Uso y Efectos del Napalm y Gases Defoliantes en la Guerra de Vietnam

Uso del Napalm y Gases Defoliantes en la Guerra de Vietnam: La Guerra Química

Acciones de Estados Unidos

El Pentágono, (donde reside el cuartel general del Departamento de Defensa estadounidense) con su clásica indiferencia por la opinión y las órdenes de las autoridades civiles, se dedicó a entrenar pilotos survietnamitas que tomaron a su cargo los programas de guerra química, utilizando aviones norteamericanos repintados con los colores de Vietnam del Sur.

uso de armas quimica en vietnamCuando en febrero de 1962 la Unión Soviética acusó a los Estados Unidos de estar utilizando recursos de guerra química en Vietnam, el New York Times rechazó los cargos aduciendo que sólo se consideraban objetivos militares las selvas y los pastizales, y que pilotos norteamericanos no intervenían en operaciones contra sembradíos.

La contestación era técnicamente correcta, pero se olvidaba del informe semioficial aparecido en la revista Newsweek de fines de noviembre de 1961, donde se explicitaba que instructores norteamericanos de las Fuerzas Especiales estaban instruyendo a pilotos vietnamitas en el uso de agentes químicos que podían destruir instantáneamente cultivos de arroz o de cualquier otra planta, para ser utilizados contra las bases agrícolas del Frente de Liberación Nacional.

Como hasta 1961 toda la investigación sobre herbicidas provenía de terrenos experimentales situados en las zonas templadas del hemisferio norte, especialmente en los Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Alemania y Suecia, poco o nada se había sobre el efecto de los fitotóxicos en terrenos y vegetaciones como las existentes en Vietnam.

El Pentágono, urgentemente necesitado de información, concibió entonces la idea de instalar centros de investigación en herbicidas en otros países asiáticos, del mismo clima y tipo de terreno que Vietnam pero sin guerrillas molestas.

Este proyecto del Pentágono fue enfáticamente combatido por el Departamento de Estado, a través del embajador plenipotenciario Averrell W. Harriman, pero pese a la oposición se materializó a los pocos meses, en forma de una serie de centros secretos, muchos de ellos en Tailandia, país en el que se los engloba en un proyecto denominado en código Ocunus Defoliation Test.

Desde 1964, es incesante el uso de estos centros tailandeses, en dos regiones que comprenden jungla tropical perenne seca y bosques secundarios con vegetación achaparrada para la experimentación de fítotóxicos. Como el resto de la aventura vietnamita, el programa de defoliación norteamericano tuvo orígenes humildes.

En noviembre de 1961, se utilizaban seis aviones de transporte de tropas C-123, reacondicionados y provistos de tanques externos de fumigación capaces de transportar 10.000 libras de defoliante —casi 5.000 kilogramos—, cantidad necesaria para rociar 300 acres con la concentración máxima, de tres galones por acre.

Estos aviones, que utilizaban como base el aeropuerto militar de Clark Field, en las Filipinas, efectuaron 60 vuelos entre noviembre y diciembre de 1961 y 107 misiones en el 1962.

El nombre de guerra de la unidad de rociamiento era entonces Operative Ranch Hand y su comandante, el mayor Ralph Dresser de la Fuerza Aérea, le comentó una vez al corresponsal de la revista ‘Flying” (el órgano de prensa de la industria aeronáutica norteamericana) que su equipo era el más odiado en todo Vietnam.

A pesar de sus modestia inicial, en el 1967 el programa de defoliación tenía asignados —conocidos— 60 millones de dólares anuales y contaba con una flota mucho más numerosa de C-123 y con 18 supertanques a reacción.

Y con dinero de misterioso origen, el proyecto adquirió para 1967 un total de 60 millones de dólares en herbicidas y defoliante no clasificados, cantidad que alcanza para 12.000 raids de C-123, es decir, para rociar 3,6 millones de acres, la mitad de la superficie arable de Vietnam del Sur.

Esta compra desmesurada de herbicidas significa, según la revista "Business Week”, que las industrias dedicadas a este rubro tienen asegurada la venta de su producción por cuatro años, y que la prioridad del abastecimiento militar traerá problemas a los productores agrícolas norteamericanos, que ya experimentaron una situación similar en 1964, cuando era casi imposible conseguir 2,4,5-T q 2,4-D, dos de los herbicidas comunes en los Estados Unidos.

Entre lo útil y lo agradable:

A principios de 1968, los corresponsales acreditados ante el Pentágono recogieron las razones por las cuales el comando militar norteamericano decidió desarrollar la guerra fitotóxica: —la necesidad de realizar experimentos de defoliación en zonas de jungla densa, las necesidades tácticas de la infantería combatiente en Vietnam, que considera la defoliación sistemática como la única manera de terminar con el constante peligro de las emboscadas en senderos y caminos selváticos y, por último, a la presión monstruosa ejercida por le Army Chemical Corps, que a toda costa quería vender al ejército los inventarios completos, en el rubro herbicidas, de ciertas firmas industriales.

No es ningún secreto que las principales productoras de herbicidas son la “Dupont de Nemou rs’ y la “Dow Chemical”— la misma firma que manufactura y distribuye el napalm.

El otro lado de la historia se deja entrever en el informe presentado por Roger Hilsman al Comité de Defensa de la Cámara de Representantes, cuando comentando su inspección de zonas de combate defoliadas, expresó textualmente:

“las hojas no estaban, pero permanecían las ramas y los troncos. Pero no son las hojas ni los troncos lo que los guerrilleros utilizan como escondite, sino las curvas del camino, las alturas y los valles. Más tarde, el decano de la Misión Militar Australiana en el Vietnam del Sur, coronel Serong, me indicó que la defoliación en realidad favorece a las emboscadas, porque cuando hay vegetación cerca del camino los soldados atacados pueden buscar protección en ella, pero cuando ha sido destruida, los guerrilleros tienen un campo de fuego mucho mayor".

Los Herbicidas:

Los tres herbicidas básicos utilizados en Vietnam del Sur son los siguientes:

(a) agente naranja, mezcla por partes iguales de esteres n-butilos de 2,4-0 y 2,4,5-T, para defoliaciones de selva.

(b) una combinación de picloram y 2,4-0 en un solvente poco volátil, especial para control de arbustos y que requiere —en aplicaciones civiles— una técnica muy cuidadosa y precisa para evitar destrucciones masivas de vegetación.

(c) el agente azul, o ácido cacodílica, un herbicida arsenicado empleado en Vietnam del Sur para destruir arrozales y en Estados Unidos para el control del pasto.

armas biologicasEsta lista escueta, publicada por el Pentágono, resulta ampliamente superada por la que dio a conocer la “Associated Press" en marzo de 1967, que contenía en su mayor parte productos nombrados por sus denominaciones en código.

Mientras el Pentágono insiste en que estos productos no son tóxicos para el hombre ni sus animales, la información química habitual dice lo contrario.

El ácido cacodílico, o agente az es un ácido orgánico arsenicado que tiene un 54,29 por ciento de arsénico, según el Merck Index of Chemicals and Drugs, y cuya letalidad en perros es considerable: una dosis letal media de 1.0 gramo por kilo peso.

Es precisamente por esta extrema toxicidad que, en el uso civil la aplicación de ácido cacodílico requiere la colaboración de pilotos muy experimentados, ya que se debe evitar la contaminación de frutales y otros vegetales, según lo advierte Alden Croft, profesor de la Universidad de California, en su texto “The Chemistry and Mode of Action of Herbicides”.

Los compuestos 2,4-0 y 2,4,5-1 también requieren una cuidadosa aplicación, pues se trata de fitotóxicos inespecíficos que según la dosis, destruyen una gran variedad de árboles y plantas.

Estos compuestos —ácidos diclorofenoxiacético y triclorofenoxiacético, respectivamente— en pequeña cantidad se comportan como sí fueran las hormonas normales de crecimiento de las plantas, induciendo el crecimiento de tallos, raíces, hojas, la floración, la fructificación, la maduración y la caída de los frutos y las hojas.

En cantidades mayores, estos derivados del ácido fenoxiacético son venenos potentísimos, pues provocan en las plantas una explosión de crecimiento: los tejidos vegetales crecen y se diferencian en minutos, desenfrenadamente, cumpliendo en poco más de un día su ciclo vital, para terminar marchitándose y muriéndose por el enorme gasto metabólico.

La falta de especificidad de estos compuestos y su gran potencia hace que una fumigación ineficiente determine una masiva destrucción vegetal en una vasta zona.

Por otra parte, como la fumigación se efectúa a baja altura, en zonas de corrientes aéreas variables, es necesario tener un máximo de cuidado a fin de evitar la dispersión y el desplazamiento del tóxico.

Pero los detalles de las operaciones de rociamiento que ofrecen los pilotos del proyecto Ranch Hand no dejan ninguna duda sobre el particular: como deben volar tan bajo, sus aviones son sometidos a un intenso tiroteo desde tierra, que los obliga a ejecutar maniobras evasivas constantemente y en momentos de peligro mayor, deben expulsar en 30 segundos su cargamento de 1.000 galones de herbicida para retomar altura y escapar de los proyectiles de rifle y ametralladora liviana que los reciben al volar sobre los pueblos.

Es decir, que una operación de fumigación de sembradíos con herbicidas resulta una aventura peligrosa, que impide hacer las cosas con mucho cuidado y donde la requerida parsimonia del piloto se reemplaza por un sálvese quien pueda.

El resultado es una ciega diseminación de tóxicos sobre un área muy amplia y en muchos casos, como en las emergencias tan comunes, las concentraciones de compuestos químicos rociados llegan a niveles inauditos.

Los mismos norteamericanos experimentaron estos azares de la fumigación cuando el rociamiento poco cuidadoso de un área militar provocó la defoliación de la totalidad de la plantación de caucho de la “Michelin”, cerca de Saigón, con un costo estimado de 87 dólares por árbol para el erario público norteamericano.

En 1961, sólo se hablaba de defoliación de selvas.

Sólo en marzo de 1966 el Departamento de Estado reconoció oficialmente que 20.000 acres de cultivos habían sido deliberadamente tratados con herbicidas.

Sin embargo, un despacho desde Saigón aparecido en el “New York Times”, elevaba a 130.000 acres el total de sembradíos tratados con fitotóxicos desde 1962.

En febrero de 1962 el Pentágono informó a través del Departamento de Defensa que se habían utilizado suficiente cantidad de fitotóxicos como para fumigar 965.000 acres, pero que como muchas áreas fueron repetidamente tratadas, el "área total de defoliación es significativamente menor”

Si bien este informe no especificaba la cantidad de acres defoliados y la cantidad de cultivos destruidos, el general John P. McConnell, el entonces jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea, declaró en 1967, ante el Senado, que del millón de acres tratados desde 1962, 150.000 acres correspondían a sembradíos.

Estas cifras contrastan con las presentadas por el profesor Yoisi Fukushima, presidente de la Sección de Agronomía del Consejo Nacional de Ciencia del Japón, que realizó en 1967 un estudio sobre la campaña defoliativa norteamericana en Vietnam del Sur.

Según Fukushima, los ataques norteamericanos con herbicidas y defoliantes habían destruido, hasta entonces, más de 3,8 millones de acres de sembradíos y tierra arable, con un saldo de 1.000 campesinos muertos y más de 13.000 cabezas de ganado envenenadas.

Una nueva generación de defoliantes está siendo ya utilizada en Vietnam. El corresponsal del New York Times en Vietnam, Chárles Mohr, anunció el 17 de octubre de 1967 que se estaba utilizando una nueva droga defoliante en el sudeste de Laos, para contrarrestar la infiltración de guerrilleros a lo largo de la Senda de Ho Chi Minh.

Este nuevo tóxico, según los informantes de Mohr, es especialmente efectivo por la rapidez de su acción y por su prolongada permanencia en el suelo después de aplicado.

Es posible —Mohr no lo identificó en su nota— que el nuevo fitotóxico aludido sea el Tordon 101, el “agente blanco” desarrollado por la benemérita Dow Chemical Co., comentado elogiosamente en el Technical Abstract Bulletin del 1 de julio de 1965.

Entre los agentes biológicos más efectivos contra plantas se destacan los hongos.

La trágica Hambruna de las Papas que devastó Irlanda en 1840 fue causada por el mildiu, una enfermedad de las papas causada por el hongo Phytophtora infestans.

Los esporos de los hongos son arrastrados por el viento, la lluvia, los ríos y por insectos, animales y restos de plantas; pequeñas cantidades de esporos pueden infectar áreas muy extensas.

Una de las pestes más dañinas del trigo está causada por el hongo Puccinia graminis tritici; entre los proyectos conocidos del Departamento de Agricultura de la Universidad de Minnesota está la evaluación de diversas cepas de este hongo en su virulencia y aplicabilidad militar.

Otra peste muy útil es la enfermedad del arroz causada por el hongo Piricularia oryzae.

En 1966 el ejército otorgó a una investigadora de Fort Detrick la Medalla del Servicio Distinguido — la condecoración más alta a que puede aspirar un civil en los Estados Unidos— por el desarrollo de cepas especialmente virulentas de hongos que atacan el arroz en tiempos record.

Los efectos de la defoliación:

La totalidad de los datos científicos existentes sobre la persistencia y metabolización de los herbicidas provenían, hasta la guerra de Vietnam, de estudios realizados en suelos norteamericanos o europeos.

Mientras que en esas regiones los microorganismos del suelo dan cuenta muy rápidamente de los herbicidas, descomponiéndolos o alterando sus moléculas hasta hacerlas inofensivas —el proceso de detoxificación— hay una creciente evidencia que en los barros anaeróbicos de los fondos de los pantanos y arrozales vietnamitas nada de esto ocurre, y que los compuestos quedan por tiempo indefinido, ejerciendo una acción tóxica.

Quien sin duda tiene datos sobre el particular es el Pentágono, que recoge información de sus campos experimentales asiáticos, pero en el informe ofrecido a la prensa en enero de este año, se hacía hincapié a que en base a la experiencia norteamericana, no se corría ningún riesgo de alterar gravemente la ecología por el uso de los herbicidas en cuestión.

Arthur W. Galston,profesor de Biología de la Universidad de Yale y actual presidente de la Sociedad Botánica de Norteamérica puntualizó así sus objeciones puramente científicas al uso militar de herbicidas en Vietnam:

1) Algunos de los herbicidas utilizados, como el ácido cacodílico, son suficientemente tóxicos para el hombre como para prohibir su uso indiscriminado sobre áreas pobladas.

Otros, como los derivados del ácido fenoxiacético, son poco tóxicos en pequeñas dosis —las utilizadas en Estados Unidos con fines civiles— pero la exposición repetida a los mismos, y en las altas concentraciones utilizadas en Vietnam, provocan en el hombre lesiones cutáneas, oculares y respiratorias cuyá evolución se desconoce.

2) Algunos de los productos químicos utilizados en Vietnam, como el picloram, tienen una vida media en el suelo que es excesivamente larga. L

a Dow Chemical que lo manufactura informa que sólo el 3 por ciento desaparece —en suelos norteamericanos— a los 400 días. Es decir, que la falta de detoxificacíón efectiva en el suelo vietnamita permite producir un efecto desorbitado sobre las áreas rociadas.

3) Aun si fueran totalmente inocuos y se detoxificaran rápidamente, los efectos del uso continuado y repetido de derivados del ácido fenoxiacético tendrán efectos terribles en laeconología del hábitat selvático, la estabilidad del suelo depende de la flora microbiana, que produce sin cesar sustancias que cementan entre sí a partículas elementales de tierra, hasta formar terrones unitarios.

Con las defoliaciones masivas, la fotosíntesis se interrumpe y la alimentación de los microbios, provista por sustancias nitrogenadas secretadas por las raíces, se interrumpe. En estas condiciones, el suelo pierde cohesividad, se hace inestable bajo lluvias intensas como las de Vietnam, y el resultado es la movilización de grandes capas fértiles a los ríos.

4) La defoliación de las selvas altera totalmente los ciclos vitales de insectos, roedores y mamíferos pequeños, que a su vez resulta en- la alteración total de los mecanismos naturales que hacen posible la realización exitosa de labores agropecuarias, tornando a su vez el lugar altamente vulnerable a epidemias y epizootias.

• ► Gas: primera generación:

Hasta 1964, los tres gases utilizados en Vietnam del Sur eran conocidos como CN (lacrimógeno, Cloruro de fenacilo), el CS (tóxico, clorobenzilideno malononitrilo) y el DM (gas vomitivo).

Los manuales de campo del ejército norteamericano definen la acción de estos agentes como productores de efectos fisiológicos irritantes o invalidantes temporariamente cuando entran en contacto con los ojos o cuando se inhalaba.

Estos gases para control de turbas, usados en concentraciones adecuadas, no lesionan en forma permanente”.

Estos gases tienen una historia antigua: el CN y el DM fueron inventados en los últimos años de la Primera Guerra Mundial, y el OS fue inventado en Inglaterra en la década del 50 y adaptado por los norteamericanos.

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El nombre químico del CN es cloroaestrofenona.

Es un gas lacrimógeno de acción rápida y un irritante de las vías respiratorias superiores.

Según un texto militar, el TM3-215, en concentraciones altas es un irritante de la piel, que causa sanciones de quemadura y escozor en las partes húmedas del tegumento; concentraciones aún mayores producen ampollas, y en general la sintomatología es la de quemaduras actínicas”.

El gas OS es el -clorobenzalmalononitrío-, y el TM3-215 comenta sus efectos fisiológicos:

“el OS produce efectos inmediatos aún en concentraciones bajas.

El comienzo de la incapacitación es a los 20 ó 30 segundos después de la exposición y la duración de sus efectos se prolonga hasta 10 minutos después que el individuo se encuentra respirando aire fresco.

Bajo efectos de la droga, el individuo está incapacitado para efectuar ninguna acción coordinada.

Tos, abundantes lágrimas, sensación de quemazón en los ojos, dificultad creciente para respirar, dolor torácico, cierre involuntario de los ojos, mareos y pérdida del sentido.

Concentraciones mayores producen náuseas y vómitos”.

Se estima que el ejército norteamericano arrojó en Vietnam más de 7.000 toneladas de OS, DM, o adamsita, es el más tóxico de estos agentes.

Fue inicialmente desarrollado por los alemanes durante la primera guerra mundial, y es un compuesto arsenicado: difenilaminocloro arsina.

Todo el mundo acepta que si bien se llora bajo los efectos del DM, la acción principal de este tóxico es la de irritar marcadamente las vías respiratorias: según Prentiss, un brigadier británico que dirigió el “Chemical Warfare Service”, una exposición de diez minutos con 3 miligramos de tóxico por litro de aire es letal.

En Vietnam, los norteamericanos utilizan granadas de DM y CN mezclados, con el objeto de reunir un agente de acción rápida —el CN— con otro de acción prolongada y de efectos fisiológicos más incapacitantes.

De los túneles a los 8-52:

Hasta 1965, los norteamericanos y sus mercenarios survietnamitas utilizaban los gases para controlar manifestaciones callejeras, revueltas urbanas y para despejar túneles.

En febrero de 1966, la administración Johnson cambió cualitativa y cuantitativamente el uso de gases lacrimógenos.

El 21 de ese mes, un pequeño sector de jungla a 265 millas de Saigón fue simplemente sumergido en gas mediante granadas lanzadas desde helicópteros.

Pocos minutos después, un escuadrón de gigantescos 8-52 saturó el 85 por ciento del área con bombas.

La evaluación militar del ataque fue tan optimista que esta técnica se extendió rápidamente a todos los frentes de lucha.

El “New York Times", citando fuentes de Washington, explicó al día siguiente que la nueva táctica de lanzamiento de granadas de gas mediante helicópteros para obligar a los guerrilleros a salir de sus túneles para saturar luego la zona con bombardeos aéreos masivos contribuía a restituir la eficacia de las misiones de los B-52, que habían perdido todo valor.

Es decir, del uso de gas con fines “humanitarios” se pasaba al uso de gas para facilitar un presunto exterminio masivo mediante ataques aéreos posteriores.

Sin embargo, esto no fue todo.

Se implementaron dos tácticas nuevas: la saturación desde el aire con gas, con posterior descenso en helicóptero, de tropas de infantería aerotransportada usando máscaras de gas; y saturación gaseosa, de sectores enemigos seguidos por ataques de infantería con máscara de gas.

Este ultimo método fue utilizado el 8 de mayo, en la frontera con Camboya, y según los despachos de las agencias noticiosas norteamericanas, se había utilizado DM en concentraciones lo suficientemente altas como para causar vómitos.

El reportaje de la “United Press International” calificó este ataque como aquel en que “más gas y en mayor concentración se había usado hasta entonces en la guerra.

Lo notable de estas tácticas combinadas es su falta de efectividad militar, como se puede juzgar por los resultados.

En enero de 1967, el corresponsal de la “Associated Press” en Saigón informaba que desde 1964 se habían experimentado ... numerosos gases y numerosas técnicas para su utilización, pero que los resultados eran desastrosos: el Vietcong no salía de los túneles y el número de prisioneros no había aumentado significativamente.

Los viejos, los niños, los enfermos:

¿Qué significa “gas no-letal”?

Dos médicos de la Universidad de Harvard, en un artículo publicado en el New England Journal of Medicine” —una de las tres publicaciones más prestigiosas de medicina de los Estados Unidos— atribuyen a los tres gases utilizados en Vietnam del Sur las siguientes potencialidades: “ son invalidantes, pero generalmente no letales, aunque pueden matar en ciertas condiciones: concentraciones muy altas del tóxico, susceptibilidad especial del gaseado, como en el caso de ancianos, enfermos o niños”.

Teniendo en cuenta el ya mencionado informe de la Organización Mundial de la Salud del 23 de junio de 1968, la población civil de Vietnam del Sur, en su estado de malnutrición crónica agravado por avitaminosis específicas, anemias y enfermedades infecciosas graves siempre en aumento, parecería ser muy fácilmente susceptible a sufrir los peores efectos del gas.

El doctor E. W. Pfeiffer, profesor de Zoología de la Universidad de Montana, dio a conocer una carta de un médico canadiense, A. Vennema, que integraba el equipo profesional del Hospital Provincial de Quang Nai, fechada el 23 de noviembre de 1967. En una parte, el doctor Vennema dice:

“Durante los últimos tres años, examiné y traté numerosos pacientes gaseados; hombres, mujeres y niños expuestos a gases militares cuyos nombres desconozco.

El tipo de gas usado es tal que uno se enferma con sólo tocar la piel del paciente o inhalar el aire de sus pulmones.

Después de estas con ellos durante tres minutos, uno tiene que dejar el consultorio para no descomponerse.

La historia clínica de los pacientes es el haber estado en una cueva o refugio en el cual estalla una granada de gas, arrojada para obligarlos a salir.

En los pacientes que irte tocó atender, me llamó poderosamente la atención la similitud de sus síntomas y signos con la de los veteranos gaseados de la Primera Guerra Mundial que tratábamos en el Queen Mary Veterans Hospital de Montreal.

La única diferencia residía en que los pacientes vietnamitas estaban más agudamente enfermos.

Los pacientes están febriles, semicomatosos, severamente disnéicos (marcada dificultad para respirar), con vómitos, inquietos e irritables. La tasa de mortalidad de adultos es de un 10 por ciento, y en niños de 90 por ciento.”

Pero quizás resulte más claro aún recordar un despacho de la agencia “Reuter” publicado en el “New York Times” del 13 de enero de 1966, que confirmaba la muerte de un soldado australiano de 24 años y el estado grave de otros seis luego de un ataque con gases a un sistema de túneles del noroeste de Saigón.

El cable señala que tanto el australiano, que murió asfixiado, como sus compañeros, estaban utilizando máscaras antigás.

Gases de segunda generación:

Nadie cree, en Estados Unidos, las cifras de muertos enemigos que se atribuyen los norteamericanos en Vietnam del Sur.

El optimismo de los voceros militares del Departamento de Defensa y del Pentágono no tiene una contra partida "Street Journal” del 5 de enero de 1966, en la presidencia, que saben del fracaso amargo de esta guerra.

Tampoco las gases clásicos hacen lo que deben: lo prueba una nota aparecida en el “Wall Street Jouranl” del 5 de enero de 1966, en la que se anuncia que estaba a consideración de los jefes de Estado mayor norteamericanos el uno de nuevos gases en Vietnam.

Aparentemente, por ahora se utiliza el DM en cantidades masivas, pero Johnson no ha dado aun su consentimiento para incorporar los gases de “segunda generación” al arsenal táctico en Vietnam.

Sin embargo, Pierre Darcourt, escribiendo para “L’Express” en 1968, describió un ataque de la Primera División Aeromóvil en la que se utilizó BZ, el producto más incapacitante que poseen hasta ahora los norteamericanos en Vietnam.

Poco se sabe sobre el BZ, y lo único que aparece en información no clasificada puede leerse en el manual técnico del ejército TM 3 - 215, que cita los siguientes efectos del tóxico:

Interferencia con actividad ordinaria, retardo de la actividad psíquica y física, dolor de cabeza, mareos, alucinaciones, comportamiento maníaco, fiebre y desorientación.

Por último, cabe consignarse la existencia de una variedad de gases que afectan en forma muy específica el funcionamiento de las terminales nerviosas que controlan los movimientos musculares, que si bien aún no han usado en Vietnam, forman parte del arsenal permanente norteamericano, en una variedad de formas que abarcan desde bombas convencionales hasta cohetes y misiles como el “Little John, el “Honest John”, y el “Sergeant”.

• ► Napalm:

El napalm es gasolina gelatinizada.

Originariamente el término napalm (derivado de las primeras sílabas de naftenato y palmitato, ácidos grasos) designaba a la droga que, al ser mezclada con gasolina, producía una gelatina incendiaria; actualmente se emplea para nombrar a esta gelatina y a sus derivadas.

Existen también el super napalm enriquecido con sodio, magnesio o fósforo, capaz de producir temperaturas entre 1500º C y 2000ºC.

El napalm-B, una de las variedades incendiarias utilizadas en Vietnam consiste en una mezcla de un cuarto de gasolina, un cuarto de benceno y un medio de poliestireno.

Las armas incendiarias tienen una muy temprana aparición en la historia de la guerra: existen referencias de usos bélicos del fuego en el tercer mileno antes de Cristo.

Agentes incendiarios fueron utilizados —sin mayor efectividad— durante la Primera Guerra Mundial y este uso condujo a la prohibición de su manufactura mediante los tratados de Saint.Germain-en-laye (1919) y del Trianon (1920).

Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, ante las posibilidades abiertas por los avances de la aviación, los Estados Unidos se interesaron en el desarrollo de agentes incendiarios.

El Dr. Loui Fieser, eminente profesor de química orgánica de la Universidad de Harvard, inventó el napalm y lo desarrolló en colaboración con el Servicio Químico de Guerra del Ejército de los Estados Unidos (U. 5. Army Chemical Warfare Service).

Este uno de los ejemplos más perfectos de investigación aplicada con fines bélicos realizada en una universidad.

El equipo responsable nunca manifestó sentir el menor remordimiento frente a los terribles usos del descubrimiento.

Las víctimas del napalm sufren fundamentalmente por las quemaduras de tercer grado causadas por el calor intenso y por el envenenamiento por monóxido de carbono.

La adhesividad de la gelatina produce quemaduras extensas y profundas embebiendo los tejidos, que siguen ardiendo mucho después del trauma inicial.

La insuficiencia renal aguda es la más grave de las complicaciones, además de las deformidades y pérdidas de miembros.

“La imposibilidad de efectuar en las áreas de combate transfusiones sanguíneas masivas e injertos de piel agrava considerablemente los casos. Las tasas de mortalidad y morbilidad son desproporcionadamente altas en los niños. Las anemias preexistentes, presentes en forma endémica en las regiones donde la población está malnutrida e infectada de parásitos, hacen imperativa la necesidad de trasfusiones. Esta medida no suele ser aplicable en las zonas donde se rocía con napalm."

En 1965 comenzó el uso del napalm en Vietnam.

Desde entonces se multiplicaron en la prensa norteamericana las descripciones de los espantosos efectos sobre la población civil y el mundo vio con horror las primeras fotografías de niños totalmente desfigurados por las quemaduras.

Un artículo del New York Times del 6 de junio de 1965 relataba:

"Cuando los comunistas abandonaron Quang Ngal el lunes pasado, los bombarderos norteamericanos hicieron blanco sobre las colinas hacia donde se dirigían. Muchos vietnamitas —unos 500— murieron en el ataque. Se estima que se trataba de soldados Vietcong. Pero tres de cada cuatro pacientes hospitalizados por quemaduras con napalm eran mujeres campesinas.”

El napalm, en tanto que arma incendiaria, no es considerada como arma química propiamente dicha sino como arma “física” (conjuntamente con los explosivos, aunque uno y otros son, técnicamente hablando, también “químicos”).

De acuerdo a este concepto, el documento más importante para el control de las armas químicas y bacteriológicas, el Protocolo de Ginebra de 1925, no lo menciona.

Dado el relativo éxito obtenido por las campañas contra las armas nucleares, se considera importante luchar por separado por la abolición de las armas incendiarias, químicas y biológicas.

El napalm tiene una características muy importante en común con las armas químicas y biológicas: su bajo costo.

Por otra parte es relativamente fácil de lanzar, desde aviones comunes.

Por estos motivos ha sido utilizado en guerras donde no estaban involucradas directamente grandes potencias.

Las organizaciones palestinas han denunciado el uso del napalm por Israel.

Aunque ha tenido poca difusión, han llegado ocasionalmente a la prensa evidencias de bombardeos con napalm contra los movimientos guerrilleros en las selvas de Guatemala, Venezuela y Colombia.

La maquinaria militar norteamericana inició la aventura sur vietnamita con el propósito de poner a prueba, refinar y estandartizar una tecnología moderna de contrainsurgencia.

Se contaba con la economía más fuerte del mundo, con la tecnología más avanzada y con un ejército listo para acomodarse a las peculiares exigencias de un rol policial.

El número de hombres empleado comenzó siendo muy bajo, la cantidad de dólares invertidos también, y proporcional mente, las bajas militares.

Es decir, Vietnam comenzó como un banco de ensayo y con el definido objetivo político de ser el gran escarmiento.

Ahora sigue siendo el banco de ensayo y su objetivo político, para los norteamericanos, está perdido: ya no pretenden escarmentar más a nadie, sino terminar de una vez por todas con el problema y salva algo de cara.

Para los países subdesarrollados que deberán pasar inexorablemente por la experiencia de la guerra de liberación nacional, Vietnam es una lección de recursos y un acabado muestrario del tipo de dificultades y problemas creados por un enemigo altamente singular.

Los bombarderos de 8 motores a reacción, los 8.52, con su enorme precisión de ataque y su tremenda carga destructiva, no pueden impedir el accionar del Frente de Liberación Nacional. Combina su poder de fuego con el gaseo indiscriminado tampoco prueba ser efectivo.

Los helicópteros no pueden suplir la movilidad del guerrillero; nueve años de escalada defoliante no han destruido los pastizales por donde se desliza el ejército popular de liberación.

La respuesta norteamericana a la impotencia militar no encuentra otro camino que la intensificación ciega e inútil dentro de sus patrones clásicos: aumentar más el poder de fuego de sus aviones, tanques y cañones, aumentar el número y el poder de sus agentes herbicidas y fitotóxicos, pasar de los gases lacrimógenos convencionales a gases nauseantes y de ahí a eventuales gases psicotrópicos.

La guerra química y biológica es una realidad.

No sólo perdió su carácter “disuasivo” sino que se convirtió en arma ofensiva.

Por otra parte, nada hace suponer que el resto del arsenal biológico y químico permanecerá realmente en la reserva.

Es muy probable que se comience a probar tóxicos y agentes biológicos específicos, entre los cuales el hongo contra el arroz de Fort Detrick es un prototipo.

Cada región del mundo subdesarrollado tiene un recurso agrícola básico de sustentación; muchos laboratorios probablemente compiten por la obtención de

Tampoco tiene que ser obvia como hasta ahora la guerra biológica.

Hay enfermedades que son venenos específicos para cada uno de ellos endémicas en vastas zonas del mundo subdesarrollado, y la aparición de organismos más virulentos o de características nuevas puede pasar por natural y espontánea.

La hábil preparación psicológica de la población civil norteamericana para que aceptara el uso de gases tóxicos en Vietnam, invocando razones “humanitarias” consiguió algo mucho más importante: el acostumbramiento a su existencia.

Los herbicidas, los gases tóxicos dejaron de ser noticia, como las incursiones de los B-52 o los ataques con napalm.

Los norteamericanos no han utilizado aun en Vietnam del Sur su arsenal de enfermedades contagiosas: quizás no han recurrido a las epidemias porque los cambios ecológicos producidos por sus campañas defoliantes y herbicidas son tan abrumadores que las epidemias se instalan solas, en una población de mal nutridos crónicos donde el hambre y la deficiencia alimentaria se exacerban día tras día por una verdadera "Alianza para el deceso”.

A fines de 1970 el presidente Nixon anunció que los Estados Unidos destruirían sus arsenales de gases tóxicos y de armas biológicas.

Este anuncio, muy publicitado, fue acompañado por la destrucción de gases neurotóxicos (muchas toneladas fueron arrojadas al mar) y varios centros de investigación sobre armas biológicas, entre los cuales se contaba Fort Detrick, fueron desmantelados.

La defoliación en Vietnam siguió, y se extendió a Laos y Camboya.

Sin embargo, el mero hecho de liquidar existencias de gases (con el riesgo ulterior de contaminación del mar) y desmantelar centros como Fort Detrick no varía fundamentalmente la situación: por una parte, la producción de esos gases nunca estuvo a cargo de los laboratorios militares que los estudiaban, sino en manos de la industria privada, que obviamente no fue desmantelada.

Las recetas para su confección, los dispositivos para su diseminación y las tácticas militares para su empleo ya están reguladas.

El conocimiento requerido para fabricar y utilizar gases tóxicos no fue destruido:

Otro tanto sucede con la guerra biológica.

La obtención de mutantes patógenos y su estudio desde mediados de la década del 1950 no estaban radicados únicamente en Fort Detrick ni en ningún otro centro militar.

Cualquier laboratorio de microbiología y biología molecular del mundo selecciona cotidianamente bacterias, hongos y otros microbios resistentes a antibióticos y con otras propiedades que los hacen aptos para el uso militar.

La literatura sobre el tema no es secreta: casi todo se publica.

Las facilidades para cultivar gérmenes en grandes cantidades ya no es privativa de Fort Detrick; nuevas empresas de ingeniería biológica se especializan en los países desarrollados en producir microorganismos en grandes cantidades para los laboratorios de investigaciones bioquímicas.

Esos centros de cultivo en escala pueden producir cualquier microorganismo en cualquier momento.

Por otra parte, no todas las universidades han rechazado los subsidios militares. Mientras las grandes instituciones como el Massachusetts lnstitute of Technology, Berkeley, Yale, Harvard y Princeton han tenido que cortar casi todas sus relaciones con el aparato militar debido a la protesta activa y militante de sus estudiantes y profesores, las universidades estadounidenses de segunda y tercera categorías, fundamentalmente sureñas, se están expandiendo en la actualidad para desarrollar todos los temas de investigación básica y aplicada que le interesan al Pentágono.

Forma parte de este plan el Proyecto Themis, de la Fuerza Aérea, que sé lanzó durante la presidencia de Lyndon B. Johnson, para desarrollar a las universidades del Sur y del Medio Oeste.

La guerra química y biológica, pues, está en práctica.

Activamente, como en Vietnam y en las ciudades ocupadas por fuerzas de represión, donde las protestas civiles se sofocan con gases, y en forma potencial, dado que los científicos y técnicos expanden sin cesar las fronteras de la química biológica, de la fisiología y de la microbiología, pero no tienen ningún tipo de control sobre los conocimientos que acumulan.

El poder político es el que controla el uso de la ciencia, y mientras el poder político no esté en manos del pueblo sino de los representantes de los grandes consorcios capitalistas, la violencia contra el ser humano podrá alcanzar cualquier grado de brutalidad imaginable.

Los campos de concentración y las cámaras de gases de la Alemania nazi, Hiroshima y Nagasaki y ahora Vietnam así lo atestiguan.

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Agente Naranja en Vietnam:

El agente naranja, es un defoliante muy utilizado, contiene trazas de dioxina.

Entre 1962 y 1971, Estados Unidos roció unos 72 millones de litros de herbicidas sobre Vietnam, 60 por ciento de los cuales era Agente Naranja.

Los desfoliadores eliminaron 50 por ciento de los manglares del país asiático y tuvieron graves efectos sobre la fauna.

El Agente Naranja contiene dioxina, una de las sustancias industriales más peligrosas, y es cancerígeno.

Según normas federales de Canadá, se trata de un producto "peligroso, cualquiera sea su concentración" (estudio del Grupo Hatfield).

La concentración de dioxina en el Agente Naranja utilizado en Vietnam era 1.000 millones de veces superior a la hallada en algunos desechos industriales de Canadá (estudio del Grupo Hatfield).

La dioxina aplicada durante la guerra aún persiste en Vietnam y ha provocado un alto índice de deformidades humanas.

"Los científicos vietnamitas creen que hasta 500.000 niños nacieron con defectos relacionados con la dioxina desde mediados de los años 60" (Peter Waldmen, "Los bebés de la aldea Cam Nghia", The Wall Street Journal, 12 de febrero de 1997).

"A diferencia de los estadounidenses, los vietnamitas 'se cocinaron' en Agente Naranja.

Sin embargo, aunque más de 77.000 veteranos estadounidenses de Vietnam demandaron al Estado por sus discapacidades y más de 4.400 demandas fueron atendidas, ni un solo vietnamita recibió algún tipo de compensación.

Peste Bubónica, importación y exportación:

En 1964, Vietnam del Sur exportaba 49 millones de toneladas de arroz; en 1968, debió comprar 800.000 toneladas al Departamento de Agricultura de los Estodos Unidos para solucionar parcialmente la escasez del grano en ciertas zonas del país.

Uso del Napalm y Gases Defoliantes en la Guerra de Vietnam

Aviones rociando la selva vietnamita con agente naranja.

El 3 de diciembre de 1967, el New York Times da a conocer el informe del Comando de Defoliación del III Cuerpo de ejército norteamericano —que opera en la zona norte de Vietnam del Sur— donde se asegura que 102.000 acres han quedado sin rastros de vegetación en la zona, después de campañas de rociamiente reiterado pera evitar la repoblación vegetal.

La Organización Mundial de la Salud, en su informe de enero de 1968, indica que las enfermedades por carencia vitamínica —beri beri, ceguera nocturna, anemias— son ya masivas en Vietnam del Sur.

Por otra parte, denuncia la aparición de enfermedades infecciosas como la peste bubónica en tal número que se corren riesgos de epidemias masivas.

La malnutrición en la población civil, concluye el informe, ha llegado a un punto nunca visto en el país con anterioridad.

¿Quiénes sufren los efectos de la defoliación?.

Como los norteamericanos saben por su dolorosa experiencia, no son las Fuerzas de Liberación Nacional las afectadas.

Los viejos, los inválidos, los niños, los lactantes, las embarazadas y las parturientas configuran el grupo directamente afectado por la liquidación sistemática de los sembradíos.

Sin embargo, la aquí también: el único objetivo militar alcanzable por los norteamericanos es la población civil, a quien diezma y convierte simultáneamente en enemiga.

El objetivo militar del Frente de Liberación es el ejército norteamericano, a quien diezma y confunde.

El FLN mata enemigos, los norteamericanos fabrican Vietcongs.

Defoliación y malformaciones fetales:

Mientras la defoliación continuaba en Vietnam, el Frente Nacional de Liberación y el Gobierno Provisional Revolucionario de Vietnam del Sur luego, denunciaban una y otra vez que en las áreas rociadas con 2,4,5-T la incidencia de recién nacidos con deformidades y de abortos de fetos monstruosos había subido alarmantemente.

En tanto la prensa norteamericana y europea callaba esas denuncias o las englobaba en la categoría degradante de propaganda , él “National Cancer lnstitute de los Estados Unidos había encargado en 1966 a los “Bionetics Research Laboratories”, una empresa norteamericana dedicada a efectuar investigaciones básicas y tecnológicas por cuenta de terceros, la realización de un estudio sobre el posible efecto teratogénico (productor de malformaciones fetales) de los defoliantes.

Estas Investigaciones ultrasecretas arrojaron resultados positivos: el 2,4,5-1 es altamente teratogéníco para los animales de experimentación.

Pese a que en 1968 la ‘Federal Drug Administration’ y el ‘National Cancer lnstitute habían sido ya oficialmente notificados por la ‘Sionetics’ acerca de la teratogenicídad del 2,4,5-T, ese año se desfoliaron más de medio millón de hectáreas en Vietnam del Sur.

Sin embargo, una filtración informativa análoga a la que permitió el conocimiento público de los informes sobre Vietnam del Pentágono en 1971, causó una gran conmoción general en los Estados Unidos, al publicarse una comunicación secreta de los Bionetics Research Laboratories a fines de 1969.

El National Cancer Institute no tuvo más remedio que confirmar públicamente tanto el resultado de las investigaciones como el hecho de haber sido notificado casi dos años antes.

Nuevamente la opinión pública en general y los científicos en particular se enfrentaron con la realidad de la guerra colonial. La masacre de Mi Lai estaba fresca en los titulares cuando apareció el informe sobre la toxicidad de los defoliantes para el feto.

La presión política sobre el gobierno de Nixon determinó que el físico Lee EvuBridge, asesor del presidente en cuestiones científicas, prohibir en abril de 1970 el uso del 2,4,5-1 en los Estados Unidos, mientras el Pentágono anunciaba oficialmente que no había recibido ninguna orden presidencial para interrumpir los programas de defoliación -en Vietnam.

Una vez más el “Establishment” norteamericano dio una prueba de racismos a escala internacional; a las bombas de Hiroshima y Nagasaki, arrojadas sobre Japón cuando la guerra estaba ya ganada, “porque los amarillos son prescindibles” se suma hora Vietnam, donde en forma indiscriminada y abrumadora sobre objetivos civiles, mientras se prohíbe su utilización en los Estados Unidos.

Esta prohibición constituye una verdadera farsa, ya que las condiciones en que se lo usa en los Estados Unidos no revisten ninguna peligrosidad, pues se lo emplea como herbicida (no como defolíante masivo) y jamás cerca de fuentes naturales de agua ni de poblaciones.

Confirmando las renuncias del Frente Nacional de Liberación y del Gobierno Provisional Revolucionario de Vietnam del Sur, el doctor Mathew Meselson, profesor de Biología Molecular de la Universidad de Harvard, miembro de a “National Academy of Sciences", y recipendario del premio más importante de la ciencia norteamericana para la biología experimental —el ‘U. S. National Academy Prize for Molecular Siology”— visitó hospitales sudvietnamitas a principios de 1971 y comprobó personalmente que desde el comienzo de los programas de defoliación las malformaciones congénitas se acrecentaron en ese país, como puede leerse en la célebre revista científica norteamericana ‘Science” (8 de enero de 1971).

Sin embargo, la cuestión defoliantes no acabó ahí, ya que la decisión oficial sobre el uso del 2,4,5-1 fue impugnada por dos de las empresas que lo manufacturan, la Dow Chemical Company y la Hercules lncorporated.

Y sucedió algo escandaloso: se decidió apelar a la Natíonal Academy of Sciences, el organismo más importante de la ciencia norteamericana y una de las corporaciones científicas de más renombre y prestigio del mundo.

La Academia aceptó el papel salomónico y comenzó por confeccionar la comisión encargada de fallar sobre el caso, pero al hacerlo olvidó —pequeño detalle— de constatar si existía o no algún conflicto de intereses entre las personas propuestas y el tema en cuestión.

Sucedió que sí existía, porque entre los panelistas propuestos había un candidato de la Dow Chemical y otro de Monsanto, dos de los productores más importantes de 2,4,5-T.

Inmediatamente se planteó la incompatibilidad y si bien se excluyeron a esos nombres, la presidencia de la comisión recayó en J. G. Wilson, lo cual también suscitó una violenta reacción ya que no son secretas sus conexiones con la “Hoechst Pharmaceuticat Company" , los “Mcneil Laboratories" y Procter and Gamble’.

Finalmente se formó un panel sin conexiones muy evidentes con los productores de 2,4,5-1, que falló en contra la prohibición del defoliante en base a “falta de datos”.

Esto suscitó otro escándalo en a comunidad científica  y la seriedad de la “National Academy of Sciences" por primera vez pasó a ser cuestionada por mucha gente que hasta entonces suponía que constituía el paradigma y las garantía de juicios científicos no contaminados por los intereses corporativos.

Científicos de la Universidad de Sussex, en Inglaterra, realizaron una recopilación de los ataques con agentes biológicos en contra de civiles producidos durante el período 1940-2004.

Se trata de los únicos casos verificados por autoridades en la materia, ya que existen muchos otros que han resultado ser solo rumores e incluso bromas que han recibido excesiva atención mediática.

Fuente Consultada: Enciclopedia de los Grandes Fenómenos del Siglo XX Tomo 3 (Publicado en 1975)

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