Los Santuarios en Grecia Antigua Oraculos y Culto al Hogar

Los Santuarios Griegos-Historia Oráculos de Delfos, Delos y Olimpia

CULTO DEL HOGAR

Todos los griegos adoraban también la llama del hogar. Cada familia tenía en el interior de la casa un hogar, comunmente en el centro de la habitación principal.

El cabeza de familia, antes de empezar la comida, vertía un poco de vino como libación en el fuego. Se dirigían oraciones al hogar como a un dios, se le presentaban los niños que acababan de nacer.

Cada ciudad tenía su hogar sagrado en el que ardía un fuego que no debía extinguirse jamás.

En la sala del hogar, una persona velaba siempre, era función sagrada que estaba a cargo de los magistrados.

En Atenas, el Pritaneo, donde ardía el fuego de la ciudad, era guardado por miembros del Consejo.

Cuando se fundaba una ciudad, el fundador llevaba fuego, cogido en el hogar de la ciudad de donde venía, y se servía de él para encender el fuego de la ciudad nueva.

LOS SANTUARIOS

Los griegos trataban de hacerse gratos a los dioses edificando para ellos moradas (es lo que significa la palabra griega naos, que traducimos por templo).

Se construía el templo en el sitio donde se creía que agradaba morar al dios, cerca de su bosque sagrado, al lado de su altar.

En el templo se colocaba un ídolo de madera, de metal, de mármol o de marfil, que representaba a la divinidad.

Se le vestía con ricas ropas y se le cubría de alhajas.

El dios recibía también presentes de toda especie: telas preciosas, lechos, arquetas, vasos de oro, de plata o bronce, monedas de oro o plata, cuadros, estatuas.

Todos estos regalos quedaban en el templo, servidores afectos al dios estaban encargados de su custodia, y un sacerdote director de todos ellos, era el intendente del dios y el guardián de su templo.

Para agradar al dios, había que divertirse en público delante de él, porque los griegos creían que los dioses amaban la alegría y los espectáculos.

Grupos de muchachos o de muchachas iban a cantar alrededor del altar, se celebraban carreras y ejercicios de lucha.

Había en los países griegos miles de santuarios que se creían habitados por un dios, y a los que se acudía a ofrecer sacrificios y celebrar fiestas.

Comunmente no iban más que las gentes de los alrededores; pero algunos más célebres, por ejemplo, Delfos y Olimpo, atraían gentes de todos los países griegos. Vinieron a ser, por decirlo así, santuarios de toda Grecia.

SANTUARIO DE DELFOS

En un rincón alejado, en medio de las montañas de la Fócida, adonde no se llegaba sino subiendo por caminos escarpados y pedregosos, se alzaba el viejo santuario de Delfos, a 700 metros próximamente sobre el nivel del mar.

Allí, se decía, en una caverna, había vivido en otro tiempo la terrible serpinete Pitón, que asolaba el país y devoraba a los hombres.

El dios Apolo, venido de Creta en un barco, había matado al monstruo disparándole flechas, y luego había fundado el santuario de Apolo que sus compañeros habían seguido guardando de padres a hijos.

santuario de delfos
Santuario de Delfos

El templo, edificado más tarde en lugar del santuario, se elevaba en una garganta profunda. Al pie de una masa enorme de rocas grises, el monte Parnaso se erguía como una muralla.

Fuentes de agua fresca brotaban de las rocas, la principal de ellas fue la fuente Castalia, a la que daban sombra bosquecilios de laureles consagrados a Apolo.

Cerca de ella, o sobre el monte Parnaso, las divinidades de la fuente, las Musas, que habían venido a ser diosas del canto y de la poesía, se reunían para cantar con Apolo, que tocaba la lira.

En medio del templo se alzaba una piedra sagrada de forma de huevo, entre dos águilas de oro.

Se la llamaba el "ombligo de la tierra". Los griegos creían que esta piedra indicaba exactamente el centro del mundo (que se representaban como un círculo plano).

Zeus, se decía, había hecho partir dos águilas al mismo tiempo de los extremos de la tierra y en Delfos se habían encontrado.

En el fondo del templo, en la parte más escondida, pegado a la montaña, se encontraba el famoso trípode, colocado justamente encima de una hendidura de la roca, por donde subía un aire frío que se decía enviado por los dioses, porque los que lo respiraban se sentían acometidos de delirio.

He aquí lo que se hacía para dar respuesta a los consultantes del dios:
Una mujer, la Pitonisa, después de haber ayunado, era conducida al trípode, en el que los sacerdotes la hacían sentar y la mantenían a la fuerza.

Allí recibía el soplo profétlco que salía de la tierra.

Pronto se veía su rostro palidecer, sus ojos brillar, su boca arrojar espuma, su cuerpo agitarse en convulsiones y temblar. Se la oía gemir, ianzar alaridos y pronunciar palabras entrecortadas.

Los sacerdotes recogían aquellas palabras incoherentes, las reunían y con ellas hacían versos.

De este modo formaban la respuesta a la pregunta que venía a hacerse al dios.

Tal era le célebre oráculo de Delfos.

Los dorios tenían la costumbre de ir a consultarle cuando estaban inquietos o no sabían bien qué debían hacer.

Los demás griegos les imitaron, y el oráculo de Apolo Pítico vino a ser de esta suerte el oráculo de todos los helenos. Se acudía a consultarle de toda Grecia, de Italia, de Sicilia y de Asia.

Para ser agradable al dios, se le daba dinero, copas, vasos, trípodes, estatuas, que se amontonaban en un templo. Delfos llegó a ser de esta suerte una especie de museo de objetos artísticos.

SANTUARIO DE DELOS

Otro santuario de Apolo reunía a los jonios de las islas de la costa asiática. Estaba situado en medio del mar Egeo, en la ¡slita rocosa de Délos.

Délos, se decía, era en otro tiempo una isla flotante a la que nadie podía abordar. La diosa Latona, perseguida por los celos de Hera, se había refugiado en ella, y, a la sombra de una palmera, había dado a luz a Apolo y a Artemisa, Desde entonces la isla había quedado fija.

Apolo mismo había hecho en ella un altar con los cuernos de las cabras que mataba a flechazos.

Santuario de Delos
Santuario de Delos

Los jonios adoptaron la costumbre de ir a celebrar fiestas ante aquel altar de los cuernos. Llegaban en barcas, hombres y mujeres, vestidos con largas túnicas flotantes, organizaban danzas, cantos y ejercicios de pugilato.

Más tarde se edificó un templo de mármol a Apolo y dos templos más pequeños a Artemisa.

Todos los años, en la fiesta grande, llegaban las naves de todos lados, llevando procesiones sagradas, las teorías, enviadas por los pueblos jonios.
La más suntuosa era la de Atenas.

La formaban personajes del más elevado rango, acompañadas de coros de muchachos y de muchachas que habían de cantar himnos en honor de Apolo.

Partían en la galera paraliana, cubierta de flores y conducida por remeros, todos ciudadanos. Los sacerdotes la bendecían a la partida y purificaban la ciudad.

Las teorías desembarcaban ceremoniosamente, con sus vestiduras y coronadas de flores. Eran conducidas al templo para hacer los sacrificios y las oraciones. Luego se celebraban las fiestas.

Alrededor del altar de los cuernos, los jóvenes ejecutaban una danza solemne, el geranos.

La fila de los danzarines se plegaba y replegaba en giros tortuosos para recordar, decíase, los repliegues del laberinto de Creta, de donde Teseo había salido victorioso.

SANTUARIO DE OLIMPIA

Al Oeste del Peloponeso, en un valle cubierto de árboles, recorrido por ríos de rápido curso, al pie de una montaña escarpada, había un viejo altar de Zeus, donde se reunían cada cuatro años las gentes para celebrar fiestas.

El lugar se llamaba Olimpia. Decíase que fue creada por el héroe Pélope o por Hércules. Luego un rey del país, Ifitos, se había entendido con Licurgo, de Esparta, y había decidido que durante las fiestas quedase prohibida toda guerra en el territorio de Olimpia.

No había al principio en Olimpia más que un altar y una plaza para el concurso de carreras y no acudían nada más que gentes del Peloponeso.

Luego los griegos de todos los países se acostumbraron a ir a aquellos concursos, sobre todo los de las ricas colonias de Sicilia e Italia. Entonces se erigieron templos, capillas, estatuas que hicieron de Olimpia expléndida población monumental.

No había al principio en Olimpia más que un altar y una plaza para el concurso de carreras y no acudían nada más que gentes del Peloponeso.

Luego los griegos de todos los países se acostumbraron a ir a aquellos concursos, sobre todo los de las ricas colonias de Sicilia e Italia. Entonces se erigieron templos, capillas, estatuas que hicieron de Olimpia expléndida población monumental.

Santuario de Olimpia
Santuario de Olimpia

Viniendo por la vía Sacra, bordeada de capillas de estatuas, de tumbas, después de haber cruzado el torrente, se llegaba delante de ios muros blancos que rodeaban el bosque sagrado, el Altis.

Pasando la puerta por donde entraban las procesiones, se encontraba en una de las terrazas que lo rodeaban el templo de Zeus, construido en el siglo V.

El templo, de 64 metros de largo por 27 de ancho y 20 de altura, con trece columnas a los lados y en las fachadas, tenia sus dos frontones adornados con esculturas de mármol que representaban dos escenas mitológicas: a un lado Oenomao y Pélope preparándose para la carrera de carros; en el otro, el combate de los Centauros y de los Lapitas.

En el templo se alzaba la gran estatuía de oro y marfil, de 13 metros de altura, que representaba a Zeus sentado en un trono de marfil, de oro, de mármol y de ébano. Decíase que si el dios se levantaba, abriría con la cabeza el techo del templo.

Contaban que en el momento de quedar colocada la estatua en su pedestal en el fondo del templo, el artista que la había ejecutado, el célebre Fidias, rogó al dios que manifestase de algún modo si estaba satisfecho de la obra. I

nmediatamente se oyó un trueno y por el techo del templo un rayo cayó en el atrio.

En el mismo sitio se había puesto una losa de mármol negro con un círculo de oro.

Por el otro lado de la plaza, sembrada de estatuas, que se extendía delante del templo, se llegaba al centre del Altis, al viejo altar de Zeus, hecho con la ceniza de los animales sagrados sacrificados en honor del dios.

Se alzaba sobre amplia plataforma redonda a la que erar conducidas las víctimas.

Desde allí se veían dispersos por el Altis varios tem píos más pequeños, y sobre una terraza, al pie de la montaña, diez capillas edificadas cada una por uní ciudad griega, para poner en ellas las ofrendas consa gradas a Zeus.

A lo largo de la pared oriental del recinto había una galería cubierta en la que se oía un eco que repe tía siete veces las palabras. Delante se extendía la plaz: grande, cubierta de estatuas y altares.

El Altis y sus monumentos habían desaparecldc bajo una avalancha de piedras que cayó de la montan; y por los aluviones acarreados por los ríos.

El gobierne alemán encargó en 1875 hacer excavaciones que dura ron seis años y costaron cerca de un millón.

Se desenterró, a una profundidad de cinco a siete metros, todc el recinto y los edificios que lo rodeaban.

Se encontraron 40 monumentos, 130 estatuías o relieves á mármol, 10.000 objetos de bronce, 1.000 de barro cocido, 400 Inscripciones.

Fuente Consultada: Tomo I Historia Antigua - Enciclopedia Historia Universal ILustrada de Charles Seignobos - Editorial Publinter Bs.As.


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