Crisis del Estado de Bienestar: Causas del Fin o Caída
Crisis del Estado de Bienestar Causas del Fin del Estado de Bienestar
► Concepto Básico del Estado de Bienestar
Sólo quienes han sido muy afortunados pasan por la vida sin necesitar nunca la ayuda de los demás.
Desempleo;rupturas, violencia y malos tratos en la familia; enfermedad y discapacidad de cuerpo o mente, delincuencia y adicción a las drogas; vejez: casi todo el mundo, en un momento u otro, es incapaz de hacer frente por sí solo a los problemas que le plantea la vida.
Por tanto, ¿qué podría ser más beatífico que la imagen del Estado como red de seguridad que nos recoja cuando caigamos por las dificultades o la escasez?.
El alcance y organización de los servicios del Estado del Bienestar puede variar ampliamente de un país a otro, pero casi todos proporcionan ayuda en alguna medida a sus ciudadanos.
Muchos, sin duda, coincidirían con Samuel Johnson en que «Una provisión digna de bienes para los pobres es la verdadera prueba de la civilización».
Proporcionar seguridad económica y social a la población entera de un país requiere inversión en una inmensa infraestructura y una amplia serie de beneficios sociales, que pueden incluir salarios en caso de desempleo y enfermedad, pensiones, sanidad gratuita y vivienda subvencionada.
Establecer un sistema así requiere que los más acomodados cedan parte de su riqueza para mejorar la suerte de sus conciudadanos.
El aceptar unos impuestos y una redistribución de la riqueza a esta escala es propio, dirían algunos, de la conciencia social, que es el sello de una sociedad civil debidamente constituida.
El surgimiento del Estado-nación como forma política básica se ha vinculado al desarrollo concurrente del Estado del bienestar. (Ver: Origen del Estado de Bienestar)
CREACIÓN DEL ESTADO DE BIENESTAR:
Uno de los desarrollos sociales mas notorios en la Europa de postguerra fue la creación del estado de benefactor.
En cierto sentido este representa otra extensión del poder del Estado sobre la vida de sus ciudadanos, un proceso que se incrementó en forma drástica como resultado de las dos guerras mundiales.
Aunque el propósito del Estado benefactor era hacer posible que la gente viviese mejor y tuviera vidas más plenas, sus defensores creyeron que al eliminar la pobreza y la falta de vivienda, proporcionar servicios médicos para todos, asegurar la dignidad para los ancianos y extender las oportunidades educativas para todo el que quisiera aprovecharlas, liberaría a la gente para que lograra la felicidad, satisfaciendo sus necesidades materiales.
Por supuesto, los esquemas de bienestar social no eran nuevos en Europa.
Hacia fines del siglo XIX, algunos estados proporcionaron cierto bienestar a las clases obreras instituyendo las pensiones por vejez, el seguro médico y la compensación por desempleo.
Pero esos esfuerzos eran fragmentarios, y de ninguna manera se basaban en la creencia general de que la sociedad tenía la responsabilidad de cuidar a todos sus ciudadanos.
La nueva legislación social de la posguerra extendió en gran medida los beneficios mencionados y también creó nuevos.
Por supuesto, las ayudas de la sociedad benefactora difirieron en forma considerable de país en país, tanto en cantidad como en calidad, así como en la forma en que se pagaban y se administraban.
Sin embargo, había algunas tendencias comunes.
EL DESMANTELAMIENTO DEL ESTADO DE BIENESTAR:
Luego de la crisis del petróleo (1973) que afectó a todo el sistema capitalista, se comenzó a debatir sobre las funciones que había llevado a cabo hasta entonces el Estado como garante del funcionamiento del mismo sistema.
Una de las principales críticas que nacían desde los sectores neoliberales era que, justamente el Estado, denominado en el periodo 1930 – 1970 como “Estado de Bienestar” o “estado Benefactor”, basado en las teorías económicas de Keynes (foto), era el culpable de la crisis del momento y por lo tanto debía ser reformulado.
Es decir, según los postulados neoliberales el Estado debía dejar de intervenir en la economía, no solo como controlador sino también como generador y distribuidor de riquezas, ya que estas últimas funciones hacían que el Estado elevara considerablemente su presupuesto dejando sin ganancias a las grandes empresas.
De esta forma se ponía en lugar central, para la salida de la crisis, a la reducción de los gastos del Estado.
A partir de los años 80, con el triunfo de las posturas neoliberales en lo económico y de la llegada al gobierno representantes de éstos en los principales países del mundo, se puso en marcha, en la mayoría de los Estados capitalistas, una serie de planes de ajuste y recortes presupuestarios en áreas como salud y seguridad social.
Las consecuencias no se hicieron esperar demasiado: aumento de la desocupación, despidos producidos por el propio Estado y por las empresas privadas, brusca disminución de las ventas debido a la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores, privatizaciones en todas las áreas, suspensión o cierre definitivo de servicios que cumplían funciones sociales (transportes, educación, salud, etc.).
Otra de las consecuencias que trajo aparejada el desmantelamiento del “Estado de Bienestar” y su papel regulador de la relaciones entre los empresarios privados y los trabajadores, fue la pérdida, por parte de los sindicatos, de su poder de negociación ante las medidas neoliberales y de la homogeneidad en sus reclamos.
El fuerte aumento del desempleo, el cierre de empresas y el deterioro de las condiciones de trabajo, presionaron a los que todavía conservaban su puesto, a aceptar nuevas condiciones de “flexibilidad” laboral.
Estas “facilidades” brindadas a los particulares fueron aprovechadas para bajar costos laborales directamente con la disminución de salarios y de esta manera recuperar o mantener los niveles de ganancia.
La excusa era que el Estado era ineficiente, y que sus gastos generaban inflación.
Para “corregir” estas deficiencias, se aplicaron ajustes de todo tipo, que los trabajadores, desmovilizados por el miedo a más pérdidas de empleos, no tuvieron más remedio que aceptar.
Al mismo tiempo, la “revolución tecnológica” de los ´70, había provocado una alta tecnificación de la industria, con la consecuente disminución de la mano de obra y la especialización de la misma.
El desempleo aumentó el número de trabajadores marginales o informales, con trabajos temporales, artesanales o de servicios alternativos (transporte, seguridad, etc.).
Esta situación generó diferentes tipos de trabajadores (heterogeneidad de la clase trabajadora): por un lado unos muy especializados, trabajando en empresas con cierta estabilidad y con mayor capacitación; otros, trabajadores “flexibilizados”, con una gran inestabilidad laboral y otros directamente desocupados, marginados o caídos del sistema laboral. Evidentemente esto significó un quiebre en la unidad (homogeneidad) de la clase trabajadora y en los reclamos obreros.
NUEVAS FORMAS DE ARTICULACIÓN DE LAS DEMANDAS SOCIALES
Desde mediados del siglo XIX la forma de reclamar y protestar de las masas había sido canalizada principalmente por los partidos políticos y por los sindicatos.
Al terminar el siglo XX, nos encontramos con una profunda crisis de los partidos políticos tradicionales y por diversas razones se ha producido un debilitamiento de los sindicatos.
Esta situación produjo nuevas formas y canales de participación para la demanda frente a situaciones injustas y de explotación.
Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), comenzaron a surgir y a reemplazar en algunas áreas a los partidos y al Estado: la defensa de los derechos humanos, de la mujer, del consumidor, de la ecología, de los homosexuales, etc.
Grupos de damnificados por diferentes hechos (accidentes, cierres de bancos, desalojos, etc.) hicieron oír sus reclamos sin comprometerse con partidos ni con organismos de gobierno, sindicatos o instituciones religiosas.
Con su constante denuncia y accionar contra las empresas que dañaban el medio ambiente y contra los gobiernos que lo permitían, las organizaciones ecologistas tuvieron un papel y un rol destacado, logrando concienciar a gran parte de la población mundial, del peligro que significaba no cuidar el planeta.
De la misma manera, sobresalieron los grupos defensores de las minorías discriminadas por razones étnicas, religiosas, sexuales, etc.
Organizaciones defensoras de los derechos de los indígenas, de la igualdad de la mujer o contra la discriminación a los portadores del sida, a los homosexuales o a los discapacitados, cumplieron un destacado papel de lucha que transformó en muchos aspectos el comportamiento de la sociedad.
►Otra Mirada...
Interesante mirada de Ignacio Massun, en su libro: "Las Ideología del Siglo XXI", sobre el fin del Estado de Bienestar:
El «Estado de Bienestar», la economía keynesiana, el «capitalismo regulatorio» o el «New Deal», que podemos asociar también con la «social democracia», comenzaba mostrar lisuras. Estos procesos de economía mixta, donde el Estado y la actividad privada compartían el poder económico, mostraban signos de agotamiento.
En la década del 60, algún observador podía pensar que se estaba llegando a un sano equilibrio entre la iniciativa privada y la intervención del Estado Jean Tinenberg, es un ejemplo de esa visión esperanzada de un futuro acordado y equilibrado.
Sin embargo el «Estado de Bienestar» estaba siendo corroído por numerosos factores. En primer término la creciente internacionalización de la economía.
Ya en el siglo XIX varios autores, incluido Marx y Engels habían señalado que se encaminaban hacia una «mercado mundial».
Estos últimos decían en el Manifiesto Comunista «Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países.»
Sin embargo a fines del siglo XX este proceso se acelera exponencialmente, y esto obedece a varias razones.
En primer término, los inventos y la tecnología dan lugar a una enorme diversificación de los productos, y consiguientemente, la división internacional del trabajo es cada vez más beneficiosa para la economía mundial. Por otra parte, el avance tecnológico va alterando fuertemente la relación entre el valor de un producto y su peso y tamaño.
En el siglo XIX lo que se comerciaba eran granos, carnes, máquinas.
Todos con una baja relación valor/peso-volumen.
A fines del Siglo XX, lo que se intercambia son equipos electrónicos muy valiosos, pequeños y livianos. Pero, para colmo, la invención de los contenedores, y buques portacontenedores que gracias a la electrónica y la robótica requieren muy pocos marinos, son más rápidos, más grandes y operan en los puertos con una velocidad asombrosa.
Este proceso que hoy llamamos «globalización» puso en crisis las fronteras nacionales, límites de los mercados.
La relación entre los Estados de Bienestar y la globalización son obvias. Mientras los Estados Europeos, eran compartimentos cerrados con escasa intercambio exterior, lenían salarios altos, excelentes coberturas sociales, y podían, gracias a laeficiencia que brindaba el alto grado de industrialización, mantenerse sobre la base de altos impuestos y fuertes protecciones arancelarias.
La globalización no sólo produjo el libre intercambio de mercaderías, sino, lo que resultó peor para el modelo del bienestar, la posibilidad de trasladar las empresas hacia aquellos países donde la mano de obra fuera más barata, o los costos sociales e impositivos fueran más convenientes.
Las social democracias europeas empezaron a sentir el impacto de la competencia de países subdesarrollados en especial los del sudeste asiático.
La otra señal de alarma la constituye la inmigración. Estados Unidos había tenido las puertas abiertas desde su fundación a todos los inmigrantes que quisieran «hacerse la América», se llamaban a sí mismo la «tierra de las oportunidades», y su grandeza se constituyó gracias al aporte inmigratorio de los más diversos orígenes.
Europa, en cambio desde fines del siglo XV hasta bien entrado el siglo XX expulsó población.
Primero hacia las colonias, y luego hacia los países que tenían abundantes tierras vírgenes y excelentes oportunidades para desarrollar industrias o profesiones.
El proceso de crecimiento económico desigual que se da durante el siglo XX revierte esta tendencia y tanto Europa como Estados Unidos se ven invadidos por millones de inmigrantes que vienen a recoger las migajas del «Estado de Bienestar» expulsados de sus países de orígenes por la pobreza, la marginalidad o la falta de oportunidades.
Esta inmigración fue paulatinamente haciéndose ilegal, y hoy los países desarrollados tienen un muro de Berlín virtual en sentido contrario, no para que sus ciudadanos no se escapen, sino para no ser invadidos por inmigrantes indeseados a quienes resultaría imposible garantizarles el bienestar que esos países brindan a sus habitantes.
Este tenia es una fuente de permanente tensión, y finalmente, cuando los Estados impiden la inmigración de trabajadores, terminan viendo como son las empresas las que emigran para instalarse en otros países y contratar a esas mismas personas que son rechazadas en sus fronteras.
Pero eso no era todo.
El Estado de Bienestar mostraba otra faceta crítica. Cuando una sociedad garantiza a todos, en cualquier situación, un bienestar mínimo, se quita uno de los estímulos más fuertes al trabajo y la producción.
Los obreros europeos tenían y tienen hoy un altísimo índice de ausentismo.
La preservación de la salud -quién puede negar su valor- si se lleva al extremo, debe permitir que el trabajador, ante la menos molestia se ausente de su trabajo.
Los desempleados percibían subsidios tan «adecúa dos» que perdían, en gran medida, el deseo de encontrar otro trabajo.
La medicina social felizmente, aumentó muchísimo el promedio de vida, la salud y aptitud laboral de la personas mayores, pero los habitantes del Estado de Bienestar se negaban y se niegan hoy sistemáticamente a cualquier aumento en la edad jubilatoria.
Entonces cada día hay más jubilados y menos aportantes, con lo que los sistcmasjubilatorios debieron recurren al presupuesto público para sobrevivir.
El Estado de Bienestar exige cada vez impuestos, más altos a una economía que pierde competítividad frente a los países más atrasados, y así se llegaba a un círculo vicioso.
Fuente: "Las Ideología del Siglo XXI - Ignacio Massun - Editorial Metodos