VLAD IV el Empalador: Asesinos Siniestros de la Historia
VLAD IV , "el empalador"
Asesinos Siniestros de la Historia
LA CRUELDAD DE VLAD IV, EL EMPALADOR
Vlad se sentó en el trono de su país a los 18 años, bien es cierto que, al principio, como soberano títere de los turcos.
De su contacto con los otomanos, por cierto, aprendió el horrible suplicio del empalamiento que después, en cuatro años de locura, utilizaría hasta la saciedad.
Una vez que se pudo liberar de sus carceleros, volvió a Valaquia y, en 1437, se autoproclamó Cristo Dios, gran voivoda (príncipe) de Hungro-Valaquia.
Insaciable en su necesidad de matar y hacer sufrir, se enemistaba constantemente con todos los que le rodeaban en un afán por incrementar el número de sus futuras víctimas.
Una vez éstas adquirían una realidad evidente, Vlad las mataba de mil y una maneras, sobre todo a través del empalamiento.
Pero su fértil imaginación y sus instintos sádicos no se tomaban un respiro y ensayaba nuevos sistemas de mandar al mundo de los difuntos a miles de potenciales víctimas.
Así, un día hirvió vivo a un gitano acusado de ladrón, y obligó a su familia a que se lo comiesen después.
El número de sus víctimas se contaron por miles que aparecían incluso aumentadas por el boca a boca de los aterrados habitantes del lugar.
En Schylta ordenó matar a 25.000, y en una ciudad cercana, el día de San Bartolomé de 1460, empaló a 30.000.
A una concubina que le comunicó su embarazo, ordenó que le abrieran el vientre a ver si era verdad.
Y son muchas más las leyendas de las atrocidades cometidas por Vlad «el Empalador».
En una ocasión invitó a los mendigos de Tirgoviste a una gran cena en la que se sirvió comida y bebida sin freno.
Tras los postres, los soldados y el propio Vlad se retiraron, atrancaron las puertas del salón y le prendieron fuego, muriendo abrasados todos los pobres de la ciudad.
En otra ocasión un fraile que paseaba junto a Vlad entre las estacas de un grupo de empalados se quejó del mal olor.
El voivoda ordenó entonces que el fraile fuera empalado en una estaca mucho más alta que el resto «para que no tuviera que aguantar el hedor».
Otra leyenda cuenta que Vlad mandó colocar una copa de oro en una fuente de Tirgoviste para que los valacos pudieran beber.
Dicha copa permaneció intocable junto la fuente mientras Vlad ocupó el trono.
El terror era extremo.
Tampoco se libraron los boyardos de la ira de Vlad.
En 1459 invito a toda la nobleza a una gran cena para celebrar la Pascua.
En los discursos les recordó que fueron los autores de la muerte de su padre y hermano y ordenó que allí mismo fueran empalados los nobles más ancianos.
A los jóvenes los cargó de cadenas y los trasladó al norte, a Poienari, donde se estaba construyendo un castillo.
Allí trabajaron los boyardos, con sus ricas ropas hechas jirones, hasta la muerte en la mayoría de los casos.
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