Secuestro del Hijo de Lindbergh:Desarrollo del Rapto y Asesinato
Secuestro del Hijo de Lindbergh
EL 2 de enero de 1935 comenzó en un tribunal de Flemington, Nueva Jersey, el juicio contra Bruno Richard Hauptmann, un carpintero alemán, convicto del rapto y asesinato de Charles Lindbergh, de 19 meses de edad, hijo del famoso aviador norteamericano.
El rapto había ocurrido casi tres años atrás y la resonancia de este hedió originó la aprobación en Estados Unidos de una drástica legislación federal contra los secuestradores.
Hauptmann nunca confesó su delito.
Durante el juicio, que duró seis semanas, insistió en su inocencia, a pesar de las abrumadoras pruebas que logró reunir la policía en el curso de una de las investigaciones más largas, minuciosas y persistentes de la historia norteamericana.
Charles Lindibergh era rico, famoso y un héroe nacional, como consecuencia de la audaz travesía, al unir por primera vez América y Europa en un vuelo sobre el Atlántico.
Cruzó Sin Escalas y en Soledad el Oceano Atlantico
Estaba casado con la poetisa Anne Morrow Lindbergh, una mujer joven, talentosa y bella; un verdadero matrimonio ideal.
Vivían habitualmente en Hopevvell, en una casa construida en las montañas de Hunderton County, en Nueva Jersey, que estaba relativamente cerca de Nueva York, y, al mismo tiempo, suficientemente alejada de los curiosos.
El pequeño Charles, de un año y medio, era el complemento.
En la tarde del 1° de marzo de 1932 el niño fue arrebatado de su cuna en el segundo piso de la casa de Hopewell por un desconocido.
El descubrimiento fue hecho por la niñera Betty Gow, quien dio la alarma.
Apoyada contra la pared del edificio fue hallada una escala fabricada a mano, uno de cuyos escalones se había roto con el peso del secuestrador.
Sobre la ventana había una nota redactada con gran dificultad, firmada con tres círculos concéntricos, en la cual se pedía un rescate de 50 mil dólares.
Durante varios días Lindbergh y su esposa esperaron vanamente más noticias del secuestrador.
La policía de Nueva Jersey hacía, entretanto, discretas averiguaciones.
La ansiedad fue creciendo a medida que pasaba el tiempo.
La nota fue examinada minuciosamente por un grafólogo.
Este declaró que el autor era un alemán de pobre educación. No se ubicaron huellas digitales y rápidamente la policía se encontró sin pistas.
Lindbergh creyó que el secuestro había sido cometido por una banda de gangsters que esperaba que pasaran un poco la conmoción pública y la vigilancia policial para formalizar sus exigencias, y, privadamente, se puso en contacto con un curioso personaje, que luego iba a desempeñar un papel controvertido en este drama que duró más de tres años.
Se trató del Dr. John F. Condón, definido como maestro de escuela, conferenciante y algo filósofo, de 72 años de edad, quien se ofreció a actuar como intermediario. Condón publicó un aviso en un periódico de Nueva York y ofreció 1.000 dólares a la persona que pudiera proporcionarle cualquiera información sobre el paradero del pequeño secuestrado.
Firmó con su nombre y dirección.
Una semana después recibió una nota en que el raptor aceptaba tratar con él.
Firmaba con tres círculos concéntricos.
El 2 de abril, un mes después del desaparecimiento del niño, un taxista llevó a Condón otra nota, también firmada con los tres círculos consabidos.
En ella daba instrucciones detalladas. Condón debía acudir esa noche a una tienda de flores del Bronx.
Bajo una piedra, frente a la puerta, hallaría otra nota especificando el lugar y las condiciones en que debía ser entregado el dinero.
El rescate era ahora de 70 mil dólares.
Charles Lindbergh aceptó el procedimiento y preparó una caja con 50 mil dólares, cuya numeración había sido anotada previamente, y otros 20 mil dólares en paquetes más pequeños.
Lindbergh llevó a Condón hasta la tienda.
Bajo la piedra ubicaron la otra nota, la cual exigía que siguieran hasta el cementerio de San Raimundo, ubicado a corta distancia. Condón avanzó solo.
Un desconocido se presentó repentinamente y le entregó un sobre diciendo que contenía las instrucciones para encontrar al niño.
En seguida, el hombre tomó rápidamente la caja con los 50 mil dólares y huyó en la oscuridad.
Condón no alcanzó a verle la cara, pero aseguró que recordaría, sin ninguna duda, su voz.
Dentro del sobre, una nueva misiva aseguraba que el niño estaba a bordo del yate "Nellie", en un pequeño ancladero de Massachusetts, denominado "El viñedo de Marta".
El yate estaba, sin embargo, vacío.
La policía registró toda la región cercana sin resultado.
Cinco semanas después, el 12 de mayo, un camionero, William Alien, halló el cadáver en descomposición de un niño.
Estaba en un bosque, a poca distancia de la finca de los padres.
Anne Morrow Lindbergh reconoció los restos como pertenecientes a su hijo.
El niño había muerto poco después de ser raptado.
Durante meses la policía trabajó a oscuras.
La única posibilidad de descubrir al raptor y asesino estaba en los billetes entregados por el Dr. Condón al desconocido en la puerta del cementerio de San Raimundo.
La numeración fue distribuida a los bancos, cines, almacenes, restaurantes y bombas de gasolina en todo el territorio.
Durante un año no ocurrió nada.
Por fin, en 1933, comenzaron a aparecer algunos de los billetes, todos ellos en la región donde se había cometido el crimen.
En un mapa policial se marcaban con alfileres los lugares donde se recogía uno de los billetes sospechosos.
Siempre, sin embargo, habían pasado por varias manos antes de ser descubiertos, y no era posible rastrear la procedencia.
La larga y paciente cacería se prolongó aún un año más.
Hasta que un día, en septiembre de 1934, el empleado de una gasolinera recibió de un cliente un billete de 20 dólares certificado en oro.
Le llamó la atención, porque éstos habían sido legalmente retirados de la circulación hacía muchos meses.
Anotó el número de la patente del vehículo y avisó a la policía.
Rápidamente se verificó que el billete era uno de los pagados por el rescate.
La patente del automóvil correspondía a un tal Bruno Hauptmann, un carpintero alemán que vivía a poca distancia. Horas después Hauptmann era arrestado.
En su garaje se hallaron 14 mil dólares en billetes, todos correspondientes al dinero entregado por Lindbergh.
HAUPTMANN se negó, al principio, a señalar la procedencia del dinero. Luego, cambiando de actitud, declaró que pertenecía a un tal Isadore Fisfa, que había vuelto a Alemania y le había encargado que se lo guardara.
No pudo dar más detalles.
La policía investigó los antecedentes de Hauptmann y descubrió que había ingresado ilegalmente en Estados Unidos, en 1932, luego de escapar de Alemania, donde había sido perseguido por varios delitos.
Uno de ellos, un robo en que había utilizado una escala de mano.
Además de la posesión de los billetes, que Hauptmann no explicó a no ser por la mítica existencia del tal Fisb, la policía presentó una serie de otras pruebas
Uno de los técnicos judiciales realizó una larga investigación para establecer la procedencia de la madera utilizada en la fabricación de la escala de que se valió el secuestrador para sacar al niño desde el dormitorio.
Entre otras cosas, logró probar que uno de los peldaños fue fabricado con un trozo de un tablón del desván de la casa ocupada por Hauptmann.
En medio del silencio de un tenso auditorio demostró que un viejo clavo de una tabla del desván del acusado calzaba exactamente con una enmohecida perforación en el trozo de escala.
Los detectives ubicaron, también, en el interior de un armario de la vivienda de Hauptmann el número telefónico del Dr. Condón.
Por último, Condón declaró que la voz de Hauptmann era la misma del desconocido a quien entregó la caja con los 50 mil dólares frente al cementerio.
A pesar de todos los testimonios en su contra, Hauptmann continuó negando obstinadamente.
El juicio, iniciado a comienzos de 1935, duró mes y medio.
La conclusión del jurado fue que Hauptmann era culpable del rapto y asesinato del pequeño Charles.
El cumplimiento de la sentencia fue aplazado en varias oportunidades por causas diferentes.
Las alternativas del proceso habían sido seguidas con ávida impaciencia en todo el mundo.
Finalmente, en el año 1936, el 3 de abril, cuatro años después del rapto, el carpintero alemán fue ajusticiado en la prisión de Trenton.
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