La Imagen del Mundo A Través del Tiempo:Viajes y Exploraciones

La Imagen del Mundo A Través del Tiempo: Viajes Comerciales y Exploraciones

La concepción del estatuto de la imagen del mundo, se debe principalmente, al cardenal Pedro Aliaco o Pierre d'Aylli, en su célebre obra Imago Mundi, tan consultada por Cristóbal Colón.

Otros autores, antes que él, empezando por Herodoto, abordaron el mismo tema: la imagen geográfica de la tierra, y no pocos modernos han retomado ese asunto para presentarnos la visión del planeta en determinadas épocas o por ciertas personas.

Se trata, en todos los casos, de amplias investigaciones geográficas, útilísimas para hacernos comprender cómo se concebía las distancias y las más lejanas regiones en las viejas ciudades de Europa.

Este estudio fue muy amado en la Edad Media y, en realidad, en todos los tiempos. La Crónica de Nuremberg, de Martman Schedell, es un bello y gran ejemplo.

Los bestiarios de la Edad Media, los libros fantásticos de viajes, las continuas reediciones, ampliadas y puestas al día, de Ptolomeo y Estrabón, son imágenes del mundo al alcance de todas las manos.

El hombre siempre ha querido saber cómo era la tierra y lo ha sabido de muy diversas maneras.

La imagen del mundo que se tenía a través de Rábano Mauro no es la misma de Herodoto ni la de estos enciclopedistas, tan separados entre sí, es la de los cosmógrafos de los primeros años de América.

Su análisis termina por llevarnos a una pura historia de la geografía: una historia como, en verdad, aún no se ha hecho, con una abundancia enorme de documentos.

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Nosotros queremos apartarnos, momentáneamente, de esta concepción geográfica, material, de la imagen del mundo, para acercarnos a otra concepción, la espiritual o filosófica.

Leo Frobenius ha tratado de penetrar en esta concepción en lo que se refiere a los pueblos primitivos de Europa y de África.

Sus estudios, en muchos aspectos aislados, están muy lejos de los que nosotros proponemos.

Hace falta analizar la evolución de las concepciones que el hombre ha tenido de la tierra desde los tiempos de Grecia y de Roma hasta el gran siglo de los descubrimientos españoles tomando como centro al Occidente de Europa.

Este desarrollo nos mostrará la lenta preparación del descubrimiento de América y, sobre todo, cómo muchos conceptos antiguos y medievales se fueron trasladando, geográficamente y mentalmente, de unos extremos de la tierra a otros extremos.

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Un punto de partida puede ser la expedición de Alejandro el Grande, de Macedonia, hasta la India.

Americanistas modernos han querido ver en esta expedición una emigración de gente del Mediterráneo que pudo llegar hasta el Nuevo Mundo.

Tanta fantasía no entra en los estudios serios.

En teoría es fácil suponer que esa expedición abrió una ruta hacia el más lejano Oriente y comprobar, al mismo tiempo, que los vasos de la costa del Pacífico muestran rostros de tipo indiscutiblemente europeo; pero en la práctica todo esto es difícil de relacionar.

De lo que no existe duda es que la expedición de Alejandro dejó la lengua griega en no pocas partes de la India y el recuerdo de esta hazaña vivió largamente en el arte, en las leyendas y en la poesía de la Edad Media.

La expedición a la India de Alejandro el Grande es, en efecto, un lejano antecedente del descubrimiento de América, no sólo por el hecho cronológico y su dirección geográfica, sino porque representa, en la concepción del mundo que se tenía en los siglos medievales, un elemento de imaginación realmente portentoso.

Hablan de esta expedición poemas y leyendas y el pueblo la veía esculpida en tímpanos de iglesias y dibujada en preciosas miniaturas.

Es una penetración del Occidente en el Oriente que se torna legendaria y vive en los sueños y en la poesía como un viaje que, poco a poco, va adquiriendo contornos míticos.

Esta expedición es la máxima expresión mental de la expansión europea hacia el Este y las regiones fabulosas del Asia.

Junto a ella hay otros viajes menores y otros relatos; pero todos palidecen frente a su grandeza.

El mundo medieval, al mismo tiempo, se concentra en su propio encierro. Las Cruzadas demuestran que la barrera que separa el Oriente del Occidente es infinita e infranqueable.

La mentalidad romana del mar nuestro se refleja en el concepto de encierro que tiene la vida en los siglos anteriores al gótico.

No están en pugna la concepción de la caverna y la concepción del desierto.

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Están, frente a frente, la autodefensa de las ciudades, de los castillos, de las iglesias, de las últimas casas, y la empresa heroica y ya mítica de lanzarse a la conquista de la India.

Téngase en cuenta que el gótico aún no ha aparecido y vivimos en pleno período románico. Ciudades chatas y amuralladas.

Palacios y castillos rechonchos. Iglesias macizas, con torres casi cuadradas.

Casas pequeñas, con frentes de tres y cuatro metros y habitaciones que casi parecen nichos.

Domina la idea del non plus ultra.

La imagen del mundo, en este tiempo, es la del encierro y de la defensa, del peligro en derredor, con la tradición mítica de un hombre, que, en siglos remotos, marchó incansable y vencedor hasta el Oriente.

Alejandro está unido a la filosofía de Aristóteles, su maestro, y es el héroe modelo de los señores feudales que no logran imitarlo más que en sus sueños.

En la obra de Quinto Curcio los poetas y artistas leían la historia del conquistador del Egipto y de Babilonia, del fundador de Alejandría y del héroe que había llegado al Indo.

En el siglo XII la historia de Alejandro tuvo otro relator, Arriano, que la difundió en monasterios y castillos.

Su tradición era tan viva que, como dijimos, palpitaba en piedra en los pórticos de las iglesias.

Mil quinientos años dura su relato persistente en la imaginación de los pueblos europeos, desde mediados del siglo IV antes de Cristo hasta que encuentra otro hombre que revive su empresa de conquistar el Oriente.

Este hombre es Francisco de Asís.

La época que podríamos llamar central de la Edad Media, en que la hazaña de Alejandro resucita con otro estilo, coincide con una imagen del mundo en cierto modo paralela a la del más grande conquistador de todos los tiempos. Europa, como la Grecia de Alejandro, vivía encerrada en su pequeñez.

Era necesario romper el cerco y avanzar hacia el Oriente.

La filosofía tenía alas insuperables: Platón y Aristóteles, los presocráticos y Sócrates, en torno a Alejandro. Santo Tomás próximo a San Francisco. La gran arquitectura griega, de los templos sublimes, y la catedral gótica.

El gótico es la evolución inesperada del románico.

Nace, inexplicablemente, en Santiago de Compostela, en el año 1100, y se extiende por los caminos de peregrinación.

Europa, en poco más de un siglo, se cubre de bellas y altas catedrales.

Es la expansión hacia arriba. Las agujas que alcanzan al cielo, los campanarios, los cruceros obras de ángeles.

Expansión hacia el cielo y expansión hacia el Oriente.

San Francisco, como un nuevo Alejandro, marcha a Egipto, y enseña a sus monjes el camino del Oriente.

Nadie había observado cómo el continuador de Alejandro, en la Edad Media, estaba encarnado en San Francisco y cómo la penetración que los compañeros de Alejandro, cuando llegaron al Indo, se negaron a realizar por temor a lo desconocido, la cumplieron, en forma perfecta, los humildes hermanos del santo de Asís e hicieron conocer a Europa, asombrada, las maravillas del Oriente que, hasta entonces, sólo se conocía por los relatos de la expedición inmortal de los Diez mil.

La concepción del mundo, en la Edad Media, oscila entre Alejandro y San Francisco.

Estos dos hombres abarcan mil quinientos años de vida y de sueños.

La esperanza que se había reservado Alejandro halló su ejecutor en San Francisco.

Después de San Francisco los caminos del Oriente se abrieron.

Raimundo Lulio metodizó las misiones y la propaganda de la fe.

Los misioneros ya no partieron ignorantes de las lenguas orientales, sino con su pleno dominio.

Marco Polo representa la utilización práctica de esos viajes y del conocimiento de esas tierras.

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Es, Marco Polo, el primer Cristóbal Colón.

Cumplida la esperanza de Alejandro, con San Francisco y con Polo, el mundo tuvo una imagen nueva para los hombres de Europa.

En todas las mentes se operaba el milagro de ver esfumarse las murallas que circundaban las ciudades y aparecer los caminos del sol. Surgieron las escuelas de cartógrafos. Los mapas son obras de arte.

En ellos figuran Europa y el Oriente con sus rutas jalonadas de caravanas, de camellos, de elefantes; sus ciudades con largas inscripciones que hablan de sus riquezas, y hasta llanuras misteriosas donde se dice que mora el Anticristo. Estos mapas muestran una imagen del mundo diferente a la que Europa tenía antes de San Francisco.

La Europa encerrada, con tierras inalcanzables en los antípodas, es una Europa abierta hacia el Oriente, con caminos infinitos, con tesoros que esperan conquistadores.

En un instante histórico han coincidido las peregrinaciones a Santiago de Compostela con las expediciones de San Francisco, de sus hermanos y de los Polo; la transformación de las iglesias con sus torres que alcanzan el cielo, y la filosofía tomista que explica la libertad del hombre.

Es el nacimiento de una nueva imagen del mundo que antecede, en dos siglos, el Renacimiento de una imagen pagana o un retorno al sensualismo. Esta nueva imagen, cosmopolita, ya infinita, se concentra en una enciclopedia de todos los conocimientos humanos y divinos que es, desde su aparición, la obra más leída y más admirada.

La Divina Comedia, expone la imagen de,un mundo con un carácter universal y es la primera que da a conocer una observación del español Pablo Orosio, del siglo V, que habría de tener una influencia inconmensurable en la historia de la conquista, de la tierra por el hombre.

Dice Dante que Orosio escribió que se puede ir, en un solo viaje, a través del Océano, desde Cádiz hasta las bocas del Ganges.

Orosio, español, fue el primer enciclopedista que trazó el itinerario del viaje de Colón. Lo hizo mil años antes del descubrimiento de América.

La afirmación de Orosio. divulgada por Dante, completó la imagen premoderna del mundo.

En efecto: con Dante se comprende cuan errados estuvieron los hombres de Alejandro que no quisieron ir más allá del Indo; se comprende la visión de San Francisco cuando concibió a sus hermanos en las más remotas tierras del Oriente; se comprende a Marco Polo gobernador en la China, y se comprende, sobre todo, a Platón, el primer hombre que sostuvo que la tierra es redonda.

Todo esto se comprende y se complementa porque, con la afirmación de Orosio, de que se puede ir en un solo viaje, a través del Océano, desde Cádiz hasta el Ganges, el mundo es visto con una visión nueva.

El hombre ahora sabe que la tierra es conquistable y puede lanzarse, audazmente y seguramente, a su conquista.

El hombre, con Dante, ya no ve el mundo como Alejandro o los hombres de Alejandro, que se negaron a seguir avanzando en el Oriente inexplorado, y no le ve tampoco como los hermanos de San Francisco o como los Polo, que supieron de las luchas de chinos y japoneses por su dominio en el más lejano Oriente.

El hombre, después de Dante, tiene del mundo la imagen de su redondez, de la posibilidad de unir, en un solo viaje, Europa y Asia.

Piensa en este viaje y, en sus creaciones poéticas, lo da como realizado.

Esta imagen del mundo es lo que hace hablar a Petrarca, a Pulci y a otros poetas de los castillos e imperios que hay al otro lado de la tierra.

https://historiaybiografias.com/images/colon.jpgLa imagen del mundo es completa con Dante y después de Dante.

Sólo falta averiguar cuántos kilómetros tiene el mar para cruzarlo.

El viaje de Elcano es realizado, cerebralmente, siglos antes del marino de Guetaría. Vuelven a polemizar los griegos que midieron el mundo: Eratóstenes, Estrabón y Ptolomeo.

Diez mil kilómetros de diferencia.

Es lo que discuten, en Valladolid y otras ciudades, un marino de Génova, envuelto en una capa raída y pobre, y unos sabios españoles.

Los sabios, como tales, están en lo cierto; el mundo tiene, como decía Eratóstenes, siglos antes de Cristo, cuarenta mil kilómetros de circunferencia, y no treinta mil como sostiene Colón.

La imagen del mundo es la misma desde Dante hasta Colón.

Frente a esta imagen, que no varía en más de dos siglos, un hombre —Colón— tiene un proyecto; hacer el viaje que indicó Orosio: unir el puerto de Cádiz con las bocas del Ganges (han pasado mil años entre Orosio y Colón), y una mujer —Isabel la Católica— tiene otro proyecto: aprovechar ese viaje para encerrar a los infieles entre el Oriente y el Occidente (han pasado mil días entre el primer encuentro de Colón e Isabel y el comienzo de la expedición).

Una misma imagen del mundo en los ojos de un marino y en el cerebro de una reina dio a los hombres el dominio de la tierra.

América es un encuentro inesperado en la imagen del mundo.

Estaba ahí, inmensa en medio del Océano, del camino señalado por Orosio y que iba a cruzar Colón.

Los hombres de Escandinavia tocaban su costa desde el año mil.

Los pescadores de Vasconia llegaban a sus bancos de pesca desde un siglo antes de Colón; pero nadie la veía.

Los navegantes portugueses clandestinos creían que se trataba de islas perdidas en la ruta de Europa-Asia.

Seres humanos poblaban América desde hace más de diez mil años.

El carbono 14 fija esta cifra como mínimo ; pero no puede decir cuál es el máximo. Tal vez habían cruzado el Estrecho de Bering o navegado a través del Pacífico desde veinte a treinta mil años antes.

No sabían que nadie lo sabía.

Hoy no podemos imaginar cuál era su imagen del mundo.

La historia, como todas las ciencias, ignora infinitamente más de lo que conoce.

¿Habrán seguido otros griegos la ruta de Alejandro, a través del Asia, hasta América? Sueños de eruditos modernos.

¿Y los rostros de hombres europeos en las cerámicas prehistóricas del Perú.

? ¿Habrá llegado alguna tribu perdida de Israel?.

Fantasías de rabinos olvidados. Los hombres corrieron polla tierra cuando la imagen del mundo era para ellos un continuo más allá.

Habían rodeado la tierra, como miles de Elcanos, y no lo sabían.

Cuando la tierra los hizo prisioneros de su pequenez creyeron haberla conquistado. Y comenzó una nueva imagen del mundo: la imagen del odio, porque la otra imagen, la que atrajo a Alejandro e hizo esculpir su historia en las iglesias de la Edad Media; la que movió a San Francisco e hizo soñar con el Oriente, y la que inspiró a Dante y trajo la aparición de América, había desaparecido para siempre, matada por los hombres cuando conquistaron todos los horizontes.

Fuente Consultada:Revista Geográfica Americana -El Mundo en su Casa- Nota de Enrique de Gandía - Revista Nº242 Año XXIII -

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