Culto al Hogar y a los Muertos en Roma Antigua Ritos y Sacerdotes

Culto al Hogar y a los Muertos en Roma Antigua Ritos y Sacerdotes

LA RELIGIÓN EN LOS ORÍGENES DE ROMA:

EN LOS PRIMEROS TIEMPOS: los latinos sentíase rodeados por las fuerzas de la Naturaleza, diferentes de las humanas y superiores a ellas, que podían aplastarles o darles ayuda y prosperidad: el Sol, las fuentes, la tierra, ciertos animales, los árboles centenarios y aun las cosas inertes.

De noche las piedras- límites y numerosos árboles y animales fueron mirados como sagrados: así el roble estaba consagrado a Júpiter, y el lobo pertenecía a Marte.

El hombre romano era de una simplicidad robusta y práctica, desprovisto de imaginación.

Así, ni inventó mitologías, ni imaginó a sus dioses bajo una forma humana, y mucho menos se cuidó de escribir leyendas.

Tampoco esculpió imágenes de sus divinidades.

La diosa Vesta (imagen) no tuvo jamás estatuas, pues sólo estaba representada por el fuego sagrado que no debía extinguirse nunca.

En fin, en aquellos tiempos no aparece ninguna especulación profunda sobre la naturaleza de Dios y sobre el origen y destino del universo y del alma.

El romano como ser práctico no se preocupaba por  reflexionar acerca del mundo, sino de servirse de él.

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La generación, la concepción, el nacimiento, la infancia poseían su cortejo de divinidades, teniendo cada una su función especial, cumplida la cual nadie pensaba ya en invocarlas; por ejemplo Cunina velaba sobre el infante en la cuna; Stanana le enseñaba a tenerse en pie; Levana le levantaba cuando caía; Ossipaga fortalecía sus huesos, etcétera.

Con frecuencia, esos poderes se hallaban clasificados por grupos bajo un nombre colectivo. Así, las Comenas eran las diosas de las fuentes y no tenían individualidad más consistente que la de nuestras hadas.

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• LAS FIESTAS:

Una forma del culto era la fiesta (feria).

Todos los años, en épocas determinadas, se celebraba una ceremonia destinada a agradar a un dios y a captarse su buena voluntad.

En primavera era la Fiesta de Pales, diosa de los carneros.

Aquel día se purificaban las casas, se quemaba paja, y se saltaba tres veces por encima del fuego.

Se sacrificaban carneros a Pales y luego se comían las víctimas.

Otras fiestas más solemnes eran los juegos (ludí), análogos a los de Grecia y quizá imitado de los juegos griegos.

Se hacía los juegos para regocijar a los dioses.

Los juegos romanos, los más solemnes de todos, comenzaban por una procesión (pompa) en la que figuraba toda la juventud de Roma, los ricos a caballo, los demás a pie.

Luego venían carreras de carros y de caballos, o luchas y danzas.

La fiesta, que al principio duraba sólo un día, se prolongó poco a poco con nuevos espectáculos, hasta el extremo de durar dieciséis días en la época del Imperio.

Fueron creados otros juegos semejantes.

A veces, por lo común en casos de desastre, se ofrecía a los dioses un lectisternium, es decir, un banquete.

Se colocaban en una plaza pública lechos como para un festín, con cojines.

En ellos se tendían las imágenes de madera en la posición de un convidado y se les llevaban los manjares.

Las imágenes de las diosas aparecían sentadas.

• TEMPLOS:

Era otra forma del culto dar a una divinidad una casa (aedes) para que en eila habitase.

El pueblo había establecido de esta suerte, en la ciudad muchos dioses y diosas, comúnmente para cumplir un voto (votum), es decir, una promesa hecha por un magistrado.

Así la leyenda atribuía el templo de Júpiter Stator a un voto hecho por Rómulo para que el dios detuviera a sus tropas que huían.

La casa del dios, de ordinario levantada en lugar consagrado según el rito etrusco, un templo se llamaba templum.

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• EL FORMULISMO EN LOS RITOS:

Pensaban los romanos que los dioses eran muy exigentes en punto a formas, que querían ante todo que cualquier acto del culto fuera ejecutado estrictamente según los ritos, es decir, las reglas antiguas.

Tenían cuidado, por tanto, de seguir exactamente todas las fórmulas, en los sacrificios o en las fiestas.

Si se introducía el cambio más insignificante, se pensaba que el acto perdía todo valor y que no se obtendría ningún resultado.

De igual modo, cuando un magistrado hacía celebrar juegos en nombre del pueblo, debía seguir todas las fórmulas.

Cicerón lo hace notar: "Si se varía una palabra de las de ritual, si un flautista se para, si el actor no habla a tiempo, los juegos no son ya conforme a los ritos y hay que empezar de nuevo".

Cuando se quería edificar un templo era preciso, ante todo, determinar el emplazamiento por un augurio conforme a los ritos.

Es lo que significa la palabra inaugurar.

El augur empezaba por circunscribir la extensión en que iba a operar y empleaba palabras consagradas.

Varrón ha conservado la fórmula que se pronunció antes de inaugurar el templo de Júpiter en el Capitolio:

"Que el templum y el recinto sean tales como los haya designado exactamente con mi lengua. Que este viejo árbol, cualquiera que sea, que tengo intención de designar, limite el templum y el recinto por la derecha. Que el intervalo entre ambos sea regulado por líneas, la mirada, el pensamiento como yo he pensado, del modo más exacto".

Habiendo limitado un espacio de esta suerte por la palabra (locus effatus), el augur se sienta y espera un signo, un ave, un relámpago. Si no ve nada de esto se va a otra parte a empezar de nuevo. Si ve algo, es prueba de que el sitio ha agradado al dios.

Deviene entonces un fanum y la propiedad del dios. Puede permanecer vacío, no ser más que un lugar sagrado con un bosque, un altar al aire libre, una fuente. Si en él se edifica con tablas o con piedra, la construcción debe tener una sola abertura.

En la colina donde se edificó el templo de Júpiter, otras divinidades estaban ya instaladas, tenían un fanum.

Fue preciso, mediante una ceremonia especial, preguntar una por una a las divinidades si consentían en irse.

A esto se decía exaugurare.

Hubo tres que no respondieron. Marte, Termino, Juventa, y sus santuarios quedaron en el Capitolio.

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En los alrededores de Roma había un bosque sagrado perteneciente a una diosa antigua. Dea Día.

Todos los años un colegio sacerdotal los Hermanos Anales, se reunían en él para ejecutar una danza sagrada y cantar un himno en su honor.

El himno estaba escrito en un idioma antiguo que nadie entendía ya.

A cada sacerdote se entregaba un formulario escrito que tenía encargo de repetir.

Este formulario ha llegado a nosotros por una inscripción del siglo III de Jesucristo.

Cuando ya hacía varios siglos que no era entendido por nadie, los hermanos Arvales seguían cantándolo sin la menor variación.

Por el mismo respeto a las fórmulas se guardaba con el mayor cuidado una recopilación griega de versos sagrados, los libros sibilinos.

Decíase que eran obra de la Sibila de Cumas, sacerdotisa de Apolo, que dictaba oráculos en una caverna cercana a Cumas.

Contaban que la Sibila había ido cierto día a avistarse con el rey Tarquino, llevando consigo nueve libros sabrados que ofrecía venderle por determinado precio.

El rey juzgó los libros demasiado caros. La Sibila arrojó al fuego tres de ellos, y por los seis que quedaban pidió doble precio.

El rey no aceptó y dijo que la Sibila se burlaba de él. La Sibila arrojó al fuego otros tres libros y dobló otra vez el precio para los que quedaban.

El rey reflexionó y compró los tres libros al precio que la Sibila pedía.

Un cuerpo sacerdotal, dos, luego diez, más tarde quince, fueron encargados de la guarda de los libros sibilinos. En los momentos de peligro el Senado ordenaba consultarlos y los guardianes manifestaban lo que había de hacerse.

Cuando los galos fueron sobre Roma, el Senado mandó consultar los libros sibilinos.

En ellos se vio profetizado que los galos tomarían posesión del suelo de la ciudad.

En consecuencia, para que el oráculo se cumpliera, manifestaron que el pueblo debía enterrar vivo en la Plaza del Mercado a un hombre y una mujer de nacionalidad gala, y así se hizo.

• AUGURIOS Y PRESAGIOS:

Los romanos conservaban los procedimientos de adivinación etrusca.

Creían que los dioses enviaban signos, los presagios, para indicar su voluntad y que se podía adivinar el porvenir interpretando estos signos.

Antes de hacer nada importante se empezaba, por tanto, por consultar a los dioses.

El magistrado, antes de reunir una Asamblea, el general antes de entablar una batalla y atravesar un río, interrogaban los signos.

A esto se llamaba tomar los auspicios (la palabra significa mirar las aves).

Tan pronto se miraba a las aves que pasaban por el cielo, como se traían los pollos sagrados mantenidos por el Estado y se les daba de comer.

Si no comían era que los dioses desaprobaban la empresa.

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Otro procedimiento para adivinar el porvenir consistía en sacrificar un animal y examinar las entrañas.

Si en ellas había algo excepcional, era un mal presagio.

Había en Roma un cuerpo especial, los augures públicos del pueblo romano, encargados de interpretar los presagios.

Los augures decidían si había habido error al realizar una ceremonia y en tal caso volvía a empezarse.

El magistrado tenía junto a sí un augur para decirle si los presagios eran o no favorables.

Cuando se veía un signo sin previa consulta, se suponía que los dioses lo enviaban para advertir que no fuera continuada la empresa.

Cuando la Asamblea del pueblo estaba reunida para deliberar o para elecciones, se admitía que Júpiter no quería permitir que se resolviera nada aquel día, y la Asamblea había de disolverse.

Esta costumbre dio lugar más tarde a un procedimiento que los magistrados utilizaron para desembarazarse de una Asamblea.

Se consideraban signos desfavorables un temblor de tierra, una tempestad, un rayo, una rata que cruzaba el camino, y en tales casos había que renunciar a lo emprendido.

Cuando Marcelo, en la segunda guerra púnica, había tomado una resolución, se hacía conducir en litera cerrada para estar seguro de no ver ningún mal presagio.

• LOS SACERDOTES:

Había en Roma personajes encargados de realizar ciertas ceremonias en nombre del Estado, y eran los sacerdotes agrupados en corporaciones, cada una de las cuales tenía su función.

Los 15 flamines (encendedores) prendían la llama del altar y hacían el sacrificio. Los tres principales eran el'flamín de Júpiter, el de Quirino y el de Marte (que todos los años sacrificaba un caballo a Marte).

Los 12 Salios del Plalatino guardaban un escudo consagrado a Marte.

Este escudo, que se decía cayó un día del cielo, era venerado como un dios.

Para impedir que fuera robado, se había mandado hacer once escudos iguales. Todos los años los salios hacía una ceremonia en su honor.

Sacaban del santuario los doce escudos, cada uno de los sacerdotes tomaba uno y ejecutaban una danza guerrera, cantando un himno en honor de Mamurius.

Los hermanos Arvales se reunían una vez al año en un bosque sagrado, a dos leguas de Roma, y danzabancantando un himno a la diosa Dea día, para rogarle que enviase una buena cosecha.

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En Roma había distintas clases de sacerdotes, debido a lo variado del culto. Los más importantes eran los pontífices, presididos por el Pontifex Maximus.

Los Flamines se encargaban de encender el Fuego de los Sacrificios. Los decemvin interpretaban los libros sibílicos.

Los lupercii salían en las fiestas en honor del dios Pan y azotaban con látigos a las mujeres que encontraban a su paso. Otros sacerdotes eran los festiales, los salii y las vestales.

Los Lupercos celebraban todos los años los luper-cales en honor de Fauno. Medio desnudos, cubiertos solamente con pieles de macho cabrío, corrían alrededor del antiguo recinto del Palatino, llevando en las manos correas de piel del animal mencionado y azotando con ellas a las mujeres que encontraban.

Los Feciales no servían más que en las relaciones con ios pueblos extranjeros.

Para firmar un tratado, su jefe llegaba con hierba sagrada cogida en el Capitolio, un cetro y la piedra sagrada del templo de Júpiter Feretriano, y, tomando por testigo a aquella piedra (que era consideraba como un dios), juraba en nombre del pueblo respetar el tratado, y luego mataba un cabrito (Foedus icere, matar el cabrito, ha venido a significar de esta suerte concertar un tratado).

Para declarar la guerra, el fecial había de ir a la frontera del enemigo y lanzar un venablo a su territorio.

Cuando se quiso hacer la guerra a Pirro, rey de Epiro, los romanos se vieron al principio ante una dificultad.

Su religión les prohibía combatir a un enemigo antes de haberle declarado la guerra en la forma antigua.

¿Cómo declarar la guerra a Pirro cuyo país se encontraba al otro lado del mar?.

Se dio con un recurso. Un epirota, probablemente un desertor del ejército de Pirro, compró un campo.

Se consideró este campo como si fuera territorio epirota, y el fecial fue a arrojar en él el venablo y declarar la guerra.

El más importante de todos los colegios de sacerdotes era el de los Pontífices, encargados de dirigir el culto de los antiguos dioses de Roma (dii patrii).

Hacían las ceremonias e indicaban cómo debían celebrarse las fiestas en nombre del pueblo romano.

Cuando un magistrado o el Senado habían prometido a un dios un templo o una fiesta para bien del pueblo, los pontífices recibían la promesa en nombre del dios.

Cuando una catástrofe hacía pensar que algún dios estaba irritado contra el pueblo romano, los pontífices buscaban la causa del prodigio y resolvían las ceremonias que era necesario hacer y las víctimas que habían de sacrificarse para apaciguar al dios.

Arreglaban el calendario, la manera de contar el tiempo, los días del mes que debían mediar entre las calendas y las nonas. Custodiaban los archivos depositados en un santuario e interpretaban la ley de las XII Tablas.

Indicaban, la principio de cada año, qué día se debía celebrar cada fiesta, cuáles eran los días fastos, aquellos en que podían juzgar los tribunales o reunirse las Asambleas, y los días nefastos, aquellos en que la religión prohibía realizar ningún acto público.

El jefe de los pontífices, el gran pontífice, era uno de los personajes de más representación en Roma, "juez y arbitro de las cosas divinas y humanas".

Su acción se extendía a los particulares mismos, a los que obligaba a celebrar las ceremonias, porque se creía que el Estado debía hacer que todos tributasen a los dioses lo que les era debido.

Cada sacerdote tenía un solo rito que cumplir, y no estaba obligado a enseñar la religión.

Era un cargo muy respetado, pero que no bastaba para ocupar a un hombre. Los sacerdotes eran personajes de nota, mas no constituían una clase.

Eran electivos como los magistrados y seguían ejerciendo otros cargos, juzgando, presidiendo las Asambleas, mandando los ejércitos. Seguían siendo, por tanto, ciudadanos.

De esta suerte no hubo en Roma casta sacerdotal.

• CULTO DEL HOGAR:

Había en el centro de cada casa un hogar sagrado que la familia adoraba. Antes de empezar la comida, había que dirigirle una oración y que derramar unas gotas de vino sobre el fuego (libación).

Se creía que junto al hogar moraba un genio protector de la casa, el lar familiaris, y se le presentaba comida. Próximo al hogar se conservaban los penates (dioses domésticos, pequeños ídolos de la familia).

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Junto al culto público y oficial a los grandes dioses nacionales, los romanos veneraban en sus hogares a los dioses tutelares de la casa y de la familia.

En el Larario doméstico se representaba a la diosa Vesta, flanqueada por dos jóvenes que simbolizaban a los Lares.

El hogar era un santuario al que se debía respeto. No conocemos muy bien el significado de estos ritos; pero eran muy antiguos, porque se encuentran ritos análogos en otros pueblos de lengua aria, sobre todo entre los indios.

Quizá el fuera era adorado en calidad de dios, al que se hacían ofrendas.

Quizá los penates eran las almas de los antepasados de la familia.

Roma tenía también su hogar sagrado en el santuario de Vesta, y en este mismo santuario su ídolo, el Palladium. Las vírgenes vestales, jóvenes de las principales familias romanas, tenían a su cargo la conservación del fuego sagrado.

Vivían en el santuario para mantener el fuego que debía permanecer constantemente encendido.

La vestal que dejaba apagar el fuego era azotada.

Si una vestal faltaba a sus votos, era enterrada viva por haber puesto en peligro al pueblo romano.

Las vestales ocupaban en el teatro el puesto de honor, y en las calles, el que las encontraba, aun cuando fuera el cónsul, debía cederles el paso.

• CULTO DE LOS MUERTOS:

Consideraban los romanos las almas de los muertos como espíritus poderosos; pero creían que aquellas almas tenían necesidad de que los vivos se ocupasen de ellas.

Cuando moría un individuo había que darle sepultura según una forma consagrada. Se le enterraba o se le incineraba. Es probable que el modo más antiguo de sepultura fuera poner el cadáver en un féretro que luego era depositado en una fosa.

Porque, cuando se incineraba el cadáver, se empezaba por cortarle un pedazo de un dedo, que se llamaba os resectum (hueso cortado), y este pedazo se enterraba.

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Las procesiones funerarias, según la categoría social del difunto, iban acompañadas de plañideras, músicos y toda la familia. Parte importante del funeral era el panegírico, consistente en un recitado sobre la vida del muerto

La ceremonia se hacía conforme a antiguos ritos.

Aun cuando se enterrase en pleno día, se llevaban antorchas hechas con estopa recubierta de cera, porque en los tiempos antiguos se enterraba de noche.

Un cortejo formado por los parientes, servidores y amigos, iba a enterrar o a quemar el cadáver y a recoger las cenizas en una urna. Luego la urna era encerrada en la tumba.

Era ésta un santuario semejante a un templo pequeño, con las letras D,M., abreviatura de Dis Manibus.

Se llamaba Manes a las almas de los muertos, y se les tributaba culto como a dioses.

Se les llevaba de comer y beber.

Se derramaba vino o leche en el suelo, se dejaban en vasijas tortas, se mataban animales y se quemaba la carne.

Todos los años había que repetir las ceremonias, tarea de que se encargaban los descendientes del difunto.

Si el cadáver no había sido enterrado según las fórmulas, el alma no podía penetrar en la morada de los muertos, volvía a la tierra para asustar a los vivos, y los atormentaba hasta lograr que se le diera sepultura.

Estas almas malas se llamaban entonces lémures o larvas. Todos los años, en mayo, por espacio de tres noches, se desparramaban habas negras para apaciguarlas o ahuyentarlas.

Esta creencia duró hasta los últimos tiempos de la sociedad romana.

En el siglo II de nuestra Era, Plinio el Joven, una de las personas más instruidas de su tiempo, cuenta la historia de una casa perseguida por los espíritus en Atenas.

En ella se aparecía un fantasma tan horrible que causaba la muerte a los que le veían. Nadie quería habitar en aquella casa.

Un filósofo se estableció en ella, vio aparecer al fantasma que le hacía señas de que le siguiera, y en el sitio en que desapareció se hizo una excavación y se encontraron huesos.

El filósofo los mandó enterrar ritualmente y no volvió a repetirse la aparición.

El alma del emperador Calígula había vagado, dícese, por los jardines del palacio.

Se desenterró su cadáver para enterrarlo seguidamente en la forma debida y el alma no volvió a aparecer.

Fuente Consultada:HISTORIA UNIVERSAL ILUSTRADA Tomo I Historia Antigua-Los Romanos de  Charles Seignobos Editorial Publinter Bs.As.Temas Relacionados• El Fetichismo Religioso ¿Que es? Culto, Ritos, Hechizeros y Fetiches• Adultez segun las distintas culturas. Ritos y Ceremonias de Iniciación• Que es un Chaman? Ritos, Historia y Funciones en Pueblos Antiguos• Culto al Hogar y a los Muertos en Roma Antigua Ritos y Sacerdotes• Ritos Funerarios Formas de Enterrar a los Muertos Las Tradiciones• Enterrar a los Muertos Culto a los Muertos y Ritos en America• Ritual Indigena con el Caballo Rito Aborigen con el Caballo• Los Druidas:Sacerdotes Celtas, Sacrificios Humanos y Ceremonias• Los Sacrificios Humanos de los Aztecas: Motivos y Ceremonia Enlace Externo:• ¿Cómo eran los ritos funerarios en la prehistoria?Enlace Externo: El Culto Romano


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