Territorios Perdidos Por Alemania en la Primera Guerra Mundial
Territorios Perdidos Por Alemania en la Primera Guerra Mundial
El 7 de mayo de 1919, los alemanes conocieron las conclusiones de la conferencia de Versalles, y quedaron horrorizados, convencidos de que jamás una paz había sido tan dura.
Algunos querían, incluso, volver a empuñar las armas, pero los jefes militares demostraron la insensatez de tal actitud.
Obligada a aceptar, Alemania conservó un profundo rencor contra la hipocresía de sus vencedores, que, fingiendo hacer una paz justa, habían resuelto el problema reduciendo a Alemania a la impotencia.
Aquel rencor comenzó a pensar ya en el desquite: los alemanes se preparaban a no tener piedad ellos tampoco.
El Tratado de Versalles, en realidad, es el resultado de muchos compromisos. La mayoría de las potencias había pedido el máximo, para poder renunciar después, aceptando algunas concesiones.
En total, Alemania perdía cerca de la séptima parte de su territorio y la décima parte de su población: Alsacia y Lorena volvían a Francia, sin que nadie encontrara en ello un motivo de censura.
Bélgica, por su parte, obtenía Eupen y Malmédy: una pequeña rectificación de su frontera.
Pero las pretensiones habían sido muy amplias.
Haciendo valer el célebre principio de la Revolución Francesa, el de las «fronteras naturales», Francia había reivindicado toda la orilla izquierda del Rhin.
Afirmaba, no sin ciertas razones aparentes, que la posesión de aquel territorio la pondría al abrigo de toda invasión germánica. (Los belgas, a su vez, reclamaban la desembocadura del Escalda: otra frontera natural, constituida a costa de los Países Bajos y que ofrecía la ventaja de liberar al puerto de Amberes, cuya salida al mar se encontraba encerrada entre las tenazas de dos territorios holandeses.)
Pero Wilson y Lloyd George se opusieron a las pretensiones francesas.
Aquello equivaldría a convertir la Renania en una nueva Alsacia-Lorena, con el peligro inmediato de provocar nuevos conflictos, pero, como los franceses afirmaban que la reivindicación de tal territorio no obedecía más que a razones de seguridad, americanos e ingleses aceptaron firmar un tratado de garantías, mediante el cual se comprometían a que las nuevas fronteras de Francia serían respetadas siempre.
Además, si la Renania seguía siendo alemana, sería desmilitariza.
No se permitiría ningún soldado alemán , ni fortificación militar alguna en la orilla izquierda del Rhin, ni en una franja de 50 kilómetros de ancha sobre la orilla derecha. Aquellas cláusulas ofrecían a Francia, en efecto, una posición favorable.
Cualquier ataque por sorpresa le permitiría penetrar sin dificultades en territorio alemán y ocupar lo que constituía la fuerza viva de Alemania: el Ruhr.
Además, el territorio del Sarre era también reivindicado por Francia, interesada en las riquezas carboníferas intactas y por el potencial siderúrgico de aquella nación, pero la anexión pura y simple a Francia fue rechazada también: el Sarre sería administrado, durante quince años, por una comisión de la Sociedad de Naciones.
Después, en 1935, un plebiscito permitiría a la población elegir entre el mantenimiento del «statu quo», la unión a Francia, o la vuelta pura y simple al seno de la nación alemana.
Hacia el oeste, pues, los territorios alemanes desmilitarizados constituían una especie de glacis de protección entre Alemania y Francia.
ALEMANIA: PERDIDAS TERRITORIALES E INDEMNIZACIONES
También en el Este se vio privada Alemania de una parte de sus territorios.
A favor del reconstituido Estado polaco, perdió la Posnania, pero las que más fuertes controversias levantaron fueron dos zonas: la Alta Silesia, aunque poblada por alemanes, fue anexionada por Polonia, y, en el Norte, se creó un «pasillo polaco» que» daba al nuevo Estado una salida al mar. Además, el único puerto aprovechable, el de la ciudad alemana de Dantzig, recibió un estatuto internacional.
El problema del pasillo polaco era importante, por dos razones: porque en aquellas regiones vivían muchos alemanes, y, sobre todo, porque separaba a Alemania de su provincia de Prusia oriental.
En el Schleswig del Norte se organizó un plebiscito que decidió la unión de aquel territorio a Dinamarca.
Además de aquellas pérdidas territoriales, resultaron especialmente dolorosos para los alemanes el desarme y el problema de las indemnizaciones.
Como primera medida de un desarme general, al que todo el mundo se comprometió, se le prohibió a Alemania todo armamento pesado y la aviación militar.
Su ejército no podría pasar de los 100.000 hombres, los necesarios para defender el país contra una revolución bolchevique que todos temían.
Por otra parte, considerada como única responsable del desencadenamiento de la guerra, Alemania fue condenada, en principio, a «pagar la cuenta», a reparar lo que por su culpa había sido destruido.
Una primera valuación ascendía 700 mil millones de marcos oro. Pero, ante las dificultades del problema, se nombró una comisión encargada de formular propuestas concretas, de modo que, en Versarles, Alemania fue condenada a aceptar el pago de una suma que aún no había sido fijada.
Las Cámaras inglesas y francesas ratificaron el Tratado de Versalles, y Alemania también, sólo que con reticencias.
Sin embargo, el Senado americano, desoyendo a Wllson y negándose a unir a América a un tratado que hacía prever conflictos entre los europeos, decididamente incorregibles, se opuso a la ratificación del tratado, debilitando así su fuerza (noviembre de 1919).
Alemania, pues, lo aceptó contra su voluntad, Rusia no era signataria, y América lo rechazó: así, el Tratado de Versarles no fue, en fin de cuentas, más que un acuerdo entre las principales potencias de una Europa muy debilitada, que sólo podía durar mientras la fuerza de los aliados les permitiese hacerlo respetar.
Fuente Consultada: HISTORAMA TOMO XII La Gran Aventura del Hombre Editorial CODEX