Historia del Fernet Branca:Origen de la Bebida y Usos Medicinales
Historia del Fernet Branca Origen de la Bebida y Usos Medicinales
Los Misterios del chinchulín humano
Es el remedio del inmigrante.
El elixir del soldado.
El aperitivo del abuelo.
El digestivo familiar.
Es uno de los pocos sobrevivientes de una vieja generación de excitantes alcohólicos.
Un verdadero concentrado de alcaloides.
Si un licor es un ensamble de alcohol, agua, azúcar y al menos un elemento vegetal (sin contar el licor de crema, o el de huevo, claro) podemos decir que el fernet es el licor de licores por excelencia, la máxima expresión de la síntesis alquímica.
Agua, alcohol, caramelo y una veintena de extractos entre hierbas y especias, hojas y raíces, flores, semillas y frutas lo convierten en un amargo único, que sólo pudo haber sido creado por un alquimista brillante con el fin de emplearlo como medicamento, al igual que la mayoría de los ensamblados con alcohol originados a mediados del siglo XIX.
Hay, sin embargo, varias leyendas sobre el primer fernet de la historia.
Que viene del ferroneto, un brebaje amargo cauterizado con un hierro al rojo vivo por los alquimistas del siglo XIII.
Que viene del fernet, o sea, hierro limpio, por lo mismo.
Que viene de un remedio sólo ingerido en dosis homeopáticas -con gotero- creado por el mismísimo doctor Fernet, de origen sueco para algunos, francés para otros.
Es posible pero improbable que el enigmático doctor Fernet haya sido en realidad un pariente del reconocido médico parisino Carlos Fernet (1836-1919), autor de Los satélites del alcoholismo (1906) y del ensayo Sobre la gimnasia abdominal aplicada al tratamiento de la constipación, y esto dicho sólo por pensar que su objeto de estudio estaba relacionado con el alcohol y los intestinos, ambas cosas directamente vinculadas con el elixir negro, medio verdoso a la luz en su estado puro.
Antigua Publicidad de Fernet Branca
Aunque su biografía es misteriosa, nadie duda de que el médico especializado en cuestiones digestivas Fernet existió y fue el creador de un medicamento superior para atender los siempre urgentes problemas del chinchulín humano.
Es aquí donde se cierra el círculo: la historia oficial dice que Fernet compartió la secreta fórmula del amargo y negro elixir con un boticario italiano, llamado Bernardino Branca, que vivía en la calle Broletto al 35, en Milán, justo al lado de la iglesia de santo Tomás, allá por el año 1845.
Si bien puede que el primer fernet no tuviera un origen italiano, la realidad es que Branca llevó la fórmula a su máxima expresión, la cual, hasta el día de hoy, sigue siendo un misterio.
Echaremos algo de luz sobre el tema.
Se ha indicado que el fernet contiene extractos vegetales de manzanilla, cedrón, romero, genciana y aloe.
También de quina y, aunque suene disparatado, de compota de ciruelas.
Con todo, y aun con lo que falte y lo que sobre de lo antes dicho, estos principios activos, muchos de los cuales son amargos alcaloides, se protegen bajo la denominación "infusión de extractos vegetales", su fórmula secreta.
Algo similar a lo que ocurre con los krduter likór alemanes (licor de hierbas) que por su sabor bien podrían ser primos lejanos del fernet, como el negro tirando a colorado Kiüepitsch, ideado por Peter Busch en Dusseldorf, en 1858.
Es conocido el relato según el cual los soldados alemanes, antes de salir de sus trincheras para matar o morir, empinaban grandes tragos de krauter likór, a modo de despedida.
En relación con el fernet, el misterio de su fórmula es inexpugnable.
No hay una receta universal y cada etiqueta guarda la información de sus componentes bajo siete llaves.
Más aún, a cada hierba se le extrae el principio activo de una manera diferente (por vapor, por ebullición y condensación, por disolución en alcohol de distintas graduaciones).
Pero hay más: cada hierba se macera por separado en temperaturas y tiempos distintos, y luego del ensamble con el alcohol y el caramelo, el brebaje se reposa (en fernets que se precien de tales) durante no menos de un año en cubas hechas con roble de Eslavonia , madera hoy en extinción.
Imitar y reproducir este proceso completo parece todavía más difícil que explicar la acción farmacológica de cada uno de sus principios activos en un renglón.
Pero pensemos en uno de ellos, por ejemplo, la quina, extraída de la corteza del árbol sudamericano del Cinchona officinalis, y uno de sus alcaloides, la quinina.
Presente en las aguas tónicas como en los más agresivos fernets, la quinina empleada como medicamento es eficaz contra las infecciones generalizadas y, en particular, contra el parásito del Plasmodium, un mal bicho transmitido por un mosquito que infecta la sangre humana y provoca la malaria.
El problema, como todo medicamento, es la sobredosis, que produce sordera.
Es la quinina, también, unos de los principios activos responsables de la leyenda del fernet como purificador de las aguas insalubres que los inmigrantes italianos bebían a bordo de los vapores que los llevaban hasta Buenos Aires.
El relato, bien conocido mas nunca documentado, dice que el fernet habría sido de utilidad vital para contrarrestar la epidemia de cólera que atacaba en los puertos del mundo y en alta mar, entre 1880 y 1890.
Para encontrar algo de verdad en las tinieblas del mito, conviene citar el testimonio de médicos italianos que luchaban contra la epidemia colérica en su propio país, hallazgo extractado de una publicación vieja, un libro de cien años:
Historia del Fernet (1902), de editorial La Verdad, financiada por Freiz & Cia, la empresa importadora de fernet italiano de aquellos años.
Resta decir que entonces los pasajeros de la tercera clase viajaban más de cincuenta días en inhumanas condiciones de hacinamiento, haciendo aún más fácil la propagación del bacilo del cólera morbus, que atacaba violentamente los intestinos y provocaba colitis imparables, vómitos y fiebre, parálisis, muerte.
En vapores con capacidad para 800 personas se cargaban 1500; y para comprobarlo ahí está la triste historia del piróscafo Persea, un buque célebre por sus maniobras para sortear los controles sanitarios y evitar las retenciones por cuarentena en el puerto de Buenos Aires.
El Persea, como se supo en 1885, tiraba al mar a los pasajeros muertos, que en un viaje puntual sumaron 28, todos fallecidos de cólera.
Como se verá con las epidemias coléricas en la península italiana, embarcar y cruzar el Atlántico con un pequeño gotero con fernet significaba mucho más que una buena ocasión para embriagarse.
Fuente Consultada: El Barman Científico de Facundo Di Genova - Editorial Siglo XXI Editores
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