Droga: Cocaína
Funcion del Esqueleto Humano:Sosten,Movilidad y Proteccion, Ver Lamina
Funcion del Esqueleto Humano:Sosten,Movilidad y Proteccion-Una Lámina
La gran mayoría de los animales posee un armazón sólido que les dá sostén y a la vez de protección de partes delicadas; esta estructura, generalmente dura y mineralizada, recibe el nombre de esqueleto.
La función más importante del esqueleto es sostener la totalidad del cuerpo y darle forma.
Hace posible la locomoción al brindar al organismo material duro y consistente que sostiene los tejidos blandos contra la fuerza de gravedad y donde se insertan los músculos que le permiten erguirse del suelo y moverse sobre su superficie.
El sistema óseo también protege los órganos internos (cerebro, pulmones, corazón) de los traumatismos del exterior.
El esqueleto de las aves es muy ligero y de gran resistencia, debido so todo, a que los huesos son huecos y porosos, características que facilita tarea de volar; como contrapartida, esta ligera estructura está expuesto a frecuentes fracturas.
Por este motivo, en el interior de algunos huesos, sobre todo en los más largos, existen una serie de trabéculas o proyecciones del tejido que aumentan la resistencia.
En el esqueleto de las aves se pueden observar una de cambios evolutivos respecto a otros vertebrados.
De esta manera los huesos que forman la mano de un mamífero o un reptil se han fusionado, formando una estructura llamada carpo-metacarpo, en la cual se insertan las plumas del y los huesos de la cola se han reducido a una pequeña formación llamada pitillo.
La cola vertebral, que en los anfibios, los reptiles y los mamíferos cumple la función de equilibrio, en las aves está representada por una serie de plumas que actúan a modo de timón, tanto en el vuelo como en los desplazamientos terretres.
Otra peculiaridad en las aves es la llamada quilla, una especie de cresta que sobresale del esternón y que sirve de punto de anclaje de los músculos torales, parte fundamental para el desarrollo del vuelo.
En los peces, el esqueleto puede estar formado por huesos —así suceda los casos de la merluza y el pejerrey, denominados peces óseos— o por cartilagos —el tiburón y la raya son peces cartilaginosos.
El Esqueleto Humano:
En el hombre, el esqueleto está formado por cartílago, tejido esponjoso, médula, tejido compacto y perióstico.
Las articulaciones se dividen en móviles (permiten amplios movimientos), semimóviles (de movimientos poco extensos) o inmóviles.
Los huesos pueden ser largos, planos y cortos.
El tejido celular que ocupa su cavidad interna se denomina médula ósea.
La médula roja es la que presenta el hueso crecimiento; la amarilla, el tipo normal, está compuesta fundamentalmente por células grasas.
El endostio es el tejido que recubre la cavidad medular de un hueso.
El periostio es el tejido conjuntivo que rodea todos los huesos.
El esqueleto no es un tejido muerto; por el contrario, vive y se renueva a una velocidad considerable, aunque imperceptible.
Constituye una estructura duradera, que permanece después de la muerte, debido a que los compuestos de calcio y fósforo son difíciles de degradar.
Como el resto de los tejidos, contiene nervios y vasos sanguíneos.
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Hueso: En todo hueso largo, el cuerpo, generalmente cilíndrico, recibe el nombre de diáfisis, y los extremos, el de epífisis. La diáfisis está hueca, y su interior es ocupado por el tuétano o médula amarilla.
También en la epífisis hay gran número de cavidades formadas por el entrecruzamiento de los delgados tabiques óseos, los cuales contienen la médula roja, formadora de glóbulos sanguíneos.
El periostio, que es una membrana muy tenaz y sumamente vascularizada, envuelve los huesos y permite que éstos crezcan en espesor; esta membrana es de gran importancia, pues por medio de sus vasos sanguíneos llegan a las células óseas la sustancias nutritivas.
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A las dos semanas de gestación el esbozo de la columna vertebral aparece en el embrión del ser humano, que posee ya pequeñas vértebras cartilaginosas cuya osificación se inicia dos semanas más tarde.
En el momento del nacimiento, el esqueleto, aún blando y flexible —de hecho, los huesos del cráneo y de la pelvis no se han soldado—, está constituido por 350 huesos, número que en el adulto se reduce a 206, ya que muchos huesos se fusionan.
El cráneo está formado por 29 huesos: ocho craneales y catorce faciales.
El oído medio contiene tres pequeños huesos (martillo, yunque y estribo), encargados de la transmisión del sonido hasta el oído interno.
En la base de la lengua se encuentra el hueso hioides, que no se articula con ningún otro del esqueleto.
Los ojos están protegidos por las cavidades óseas del cráneo.
Cuando masticamos movemos el único hueso móvil de la cabeza: el maxilar inferior o mandíbula.
El tronco está constituido por 51 huesos, la mitad de los cuales forman parte de la columna vertebral, así como de la pelvis, mientras que los restantes integran el tórax.
Los huesos de la columna vertebral y de la pelvis son fuertes y rígidos; soportan la mayor parte del peso del cuerpo.
Son los responsables de que podamos caminar y permanecer de pie. Además tienen una función de protección:
los del tórax protegen los órganos y vísceras, mientras que las vértebras protegen los nervios y vasos que forman parte de la columna vertebral.
Las extremidades superiores e inferiores del hombre están unidas al tronco por las cinturas.
La cintura escapular para los miembros superiores y la llamada cintura pélvica para las extremidades inferiores.
La primera está formada por el omóplato y la clavícula; la segunda, por un solo hueso, el iliaco, resultado de la fusión de otros tres más pequeños.
Los brazos están compuestos por húmero, cubito y radio; las piernas se componen de fémur, tibia y peroné.
En cuanto a las articulaciones, las móviles presentan los siguientes elementos: una superficie articular, lisa, generalmente entre dos epífisis de huesos largos; un cartílago articular—que ocupa el espacio entre un hueso y otro— blanco, liso y brillante, que facilita el deslizamiento de una superficie sobre otra; un cápsula fibrosa, que se inserta en los extremos de cada uno de los huesos que forman la articulación y es semejante a un cilindro hueco; la membrana sinovial, una capa delgada que segrega el líquido que lubrica todas las articulaciones, y los ligamentos articulares, sólidos cordones de tejido conjuntivo que impiden la separación de los huesos que integran la articulación.
Las articulaciones determinan la dirección y grado de movilidad de los huesos del organismo.
En las rodillas, codos y dedos son de encaje recíproco.
En la rodilla, la de mayor tamaño, el fémur —el hueso más largo del esqueleto— y la tibia forman una articulación de encaje recíproco, reforzada por ligamentos que conectan en forma cruzada ambos huesos y una fuerte cápsula articular.
Los extremos femorales, redondeados, se hallan situados por detrás de la rótula.
La articulación del hombro está compuesta por una esfera y una cavidad, lo que permite una mayor variedad de movimientos.
La de la cadera, sobre la que descansa el peso del cuerpo, está formada por la cavidad coxal, en la que se inserta la cabeza del fémur.
Por otro lado, un tendón que cruza desde el fémur hasta el coxal mantiene la articulación en la posición adecuada.
Las articulaciones semimóviles son las que aparecen entre dos vértebras; las dos caras que se unen son ligeramente cóncavas y están revestidas por una fina membrana de tejido cartilaginoso.
Los ligamentos interóseos permiten la flexión y expansión de la columna vertebral.
Las articulaciones inmóviles se encuentran en la cabeza; como ejemplo puede citarse la que existe entre los huesos parietal y frontal del cráneo, unidos mediante una serie de salientes, a modo de dientes, que coinciden a la perfección.
Estructura del Tejido Oseo:
El tejido óseo, es decir los huesos que forman parte del esqueleto, se compone de células y de una matriz orgánica calcificada -constituida por fibras y por, sustancia fundamental impregnada por sales de calcio-.
Los huesos están dados por una densa capa de tejido conectivo muy vascularizada, llamada periostio.
Las células que constituyen los huesos son de tres tipos: los osteoblastos responsables de la formación del tejido óseo, son de forma cúbica o prismática de núcleo redondeado, su citoplasma es rico en orgánulos responsables de la síntesis de proteínas (ribosomas, mitocondrias, aparato de Golgi y retículo endoplasmático) los osteocitos son las células que forman principalmente el tejido óseo adulto, con forma de huso, núcleo ovalado y, al igual que los osteoblastos aunque en menor cantidad, con orgánulos responsables de la síntesis de proteínas; los osteoclastos, responsables de la resorción de tejido óseo, presentan forma redondeada y varios núcleos.
La matriz está formada por fibras de colágeno -sustancia fundamental, compuesta en su mayor parte de mucopolisacárido -y sales minerales -cristales minerales en forma de agujas muy finas y tablillas hexagonales- unidas a las fibras de colágeno.
Funciones de los Huesos:
Los huesos llevan a cabo tres funciones fundamentales.
Sirven como sostén del cuereo —son los puntos de inserción de los músculos y los tendones implicados en la locomoción— y protegen el contenido de las cavidades cráneoraquidea y torácica (función mecánica).
Por otra parte, desempeñan una función hematopoyética o formadora de sangre, debido a la presencia de las células de la médula ósea contenida en la cavidad medular y entre las trabéculas del tejido óseo esponjoso.
Finalmente, hay que mencionar una función metabólica.
Los huesos esqueléticos actúan como depósito de minerales.
Existe un depósito de calcio y fósforo en el interior de los huesos, movílizable, que se puede liberar para mantener normales los niveles sanguíneos y suministrar estos materiales cuando sea preciso, dependiendo de las necesidades de otros tejidos.
Huesos del Cráneo Humano
¿PARA QUE SIRVE EL ESQUELETO?
La respuesta a la pregunta del título es evidentemente afirmativa. Hay dos tipos de esqueleto: los invertebrados poseen un esqueleto exterior o exoesqueleto constituido por un caparazón rígido.
Los vertebrados —llamados así por sus vértebras— utilizan un esqueleto interno o endoesqueleto.
• FUNCIÓN DE SOSTÉN
En primer lugar, el esqueleto sostiene las partes blandas y evita que se conviertan en una masa informe.
El tamaño del esqueleto está en relación con el peso del animal y con el medio en que vive.
En efecto, los animales terrestres poseen esqueletos mucho más fuertes que los marinos, porque el agua equilibra gran parte del peso de estos últimos.
Es posible darse una idea del tamaño de los huesos necesarios para sostener un animal realmente grande si se observan los fósiles.
Los huesos de las patas del brontosaurio tenían más de treinta centímetros de espesor y sin embargo es casi seguro que este animal vivió en zonas pantanosas donde las aguas sostenían en parte su enorme peso, pues aun huesos de ese tamaño no habrían podido sostenerlo.
Los grandes animales corredores terrestres, como el tiranosaurio, poseían también esqueletos imponentes.
En cambio, la ballena, en relación a su tamaño, posee un esqueleto muy liviano.
Si ese animal «encalla» en la costa, su enorme peso comprime sus pulmones y le impide respirar, ahogándola (la ballena se distingue de los animales terrestres en que no tiene caja torácica).
• FUNCIÓN DE MOVILIDAD
El esqueleto es un juego de palancas que facilita la movilidad. Salvo en los animales más simples, el movimiento se consigue mediante la contracción y alargamiento de músculos, que se insertan en los huesos.
El esqueleto comprende las articulaciones necesarias para convertir esas contracciones o alargamientos en movimientos aprovechables.
No debe olvidarse que la movilidad no es sólo traslación.
Por ejemplo, el aparato muscular que mueve las mandíbulas y la robustez de éstas son a veces considerables.
Las articulaciones se adaptan exactamente para la eficacia del movimiento; los dientes de los carnívoros «engranan» perfectamente, mientras los maxilares de los rumiantes tienen movimientos laterales.
• FUNCIÓN DE PROTECCIÓN
Como el esqueleto es por naturaleza duro, puede servir también para proteger órganos vitales.
Ejemplos: la caja craneana; la columna vertebral, que protege la médula; las costillas y el esternón, que protegen el corazón y los pulmones; y, sobre todo la pelvis.
Nótese que el peso del cráneo pasa a la columna; ésta suma el del tronco y lo transmite a la pelvis por el sacro. De la pelvis, el peso total pasa, por las cabezas de ambos fémures, a las piernas.
Como el volumen y el peso aumentan en proporción al cubo de las dimensiones lineales, mientras la fuerza de las estructuras que soportan al animal, como las piernas, sólo aumenta en proporción al cuadrado, la fuerza mecánica y la estabilidad tienden a decrecer al aumentar el tamaño.
La corpulencia no es una ventaja absoluta en tierra firme, y de hecho los animales demasiadc grandes tienden a desaparecer.
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• ►AMPLIACIÓN DEL TEMA…
¿PARA QUÉ SIRVEN LOS HUESOS?
Parece casi infantil enunciar esta pregunta.
Todo el mundo sabe que los huesos, constituidos por materiales sumamente resistentes, proporcionan una trama rígida, donde se insertan los músculos, que sirve de sostén al conjunto general del organismo y de protección para ciertos órganos vitales.
Pero no es esto todo.
Los huesos constituyen un importante depósito de minerales como el calcio y el fósforo, que son esenciales para el desarrollo del organismo y, en particular, para ciertos procesos metabólicos.
Se estima que el 99 % del material óseo se destina a la función mecánica de sostén, y sólo el 1 % interviene en la función metabólica; pero este pequeño porcentaje desarrolla una función vital.
Tan importante es esta función que por ella fue posible una de las más subyugantes etapas de la evolución animal: el paso de animal marino a animal de agua dulce y, de éste, a organismo terrestre.
El hueso se compone, esencialmente, de fosfato càlcico.
El calcio promueve el desarrollo, hace posible la coagulación sanguínea, reduce la irritabilidad neuromuscular y es el «disparador» de la contracción del músculo.
El fósforo interviene en innumerables combinaciones químicas con grasas, carbohidratos y proteínas (la base de las células vivas); es esencial para la síntesis y transformación del glucógeno y, por tanto, para la liberación de energía.
El organismo toma el fósforo y el calcio que necesita del que está disuelto en los fluidos extracelulares, los que, a su vez, lo obtienen del almacenado en los huesos.
Por tanto, el esqueleto actúa simultáneamente como depósito de reserva de estos productos y como regulador de la concentración de ellos en los fluidos orgánicos.
Es curioso el hecho de que los animales que no disponen de huesos tengan en sus fluidos una concentración de calcio igual a la del medio en que viven (el mar).
Los peces óseos y los animales terrestres tienen un contenido mucho menor de calcio.
Es decir, parece claro que la independencia del mar está ligada a la formación del tejido óseo, y el bajo contenido de fósforo y calcio en sus líquidos puede ser la consecuencia de haber adquirido un mecanismo fino de almacenamiento y regulación de las necesidades de estos productos.
Según las últimas investigaciones, la supervivencia en el agua dulce de un animal marino depende de su aptitud para mantener el calcio a su nivel normal en los fluidos corporales, cualquiera que sea la concentración de este elemento en el agua que lo rodea.
Los organismos consiguen esta independencia por alguno (o todos) de los siguientes mecanismos que están relacionados con el tejido óseo: permeabilidad a través de las membranas branquiales, presencia de vitamina D y existencia de hormona paratiroidea.
As!, las lampreas glutinosas, que no tienen esqueleto óseo, sólo pueden vivir en el agua del mar.
Las lampreas propiamente dichas ya pueden emigrar temporalmente o los ríos, pues disponen de innumerables membranas branquiales que pueden extraer el calcio del agua dulce a pesar de su pequeña concentración, e incluso disponer de un minúsculo depósito de calcio y fósforo, los estatolitos, constituidos de fosfato càlcico; pero su mecanismo es muy imperfecto, pues necesitan «bombear» ingentes cantidades de agua dulce para obtener el calcio necesario.
Los tiburones tienen un esqueleto cartilaginoso, poco osificado, pero las placas óseas de la piel y sus dentículos lo suplen, a los efectos de almacenar el calcio. Por eso se adentran perfectamente por ríos y lagos de agua dulce. En los peces óseos existe una ventaja más, la vitamina D, que ayuda a fijar el calcio en los huesos.
Por último, en los anfibios, que pueden abandonar el medio acuático, aparecen las glándulas paratiroideas, cuya hormona regula perfectamente la concentración adecuada e indispensable de calcio y fósforo en la sangre.
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Vida de Ehrlich Paul y la Droga Para Combatir La Sifilis-Salvarsan
Vida de Ehrlich Paul Científico
Salvarsan:Droga Para Combatir La Sífilis
ANTECEDENTE HISTÓRICO:
Durante el siglo XX se ha modificado sustancialmente el concepto general de tratamiento por fármacos gracias a la terapéutica específica de determinadas enfermedades, contra las que prácticamente no existían defensas.
Este carácter de especificidad es fundamental, puesto que supone el empleo de remedios que atacan a una enfermedad y no a otra.
Es más, hasta las primeras décadas del siglo anterior la medicina científica reconocía muy pocos medicamentos de este tipo, salvo algunos preparados, como por ejemplo la quinina contra la malaria, que por otra parte no ampliaban el arsenal terapéutico.
Históricamente, en principio se empleó el término «quimioterapia», acuñado por Ehrlich, quien concibió la posibilidad de descubrir sustancias químicas sintéticas que actuaran específicamente en el organismo sobre los microorganismos productores de la enfermedad.
Durante mucho tiempo después de su descubrimiento del salvarsán, producto que teóricamente respondía a las hipótesis de Ehrlich, todas las sustancias terapéuticas fueron específicas, en el sentido de que sólo actuaban sobre un tipo de microorganismos, y además, descontando ciertas excepciones, sintéticas, puesto que ninguna de estas sustancias existían naturalmente, sino que se sintetizaban en el laboratorio a partir de compuestos inorgánicos.
Desde la época de Ehrlich, sin duda una de las figuras más importantes de nuestro siglo médico, el término de «quimioterapia» cambió radicalmente de sentido.
Tales remedios han dejado de ser estrictamente específicos, y desde la introducción de los antibióticos, algunos de ellos ni tan siquiera son productos sintéticos.
Es decir, en el transcurso de casi un cuarto de siglo el empleo de los quimioterápicos solamente resultó eficaz contra los protozoos parásitos o contra el organismo de la sífilis.
Y aunque se ensayaron numerosos compuestos, sin excluir los colorantes sintéticos, no se lograron éxitos sobre las bacterias causantes de las enfermedades infecciosas más corrientes y mortíferas.
En 1935 Gerhard Domagk publicó sus experimentos con el prontosil rojo, uno de los nuevos colorantes, demostrando que protegía al ratón infectado artificialmente con estreptococos.
«Los investigadores franceses —puntualiza Singer— confirmarón casi inmediatamente esta observación y demostraron que la eficacia del prontosil rojo se debía al hecho de que se convertía en el organismo en sulfamilamida, un componente de grupo de sustancias químicas llamadas sulfonamidas.
Se demostró que aunque las drogas de este grupo in vitro sólo actúan como débilmente desinfectantes, tienen, sin embargo, una notable acción protectora in vivo y son de especial valor en el tratamiento de enfermedades consideradas siempre como muy graves.»
BIOGRAFIA DE PABLO EHRLICH (1854-1915):
Médico alemán, Nació en Strehlen, Silesia (hoy Strzelin, Polonia) el 14 de marzo de 1854.
Se doctoró en 1878 con una tesis sobre el análisis de colorantes histológicos .
A mediados del siglo XIX ya eran habituales los estudios histológicos, pero el número de colorantes disponibles era limitado.
Cuando Ehrlich estudiaba medicina, empezaron a llegar un buen número de colorantes derivados de la anilina.
Descubrió las células cebadas de la sangre, clasificó los glóbulos blancos en linfocitos y mielocitos o leucocitos en sentido estricto, y estos en neutrófilos, basófilos y eosinófilos.
Se adentró en la leucemia, leucocitosis, linfocitosis y en la eosinofilia. También acuñó el concepto de metacromasia y el de degeneración anémica.
Descubrió el efecto del arsenobenzol contra la sífilis, flagelo que atacaba el sistema nervioso, causando con frecuencia la parálisis y la muerte.
Dio a su compuesto el número de serie 606, debido al orden numérico de la línea experimental, y posteriormente el nombre comercial de salvarsán.
Otra contribución de Ehrlich fue su teoría de las cadenas laterales, que representó un papel fundamental en la inmunología y la alergia. También, fue decisivo para uniformar los antisueros. midiendo con exactitud las dosis. Hasta la actualidad se emplea el sistema de unidades de Ehrlich, para indicar la potencia específica.
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La enfermedad vergonzosa: Sífilis
Antes de que el bacteriólogo Paul Ehrlich descubriera el compuesto 606 en 1909, la sífilis constituía una amenaza mortal que no conocía fronteras.
Solo en París, la «enfermedad vergonzosa» causaba más de tres mil muertes anuales.
Transmitida únicamente por contacto sexual, la sífilis se consideraba incurable. (Se habían probado curas a base de mercurio y potasio pero habían resultado ineficaces.)
Sus víctimas estaban condenadas a un proceso de infección largo y horrible que producía desde llagas en la piel a la degeneración del sistema cardiovascular hasta la muerte.
Ehrlich, cuyo trabajo en inmunología le había valido el Premio Nobel del año anterior, cambió todo eso.
Experimentando en su laboratorio, Ehrlich inyectó a conejos afectados de sífilis varias dosis de un producto químico de base arsénica que había inventado.
Tras repetidos intentos, los conejos se recuperaban.
Un par de semanas más tarde, Ehrlich repitió el experimento con más conejos infectados.
Al cabo de tres semanas, también quedaron libres de síntomas.
Ehrlich no sólo había descubierto la primera cura efectiva para la sífilis, también había legitimado la quimioterapia como práctica médica moderna.
En 1910, la «píldora mágica» de Ehrlich había tratado diez mil casos. Se vendió bajo el nombre de Salvarsan.
La demanda era asombrosa.
A finales de año, la empresa farmacéutica alemana que fabricaba el medicamento producía catorce mil frascos diarios.
Ehrlich fue distinguido con honores y galardones y celebrado en la prensa popular como el «príncipe de la ciencia».
Algunos escépticos declararon que el Salvarsan era tóxico, pero Ehrlich explicó que se trataba de un riesgo calculado, como la cirugía.
«El cirujano trabaja con un cuchillo de acero», escribió, «el quimioterapeuta, con uno químico, que utiliza para separar lo infectado de lo sano».
El Salvarsan permaneció como la primera cura para la sífilis hasta mediados de 1940, cuando fue sustituido por la penicilina.
ALGO MAS….
EL NACIMIENTO DE LA QUIMIOTERAPIA
Los descubrimientos de Pasteur dejaron pronto bien sentado que los microbios tenían intervención en muchas de las enfermedades que azotaban a la humanidad.
Esto se vio confirmado, poco después, por otros descubrimientos, como los de Roberto Koch con el bacilo del ántrax y el de la tuberculosis.
No es de extrañar que, en estas condiciones, la sífilis, el gran azote de la humanidad desde hacía tanto tiempo, fuera objeto de atención, por parte de numerosos investigadores.
Lo primero que se imponía era aislar el microorganismo causante de la enfermedad.
Fue en 1905 cuando dos médicos alemanes publicaron el descubrimiento del agente causante.
Schaudinn y Hoffmann afirmaron por sus experimentos que el agente causante era un espirilo del tamaño de una milésima, o milésima y media, de milímetro.
El problema había cambiado completamente de aspecto, porque era posible combatir a un enemigo al que ya se conocía.
Se ensayaron vacunas, sueros y otros remedios del campo biológico, pero el resultado fue desalentador en todos tos casos.
Surgió entonces la idea de combatir a este enemigo con armas químicas, en vez de las usadas hasta el momento.
Esta idea surgió a la vez, en laboratorios de distintas partes del mundo: en Liverpool y en Alemania empezaron a trabajar activamente en la búsqueda de un compuesto que fuera tóxico para los microorganismos y, a la vez, inocuo para el hombre.
La gloria de este descubrimiento estaba reservada al químico-médico alemán Paul Ehrlich.
Él fue el fundador de la quimioterapia: la curación de las enfermedades con compuestos químicos.
Ehrlich nació en Breslau, y estudió medicina, sintiéndose atraído por la patología experimental.
Poco tiempo después de terminar su carrera, entró a formar parte del profesorado de la Universidad de Berlín, donde pronto se le conoció con el sobrenombre de Doctor Fantasius, a causa de su fantasía y de su humor excepcional. «Debemos aprender a disparar sobre los microbios con balas mágicas», solía decir.
De Berlín pasó a Francfort del Main, y allí empezó sus estudios sobre los compuestos arsenicales, en los laboratorios químicos de Speyer.
Haciendo gala de una extraordinaria paciencia y constancia, ensayó numerosos compuestos de arsénico sobre conejos infectados por la sífilis.
Al llegar al compuesto número seiscientos seis de los ensayos observó actividad frente a las espiroquetas. Había encontrado la bala mágica.
El principio del tratamiento de Ehrlich era lo que el llamó «terapia sterilisans magna»; esto es, inyectar grandes dosis de compuestos arsenicales, inocuas para el hombre y, en cambio, letales para los gérmenes patógenos, sin que éstos se habituaran a la droga.
El 606 se conoce con el nombre de salvarsán. Ehrlich siguió trabajando en estas investigaciones y descubrió un compuesto de arsénico que superaba la acción del anterior; le dio el nombre de neosalvarsán.
Cuando, al fin de la guerra de 1914-1918, los Estados Unidos se apoderaron de las patentes alemanas, se cambió el nombre de salvarsán por el de arsfenamina.
Se Reproduce aquí las fórmulas del salvarsán y del neosalvarsán:
Los descubrimientos de Ehrlich dieron origen a toda una serie de brillantes trabajos, encaminados a encontrar nuevas «balas mágicas» para la guerra contra las enfermedades.
Citemos, tan sólo, el hallazgo, al cabo de algunos años, de las sulfamidas, que marcaron un hito en la lucha contra el dolor.
Enlace Externo:Paul Ehrlich
Los Sintomas del Hambre o Apetito:¿Porque tenemos hambre?
Los sintomas del hambre o apetito Porque tenemos hambre?
Los signos del apetito son inconfundibles. Primero se extiende por todo el estómago una ligera sensación de vacío, que se va haciendo cada vez más dolorosa al tiempo que el intestino comienza también a producir ruidos extraños.
En los países desarrollados del mundo occidental son muchas las personas que nunca han conocido el hambre real, es decir, esa sensación que se experimenta cuando al cuerpo le falta alimento, o, si se quiere, las sustancias nutritivas necesarias para la vida (y, por ende, las fuerzas vitales).
La mayoría de las veces se la confunde con el apetito, esa leve sensación de hambre que se tiene entre las comidas regulares, producida por la caída del nivel de glucosa, o azúcar, en la sangre.
En efecto, la glucosa, imprescindible para nuestro organismo, se obtiene generalmente a partir de los hidratos de carbono; éstos se desintegran en la digestión y pasan directamente a la sangre en forma de glucosa.
Como en los países desarrollados la alimentación es bastante rica en hidratos de carbono, con frecuencia se encuentra mucha más glucosa en la sangre de la que el organismo necesita realmente: después de una comida rica en hidratos de carbono, el intestino reabsorbe alrededor de 50 g de glucosa.
Según muestran las investigaciones, podemos soportar tres bajadas de glucosa sanguínea seguidas sin comer, antes de que el famoso gusanillo en el estómago anuncie la presencia del hambre.
Sin embargo, no olvidemos que el mero hecho de poder estudiar la diferencia entre hambre y apetito es privilegio de los seres humanos para quienes el ayuno resulta una decisión voluntaria.
Cuando decidimos ayunar, el hígado trata de procurarse glucosa por otros métodos y hacerla pasar a la sangre; por ejemplo, a partir de la grasa de los aminoácidos o de determinadas proteínas de los músculos y otros órganos.
Si el estómago permanece unos días vacío, acaba desapareciendo hasta la misma sensación de hambre.
Esto tiene que ver con los productos intermedios que hacen su aparición con la supresión de la grasa corporal.
Estos productos, denominados cetonas, actúan como inhibidores del apetito.
De todos modos, si la falta de alimentación es prolongada, el organismo no sólo pierde —con la desaparición de las proteínas— las defensas de que dispone normalmente, sino que inicia una fase de auto consunción cuando ya no le quedan otras reservas.
En nuestras sociedades de consumo, el problema no radica en la falta de alimentación, sino, por paradójico que pueda parecer, en el exceso de la misma.
El cuerpo se ve constantemente “solicitado” por un exceso de alimentos (y, lo que es peor, a menudo poco sanos), y nos olvidamos así de interpretar correctamente las señales que nos envía el organismo.
NO SE ESCUCHA UNA SEÑAL
La señal que anuncia la presencia del hambre está localizada en el hipotálamo, región del cerebro intermedio que también regula otras necesidades.
Los receptores corporales registran la caída del nivel de azúcar en la sangre o, en caso extremo, la falta de suficiente grasa corporal, y transmiten las correspondientes señales al cerebro intermedio.
Si el estómago recibe finalmente lo que exigía con tanta urgencia, la señal contraria retorna al cerebro.
Sin embargo, mientras que la señal de hambre llega con gran rapidez (generalmente alrededor de un minuto después de disminuir el nivel de azúcar en la sangre), la que anuncia “saturación” tarda en llegar bastante más tiempo.
Tan pronto como los dientes inician el proceso de la masticación, las papilas gustativas dan la señal al estómago de que el proceso de la nutrición se ha puesto en marcha.
Inmediatamente después, el estómago empieza a producir ácido clorhídrico para disolver las sustancias nutritivas.
Si se tiene una dosis alimenticia suficiente el estómago señala al cerebro que ya no necesita nuevos aportes.
Pero esta señal no llega al cerebro hasta 15 minutos después de empezar a comer, de manera que, en caso de una comida apresurada y una masticación insuficiente, el cuerpo puede recibir más de lo que realmente necesita.
MALOS HÁBITOS ALIMENTICIOS
Incluso después de emitir el cerebro la señal de saciedad —y, por consiguiente, después de desaparecer el hambre—, a menudo seguimos comiendo como si tal cosa.
Y ello ocurre porque normalmente suelen ser factores sociales o de costumbre los que aumentan o reducen el hambre, y por tanto nos impiden percibir la verdadera sensación de carencia alimenticia.
Como se sabe, las comidas con amigos nos saben mejor que las comidas en solitario.
Según un estudio norteamericano las personas que comieron con un grupo de más de cinco amigos ingirieron un 7ó% más de alimentos.
Asimismo, se ha comprobado que una mesa bien puesta y surtida de viandas incrementa las ganas de comer en un 28%.
Trabajo Enviado Por Pedro J. Altamirano Esc. 11 EET-Salta-Argentina
Fuente Consultada: El Asombroso Cuerpo Humano
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Uso de Drogas Para Evitar el Dolor: Morfina y Opio
Uso de Drogas Para Evitar el Dolor: Morfina y Opio
Que los pacientes no sientan ningún dolor mientras se les opera es un logro relativamente reciente. Antes de que se inventara la anestesia, las intervenciones eran una tortura.
El 16 de octubre de 1846, los médicos y estudiantes de medicina congregados en la sala de anatomía del hospital general de Massachusettts, en Boston, esperaban con ansiedad la posible reacción al dolor de un paciente al que se extirpaba un tumor de garganta.
Pero ésta no se produjo.
El paciente permaneció sumido en la más completa inconsciencia y no sintió nada durante la operación.
El dentista William T. Morton utilizó como anestésico vapores de éter, hábilmente mezclados con perfume, pues nadie debía descubrir su secreto.
El éter era entonces un medio muy utilizado para alcanzar un éxtasis rápido; se servía hasta en las tabernas.
¿Cuál era el preparado?.
Se mezclaba simplemente una parte de éter con nueve de agua o con una cantidad de alcohol a discreción.
Sin embargo, Morton había descubierto que estos vapores no sólo producían euforia —al igual que el alcohol, inhiben los estímulos paralizantes de la corteza cerebral—, sino que además anulaban la consciencia si se producía una concentración más fuerte.
Si la dosis se aumentaba, desaparecía la sensibilidad al dolor y los músculos se dormían.
EL DOLOR ESTÁ VENCIDO
La observación de Morton significó un paso trascendental en la secular lucha contra el dolor.
Desde entonces han proliferado los anestésicos.
Pero la razón y la manera en que estos narcóticos adormecen el sistema nervioso central, hasta el punto de producirse la pérdida de la conciencia y la insensibilidad al dolor, es algo que aún no se ha conseguido descubrir.
Sin duda, las sustancias activas contenidas en la anestesia producen unos estímulos químicos tan numerosos e intensos en los receptores de las terminaciones nerviosas de la médula espinal que el cerebro sólo encuentra una defensa: desconectarse.
Para saber cuáles son los receptores que se activan en el organismo hay que conocer antes la composición química de la anestesia, mientras que, por otra parte, la virtualidad del efecto depende de la dosis administrada.
Por ejemplo, una dosis demasiado fuerte de éter produce una distensión total de la musculatura respiratoria, y por tanto, su paralización (y, en consecuencia, también la muerte).
Pero en la anestesia local el paciente puede conservar su consciencia: sólo se desconecta la sensibilidad al dolor de la zona que se va a intervenir.
De este modo, los receptores allí situados no pueden transmitir ninguna señal de dolor al cerebro.
Desde tiempos prehistóricos los humanos intentaron combatir los dolores masticando hierbas o bebiendo una pócima preparada con éstas.
Para el mismo fin, los médicos de la antigua Grecia utilizaban el jugo blanquecino de las cápsulas de semillas inmaduras de la adormidera, a las que otorgaron el nombre de opio (de opos, savia).
El opio crudo contiene 25 alcaloides distintos, entre los que figuran la morfina, la codeína, la papaverina y la tebaína, Todos ellos poseen propiedades narcotizantes.
EFICACIA MÚLTIPLE
La forma en que actúan los opiáceos es imprevisible, ya que aumentan su efecto o lo inhiben parcialmente según su combinación; por ejemplo, el efecto calmante de la morfina se quintuplica cuando se le añade narceína, un opioalcaloide.
La morfina ejerce también un efecto inhibidor del centro respiratorio, liste efecto se puede mitigar agregando noscapina, otro alcaloide, aunque aumenta su toxicidad.
Una de las drogas que más adicción producen es precisamente un derivado del opio.
Producida en 1898 como analgésico presuntamente inofensivo, la diacetilmorfina recibió el elogioso calificativo de “droga heroica”.
Hoy, como se sabe, la posesión y consumo de heroína están fuertemente penalizados en casi todo el mundo.
Trabajo Enviado Por Pedro J. Altamirano Esc. 11 EET-Salta-Argentina
Fuente Consultada: El Asombroso Cuerpo Humano