la justicia.

Era el mundo del gran dios, con la luz y la felicidad. El espíritu del mal representaba la muerte, la mentira.

Era el mundo de lasmedas, dirigido por Arimán.

El hombre también participa de esa lucha, de acuerdo con su buen o su mal comportamiento. Si de acuerdo con el espíritu del bien, es premiado en a vida ultraterrena.

Esta religión con ciertas características monoteístas de un dios supremo fue aceptada sobretodo por las capas dirigentes del imperio. Si bien la mayor parte de la población mantuvo a Ahura-Mazda en un lugar superior, lo rodeé de otras divinidades inferiores, personificadas por las fuerzas naturales.

Como vemos, esta religión tuvo un marcado contenido moral: el hombre puede y debe optar entre el bien o el mal.

El hombre debe trabajar, colaborar con la comunidad, tener muchos hijos fomentar una tranquila convivencia social y respetar las costumbres de los otros.

El culto era esencialmente el cumplimiento de esos deberes, complementad os con la veneración del fuego.

Zoroastro condenaba las ofrendas y los sacrificios sangrientos, aunque los magos los practicaban igualmente.

La religión mazdeísta se mantuvo como religión nacional hasta el siglo VII d.C., en el que Irán fue conquistado por los musulmanes y éstos impusieron su religión, el Islam.

En lo actualidad esta práctica religiosa se conserva en la zona de Bombay, en la India, gracias a los mazdeístas que huyeron de la persecución musulmana.

Ver: Zoroastro

Cultivo y Ganadería:

Como en los otros países del Oriente antiguo, el problema del agua era crucial en el Imperio persa, a excepción de algunas raras regiones privilegiadas.

Por ello, los campesinos pusieron a punto sistemas de irrigación perfeccionados. Fueron excavados canales de conducción de aguas, así como pozos y galerías subterráneas, semejantes a los "qanats" del Irán actual, para evitar, en las regiones más áridas, una evaporación excesiva.

Por este medio, la tierra era revalorizada, y se cultivaban, sobre todo, cereales, cebada y trigo, pero también viñas, pues en las grandes ocasiones, y sobre todo en la época de su decadencia, los persas consumían vino y otras bebidas alcohólicas.

Por otra parte, criaban grandes rebaños de caballos y de bovinos, así como de asnos y de camellos.

Los caballos eran casi todos de silla, mientras que los asnos y los bueyes se utilizaban para los trabajos de los campos: hacer girar las ruedas de las norias, o tirar de unos arados de madera, provistos de una punta de metal, que servían para la labranza.

Las tierras pertenecían, a veces, a campesinos independientes, que trabajaban en común agrupados en cooperativas, las tierras de varias familias.

Las otras tierras pertenecían a la nobleza, que cedía su explotación a colonos, quedándose con parte de la recolección.

A causa de la falta de agua y de vegetación en este p'aís quemado por el sol, los persas concedían gran importancia a los jardines de recreo, cuyo lujo supremo consistía en estar surcados por innumerables arroyuelos, salpicados de fuentes y llenos de flores.

La tradición de los jardines se ha conservado, por otra parte, en esta zona del mundo, no sólo a lo largo de toda la antigüedad, sino durante la Edad Media, en la Persia musulmana, y en los tiempos modernos.

Importantes cotos de caza, deporte favorito de la nobleza, comenzando por el rey, estaban dispuestos, igualmente, en forma de parques: jos llamados "paraísos".

Aunque la agricultura y el arte de los jardines se habían desarrollado mucho en el imperio de Darío, no ocurría lo mismo con el trabajo industrial.

Casi no había artesanos, pues los persas preferían comprar los productos manufacturados a sus vecinos.

No es imposible que factores religiosos originaran esta falta de interés por las actividades que producen la transformación de la materia. Florecía el comercio, sobre todo él interior, gracias al importante sistema de caminos.

Además de la ruta real de Sardes a Susa, numerosas carreteras atravesaban el Imperio en todas direcciones, tanto en Asia anterior como en Afganistán o en las provincias indias.

Desde luego, su trazado había sido hecho, sobre todo, para satisfacer las necesidades políticas, militares y administrativas del Imperio, pero se aprovechaba también para el comercio.

En estas, rutas, cuyas distancias se medían en parasangas (cada parasanga equivalía poco más de cinco kilómetros), habían sido establecidos albergues que, según Herodoto, impenitente viajero, eran excelentes.

Los caminos tenían, además, la ventaja de ser seguros, cosa muy rara en la antigüedad.

"Los correos reales, que los recorrían continuamente, unían las capitales más alejadas del Imperio, Sardes y Susa (2.500 km.), en un tiempo "record" de una semana, aproximadamente.

• ►Un arte para la monarquía:

No podemos afirmar que existió un arte persa propiamente dicho.

En realidad, la producción artística fue una conjunción de elementos pertenecientes a las diferentes culturas sometidas.

Por ejemplo, de los egipcios tomaron la construcción de hipogeos; de la Mesopotamia, la utilización del ladrillo, las figuras de toros alados y la costumbre de erigir palacios sobre plataformas elevadas; de Grecia, la armonía y La esbeltez de ciertos elementos constructivos.

Ejemplo del Arte Persa

En razón de las características de la religión aqueménida, no se construyeron templos dedicados al culto de su dios, ni se lo materializaba en relieves o esculturas. Por este motivo, el arte de los iranios estuvo dedicado exclusivamente a la monarquía.

Arquitectura:

Los persas se dedicaron fundamentalmente a la construcción de palacios de características monumentales. Los más importantes fueron los de Susa y Persépolis.

Entre los diversos locales que conformaban estas magníficas construcciones, el más importante era la Sala de Audiencias. Allí se encontraba el trono del rey y era el lugar donde éste se presentaba en público.

Los muros de estos edificios eran de ladrillos, combinados con elementos de piedra tallada (marcos de puertas y ventanas, columnas).

Las columnas, que sostenían las techumbres, eran de gran altura, de forma acanalada, y en su extremo superior se encontraban los capiteles formados por dos cabezas de toros labradas en piedra, donde se apoyaban las vigas.

Ver: Arquitectura Ciudades y Palacios Persas

Escultura:

Los persas utilizaron los bajorrelieves a la manera mesopotámica. Se dedicaban al rey inscripciones monumentales, talladas en las paredes de las montañas, donde se relataban los éxitos militares. También se esculpían las fachadas de las tumbas dedicadas a los reyes, asemejándolas a los frentes de los palacios

Su Legado

Política:

La idea de un imperio universal, objetivo recreado por muchos pueblos en el curso de la historia de la humanidad.

Economía:

Generalización del uso de la moneda en las transacciones comerciales.

Vida Intelectual:

La idea de la lucha entre le bien y el mal y la libertad de la elección del hombre para elegir entre ambos.

Ética:

Tolerancia con los pueblos vencidos.

Vida y costumbres persas.

Por los documentos escritos que nos ha legado la antigüedad, poco se puede deducir acerca de la vida y costumbres, privadas de los persas.

Por referencias de los historiadores hebreos y por el examen de las ruinas y esculturas de Persépolis y otras ciudades, se adquiere una intuición de cómo se desarrollaría la vida oficial y el protocolo cortesano.

El monarca persa se titulaba «rey de reyes», soberbia denominación que demuestra el orgullo desmesurado de que estaban poseídos aquellos déspotas.

Se derrochaban inmensos caudales en fastuosidades que más que a demostrar la gloria y poder del Estado, tendían al regodeo de los monarcas, cuya vanidad se enchía en aquellas manifestaciones de fausto.

Así, Jerjes (el Asuero de las Escrituras) y con el pretexto de «demostrar la riqueza y la gloria de su reino y el lustre y magnificencia de su poder», ofreció una temporada de diversiones y banquetes a todos los príncipes y nobles de sus provincias durante ciento ochenta días y después dio al pueblo de Susa en los jardines de su palacio un banquete público y fiestas que duraron siete días.

El fausto era extraordinario, no sólo en la corte sino en las casas de los nobles y particulares acomodados.

El oro, la plata, la pedrería, el exorno interior de las habitaciones, los valiosos cortinajes y tapices, las vajillas, las alhajas, los vestidos, eran de un lujo extraordinario que llegó a sorprender más tarde a griegos y romanos.

Es de creer que entre las clases menesterosas de las ciudades y entre los campesinos, no sería tan fastuosa la vida.

Las costumbres eran algo disolutas pues estaba autorizada la tenencia de concubinas y la mujer puesta en un plano de inferioridad social.

En cuanto a las costumbres funerarias, los cadáveres, según las normas de Zoroastro, no podían enterrarse, porque impurificaban el suelo con su contacto y sólo se exceptuaban de esta regla los de las personas reales.

Así, apenas ocurrido un óbito, se llevaba el cuerpo del difunto a una de las torres circulares destinadas a ese menester, donde, en unos emparrillados se exponían los cadáveres a la voracidad de las aves rapaces, que comían sus carnes hasta dejar mondos los huesos.

Los despojos que, de su fúnebre banquete, caían a las aves, eran devorados por otras alimañas.

Los huesos, descarnados y recubiertos de cera, para que no impurificaran la tierra, los retiraban los allegados del difunto y les daban sepultura.

En resumen, la vida de los persas en aquellos tiempos tendría mucho paralelismo, salvando las circunstancias de rigor, con la que en todos los tiempos han llevado los subditos de poderes despóticos bajo los cuales, minorías opulentas y ensoberbecidas derrochan sus riquezas vanamente, entre multitudes escasas y aún faltas de lo más necesario para un subsistir decoroso.

Fuente Consultada:
Sociedades y Tiempo -
La Humanidad Desde el Origen Hasta el Medioevo
Historia de Medos y Persas
de Silvia Vázquez de Fernández Edit. Kapelusz

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