Porque Nos Duele La Cabeza al Beber Alcohol?:Efectos en el Higado

¿Porque Nos Duele La Cabeza al Beber Alcohol?

La resaca: los pies sobre la tierra.

El duro camino inverso de la intoxicación. Se acabó el viaje.

Se terminó la fiesta. El contrato con Mefisto pide retribución.

Estamos en el día después y ahora padecemos los síntomas de una resaca violenta.

Mal amanecemos.

Rastreamos al culpable de nuestro lamentable estado.

¿Porque Nos Duele La Cabeza al Beber Alcohol?

Seguramente fue la bebida "dulce", o la "blanca", pensamos (como si en ese estado pudiéramos pensar).

Ni siquiera recordamos bien lo sucedido.

Quizá haya algo más.

Un bache en la memoria, lo primero.

Ahora nos duelen el estómago y la cabeza y nuestra nariz se ha puesto roja; para peor, tal vez nos asalten los gases.

Quizá nos falte el aire, también...

Fea la resaca (o guayabo, o cruda), ya desde la palabra misma.

Vamos a exculpar por un momento al alcohol (al etílico y al metílico)  como único factor de la resaca.

Con seguridad, las innumerables reacciones que provoca el alcohol lo convierten en el autor penalmente responsable de la intoxicación que padecemos —la enzima alcohol-deshidrogenasa de nuestro hígado, la que metaboliza la molécula de alcohol en varias de acetaldehído, y luego en simple agua, queda momentáneamente colapsada.

Cierto que el alcohol nos llevó al exceso, pero hay también partícipes necesarios de la resaca padecida, sobre todo cuando se trata de resaca por la ingesta inmoderada de vinos de mesa, y más los blancos, además del champán, los vinos licorosos y azucarados, o aquellos aperitivos de corte para cóctel que necesitan un nivel de anhídrido sulfuroso superior a los vinos denominados secos (o finos: los que han sido fermentados por completo).

Sea para conservar el color en vinos blancos (el azufre bloquea la enzima oxidasa y evita la oxidación) o para impedir refermentaciones insurreccionales, o para las dos cosas juntas, estos vinos necesitan más sulfuroso que el resto.

Por ejemplo, si un tinto seco puede tener hasta 130 mg/l. de sulfuroso total, se permite que un tinto dulce llegue hasta los 180 mg/l. el mismo valor que los blancos y rosados secos.

Para blancos y rosados dulces, también llamados abocados, el límite se extiende hasta los 210 mg/l.

¿Qué culpa tiene el azufre en relación con la resaca, con nuestro dolor de cabeza, con el síndrome de la nariz roja del borracho, con los problemas digestivos y con las sofocaciones que podríamos padecer el día después?

Si bien el tema no se ha estudiado todo lo que se debería, ya hay trabajos médicos relacionados con enfermedades y reacciones alérgicas transitorias por la ingesta inmediata de vino con sulfitos, o sea, con sales de azufre.

Y, si no los hubiera, aun así nos queda el recuerdo de haber soportado tales reacciones, al menos una vez, en carne propia.

Citemos dos hipótesis, ambas relacionadas.

La primera tiene que ver con el bloqueo o la carencia de una enzima humana que metabolice los sulfitos y los convierta en sulfates inactivos.

Hablamos de la enzima sulfito-oxidasa.

La segunda mete miedo y está vinculada con la generación de gas sulfuroso adentro de nuestro cuerpo.

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Déficit de sulfito oxidasa. En general, los sulfitos son oxidados por la sulfito-oxidasa-, una enzima que se encuentra en la maquinaria de nuestras células, con altas concentraciones en el hígado.

La hipótesis sugiere que los individuos que presentan niveles reducidos de sulfito-oxidasa tienen una insuficiencia para metabolizar los sulfitos, y entonces manifiestan síntomas alérgicos como enrojecimiento facial (sobre todo nariz) y reacciones asmáticas, amén de que el individuo no sea asmático.

Fue probado: a una paciente no asmática que presentaba regularmente síntomas de sofocación y enrojecimiento luego de la ingesta de vino con sulfitos, se le dio de beber agua pura con el mismo contenido alcohólico que tenía el vino que le había provocado tales consecuencias. La paciente no presentó los síntomas con la segunda muestra.

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Imaginemos ahora que hemos dejado de lado el "beber con moderación".

Aunque nuestras sulfito-oxidasasestén bien pertrechadas, un abuso del elixir vínico durante una noche de endiablada lujuria provocará necesariamente un excedente de sulfitos, lo cual superará la capacidad metabolizadora de la sulfito-oxidasa, enzima que estaría en condiciones, y con razón, de declararse en huelga general y, así, intoxicaría nuestro organismo momentáneamente.

Todo esto al mismo tiempo agrava nuestro estado general, de alta resaca por cierto, provocado por otra huelga: ante el abuso, el alcohol etílico ha colapsado también la capacidad oxidativa de nuestras alcohol-deshidrogenasas, que ya reclaman reducción de la jornada de trabajo.

Generación de dióxido de azufre. El maravilloso ir y venir de los elementos químicos dentro del vino sigue en nuestro organismo.

Si el enólogo convierte el azufre en gas sulfuroso, que en contacto con el vino se fija como ácido sulfuroso y deja sales de sulfitos libres, serán esas mismas sales las que, en contacto con los jugos de nuestro estómago (que también están regidos por el pH), reaccionarán en dióxido de azufre, anhídrido sulfuroso o simplemente SO2.

La generación de gas sulfuroso en el estómago implica síntomas como cefaleas, dolor abdominal, gases intempestivos, diarrea —porque, así como elimina hongos y bacterias del mosto, el sulfuroso puede dañar severa y parcialmente nuestra microbiota natural, la cual juega un rol vital para el buen funcionamiento de nuestros intestinos.

Peor aún: el endiablado gas pasa a nuestras vías respiratorias e induce bronco espasmos y sofocación. Vaya resaca.

Es un caso extremo.

Ambos procesos están estrechamente vinculados. Si ante el excedente de sulfitos la enzima sulfito-oxidasa se ve superada, habrá mayor cantidad de sulfitos libres para reaccionar en gas sulfuroso.

Lo que se dice una resaca violenta por vino endiablado.

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Nota de Leonardo da Vinci: He oído decir que aquellos que no hacen uso moderado del vino se tornan fatigados, temblorosos, pálidos, hediondos, con ojos legañosos, estériles, impotentes, olvidadizos, calvos y avejentados antes de tiempo. A juzgar por el aspecto de mi amigo Gaudio, todo esto es cierto.

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Fuente Consultada: El Barman Científico de Facundo Di Genova - Editorial Siglo XXI Editores

EL DOLOR DE CABEZA: LA RESACA DEL DÍA SIGUIENTE

historia del vino

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