Evangelizacion de los Aborigenes - Sus Objetivos

Evangelización de los Aborígenes

Con la entrada de las primeras expediciones exploradoras llegaron a comienzos del siglo XVI miembros de las órdenes mercedaria y dominica.

Durante los primeros tiempos el número de religiosos resultó insuficiente para atender los requerimientos que la región demandaba. Los informes elevados por las autoridades locales abundan en comentarlos acerca de la falta de una adecuada atención espiritual en estos primeros asentamientos españoles.

A fines de siglo, el obispo del Tucumán Fray Francisco Victoria promovió la entrada de la Compañía de Jesús para superar esta situación.

El escaso número de padres misioneros acentuó las dificultades para la tarea pastoral, en un territorio poblado por culturas heterogéneas y poco dispuestas a someterse a la autoridad del europeo y aceptar su religión.

Las tribus del Chaco Gualamba y los pueblos calchaquíes sostuvieron prolongadas guerras de enconada resistencia.

En forma conjunta a la labor de los padres misioneros, la Iglesia inició la organización de la diócesis de la extensa provincia del Tucumán, con sede en Santiago del Estero y la del Río de la Plata, con sede primero en Asunción y desde principios del siglo XVII, en Buenos Aires.

Frailes, sacerdotes y legos aunaron esfuerzos en el proyecto evangelizador: se fundaron parroquias para la práctica religiosa de españoles y criollos; doctrinas, para la conversión de los aborígenes en las encomiendas; hospicios y seminarios para la formación teológica de frailes y padres misioneros.

Ardua y diversificada fue la tarea: empadronar a los feligreses, llevar los libros de bautismos, matrimonios y difuntos, bautizar, recorrer en cuaresma los pueblos para proveer a la confesión.

Era necesario también desarraigar abusos y restablecer la disciplina de la población española.

Métodos misionales usado por los franciscanos

En este sentido no fueron pocos los conflictos que se generaron entre los conquistadores y encomenderos, defensores de sus intereses y los frailes que asumían la responsabilidad de velar por el buen trato hacia el aborigen.

Mercedarios, dominicos y franciscanos comenzaron la evangelización sistemática. En un principio se trató de organizar misiones volantes, unos pocos hombres acudían donde era necesario.

Luego se adoptó la política de promover las reducciones de los naturales para aislarlos del español y tender a una formación que contemplara la vida en comunidad.

El misionero fue apóstol, maestro, artesano, consejero, agricultor, arquitecto, juez..., su misión fue influir en todos los momentos y aspectos de la vida de los aborígenes convertidos a la fe cristiana.

Por la sencillez de sus padres misioneros y la fiel observancia del voto de pobreza, la orden franciscana tuvo un importante ascendiente entre los naturales. Predicar en sus mismas lenguas fue un aspecto Importante que favoreció el acercamiento.

A diferencia de los jesuítas, crearon comunidades abiertas y tuvieron una actitud mediadora frente a los intereses de los encomenderos.

Creyeron en la posibilidad de crear una nueva sociedad conformada por la unión de aborígenes y españoles. Abrieron el camino de las reducciones en el Río de la Plata desde Asunción hacia el Atlántico.

San José de Areco y Santiago de Baradero en la actual provincia de Buenos Aires; San Lorenzo de los Mocoretá es junto al Paraná en la provincia de Santa Fe; Nuestra Señora de Itatí y Santa Lucía en la provincia de Corrientes y Concepción del Bermejo en el Chaco, fueron reducciones de los padres franciscanos.

El catecismo del fray Luis Bolaños traducido al guaraní fue modelo a seguir por los misioneros deL litoral. Se debe al empeño de fray Martín Ignacio de Loyola la celebración del primer Sínodo de obispos en Asunción.

En el Tucumán fueron encomiables las actuaciones de fray Francisco Solano santificado y venerado aún hoy en todo el noroeste; y de Fray Fernando de Trejo y Sanabria, quien como obispo a cargo de la diócesis trabajó de común acuerdo con su hermanastro, el gobernador del Río de la Plata, Hernando Arias e Saavedra para la extensión de la obra evangelizadora mediante la creación de reducciones y doctrinas.

A fines del siglo XVIII contaba la orden con 434 integrantes en todo el virreinato, conventos en las principales ciudades y dos noviciados en Buenos Aires y Córdoba.

Por su parte los dominicos también abarcaron todo el territorio a través de sus fundaciones y ordenaron un importante número de misioneros nacidos en América.

Fue relevante labor de esta orden en el noroeste, en tierras de los lules, y en San Miguel de Tucumán donde, luego de la expulsión, tomaron a su cargo el colegio jesuita.

Los mercedarios estuvieron presentes también con fundaciones en las principales ciudades del interior y a cargo de algunas misiones jesuíticas del litoral hacia fines del XVIII. En el Río de la Píata fundaron un curato de indios en el actual partido de Merlo.

Un párrafo aparte merece la labor de las órdenes hospitalarias de los Hermanos de San Juan y de los padres Betlemitas.

Cumplieron una función social meritoria y necesaria como fue la asistencia de los enfermos, convalecientes y desvalidos a través de la administración y mantenimiento hospitalario. A diferencia de las otras órdenes, los betlemitas fueron siempre en su mayoría europeos.

Se establecieron a mediados del XVIII en Buenos Aires a pedido del cabildo y practicaron tanto la labor hospitalaria como la monástica.

Se hicieron cargo del antiguo Hospital San Martín que luego trasladaron al edificio de la Residencia y Casa de tos Jesuitas en San Pedro Telmo.

Fundaron además el convento y hospicio de Santa Cartalina y extendieron su presencia a la ciudad de Mendoza donde se mantuvieron hasta la segunda década del siglo XIX.

Finalmente ya en el siglo XVIII, las órdenes femeninas de las hermanas catalinas de clausura llegadas a Buenos Aires desde Córdoba se establecieron en su actual convento de las calles Viamonte y San Martín, y las monjas capuchinas venidas de Santiago de Chile, en la parroquia de San Juan Bautista, antiguo curato de indios, sita en las actuales Alsina y Piedras.

Ambas tuvieron un papel importante dado que sus conventos fueron centros educativos de las hijas de las familias españolas y criollas.

Las órdenes religiosas prolongaron de esta forma su labor evangélica a través de la enseñanza de la educación elemental, lectura, escritura, aritmética y doctrina cristiana, impartida tanto en las escuelas sostenidas por los cabildos como en las conventuales creadas directamente por ellas como prolongación de la tarea pastoral.

Fuente Consultada:
Historia Argentina Tomo I Desde La Prehistoria Hasta 1829  Nota de María Cristina San Román


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