Biografia de Alcibiades General Griego - La Expedición a Sicilia

BIOGRAFIA DE ALCIBIADES: GUERRA CONTRA SIRACUSA Y SU RELACIÓN CON LOS PERSAS

Alcibíades nació en Atenas en -450 y fallece asesinado en Frigia en -404. Fue un importante estadista, orador y estratego (general) ateniense, hijo de Clinias y miembro de la familia aristocrática de los Alcmeónidas, del demo de Escambónidas, que tuvo un papel destacado en la segunda fase de la guerra del Peloponeso como consejero estratégico, comandante y político. Su vida fue una constante contradicción, pues sirvió tanto a Atenas, como a Esparta durante la Guerra del Peloponeso. 

alcibiades

Alcibíades pertenecía a una de las familias más ilustres de Atenas; su padre, Cleinias, había muerto en la batalla de Coronea (447), librada contra los beodos, y su madre era una alcmeónida, parienta de Pericles, quien había sido nombrado su tutor.

De este origen y de su educación le provenían las tendencias aristocráticas que anidaron siempre en el fondo de su alma -dijo una vez- que «la democracia era pura extravagancia». Y, sinembargo, para destacar en la política ateniense se afilió y fué jefe del partido democrático.

Era bello, con esa belleza mórbida y ambigua que tanto placía a los atenienses de la época. Era inteligente, y su natural agudo y penetrante había sido pulido y desarrollado en frecuentes conversaciones con Sócrates. Era rico, elocuente, generoso, bravo y seductor.

Antes de los veinticinco años había demostrado su valentía en los campos de batalla de Potidea (432) y Delion (424).

Estaba dotado del genio de mando, de una elegancia natural irresistible, de un encanto particular que entusiasmaba al pueblo y a la juventud de Atenas.

Imponía las modas, y la gente aplaudía sus caprichos, su indumentaria, sus. perfumes, sus impertinencias, sus prodigalidades e, incluso, sus vicios, que eran muchos.

Alcibíades habría podido lograrlo todo, su fama política, su renombre histórico, la salvación de Atenas, si hubiera poseído una norma moral austera.

Así, a pesar de sus brillantes facultades, Alcibíades no domina el curso de los acontecimientos históricos.

La Historia le trata como una pelota que rebota de ciudad en ciudad, ora agasajado como libertador, ora odiado como traidor despreciable, en contubernio con los enemigos de la patria y del régimen político imperante en ella.

Pero él perdura en sus intrigas, en sus vacilaciones y en sus egoísmos, aunque a veces salpica su vida de arranques geniales y acciones heroicas, que le hacen perdonar sus devaneos anteriores, su demagogia, su libertinaje y su megalomanía.

En 430 Alcibíades ocupó el primer plano en la vida política de Atenas al ser elegido por estratega, en competencia con Nicias, el caudillo del bando aristocrático y partidario de mantener el statu quo con Esparta derivado de la paz que acaba de firmar con esta ciudad en 421 (paz de Nicias).

Desde tan alto cargo en la política interior y exterior de Atenas, Alcibíades fomenta el partido de la guerra, de modo que la paz fué ilusoria y rota inmediatamente por los recelos mutuos y la propaganda contraria a que se libraban Atenas y Esparta.

Fruto de su actuación fue la reanudación de las hostilidades, cuya primera fase, encubierta, terminó con la derrota de los aliados de Atenas ante los muros de Mantinea, en la Argólida, en 418.

Esparta recobró el antiguo esplendor de sus armas y el régimen democrático fué vivamente combatido en el Peloponeso.

La ocasión inmediata de la Guerra del Peloponeso fue la ayuda que prestó Atenas a la ciudad de Corcira sublevada contra su metrópoli, Corinto.

Esta presentó su protesta ante la Liga del Peloponeso, la cual exigió a los atenienses que retiraran su protección a Corcira y permitieran el libre comercio a la ciudad de Megara.

Atenas se negó.

Esta lucha —narrada magistralmente por el historiador Tucidides— comprende tres períodos:

1)   Guerra de los diez años (431-421 a. C.) que se inicia con la invasión del Ática por los espartanos y se prolonga hasta la paz de Nicias.

2)    Un periodo de siete años (421-414 a. C.)  de aparente calma,  en  el cual se destaca la expedición a Sicilia.

3)   La guerra de Decelia,  que termina con la victoria de Esparta y el agotamiento general de toda Grecia.

Segundo período: la expedición a Sicilia
Al poco tiempo llegó al  poder en Atenas un joven  audaz y caprichoso  llamado Alcibíades.   Partidario  de  la  guerra,   inició  una violenta prédica  que  terminó   con   el   envío   de   una   expedición   para   atacar   a Siracusa, la gran colonia espartana de Sicilia.

La armada zarpó en el año 415 (a. C); la dirigían tres militares, uno de ellos Alcibíades. Al llegar a destino los jefes atacantes no se pusieron de acuerdo y perdieron un tiempo valioso que fue aprovechado por los espartanos para enviar una flota al mando de Gilipo.

Finalmente los atenienses fueron derrotados. El desastre provocó gran conmoción en el mundo griego. Desde ese momento, Atenas abandonó sus deseos de conquista y sólo trató de salvar su existencia como estado  independiente.

barco griego

Los espartanos vencen en la batalla naval de Egospótamos. En primer término la nave insignia ateniense emprende la fuga mientras otras embarcaiones son destruidas por los vencedores.

ALCIBIADES
Entre los atenienses que atacaban a Nicias (había firmado un pacto de paz) por considerarlo demasiado conciliador con Esparta, se encontraba un joven ambicioso, bien dotado y de bello aspecto: Alcibíades, que pertenecía a la misma familia aristocrática que Clístenes, Milcíades y Pericles. Habiendo perdido muy joven a su padre, había sido recogido por Pericles, y fue también discípulo de Sócrates. Todo el mundo quería a este joven bello y apasionado, arrogante y encantador cuando lo deseaba. Era muy admirado y sus modales encontraban fácil imitación.

alcibiades
General Ateniense: Alcibiades (450-404 a.C.)

Las mujeres lo adoraban. Aun sus excesos y sus aventuras seducían a los atenienses. Alcibíades, sin embargo, a pesar de ser inteligente, era superficial. Sócrates hizo todo lo que pudo para formar su carácter; un tierno afecto los unía. Sócrates había conseguido   salvarle   la   vida,   y,   algunos años  después,  su  discípulo le  pagó  con  la misma   moneda.

A Alcibíades le importaban poco los medios; sólo le interesaba el éxito. Se cuenta de él esta enécdota reveladora: en el curso de un combate con un camarada, Alcibíades, dándose cuenta de que lo vencían, quiso morder una pierna de su adversario, cosa que estaba completamente prohibida. El otro, entonces, indignado, le reprochó: «Alcibíades, muerdes como una mujer». «No—respondió éste—, muerdo como un león». El virus de la política invadió en seguida a Alcibíades; quería ser el más grande hombre de Grecia, y comprendía que la paz ponía obstáculos a su gloria naciente.

EL DESASTRE DE SICILIA
No tardó en encontrar un pretexto: algunas ciudades de Sicilia pidieron ayuda a Atenas contra la poderosa Siracusa, aliada de Esparta. Sicilia interesaba a los comerciantes atenienses, pues había en ella mucho trigo, y podía servir de cabeza de puente para dominar el comercio del Mediterráneo occidental. Alcibíades, que había sido elegido estratega, propuso un plan para invadir, a pesar de la oposición de Nicias. Cien navíos y cinco mil hoplitas fueron equipados. Nunca, quizás, habían puesto los atenienses tantas esperanzas en una flota, en una expedición que debía reportar un enorme botín.

La víspera de la partida, sin embargo, se produjo un escándalo: se encontraron mutiladas todas las columnas de Hermes. Estas estatuas se encontraban en Atenas por todas partes, en las calles, en las plazas, ante los templos. ¿Quién había podido cometer tal sacrilegio? La amplitud de las depedraciones parecía probar que existía un plan preparado y puesto en práctica metódicamente. No se quiso impedir la partida de la expedición, y todos los habitantes de Atenas se dirigieron al Pireo para despedir a la flota.

Sin embargo, apenas llegó ésta a Sicilia, Alcibíades, del que se sospechaba, fue llamado a Atenas. El fingió aceptar, y dejó a Nicias de comandante en jefe, pero, tras partir en su propio barco, hizo que lo desembarcaran en la costa de Italia meridional, y el barco volvió a Atenas sin él. Fue condenado a muerte en rebeldía, y se le confiscaron sus bienes. Al enterarse del veredicto, Alcibíades se contentó con decir   cínicamente:   «En  seguida  probaré  a los atenienses que sigo vivo». Aconsejó a los espartanos que ocuparan un punto al norte del Ática, para impedir que Atenas explotara sus minas de plata, lo cual provocó rápidamente una crisis económica y financiera en aquella ciudad.

Mientras tanto, la flota ateniense era bloqueada en Siracusa (Sicilia), y no pudo romper el cerco. Su ejército, entonces, se replegó hacia el Sur, esperando encontrar aliados. Pero todas las ciudades se cerraban ante la llegada del ejército ateniense. Perseguido por el enemigo, a quien Esparta había enviado su mejor general, Gylippos; padeciendo de hambre y sed, el ejército ateniense se rindió.

Sus jefes fueron ajusticiados, y los supervivientes, encerrados en los latomios, canteras de Siracusa, donde murieron de hambre y sed. Esparta había vengado la deshonra de Esfacteria (413 a. de J. C). La que habría debido ser gloriosa expedición a Sicilia, terminaría con una catástrofe. Se había perdido el honor, y con él la parte principal del ejército y de la flota. Así terminó el sueno de dominar el Mediterráneo.

Sólo quedaba en Atenas combatir por mi propia supervivencia. Los atenienses habían dominado demasiado tiempo a sus aliados, para que éstos, apoyados por los persas y los espartanos, no buscaran libelarse. Al mismo tiempo, aconsejados también por Alcibíades, los habitantes del Peloponeso construyeron una flota de guerra, cuya tripulación sería sostenida con el oro persa; a cambio, Persia restablecería su protectorado sobre las ciudades griegas de Asia Menor, a las que había renunciado por la Paz de Callias. Esto constituía una verdadera traición a la causa griega.

LAS TRAICIONES DE ALCIBÍADES
El rey de Persia, Darío II, veía posibilidades de convertirse en el arbitro de la situación. Además, pronto se le unió un aliado importante, Alcibíades, que no cometía, con ésta, su primera traición. Alcibíades, en efecto, había seducido a la mujer de un rey espartano, y éste había querido matarlo. Alcibíades, entonces, buscó refugio junto a un sátrapa persa de Asia Menor: Tisafernes.

El estilo oriental, por otra parte, agradaba sobremanera al arrogante ateniense, que sabía apreciar el lujo. El desastre de Sicilia había provocado en Atenas la caída del régimen democrátrico, al que se hacía responsable de todas las desgracias. Los partidarios de la aristocracia habían suprimido las dietas por la  asistencia   a  la   «Ecclesia»,   reservando los derechos políticos a cinco mil ciudadanos ricos. Los nuevos señores estaban divididos sobre el problema de la paz con Esparta.

Entre tanto, el versátil Alcibíades aconsejaba a los persas que trataran con miramiento a Atenas, pues Esparta podía hacerse demasiado poderosa. Intentaba reconciliarse con su patria, y lo consiguió; fue perdonado y participó en las batallas victoriosas que Atenas libró por tierra y por mar (410 a. de J. C), llegando a tomar Bizancio, en el Helesponto.

Los demócratas habían restablecido su poder en Atenas, donde Alcibíades, nombrado de nuevo estratega, ¡fue recibido triunfalmente como salvador de la patria! (408 a.C.). Pero estos éxitos no iban a proyectarse en el porvenir. Con la ayuda de Persia. Esparta iba a conseguir la victoria final.

Fuente Consultada:
HISTORAMA La Gran Aventura del Hombre Tomo II Los Griegos Edit. CODEX


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