Biografia de Moises-Exodo Hebreo de Egipto a La Tierra Prometida

Biografía de Moisés - Exodo Hebreo-El Becerro de Oro-Vida en el Desierto

Moisés (siglos catorce o trece a.C.). El libro bíblico del Exodo dice que Dios entregó a la humanidad los diez mandamientos mediante su servidor Moisés, un hebreo educado como príncipe en Egipto.

Moisés liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto y los condujo durante 40 años por tortuosos caminos a través del desierto hacia la tierra de Canaán.

Estableció con su hermano Aarón la comunidad religiosa de Israel y fundó sus tradiciones por medio de la escritura y la práctica.

Se le considera el autor de varios de los primeros libros de la Biblia, única fuente de información sobre los eventos mencionados (consultar el capítulo 9 para mayor información sobre el judaísmo y Moisés).

Cuenta el Antiguo Testamento que un profeta hebreo llamado Moisés recibió de Dios la misión de salvar de la esclavitud a los israelitas, entonces obligados a trabajar en las grandes obras de los faraones.

Jehová, el dios de los israelitas, le había dicho: «Suplica al faraón la libertad del pueblo de Israel.

Si no la concede, dile que tu dios hará caer diez plagas sobre Egipto». Las diez plagas cayeron finalmente el faraón dejó salir a los israelitas. Pero sus soldados les,persiguieron y les alcanzaron a orillas del Mar Rojo.

Allí ocurrió un hecho excepcional: las aguas se abrieron de pronto para que pudieran pasar los perseguidos y de inmediato se cerraron, engullendo a los egipcios.

El largo peregrinaje: Durante la peregrinación por el desierto, el hambre y la desesperación cundieron entre los judíos, pero bajo el mando de Moisés siguieron hacia la «Tierra Prometida».

Al llegar al monte Sinaí, el profeta subió a la cumbre, donde Jehová le entregó las Tablas de la Ley, con los Diez Mandamientos que desde entonces rigen la moral de los judíos.

La larga travesía por el desierto duró cuarenta años hasta que llegaron a orillas del río Jordán, muy cerca de la «Tierra Prometida». Pero Moisés no llegó a cruzarlo. Miró el paisaje tan anhelado y falleció.

HISTORIA Y VIDA DE MOISES

¿Quién era Moisés?

En el siglo XII a.C., nació, en una familia hebrea de la tribu de Leví, un niño al que su madre echó al Nilo en un cesto de mimbre para darle la oportunidad de salvarse, ya que el faraón había decretado la muerte de todos los varones hebreos.

El niño fue salvado de las aguas por la hija del faraón y recogido en la corte; le llamaron Moisés, que significa salvado de las aguas. Cuando supo sus orígenes, Moisés tomó a su cargo la tarea de liberar a su pueblo y devolverlo a Palestina, la tierra prometida.

¿Qué es el Éxodo?

Es el viaje que realizaron los hebreos para volver a su tierra. Moisés, que había obtenido permiso del faraón para conducir a su pueblo fuera de Egipto, tomó el camino de oriente, consiguió atravesar el mar Rojo —cuyas aguas se abrieron milagrosamente— y llegar al desierto del Sinaí.

La Biblia narra que, durante su estancia en el desierto, Moisés tuvo en el monte Sinaí la visión de Dios y la revelación de los Diez Mandamientos, leyes dictadas por Dios al «pueblo elegido» a través de Moisés, el hombre justo.

¿Qué importancia y valor tiene la obra de Moisés?

Durante cuarenta años los hebreos vivieron en el desierto. Moisés empleó estos largos años para concluir la obra iniciada en el Éxodo: convertir a su gente en el pueblo de Israel, aliado de Yahvé, el único Dios.

Las Tablas de la Ley eran el símbolo y la prueba de esta alianza, el lazo que unía a las personas. Moisés no pudo llegar a Palestina. Murió —dice la Biblia— con ciento veinte años, tras haber visto a lo lejos la tierra prometida.

moises

LA VIDA DE MOISÉS:

Las tribus hebreas que habitaban en Egipto fueron reducidas a la esclavitud por un nuevo soberano, que ordenó la muerte de todos los niños varones, a fin de evitar cualquier levantamiento; la madre y la hermana de Moisés decidieron ponerlo a salvo, escondiéndolo hasta la edad de tres meses, y luego lo colocaron en una cesta de papiro calafateada con pez que lanzaron al Nilo.

Una hija del faraón, que fue a bañarse en el río encontró al niño y decidió criarlo. Le dio el nombre de Moisés; (salvado de las aguas) y creció en la corte del faraón.

La juventud de Moisés en la corte del faraón transcurrió en silencio según el relato bíblico, hasta el momento en que Moisés dio muerte a un capataz egipcio que maltrataba a un esclavo hebreo.

Tras el asesinato, se vio forzado a huir y se exilió en el país de Madián, más allá de los confines orientales del delta, en donde se refugiaban las personas que huían de Egipto. Allí, ayudó a las hijas del sacerdote Jetro, que fueron agredidas por pastores, y permaneció unos cuarenta años junto a este hombre que le dio en matrimonio a su hija Séfora.

Cuando Moisés apacentaba el rebaño de Jetro, en la región del monte Horeb (otro nombre del Sinaí), Dios se le apareció en forma de una zarza ardiente, la que no se consumía, y le reveló su voluntad de enviarlo a Egipto para liberar a su pueblo.

Moisés se mostró primero reticente, pero Dios le ordenó dirigirse a sus compatriotas diciéndoles: «Él es (Yahvé), el Dios de vuestros padres, el que me envió hacia vosotros», y le otorgó poderes taumatúrgicos.

De vuelta en Egipto, Moisés se presentó ante el faraón para pedirle que dejase partir al pueblo hacia el desierto durante tres días, para ofrecer sacrificios a Yahvé. Pero el faraón se negó y acentuó su opresión contra el pueblo hebreo. Entonces Yahvé ordenó a Moisés castigar a Egipto con diez plagas: el agua del Nilo se convirtió en sangre; ranas, zancudos y tábanos infestaron el territorio.

El ganado moría, los hombres estaban cubiertos de póstulas, el granizo caía asolando Egipto, las langostas devoraban las cosechas y espesas tinieblas cubrían la región. Cada vez, el faraón prometía que dejaría partir al pueblo, pero tan pronto cesaba la calamidad, su corazón se endurecía.

Entonces, Moisés anunció la muerte de todos los primogénitos y ordenó a sus compatriotas inmolar un cordero de un año de edad, al interior de cada familia, durante la noche del 14 al 15 de Abib (marzo-abril).

Su sangre debía esparcirse sobre las dos jambas y el dintel, para señalar las casas de los hebreos, quienes serían los únicos perdonados por la desolación.

La víctima y, en consecuencia, el rito se llamaban pessah, «pascua», es decir, «pasar más allá». En la mañana, el faraón cedió y ordenó la salida de los hebreos de Egipto.

MOISÉS Y EL PUEBLO HEBREO:

En algún momento del siglo XX antes de nuestra era, una pequeña e insignificante tribu de pastores semitas abandonó su viejo hogar en la tierra de Ur, una ciudad situada en la confluencia de los ríos Éufrates y Tigris, para buscar nuevos pastos en los dominios de los reyes de Babilonia.

Los soldados reales habían logrado echarlos de su tierra, y ellos se dirigían hacia el oeste en busca de un territorio que no estuviera ocupado para establecerse. Esta tribu de pastores eran los hebreos, a los que normalmente llamamos judíos.

Deambularon a lo largo y ancho de Oriente Próximo y, tras muchos años de penosa peregrinación, se instalaron en Egipto.

Vivieron entre los egipcios durante más de quinientos años y, cuando su país adoptivo fue conquistado por los hicsos,  consiguieron ser útiles a los invasores, de modo que pudieron vivir tranquilos en sus campos de pasto.

Pero, después de una larga guerra de independencia, los egipcios echaron a los hicsos del valle del Nilo y los judíos pasaron una época terrible, ya que se convirtieron en esclavos y fueron forzados a trabajar en la construcción de las carreteras reales y las pirámides.

Y como las fronteras estaban vigiladas por los soldados egipcios, a los judíos les resultó imposible escapar de Egipto.

Tras muchos años de sufrimiento, un joven judío llamado Moisés liberó a su pueblo de aquella vida miserable.

Moisés había vivido en el desierto durante mucho tiempo y había aprendido a apreciar las virtudes sencillas de sus primeros antepasados, que se habían mantenido alejados de las ciudades y no se habían dejado corromper por las comodidades y el lujo de una civilización extranjera.

Moisés decidió que su gente debía volver a amar la forma de vida de los patriarcas. Consiguió deshacerse de las tropas egipcias que los perseguían y condujo a su tribu hasta la llanura que se extiende a los pies del monte Sinaí.

Durante el largo período de soledad que había pasado en el desierto, Moisés aprendió a venerar al gran dios del trueno y la tormenta, que reinaba en los cielos y del cual dependía la vida, la luz y el aliento de los pastores.

Este dios, una de las muchas divinidades ampliamente adoradas en Oriente Próximo, se llamaba Yahvé y, gracias a las enseñanzas de Moisés, se convirtió en Señor único de los hebreos.

Un día, Moisés desapareció del campamento que los judíos habían instalado.

Se rumoreaba que había salido con dos tablas de piedra burdamente talladas.

Aquella tarde, la cima de la montaña quedó oculta a la vista humana, escondida en las tinieblas de una tempestad terrible. Pero, cuando Moisés volvió al campamento, llevaba grabadas en las tablas las palabras que Yahvé había dirigido a los hebreos entre el ruido de sus truenos y los destellos cegadores de sus relámpagos.

Desde aquel momento, el pueblo judío reconoció en Yahvé al Señor de su destino, al único Dios verdadero, que les había enseñado a vivir en santidad al ordenarles seguir los sabios consejos de los Diez Mandamientos.

Los judíos siguieron a Moisés cuando éste los invitó a proseguir su viaje por el desierto. Le obedecieron cuando les dijo lo que tenían que comer y beber, así como lo que debían hacer para resistir el clima tórrido del desierto.

Finalmente, tras muchos años de marcha, llegaron a una tierra que parecía agradable y próspera. Se llamaba Palestina, que es como los hebreos llamaban a los filisteos, una pequeña tribu de cretenses que se había instalado en la costa al ser expulsada de su isla. Desgraciadamente, en Palestina vivía otro pueblo semita, el de los cananeos.

Los judíos los obligaron a huir a los valles y allí construyeron sus ciudades.

En una de ellas, a la que llamaron Jerusalén o « tierra de paz», erigieron un gran templo. Pero Moisés ya no era el guía de los judíos. Vio la silueta de las montañas de Palestina desde lejos y cerró sus ojos cansados para siempre.

Había trabajado duro, con mucha fe, para agradar a Yahvé. No sólo había liberado a sus hermanos del yugo de la esclavitud y los había conducido a una nueva tierra donde serían libres, sino que también convirtió a los judíos en el primer pueblo que adoraba a un único Dios.

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MAS DETALLES SOBRE LA VIDA DE MOISES

LOS ISRAELITAS EN EL MONTE SINAI: Los israelitas caminaron a través del desierto hacia la comarca de Sinaí. Su marcha duró tres meses y padecieron mucho por la sed y el hambre. Fueron socorridos milagrosamente.

Un día, una nube de codornices cayó sobre el campamento y no tuvieron más que matarlas a palos.

Una mañana, encontraron la arena cubierta de granos menuditos que parecían escarcha. Moisés les dijo: "He aquí el pan que el Eterno os envía, recoged una medida por cabeza".

Tal fue el maná, blanco y que sabía como torta de miel. Los israelitas comieron de él durante los cuarenta añ^s que permanecieron en el desierto.

Otro día el pueblo se lamentaba de morir de sed. Moisés golpeó en una roca con su varita y brotó una fuente.

A! tercer mes, los israelitas acamparon frente al monte Sinaí. Moisés subió y oyó la voz de Dios que le ordenaba hablar de esta suerte a los israelitas: "Habéis visto lo que he hecho en Egipto y cómo os he conducido hasta mí en alas de águila.

Ahora, si me obedecéis y conserváis mi alianza, seréis mi pueblo, porque toda la tierra es mía, y seréis para mí una creación sagrada". Moisés ordenó al pueblo que se preparara y prohibió poner el pie en la montaña bajo pena de muerte.

El tercer día por la mañana, una nube espesa y negra ocultaba la montaña. Cruzábanla los relámpagos, se oía rugir el trueno y se escuchaba ruido de trompetas.

Todo el pueblo en el campamento estaba sobrecogido de espanto. Moisés mandó salir a los israelitas y los condujo a la falda de la montaña.

Estaba cubierta de humo y temblaba. Luego se oyó en lo alto una voz que llamaba a Moisés. Subió y recibió los mandamientos que Dios hacía a su pueblo.

EL BECERRO DE ORO

Moisés permaneció largo tiempo en el monte. El pueblo se cansó de esperarle y dijo a su hermano Aarón: "Haznos un dios que vaya delante de nosotros".

Aarón hizo que le llevaran los anillos de oro que usaban las mujeres y las doncellas en las orejas, los fundió e hizo un becerro de oro. Luego erigió un altar y anunció una fiesta para el siguiente día.

Llegado éste, los israelitas se levantaron muy de madrugada. Hicieron consumir víctimas en el altar, adoraron al becerro de oro y bailaron alrededor de él en señal de regocijo.

Aquel día, Moisés bajaba del monte con las dos tablas de piedra que el Eterno le había entregado. Oyó las voces del pueblo en el campamento. Su servidor de dijo: "Se oye un grito de guerra en el campamento".

Moisés respondió: "No es grito de vencedores ni de vencidos, es la voz de gentes que cantan". Al aproximarse, vio el becerro de oro y las gentes que danzaban.

Lleno de cólera, arrojó las tablas de piedra, que se rompieron, al pie del monte, asió el becerro de oro, le arrojó al fuego, le redujo a polvo y lanzó este polvo al agua, que obligó a beber a los israelitas.

Luego se colocó a la puerta del campamento y exclamó: "¡Conmigo los que estén por el Eterno!".

Cuando se reunieron muchos, dijo: "He aquí lo que ordena el Eterno: Que cada uno de vosotros coja una espada. Recorred el campamento y matad a los que han adorado al ídolo".

3.000 israelitas próximamente fueron degollados aquel día. Al siguiente, Moisés reunió al pueblo: "Habéis cometido un gran pecado, dijo, voy a subir al lado del Eterno para obtener su perdón".

ISRAEL EN EL DESIERTO

Los israelitas abandonaron el país de Sinaí y pusiéronse en marcha hacia el Norte. Moisés les condujo a la comarca donde en otro tiempo había habitado Jacob. El Eterno le había prometido dársela, y por eso la llamaban la Tierra prometida.

Moisés había enviado espías a la Tierra prometida. Volvieron trayendo granadas, higos y un racimo de uvas tan grande que entre dos tenían que llevarlo en un palo.

Mostraron estos frutos al pueblo reunido y contaron lo que habían visto: "Es un país en que corren la leche y la miel. Pero el pueblo que lo habita es poderoso, las ciudades son muy grandes y están rodeadas de murallas. Este pueblo es más fuerte que nosotros, es una raza de gigantes, a su lado parecíamos langostas".

Los israelitas tuvieron miedo y dijeron que preferían volver a Egipto. Siguieron acampando en el desierto, combatiendo con las otras tribus de las cercanías. Con frecuencia reprocharon a Moisés haberles hecho salir de Egipto.

"Nos acordamos, decían, de los pescados que comíamos, de los pepinos, de los melones, de -los puerros y las cebollas. Ahora ya sólo tenemos el maná".

Moisés les anunció que Dios les castigaría haciéndoles permanecer en el desierto hasta que todos los de aquella generación hubieran muerto. Permanecieron cuarenta años y les ocurrieron muchas cosas.

Un día que murmuraban contra Moisés, salieron de la arena miles de serpientes abrasadoras que empezaron a morderles y muchos murieron de las mordeduras.

El pueblo dijo entonces a Moisés: "Hemos pecado hablando contra el Eterno y contra ti. Ruega al Eterno para que aleje estas serpientes". Moisés oró, y luego, por mandato del Eterno, hizo una serpiente de bronce y la colocó en un palo. Todos los que habían sido mordidos miraban a la serpiente de bronce y quedaban curados.

Al cabo de cuarenta años el pueblo se halló cerca de la Tierra prometida, pero al otro lado del Jordán. Moisés contó entonces a todos los israelitas.

Luego subió a una montaña (el monte Nebo) y vio de lejos la Palestina. El Eterno le dijo: "He aquí la tierra que he prometido dar a Abraham, Isaac y Jacob. Te he permitido verla, pero no entrarás en ella".

Allí murió Moisés, a los 120 años. Nadie supo jamás dónde estaba enterrado.

(ver: Historia de la Diáspora Judía)


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