Biografia de Papa Leon XIII Resumen Su Obra Con La Cuestion Obrera

Biografía de Papa León XIII
Resumen de su Obra Con La "Cuestión Obrera"

La encíclica Rerum Novarum, en la que el papa León XIII abordaba la cuestión obrera, proponía una solución cristiana tan alejada del liberalismo capitalista como del socialismo revolucionario, y fue el origen de la ideología política denominada democracia cristiana. En ella, reafirmando el derecho natural a la propiedad, el Papa acentuaba que esa propiedad no podía olvidar su función social y hacía responsable al Estado de la tutela tanto del bien público como del privado, aunque le asignaba una función complementaria de la iniciativa privada. La encíclica, que condenaba el materialismo y la lucha de clases, señalaba, sin embargo, que los trabajadores tienen derecho a un salario justo y a constituirse en asociaciones libres y propias.

papa leon xiii papa de los obreros

La enseñanza del papa León está desperdigada en sus numerosas encíclicas: sostuvo los derechos de la autoridad (encíclica Diuturnum, tras el asesinato del zar Alejandro II, 1881) y condenó la masonería (encíclica Humanum Genus, 1884), pero definió, sin embargo, el límite legítimo de las libertades populares (encíclica Immortale Dei, 1885) y de la libertad en general (encíclica Libertas, 1888). León XIII, aunque recalca que no existe derecho alguno que no esté fundado sobre la verdad y sobre el bien, añade: «La Iglesia no prohibe que, por evitar un mal mayor y conseguir un mayor bien, tolere el poder público algo que no sea conforme a la verdad y la justicia.» Con todo, el papa, en un inciso poco conocido del mismo documento, reconocía la validez de otra posición, fundada en el reconocimiento de los derechos de la recta conciencia.

Vicente Gioacchino Pecci nació el 2 de marzo de 1810 en Carpineto,una  población de los Estados Pontificios, y era el sexto hijo de una familia de la bajs nobleza italiana. Fue educado por los jesuítas en Viterbo y posteriormente en la Academia de Eclesiásticos Nobles y en la Universidad de la Sapienza, todas ellas de Roma. Ordenado sacerdote siendo aún muy joven, entró en el servicio doméstico de Pío XI, con el tratamiento de monseñor, cuando tenía sólo veintisiete años; ese mismo año fue nombrado gobernador de Benevento, y cuatro años más tarde de Perugia.

En 1843 fue consagrado arzobispo y nombrado nuncio de Su Santidad en Bruselas, donde se enfrentó al rey Leopoldo I por su apoyo a los obispos que se oponían a colaborar con el partido liberal; pero aquella estancia de sólo tres años en Bélgica le permitió descubrir la libertad de prensa y ver la forma de vida de los católicos en un país regido por un sistema constitucional.

Durante su largo ejercicio episcopal sería nombrado cardenal en 1853. Era hijo de su tiempo y no es extraño que ciertas actitudes y decisiones suyas mostraran muy a lo vivo la problemática doctrinal y política de aquel momento histórico.

El sínodo provincial de Umbría, celebrado en Espoleto en 1849 bajo la dirección de Gioacchino, el futuro papa, presentó como los errores más difundidos entonces y más peligrosos el indiferentismo, las tendencias anárquicas y la negación del derecho de propiedad.

Como arzobispo Pecci se afirmó en el terreno administrativo y social, fundando en 1875 los Jardines de San Felipe Neri, según el modelo de los círculos católicos obreros de Francia. A la muerte de Pío IX, sucedía a éste en el pontificado el 20 de febrero de 1878, como León XIII.

León XIII restableció en 1884 las relaciones diplomáticas con Bélgica. En cuanto a España, dirigió una carta (1882) a los obispos españoles, en la que, conforme a las ideas fundamentales de su política, recomendó que no se comprometiera la verdad católica por la solidaridad con determinados partidos.

Proyectó también reanudar relaciones permanentes con el gobierno británico, aunque retrocedió ante las reflexiones disuasorias del cardenal Manning, y apoyó la aproximación con la Iglesia anglicana, colaborando con lord Halifax; con todo, en la bula Apostolícete Curae confirmó solemnemente las conclusiones negativas a que había llegado una comisión que había examinado oficialmente el problema, recogiendo una inicativa conjunta de anglicanos y católicos: «Pronunciamos y declaramos que las ordenaciones recibidas según el rito anglicano fueron inválidas y son del todo nulas.»

León XIII favoreció también la expansión del catolicismo en los Estados Unidos, pero puso en guardia a los fieles contra el llamado americanismo, es decir, la excesiva y casi exclusiva atención por la eficacia apostólica, abandonando el alma de toda verdadera evangelización: el contacto con las fuentes de la gracia sobrenatural.

En el plano doctrinal siguió una línea complementaria a la de Pío IX, tratando de dar una respuesta positiva a todos los problemas surgidos de la transformación de la sociedad moderna, a los que su predecesor había respondido indicando únicamente las disposiciones inaceptables. El intento de León XIII, que hoy puede parecer tímido e incompleto, significó entonces un paso valiente, el impulso que antes había faltado.

Defendió la familia cristiana frente a la ola de divorcios (encíclica Arcanum, 1880) y la actitud de la Santa Sede ante la revolución se conserva en su encíclica Quod Apostolici Muneris, que niega la legitimidad de cualquier revolución y exhorta a confiar en casos extremos en la Providencia.

En esto, se puede constatar que León XIII no se distanciaba inicialmente de las posiciones conservadoras de sus predecesores; en el documento anteriormente citado condena una vez más y enérgicamente el socialismo, reafirma el derecho a la propiedad, recomienda a los ricos que den a los pobres lo que les sobra y a éstos que frenen su ambición y observen celosamente el orden establecido.

Parecidas son las ideas que aparecen en su encíclica Auspicato Concessum: «El problema de las relaciones entre ricos y pobres, que preocupa a todos los economistas, quedará completamente solucionado si se admite con claridad y firmeza que también la pobreza tiene su dignidad; que el rico ha de ser misericordioso y generoso, y el pobre ha de estar contento con la propia suerte y el propio trabajo, puesto que ni el uno ni el otro han nacido para estos bienes perecederos, y el uno tiene que ganarse el cielo con la paciencia, mientras que el otro debe hacerlo con su liberalidad.»

Nótese, con todo, para la interpretación exacta y más justa de esta frase, que el papa no se proponía afrontar, como haría más adelante, la cuestión social de forma directa ni indicar de modo exhaustivo los remedios.

La "cuestión romana" fue una situación que tuvo que enfrentar durante su pontificado y fue originada a raíz de la pérdida de los estados pontificios. Al iniciarse el período de León XIII, se observa un fuerte incremento del anticlericalismo, debido no sólo a la postura intransigente de la Iglesia ante el nuevo estado italiano, sino también a la difusión del positivismo , que presenta la ciencia, ídolo del día, como incompatible con la fe.

Mientras que el anticlericalismo de la derecha, que había ostentado el poder hasta 1876, se había manifestado, sobre todo, en las medidas legislativas, el de la izquierda se manifestó especialmente en desfiles y clamores con un marcado acento antipapal y anticatólico. Si bien es verdad que el gobierno italiano no secundó los deseos de los radicales sobre la abrogación de las leyes de garantías, también es cierto que toleró estas manifestaciones callejeras.

Sin embargo, la labor más positiva del papa sería la dedicación sincera e intensa a iluminar doctrinalmente la cuestión social. Ésta era sin duda una exigencia mucho más imperativa que el genérico reformismo a la que algunos eclesiásticos más sensibles sentían como un deber histórico en aquellos tiempos de agitación y de nuevos rumbos dentro de la Iglesia romana.

Ciertamente que sería necesario un programa de acción social más neto, años después, y que superase los estrechos límites en los que había enmarcado León XIII a la democracia cristiana, designada en la encíclica Graves de communi (1901) como «benéfica acción cristiana en favor del pueblo».

Aquellos ideales y programas estaban todavía muy confusos y no faltaban, incluso entre los hombres más audaces y activos, matices teocráticos; no es extraño, pues, que, en general, se sintiera más adelante, e incluso contemporáneamente a las orientaciones del papa León, la necesidad de superar el esquema tradicional de una sociedad organizada jerárquicamente, de reconocer la validez de un progreso social no impuesto desde arriba, sino conquistado desde abajo por medio de la lucha, de abandonar el abstencionismo para participar organizadamente en la vida política.

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LEÓN XIII ES EXALTADO POR CRISTO: Este mural, en el que aparece el papa León XIII en compañía de Cristo y los apóstoles, pretende justificar el origen divino de la autoridad papal Tanto León XÍIÍ como Pío IX asumieron a la perfección la dignidad que les confería su condición de papas. Así, siempre comían solos y nunca toleraron que nadie cuestionara sus decisiones.

La obra más importante emprendida por León XIII fue, sin duda, su encíclica Rerum novarum, aparecida el 15 de mayo de 1891, que se convirtió en fuente de inspiración del catolicismo más moderno. Sin ocultar sus serias reservas tanto hacia el capitalismo como hacia el comunismo, León XIII esbozó una «tercera vía» alternativa imbuida de un espíritu cristiano en la que el Estado asumía su papel como garante de los derechos de los más pobres, así como de los trabajadores, permitiendo la existencia de los sindicatos v garantizando un sueldo mínimo de modo que todo el mundo pudiera vivir con un mínimo de dignidad e independencia, punto este último que el socialismo, en la opinión de León XIII, pasaba por alto.

La intervención de León XIII con la encíclica Rerum Novarum cierra un período del movimiento social católico y abre unas perspectivas de futuro muy decisivas en el desarrollo armónico de la vida de los cristianos en la sociedad moderna. Gioacchino Pecci, cuya experiencia era más amplia que la de otros papas, había tenido oportunidad de darse cuenta directamente de los problemas planteados por el desarrollo industrial; había desempeñado la nunciatura de Bélgica, entonces en plena crisis social, entre 1843-1846, y luego había pasado también rápidamente por Londres.

Durante sus largos años de episcopado o semidestierro de Perugia (1846-1878), mientras su predecesor Pío IX regía los difíciles pasos de la Iglesia, había mantenido amplios contactos con intelectuales de diversos países y en sus cartas pastorales, especialmente durante los últimos años, había afrontado los grandes problemas del momento.

La enseñanza de León XIII puede resumirse en cuatro puntos esenciales, cada uno de los cuales recoge en síntesis elementos opuestos. Queda ratificado el derecho natural a la propiedad privada, pero se subraya también su función social. Se atribuye al estado la obligación de promover la prosperidad pública y privada, superando netamente el absentismo liberal, pero se marcan a la acción estatal (que ha de tener siempre un carácter subsidiario) límites que no puede superar.

A los obreros se les recuerda sus deberes en relación con los patronos, pero queda claro que tienen derecho en estricta justicia a un salario suficiente que les asegure un modo de vida humano, consagrando así, frente a la concepción puramente económica del trabajo, su aspecto humano y personalista. Se condena la lucha de clases, pero se reconoce a los obreros el derecho a asociarse para defender sus intereses e incluso en asociaciones compuestas exclusivamente por obreros. Es más, se les invita a formar este tipo de asociaciones.

La encíclica recoge, pues, el fruto de casi cincuenta años de estudios y polémicas: de los discursos de Ketteler en la catedral de Maguncia en 1848 a las exhortaciones de Mermillod en Santa Clotilde de París; de las iniciativas de Harmel a las de las Obras de los Congresos; de las tesis de Haid a las conclusiones de la Unión de Eriburgo y Lieja en 1890; de la intervención del cardenal Manning en la huelga de Londres a la de Gibbons en favor de los Caballeros del Trabajo; de las asociaciones de mutua ayuda al corporativismo de Vogelsang y de La Tour du Pin a los primeros conatos del sindicalismo cristiano.

Como es natural todos los frutos del pontificado de León XIII, un pontificado con luces y sombras, maduraron gradualmente. En concreto la intervención romana que supuso la encíclica Rerum Novarum experimentó en su aplicación resistencias en la base y momentáneas involuciones en el vértice, sobre todo en tiempo de su sucesor Pío X. Sin embargo, todo el movimiento ulterior puede considerarse objetivamente como la explicación orgánica y lógica de los principios generales afirmados en la encíclica que representa un punto básico, un mérito innegable del pontificado de León XIII, que concluía con su muerte en el año 1903.

Falleció en Roma el 20 de julio de 1903, fue el papa Nº 256​ de la Iglesia católica. Su pontificado se desarrolló entre 1878 y 1903 ,25 años.

Fuente Consultada:
Forjadores del Mundo Contemporáneo - Tomo I- Entrada: Papa Leon XIII, "El Papa de los Obreros" - Editorial Planeta
Historia de los Papas - Luis Tomas Mejgar Gil - Editorial Libsa
Historia del Cristianismo 2000 años de Fe Editorial La Isla
Hitos en la Historia de la Iglesia - Editorial Lumen - Alfred Mc Bride

Ver:Doctrina Social de la Iglesia

 

 

 


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