El Sabio y el Rey Polyidos Salva la Vida del Hijo del Rey:Leyenda

Leyenda: El Sabio y el Rey Polyidos salva la vida del hijo del Rey

POLYIDOS Y GLAUCO:

En la isla de Creta vivían antiguamente el rey Minos y su esposa Pasifae, una pareja con numerosos hijos.

Poseían un gigantesco palacio en la ciudad de Cnosos, decorado con valiosos objetos y todos los lujos imaginables.

Las paredes aparecían adornadas con cuadros de múltiples colores, y los pasillos eran tan grandes que era relativamente fácil perderse por ellos.

Entre los muchos hijos de la familia real, también había un niño al que sus padres habían dado el nombre de Glauco.

Como todos los niños, Glauco saltaba, brincaba y canturreaba por todos los rincones del palacio, y también jugaba con una pelota.

En cierta ocasión, el niño descubrió por casualidad un ratoncillo que con sus pequeñas patitas correteaba rápidamente por todos los pasillos y salones del palacio paterno; el niño dejó caer la pelota y se dedicó, loco de alegría, a perseguir al animalito de piel grisácea.

rey polyidos

Y como todos los niños traviesos sin pensárselo dos veces, corrió casi a ciegas por el gigantesco palacio de su padre hasta llegar a una estancia donde había varios barriles, todos bien alineados y llenos de dulce miel.

El chiquillo, alegre y confiado, gozando de la vida, siguió persiguiendo al ratón y, ¡plumps!, sin ser consciente de lo que le sucedía, se cayó, con la cabeza por delante, en uno de aquellos barriles lleno hasta el borde de pegajosa miel.

Aquel lugar era solitario, nadie podía ayudarle, y el niño fue hundiéndose más y más en aquella dulce papilla; cuantos más esfuerzos hacía para salvarse tanto más se hundía en aquel barril lleno hasta el borde del dulce jugo de las abejas.

Y al final desapareció por completo, inmerso y aprisionado en las reservas que su padre había almacenado para los meses invernales.

Al poco tiempo, los padres comenzaron a echar en falta los gritos, las carreras y los juegos de su amado hijo.

El palacio permanecía silencioso.

Empezaron a buscar por todos los rincones y salones del palacio, por los intrincados pasillos, pero su querido hijito no aparecía por ninguna parte.

El palacio estaba triste, habían enmudecido sus risas y alegrías en el juego.

Los padres, en su desesperación, se dirigieron a Delfos, un lugar, apartado de su isla en la lejana Grecia, donde la sagrada Cithia anunciaba sus augurios por boca del dios Apolo. la adivinadora les aconsejaría, pero primero tenían que responder correctamente a una adivinanza.

En vuestra boda, les dijo, nació recientemente un ser que diariamente cambia tres veces su color: primero es blanco, luego gris y, finalmente, negro.

Si lográis descubrir el nombre de este ser, vuestro hijo será salvado.

Aquí radicaba la dificultad.

Los padres, profundamente desesperados, indagaron por todo el país; intentaban averiguar qué hombre sabio podría facilitar una respuesta satisfactoria a tan compleja adivinanza.

Después de intensa búsqueda, los emisarios del rey descubrieron, finalmente, a un sabio, de nombre Polyidos, que en nuestro idioma significa “el que mucho sabe”.

Polyidos, un vidente divino, preguntó por toda la isla de Greta hasta que descubrió la solución: en el rebaño del rey Minos había nacido un ternerillo que diariamente cambiaba tres veces su color.

La solución del acertijo consistía en saber que este ternero significaba una mora: que primero es blanca, más tarde roja y, al final, una vez madura, es negra.

Polyidos inició entonces la búsqueda del niño y cuando llegó al sótano, donde el rey almacenaba sus barriles, observó que una lechuza alejaba a las abejas que se habían congregado alrededor de los barriles con miel, atraídas, seguramente, por el dulce aroma que despedían.

Polyidos examinó un barril tras otro y encontró, por fin, al niño llamado Glauco, que se había sumergido de cabeza y ahogado en la miel.

El rey fue inmediatamente informado de la muerte de su amado hijo.

Minos ordenó entonces, obedeciendo el consejo de los sacerdotes, que le fuese devuelta la vida al cuerpo muerto de su hijo.

¿Qué podía hacer ahora Polyidos?.

¿Era él quizás el dios de la medicina, capaz de devolver la vida a quien había muerto?

Pero el rey era inexorable y, obedeciendo sus órdenes, Polyidos debía permanecer encerrado en el sótano, todo el tiempo que fuese necesario, hasta que Glauco hubiese renacido a una nueva vida.

Esta era su orden.

Encerrado en aquel abovedado sótano, Polyidos esperaba día tras día, no sabía qué hacer ni por dónde empezar.

Devolver la vida a un cuerno muerto era una tarea más propia de un dios.

Pero cierto día descubrió, inesperadamente, que una serpiente se aproximaba cautelosa y silenciosamente al cadáver de Glauco.

Atemorizado, Polyidos desenvainó su espada y de un golpe le cercenó la cabeza; pero descubrió inmediatamente que también una segunda serpiente, reptando silenciosamente, se aproximaba al cadáver del niño.

Pero cuando esta descubrió que su compañera había muerto, dio media vuelta y se alejó, aunque regresó al poco tiempo llevando una planta medicinal en su boca.

Depositó la planta sobre el cuerpo de su compañera muerta y ésta, Inmediatamente, recobró la vida.

Polyidos había observado todo lo que sucedía, fue entonces consciente de de que una deidad deseaba ayudarle.

Le sustrajo aquella misma planta a la serpiente y la depositó sobre el cadáver del niño.

En aquel mismo instante empezó a circular unai nueva vida por las venas y el cuerpo de Glauco.

Sus delicados miembros comenzaron a moverse, la vida había regresado a su cuerpo.

Todo habitante del palacio creyó escuchar, de repente las voces de aquel chiquillo.

El rey Minos recibió con gran alegría aquella buena nueva.

Colmó a Polyidos de regalos, pero deseaba saber cómo había conseguido despertar a su hijo muerto a una nueva vida.

Si no lo averiguaba no le concedería la libertad.

Pero aquel dios le había comunicado a Polyidos que no debía revelar jamás su secreto.

Polyidos se dirigió entonces al niño que había salvado, rogándole que escupiese en su boca.

Tan pronto como el niño lo hubo hecho, perdió todo recuerdo en la salvación y Polyidos pudo llevarse el secreto a la tumba: ningún mortal debía poder averiguarlo jamás.

Fuente Consultada: Relatos de la Antigüedad - Lo Se Todo Tomo III - Figuras y Leyendas Mitológicas

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