El Gigante de Cardiff :Historia de Estafadores y Falsificadores

HISTORIA ESTAFA: EL GIGANTE DE CARDIFF: Grandes Falsificaciones de la Historia

GIGANTES EN LA TIERRA

En la primavera de 1868, un tabaquero fanfarrón de Binghamton (Nueva York) llamado George Hull fue a visitar a su hermana a Ackley (lowa).

Una tarde oyó a un predicador de los fuegos del infierno citar el Génesis 6; 4 de la Biblia: «Y había gigantes en la tierra en esa época».

Como describió posteriormente, aquella frase mantuvo despierto a Hull casi toda la noche.

Se le estaba ocurriendo una idea brillante.

En una cantera cercana a Fort Dodge, Hull encontró un bloque de yeso macizo que medía 365 x 120 x 55 cm.

Pesaba más de 21, pero Hull logró por fin transportarla a Chicago (dejando varios vagones rotos y puentes dañados a su paso).

En el local de Edward Burghardt, cantero, el yeso se transformó en la estatua de un hombre gigante, de cabeza calva, pero por lo demás intacto.

Se distorsionó la figura como si hubiera muerto en gran agonía, y el mismo Hull posó para la cabeza.

Rayas oscuras en el yeso parecían venas humanas, y sacudiendo la estatua con agujas de acero clavadas en bloques de madera con un martillo, se formó lo que parecían poros de la piel.

A continuación Hull trató la estatua con ácido sulfúrico para envejecerla y después la transportó a la granja de un primo, William «Stubby» Newell.

La granja se encontraba a las afueras del pueblo de Cardiff. a unas 13 millas de Siracusa (Nueva York), y Newell había estado luchando una batalla perdida con ella durante algunos años.

Él y Hull, con ayuda de otros dos hombres que juraron mantener el secreto, enterraron al gigante en una sepultura poco profunda detrás del establo, la cubrieron y la dejaron allí durante casi un año.

El plan era que Newell llevaría trabajadores a su granja para cavar un pozo y les dejaría que descubrieran el «cuerpo»; pero incluso antes de hacerlo, otro hallazgo afortunado sucedió en las proximidades.

Un granjero que vivía a menos de una milla de distancia desenterró algunos huesos mientras araba.

Científicos de la Universidad de Cornell declararon que eran fósiles auténticos.

El escenario estaba preparado para la aparición del Gigante de Cardiff.

El viernes 15 de octubre de 1869 los trabajadores que estaban cavando el pozo encontraron y dejaron al descubierto la estatua. La noticia se extendió rápidamente por toda la zona.

Newell enseguida montó una tienda sobre la «sepultura» y cobraba a los curiosos una entrada de 50 centavos por ver la figura.

Después de una semana llegaban multitudes allí, desde lugares tan lejanos como la ciudad de Nueva York, y el precio de la entrada había subido a 1,0 dólar.

Newell cambió sus prendas de granjero porun chaqué y empezó a dar conferencias sobre el descubrimiento del gigante.

UNA MULTITUD EMBELESADA

«Cuando uno lo miraba», escribió el reportero de un periódico, «no podía evitar sentir que estaba en presencia de un ser grande y superior.

La multitud que se reunía a su alrededor parecía casi embelesada.

No había levedad».

Después de un mes el gigante se trasladó a Siracusa y se expuso allí.

Científicos eminentes discutían sobre si era una estatua antigua o un humano fosilizado.

El Dr. Andrew D. White, primer presidente de Cornell, tenía un fragmento analizado. Se enteró de que la figura se había hecho con yeso sencillo, pero White no hizo público su descubrimiento.

«Cuando uno lo miraba, no podía evitar sentir que estaba en presencia de un ser y superior.»

Comentario periodístico sobre el Gigante de Cardiff

REPRODUCCIÓN DE UNA REPRODUCCIÓN

Un célebre escultor de Nueva York, Erasmus Dow Palmer, no tenía dudas: «¡Fraude!», declaraba.

Su veredicto llegó a oídos del hombre del espectáculo Phineas T. Barnum, que dirigía un museo y una casa de fieras en Broadway y que decidió que una reproducción de una reproducción era justo lo que él necesitaba.

Cuando llevaron al Gigante de Cardiff de Siracusa a la ciudad de Nueva York para la temporada de compras de Navidad, ya había una réplica en el museo de Barnum.

Sin embargo, la presencia de dos gigantes a sólo dos bloques de distancia resultaron ser buen negocio para ambos.

En enero la estatua original se llevó a Boston, donde el famoso ensayista Ralph Waldo Emerson declaró que era «sorprendente, sin duda un verdadero ser humano petrificado».

No obstante, el Dr. Oliver Wendell Colmes, eminente anatomista de Boston, hizo algo que nadie más había pensado hacer.

Taladró un agujero detrás de la oreja izquierda del gigante, y no reveló más que piedra maciza y ningún rastro de cerebro fosilizado.

El gigante de Cardiff continuó viajando.

Ya no se consideraba un fósil, pero sí aún una estatua de gran antigüedad. Luego la prensa empezó a observar con más detalle su historia y siguió su rastro de regreso a Chicago.

Afrontando los hechos, George Hull se rió y admitió todo.

Con una pequeña fortuna a su disposición y animado por la credulidad del público la primera vez, Hull decidió mejorar su primer esfuerzo.

Tenía una figura esculpida hecha de una mezcla de piedra molida, arcilla, huesos, sangre y carne, que después quemó en un horno durante varias semanas.

Con la ayuda de un hombre llamado William Conant, la figura fue enterrada cerca del pueblo de Beulah, en las proximidades de Pueblo (Colorado), en 1877.

Varios meses después, Conant y su hijo «descubrieron» un pie metido en la tierra y desenterraron un cuerpo petrificado de 2,7 m de longitud.

Tenía una cabeza bastante pequeña, parecida a la un simio, y unos brazos largos poco normales.

Los periódicos pronto lo apodaron «Solid Muldoon», por un hombre fuerte famoso de esa época.

«No puede existir ninguna duda sobre la autenticidad de esta pieza», informaba el Daily Times de Denver.

«La piedra muestra los efectos del tiempo, y las circunstancias del descubrimiento son tales que descartan que sea una repetición del fraude chapucero del Gigante de Cardiff.»

Cinco meses después se revelaría lo equivocados que estaban mientras se encontraba expuesta la figura en la ciudad de Nueva York.

Un hombre a quien Hull debía dinero contó su historia al New York Tribune, y ese fue el final del «Solid Muldoon».

Fuente Consultadas:
Fraudes, estafas y falsificaciones de Brian Innes
Diccionario de la Ciencia de Sanchez Ron
Lo Que Oculta la Historia de Rayner Ron Stapley
Wikipedia

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