Las Misiones en el Mundo Difusion del Cristianismo Objetivos

Las Misiones en el Mundo
Difusión del Cristianismo

Las Misiones en el Mundo Difusion del CristianismoLa difusión de un mensaje religioso a través de personas enviadas (missi en latín) para convertir a otros pueblos es un fenómeno común a varias religiones con vocación universal, como el budismo o el islamismo. Pero posiblemente sea el cristianismo la doctrina que ha desarrollado esta práctica con mayor intensidad

El Evangelio y las primeras misiones cristianas

Cuando Jesucristo encargó a sus discípulos la difusión del Evangelio mediante el apostolado (palabra griega traducida al latín como «misión»), rompió la tradición judía de exclusivismo religioso.

San Pablo acentuó la tendencia, y el cristianismo dejó de ser una secta más del judaísmo para convertirse en una fe con vocación universal. Aprovechando la unidad política y cultural del Imperio romano, la nueva religión se extendió por las riberas del Mediterráneo, especialmente en su mitad oriental.

A pesar de las persecuciones desatadas por algunos emperadores, el celo de los apóstoles y el ejemplo de los mártires contribuyeron a su difusión. En 313, el emperador Constantino decretó la libertad religiosa para los cristianos, que constituían ya una parte importante de sus súbditos.

La nueva Iglesia, reforzada espiritual y materialmente, atrajo muchos más adeptos y comenzó a organizarse jerárquicamente. El proceso se aceleró cuando Teodosio impuso el cristianismo como religión oficial del Imperio (fines del siglo IV), La Iglesia cristiana tuvo que emprender la evangelización de las masas de fieles recién bautizados. Pero además del apostolado interno, el cristianismo también se extendió fuera de las fronteras del Imperio, a veces bajo formas heterodoxas. A fines del siglo III Armenia se convirtió en el primer país cristiano del mundo.

En el siglo IV la nueva fe llegó a Irlanda, de la mano de San Patricio, y el arriano Ulfilas transmitió sus creencias a los godos del Danubio, traduciendo la Biblia a su lengua. Los nestorianos, perseguidos por los emperadores y los cristianos ortodoxos, se extendieron por el Imperio persa, desde donde alcanzarían la India y China (siglo y).

Por su parte, Frumencio de Tiro convirtió a los etíopes. Cuando el Imperio romano de Occidente cayó ante los bárbaros (siglo y) toda la cuenca mediterránea era mayoritariamente cristiana, e incluso los nuevos conquistadores se habían convertido, aunque frecuentemente habían asumido la herejía arriana.

Las misiones medievales

A partir del siglo VI se produjo un amplio movimiento misionero en el continente europeo, que contribuyó a forjar la civilización medieval. Los pioneros fueron los monjes de la Iglesia céltica irlandesa. Hombres como el abad Columba, Galo, Aidan, Cuthberto o Columbano extendieron el cristianismo por Escocia, el norte de Inglaterra, la Galia y Germania, desde monasterios como lona o Liridisfarne.

Mientras tanto, el papa Gregorio Magno (590-604) envió a Agustín de Canterbury a evangelizar el sur de Inglaterra. Esta primera misión controlada expresamente por Roma y apoyada por los soberanos anglosajones fue el modelo para el posterior movimiento misional de - la Iglesia católica. Entre sus éxitos destaca el sometimiento de la Iglesia céltica a la autoridad romana (664). La nueva Iglesia anglosajona continuó la tradición misionera irlandesa, y Willybrord evangelizó Frisia, mientras Bonifacio extendía el cristianismo en gran parte de Alemania y colaboraba en la reforma de la Iglesia franca.

La coronación imperial de Carlomagno por el papa León III (800) selló la alianza entre Roma y el poderoso reino franco. La autoridad del soberano era sancionada espiritualmente y, a cambio, él se comprometía a defender y extender la fe. Esta vinculación entre la Iglesia y el poder político se convirtió en una constante durante siglos, e influyó notablemente en el proceso de difusión del cristianismo.

Los monjes alemanes evangelizaron Bohemia, Polonia y Hungría en el siglo X. Normalmente, los esfuerzos misioneros, combinados con los diplomáticos, se dirigían a los gobernantes, a cuya conversión seguía la de sus súbditos. El mismo sistema se siguió en la evangelización de Escandinavia (siglos XI-XII). Pero otras veces, la evangelización se encontraba unida a las campañas militares emprendidas para someter a los pueblos paganos, como las desarrolladas por los caballeros teutónicos en las orillas del Báltico (siglo XIII).

La Iglesia del Imperio romano de Oriente también había hecho progresos en la difusión del cristianismo. Precisamente los conflictos con Roma sobre la jurisdicción sobre los nuevos pueblos cristianos fueron una de las causas de la ruptura entre ambas mitades de la cristiandad en 1054. Los hermanos Cirilo y Metodio realizaron una importante labor de adaptación del cristianismo bizantino a los pueblos eslavos, desarrollando un alfabeto y una liturgia especiales (siglo IX). En el siglo x los príncipes de Kiev se convirtieron, favoreciendo la difusión de la nueva fe en Rusia. La cristiandad rusa se consideró heredera directa de Constantinopla, y su papel fue crucial en el desarrollo y extensión de la Iglesia ortodoxa.

En extremo Oriente, las misiones nestorianas que, a través de Asia central, llegaban a China habían logrado establecer florecientes comunidades. Pero carecían de verdades— no arraigo popular, y desaparecieron rápidamente ante la persecución de las autoridades (siglo IX).

Entre los siglos XII y XIV se produjo un nuevo movimiento evangelizador en Asia, esta vez dirigido por Roma y de la mano principalmente de los franciscanos. Pero tras la caída de la dinastía mongol en China (1368) cesó la protección dispensada a los cristianos, y la hostilidad musulmana en Asia central puso fin a sus comunidades.

Precisamente la expansión musulmana de los siglos VII y VIII había acabado en gran parte con las importantes comunidades cristianas de las riberas oriental y meridional del Mediterráneo. Las relaciones entre el islam y la cristiandad fueron siempre de oposición. Ante la imposibilidad de la conversión, a pesar de algunos esfuerzos (san Francisco de Asís, Ramon Llull), los cristianos desarrollaron una mentalidad combativa. Esta militancia cristiana, especialmente fuerte en la península Ibérica durante la Reconquista, influyó en la difusión del cristianismo en la Edad Moderna.

El Nuevo Mundo

Los monarcas portugueses y españoles recibieron de los papas la responsabilidad de evangelizar a los pueblos de sus nuevas posesiones (patronato real). Las órdenes mendicantes (franciscanos, dominicos, agustinos) fueron las principales encargadas de esta labor, en la que les acompañarían los jesuitas a partir de 1542.

Además de bautizar a millones de indígenas en América, algunos de estos misioneros, como Bartolomé de las Casas, lucharon por mejorar su condiciones de vida y los protegieron contra los abusos de los colonos. Otros religiosos procuraron el desarrollo económico y cultural de los nativos, favoreciendo la sedentarización de las comunidades nómadas e instruyéndolas en las técnicas agrícolas y artesanales, como hizo el franciscano Junípero Serra en California.

Los jesuitas en América y Asia

En la misma línea fue aún más relevante la labor de los jesuitas en Sudamérica, especialmente en Paraguay, donde fundaron auténticos estados misionales autónomos (reducciones). Allí, además de evangelizar a los indios y agruparlos en comunidades autosuficientes mediante la práctica de la agricultura, la artesanía y el comercio, los protegían de los ataques de los traficantes de esclavos españoles y portugueses.

Sin embargo, estas experiencias adolecían de la falta de un clero indígena, motivada por el recelo de las jerarquías eclesiásticas europeas. Por ello, cuando faltaban sacerdotes europeos, estas vulnerables comunidades cristianas solían desintegrarse. En Canadá, los jesuitas franceses también emprendieron una destacada actividad misionera entre los indígenas (siglo XVII), aunque en este caso no trataron de cambiar sus formas de vida.

En cuanto a Asia, san Francisco Javier comenzó en 1542 su importante actividad misionera en el sur de la India, Ceilán Malasia, Indonesia y Japón. Llevados de un espíritu extremadamente abierto, los jesuitas Roberto De Nobili y Mateo Ricci intentaron adaptar el cristianismo a las ricas tradiciones culturales de la India y China, respectivamente, consiguiendo un enorme éxito evangelizador Pero las críticas de otras órdenes y los recelos de Roma ante posibles desviaciones doctrinales acabaron con estas prácticas a mediados del siglo XVIII. Como reacción, el cristianismo fue perseguido en estos países.

Para unificar criterios y administrar mejor los recursos destinados a la evangelización, el papa Gregorio XV fundó en 1622 la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe. Sin embargo, el declive de los imperios portugués y español y la supresión de la Compañía de Jesús (1773) provocaron la decadencia de los esfuerzos misioneros católicos durante algún tiempo.

Las misiones protestantes

Durante casi 300 años las iglesias protestantes no realizaron esfuerzos misioneros, que identificaban con las pretensiones universalistas y teocráticas de los papas romanos. Esta situación empezó a cambiar con la expansión colonial protagonizada por ingleses y holandeses. En el siglo XVIII la iglesia pietista alemana y los Hermanos Moayos fundaron comunidades misioneras en los territorios coloniales.

A fines de la centuria y a principios del siglo XIX proliferaron en todo el mundo protestantedades misioneras no adscritas a una iglesia concreta, que combinaban la difusión del Evangelio con labores asistenciales y educativas. Una de las razones de su éxito fue su asociación con el colonialismo imperialista: la aculturación de los pueblos sometidos facilitaba su control por las autoridades colonial es. Por otro lado el prestigio de las instituciones educativas regentadas por los misioneros atraía a las elites indígenas deseosas de adquirir una formación occidental.

Las misiones en el mundo contemporáneo

En el siglo XIX, la Iglesia católica recuperó el impulso misionero. También, como en el caso de los protestantes, se dio especial importancia a las labores educativas y asistenciales. Ya en el siglo XX, el movimiento descolonizador favoreció la visión de las instituciones misioneras como cómplices de la explotación colonial.

No obstante, la importancia de la labor social que llevan a cabo las convierte en imprescindibles para las regiones menos desarrolladas del Tercer Mundo, lo que asegura su mantenimiento Por otro lado, la fuerza y el notable crecimiento de las jóvenes Iglesias del Tercer Mundo contrasta con el creciente secularismo de las sociedades occidentales lo que hace prever un reflujo del movimiento misional desde Asia, África o Latinoamérica hacia la vieja Europa.

Ver: Labor de los Jesuitas en el Mundo


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