Castigos y Trato en las Prisiones Antiguas:Vida de Prisioneros

Castigos y Trato en las Prisiones Antiguas:Vida de Prisioneros

La historia pasada del tratamiento de los delincuentes por la sociedad:

Se ha dicho que el tratamiento de los criminales ha pasado por tres etapas, de venganza, castigo y reforma, o, en otras palabras, represión, segregación y reclamación.

El advenimiento del espíritu de justicia en la aplicación de la ley por la seguridad pública y la protección de la propiedad es casi tan reciente como la preocupación eficaz por la salud pública que indicábamos en otro post de este sitio.

La civilización genuina está aún dentro del alcance de la memoria de los más viejos.

Hace ochenta años el mundo estaba en un estado de salvajismo, en lo que concierne al castigo del delito.

Miramos a Roma y a su inexplicable crueldad en los días de los gladiadores; pero con respecto al castigo fue, en conjunto, más compasiva que los ineleses o los norteamericanos hasta mediados del siglo XIX.

El destierro y la degradación de la ciudadanía eran los castigos romanos más temidos.

Fueron los teutones —los fieros daneses, sajones y normandos— los que establecieron el código más cruel de leyes expiatorias y vindicativas.

Y necesitó el mundo un millar de años para aprender que el sufrimiento más brutal y degradante no purgará del delito el corazón de los hombres, sino que le dejará peor.

La ingenuidad de la crueldad, que nunca ha quebrantado la voluntad del hombre La ingenuidad humana no ha actuado nunca con un propósito tan estéril como el de pretender quebrantar con la pena la voluntad del hombre

El que la voluntad haya sido fortalecida por la te o por el vicio es indiferente; la dureza rara vez la ha vencido sino momentáneamente.

La muerte por la cuerda por la guillotina, por el hacha, por la estrangulación, por el veneno, por el fuego, por el descuartizamiento, por el aceite hirviendo, etc., ha sido utilizada como freno aterrador y no ha refrenado ni disuadido.

Los múltiples y refinados métodos de tortura no han evitado los delitos, reales o supuestos, que intentaban corregir y que han continuado.

La inutilidad de estos ultrajes a la Humanidad puede considerarse siempre tan evidente como su crueldad, y, sin embargo, fueron practicados muy cerca de nuestros días, y algunos de ellos los hemos alcanzado.

Las gentes que no han leído nunca la Historia de la civilización suelen preguntar si ha habido realmente progreso.

He aquí algunos hechos que pueden ayudar a contestar la pregunta.

La Inquisición española, fundada hacia el mismo tiempo que se descubría América, no fue abolida hasta 1808. Durante este período sus víctimas ascendieron casi a 350.000, de las cuajes 32 millares aproximadamente fueron quemadas vivas.

La tortura por los métodos más refinados, no sólo de los condenados, sino también de los meros sospechosos, para hacerles declarar contra ellos mismos o contra los demás, fue universal en Europa hasta los tiempos de la Revolución francesa y aun después.

Fue durante la Revolución Norteamericana de 1775 y después cuando Juan Howard realizó su campaña, que hizo por primera vez habitables las prisiones para los seres humanos.

Antes no había instituciones públicas, sino que eran administradas y dirigidas por contratistas desalmados.

En Francia, hasta la Revolución de 1789, el rey usaba a su placer para los cortesanos sus lettres de cachet, por las cuales podía hacer arrestar a cualquiera y lanzarlo, sin ninguna clase de juicio, a las más sucias prisiones y dejarle allí pudrirse hasta que la muerte le libertara.

prisiones antiguas

JUAN HOWARD VISITANDO LOS ENFERMOS DE TOA PRISIÓN DSJL SIGI.O XVIII

La horca fue un castigo posible para 223 delitos, en Inglaterra, hasta 1797

En Inglaterra los hombres eran quemados en aceite hirviendo por traición, hasta el reinado de Enrique VIII, y en 1788, el año después de Saratoga fue quemada viva una mujer por falsificadora.

Sir Jaime Stephen estima que cuando la población tenía menos de cinco millones, un promedio anual de 800 subía al cadalso.

Todavía en el año 1797 un hombre podía ser ahorcado por robar un bolsillo con más de un chelín, y había entonces 222 delitos al lado del de asesinato para los cuales la horca era un castigo posible.

En el año 1818 hizo el Parlamento una tentativa para abolir la horca por robar una suma de más de cuatro chelines de una tienda; y tan recientemente como en 1831, 40 personas fueron ahorcadas en Inglaterra por delitos que no fueron el de asesinato, y en 1833, un niño de sólo nueve años fue condenado a la horca por horadar con un palo el empapelado de un lienzo de papel y robar pintura por el valor de unos 5 céntimos.

El niño no llegó a ser ahorcado, porque la horca cesó en la práctica en 1832, aunque no fue abolida hasta 1861, y es todavía un castigo legal para muchos delitos nacionales, como el de traición

No había mucha «compensación moral» y la continuación de los delitos mostró que la seguridad no estaba alcanzada.

Mientras eran dictadas por todo el país estas terribles sentencias de muerte, frecuentemente seguidas de una mutilación vengadora del cuerpo o colgándole de cadenas de la misma horca, había un castigo en las cárceles que era peor que la muerte, y en muchos casos conducía inevitablemente a ella.

El aspecto más horrible de la distribución en total era que se ponían en el mismo nivel las ofensas de cualquier grado de enormidad o de trivialidad. Un pequeño hurto se castigaba lo mismo que el más enorme crimen.

Las prisiones promiscuas, que eran peor que la muerte

Este fue el secreto de la ingenuidad mostrada para producir las formas atormentadoras de sufrimiento que marcan con horror ciertos siglos cristianos.

El quemar en aceite hirviendo por ejemplo, fue una forma especial de muerte ideada para prisioneros.

El castigo aterrador en las cárceles de los siglos XVII y XVIII ha tenido el mismo atroz rasgo: suprimían toda distinción en el delito y destrozaban conjuntamente la naturaleza del santo iniciador de una religión pura y del corrompido vagabundo teniendo éste mucha mejor suerte, ya que estaba más acostumbrado al ambiente sucio y malsano.

Originariamente, la teoría de ta prisión procedía de que convenía que el interesado estuviese encerrado para su segura custodia, y no era un castigo.

El lock up (encierro) de las gentes ha existido en éste, como pueden recordar muchas personas aún, hasta nuestros días.

El borracho y el turbulento consideraba el pueblo que debía ser guardado en seguridad, para evitar que hiciera mal a sí mismo o a los demás, como el ganado extraviado era guardado en el depósito de la villa.

En este simple sentido fue detenido Juan Bunyan en la cárcel de Bedford, para evitar algún agravio, ya que la justicia local se sentía ofendida.

Pero pronto la prisión se convirtió en casa de corrección, y su propósito se convirtió definitivamente en primitivo, aunque hasta el final del siglo XVIII no fue asociado el «trabajo forzado» con la prisión, o no se introdujo, por primera vez, el confinamiento solitario.

Antes de aquel tiempo la cárcel era la sima común de la humanidad delincuente y desgraciada, y su custodia fue en una gran medida, desempeñada por el provecho Hasta 1774, como ya sabemos, no se hizo oficial su dirección.

Durante el temeroso período de las cárceles hacinadas—hacinamiento que podía ser el más beneficioso para los guardianes y para aquellos que subarrendaban el trabajo de esquilmar a los huéspedes—, la inspección de su estado era imposible en muchos casos, porque la constante presencia del tifus, o «fiebre de la prisión», hacía la visita peligrosa en extremo.

Verdaderamente, la administración de justicia en los tribunales ordinarios era un deber peligroso, porque la hediondez de las cárceles, que no se limpiaban durante meses, era llevada a los tribunales, y el juez, los consejeros, los testigos y los ayudantes de los tribunales morían de la muerte que había sido preparada en la suciedad de la prisión.

No eran mejores las condiciones reinantes en los navios-prisiones o en los barcos en que los presos eran transportados a América y luego a Australia, cuando la rebelión americana paralizó los envíos.

La única misión de las autoridades era la de alejar los prisioneros del país y dejarlos de su mano. P

ara este fin se hacían contratos para el transporte de los presos a las «plantaciones», quedándose los contratistas con el beneficio de su trabajo de esclavos.

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CASTIGO VINDICATIVO EN TIEMPOS DE LOS ESTUARDOS
El pavoroso destino de los conspirador» de la conjura de la pólvora.

Las condiciones de las cárceles en Norteamérica no diferían mucho.

Hasta 1827 la prisión del Estado de Connecticut era sencillamente un sótano abandonado, en el cual los prisioneros eran casi olvidados, con los pies esposados y cadenas alrededor del cuello y unidas a una gran viga que había arriba.

En el Maine, aun después de esa época, las celdas eran pozos redondos, a los cuales se bajaba por escalerillas fijadas en un entramado de madera que había arriba.

Tales eran las ideas y la práctica que aprobaba la sociedad en su trato con los hombres que quebrantaban sus leyes temporales, y cuando los reos eran, en proporción a la población, mucho más numerosos que ahora.

Un vivo sentimiento de venganza descargaba su cólera, sobre todo siempre que se quebrantaba la ley, y las gentes se llenaban de horror al ver las consecuencias del delito y la expiación ofrecida de vez en cuando por sus héroes; pero para evitar el delito y para la redención de la clase delincuente, que había llegado a formar una fracción tan amplia de la comunidad, nada se hacía.

Cuando el resentimiento y la vindicta habían agotado su veneno, el espíritu público no pedía nada más.

La historia del despertar de la conciencia social y la reforma de los métodos de tratar a delincuentes y criminales es una historia de estos últimos días, que habrá de ser desenvuelta en nuestro capítulo próximo.

Es una historia en la cual Norte-América y, en general, la raza anglosajona, tiene una parte honrosa.

Fuente Consultada:
Colección Moderna de Conocimientos Universales - La Sociedad Humana - Tomo II - Editores W.M. Jackson, Inc.

Enlace Externo: La Cárcel Que Volvía Loco a los Prisioneros


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