Biografia de LUIS XV Rey de Francia: Antecedentes y Reinado

BIOGAFIA DE LUIS XV
Rey de Francia

La monarquía de los Borbones declina en Francia con ese monarca despreocupado, galante y sensual, que no tuvo en cuenta más que sus caprichos personales.

El sistema del absolutismo del Antiguo Régimen requería en la jefatura del Estado a un hombre que se percatara de las necesidades de la nación y que se entregara con cuerpo y alma a procurar el bien de la monarquía.

Luis XV no fue, desgraciadamente, de estos hombres que son los primeros servidores del Estado.

En consecuencia, en él recae en primer lugar la responsabilidad por el desgobierno que hizo inevitable el movimiento revolucionario en Francia.

Durante su reinado hubo ocasiones en que pudo esperanzarse un cambio de rumbo.

Pero Luis XV perdió esas oportunidades en el infecundo devaneo con sus favoritas y con los ministros y generales incapaces, elevados a sus dignidades por la influencia femenina.

En realidad, a partir de la muerte del cardenal Fleury en 1743, la historia del reinado de Luis XV, pese a cuanto se diga para rehabilitarlo, es la historia de las intrigas de la duquesa de Chateauroux, de la marquesa de Pompadour y de madame du Barry.

LUIS XV, REY DE FRANCIA
Luis «el Bienamado»

Luis 15 de Francia

A Luis XIV había de suceder su bisnieto. Su largo reinado había consumido las vidas del Gran Delfín y de su hijo primogénito, Luis, duque de Borgoña.

Fruto del matrimonio de éste con María Adelaida de Saboya fué Luis XV, quien nació en Versalles el 15 de febrero de 1710.

El 18 de febrero de 1712 fue declarado delfín, y a los cinco años de edad, el 1° de septiembre de 1715, se le proclamó rey de Francia a causa de la muerte de Luis XIV.

La regencia fue desempeñada por el duque de Orleáns.

El niño-rey estuvo confiado al obispo Fleury, quien logró educarlo en unos sanos principios morales, aunque luego los echara en descuido.

Creció muy delicado de salud, hasta el punto de que en más de una ocasión su tío Felipe V de España pudo esperar que le sucedería en la corona de Francia.

En 1723 fue declarado mayor de edad.

El gobierno del Estado recayó en el duque de Borbón, quien actuó de modo irresponsable.

En 1725 dio al rey en matrimonio a la princesa de Polonia María Leszcynska, hija de Estanislao I, la cual fue víctima, posteriormente, de los caprichos amorosos de su regio consorte.

Este período de desgobierno terminó en 1726.

La administración del Estado fue confiada al cardenal Fleury, quien en el transcurso de diez años supo restablecer la prosperidad y el crédito internacional de Francia.

Con la colaboración del ministro Orry recuperó el déficit de la hacienda pública.

Al mismo tiempo, a pesar de su actitud pacifista, obtuvo en la guerra de Sucesión de Polonia positivas ventajas territoriales para Francia (1733-1738).

Muerto Fleury en la fecha expresada, Francia careció en adelante de cerebro director.

Ciertamente, existían notabilidades que habrían podido dar gran rendimiento en el gobierno e incluso a algunos ministros no les faltó capacidad en el ejercicio de sus cargos.

Pero todo había de subordinarse a las injerencias de las favoritas del rey en la política.

Después de una juventud casta, Luis XV se había lanzado a la vida galante en 1737.

En 1745 conoció a Antonieta Poisson d'Etioles, a la que hizo su amante y marquesa de Pompadour.

Durante casi veinte años esta dama fué predominante en las intrigas de la corte y en el desgobierno de la monarquía.

En realidad, parte de las responsabilidades caen en el propio Luis XV, tímido y vacilante en cuantos problemas era preciso abordar.

La Guerra de la Sucesión a la corona austríaca (1740-1748), en la que el ejército francés había dado aún pruebas de su capacidad combativa, terminó en la para Francia incomprensible paz de Aquisgrán.

Afortunadamente para Francia, la campaña de 1745 acabó con salvas de victoria.

El rey estuvo en persona en el frente de combate, llevando consigo a su hijo mayor, el delfín. Luis XV participó en la batalla de Fontenoy, en las cercanías de Tournay, abordando con el orgullo que es de suponer la brillante victoria que acababan de obtener sus armas frente a un ejército de casi 60.000 ingleses, holandeses y hannoverianos, mandados por el duque de Cumberland.

Cuando cesó el rugido de los cañones, se presentó Luis en medio de sus soldados para felicitarles personalmente, y entonces  desbordó el entusiasmo.

Un testigo ocular refiere que por todas partes se oía gritar: “Viva el rey!".

Sin vacilaciones, se llevó  cabo una rápida conquista de los Países Bajos meridionales.

Se comentaba que había vuelto la gloriosa época del Rey Sol y que nuevamente Francia se mostraba digna de sus grandes tradiciones.

Si en esta lucha Luis XV recogió sólo laureles, en la guerra de los Siete Años (1757-1763) se puso en evidencia el fracaso del régimen.

Ni el ejército, ni la marina, en el gobierno, ni la administración funcionaron adecuadamente.

La materia prima era buena, pero la dirección incapaz y defectuosa.

Derrotada por Prusia en Alemania y por Inglaterra en la India, el Canadá y los mares, Francia tuvo que aceptar el humillante tratado de París de 1763. De un solo plumazo perdía su primer imperio colonial.

El reinado de Luis XV parecía ilustrarse con gloriosos hechos armas.

En aquella época, el monarca era un verdadero héroe a los ojos de su pueblo, que no cesaba de llamarle Luis "el Bienamado".

Todas las esperanzas puestas en el joven príncipe de ojos oscuros parecía que iban a realizarse.

Aquel muchacho se había convertido en un hombre cautivador, que a los treinta y cinco años de edad conservaba un entusiasmo y ardor juveniles.

Las mujeres, en otro tiempo tan conmovidas ante el pobre huérfano, se emocionaban ahora con sentimientos harto distintos, ya que nadie era tan irresistible como el rey Luis al frente dé sus tropas en actitud gallarda.

Pero, en realidad, Luis XV no había nacido para la guerra; aunque no carecía de valor, no era, ni muchísimo menos, el gran capitán que sus súbditos creían ver en él; quienes le rodeaban lo sabían, y Luis tampoco lo ignoraba.

El Problema de Polonia

Luis XV dedicó suma importancia a la política exterior. Llegaban de continuo al palacio correos de aspecto misterioso, que eran introducidos en el acto en las dependencias privadas del monarca.

No sabía que uno de los más notables señores del reino, el príncipe de Conti, trabajaba a menudo con el rey durante horas enteras, sin ser miembro del gobierno ni siquiera encargado de ninguna misión especial. Hubo de transcurrir mucho tiempo antes de que corte comprendiera lo que sucedía.

Luis XV había concebido proyectos sobre política exterior que pueden considerarse como una apertura francesa hacia la Europa oriental.

En cierta ocasión, el embajador de Francia en Polonia, duque de Broglie, recibió una nota en que se decía lo siguiente: El duque de Broglie debe dar fe a todo cuanto le sea comunicado por el príncipe de Conti, pero no debe comunicárselo a nadie.

Aquella nota llevaba la firma real.

Acto seguido, Conti entró en contacto con el embajador y comunicó a este diplomático que el monarca quería destinarle a ciertas misiones secretas deque debía dar cuenta al rey, sin pasar por su jefe jerárquico directo, es decir, el ministro de Negocios Extranjeros.

Luis XV se interesaba de modo especial por Polonia, cuya independencia trataba de proteger contra algunos Estados vecinos con evidentes propósitos expansionistas.

Luis trataba asimismo de estrechar los lazos entre Francia y Polonia colocando a un francés en el trono de este país, y en un principio creyó haber hallado el candidato ideal en el propio príncipe de Conti.

Su entusiasmo inicial desapareció totalmente cuando las circunstancias fueron adversas; en aquella época todavía la guerra y el rey eran populares en Francia, pero todo ello fue sólo humo de pajas.

Las prolongadas campañas resultaban muy caras y provocaban el alza de los impuestos; por otra parte, el pueblo francés juzgaba descabellada e inútil la empresa y esta impresión se vio aún más agravada ante las consecuencias de la paz de 1748, en la que Francia sólo obtuvo irrisorias ventajas.

En lo sucesivo se dejó sentir el descontento en forma cada vez más evidente, citándose dicha paz de 1748 como ejemplo de insensatez política y el rey, que era todavía llamado "el Bienamado" pocos años antes, fue luego criticado por todo el mundo.


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