Tratado de Versalles: La Republica de Weimar - Consecuencias
Tratado de Versalles República de Weimar Consecuencias Pago Reparaciones
El fin de la Primera Guerra y El Tratado de Versalles:
El 28 de junio de 1919, exactamente cinco años despues de que un asesinato en Sarajevo provocara la Primera Guerra Mundial, los países beligerantes firmaron un acuerdo para terminar con las hostilidades.
El Tratado de Versalles, llamado así por el palacio francés donde fue firmado, fue el colofón de la Conferencia de Paz de París.
Significó la entrada en lo que el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, llamó «un orden internacional nuevo», basado en sus «catorce puntos», una lista de demandas que representaría «una paz sin victoria» no punitiva, afianzada por una votación popular y un debate abierto.
Sin embargo, los «cuatro grandes» vencedores, Francia, Italia, Gran Bretaña y Estados Unidos, llevaron las conversaciones en secreto durante seis meses.
Los tres países europeos querían neutralizar a Alemania y Wilson se vio obligado a acceder.
El Tratado estableció una Liga de Naciones a nivel mundial (el punto decimocuarto de Wilson, de gran importancia), pero Alemania fue excluida.
Además, Alemania debía perder más de 40.000 km2, seis millones de habitantes y la mitad de sus recursos de carbón y hierro.
El este de Prusia quedaría aislado del resto de Alemania con el «pasillo polaco».
Los aliados ocuparían el valle del Rin y las antiguas colonias alemanas bajo el mandato de la Liga.
El ejército alemán se limitó a 100.000 hombres, la armada a un puñado de barcos pequeños y las fuerzas aéreas desaparecieron.
Los criminales de guerra, incluido Guillermo II, debían ser juzgados por un tribunal internacional.
Las reparaciones más perjudiciales fueron las que Alemania debía pagar a los aliados.
No se precisó una suma, aunque John Maynard Keynes tasó las demandas de los aliados en 40.000 millones de dólares.
Keynes advirtió que el pago de más de 10.000 millones significaría «la destrucción de la vida económica de Alemania», algo que el pueblo alemán no perdonaría nunca.
El canciller alemán, Philipp Scheidemann, y su gabinete dimitieron y no firmaron el Tratado, pero la Asamblea Nacional lo aceptó.
Los franceses consideraron los términos demasiado benévolos y depusieron a su primer ministro, Georges Clemenceau, como protesta.
Wilson defendió el documento a pesar de la divergencia con sus ideales pero no consiguió que el Congreso lo aceptara. El escenario quedó preparado para otra guerra mundial.
Las medidas principales del acuerdo fueron:
1) Alemania perdió el derecho de poseer un ejército, excepto 90.000 soldados y 4.000 oficiales; los efectivos eran alistados por el término de doce años y, si alguno de ellos moría durante ese lapso, no podía ser reemplazado; se eliminaba también el estado mayor; quedaba suprimida la artillería pesada, la aviación militar y se debían desmantelar todas las fortalezas y los puertos militares; se prohibía la fabricación de armas y se establecían comisiones aliadas de contralor.
2) Sólo se permitía a Alemania conservar seis cruceros de 10.000 toneladas cada uno, igual cantidad de 6.000 toneladas, doce destructores y doce cañoneras; quedaba suprimida la flota submarina; los puertos marítimos, así como también los ríos Danubio, Rin, Elba y Oder eran declarados abiertos a las naves de las potencias aliadas, sin que fuera necesario el permiso de Alemania.
3) Alemania resignaba todas sus colonias sin excepción y quedaba prohibida la construcción de cualquier clase de fortificaciones en la orilla izquierda del Rin v en un franja de 50 kilómetros al este del mismo río. De tal manera, el país quedaba a merced de cualquier potencia de segundo orden, como Polonia o Checoslovaquia. La existencia de Alemania ya ni dependía de sí misma, sino de la voluntad de los otros.
LOS PUNTOS DÉBILES DE LA SOCIEDAD DE NACIONES(S.de N.)
Los medios de acción de la S. de N. eran, en el momento de su creación, muy limitados, y el desarme general no podría conseguirse, si la S. de N. no disponía de los medios suficientes para organizar la seguridad colectiva, lo que significaba que la acción concertada y decidida de todos los países verdaderamente amantes de la paz, podría disuadir, de antemano, a cualqier agresor.
Antes de 1924, tal acción estaba descartada, porque había demasiados puntos de fricción.
Por eso, dada la impotencia de la S. de N., los únicos progresos serios en el problema del desarme se hicieron en una conferencia realizada en Washington (1921-1922).
Pero tampoco se trataba allí más que de un desarme reducido, y limitado al sector naval, prohibiendo, especialmente, durante diez años, la construcción de acorazados, y restringiendo, por un sistema de cuotas, la construcción de grandes navios de guerra.
Por su parte, la S. de N. no pudo impedir la guerra greco-turca, ni el conflicto entre Italia y Grecia a causa de Corfú, ni evitar que, ante la presión de Mussolini, Yugoslavia tuviese que entregar Fiume a Italia (1929).
En el mismo año, Gran Bretaña y Francia consiguieron, sin embargo, la aceptación del protocolu de Ginebra, que preveía que, en caso de conflicto local, el arbitraje de la S. de N. sería obligatorio y que el país que rechazase el arbitraje sería, automáticamente, considerado como agresor y sufriría, en consecuencia, todas las sanciones que pudiera aplicar la S. de N., comprendida una intervención militar de los países miembros.
Pero aquel proyecto tropezó con la oposición de los dominios británicos, que temían que Gran Bretaña se comprometiese demasiado en los innumerables conflictos que podrían estallar en Europa, y, sobre todo, con la de los EE. UU., que querían que, a causa de los conflictos entre estados de la América latina, los ejércitos de la nueva Santa Alianza que era la S. de N. pudiera intervenir e instalarse en un continente que, desde Monroe, se consideraba como coto vedado: «América para los americanos».
Por eso, el sucesor de Mac Donald, el conservador Baldwin, hizo abortar el proyecto.
El espíritu de Locarno, el mejoramiento de las relaciones económicas y la prosperidad general vinieron, mientras tanto, a arrojar un púdico velo sobre la desnuda realidad de la S. de N. Una comisión de desarme comenzó sus lentos trabajos.
Sobre todo, en 1928, la S. de N. pudo registrar, con satisfacción, que, mediante el pacto Briand-Kellog, Francia y los EE. UU., a los que pronto se unieron unos sesenta países más, declaraban la guerra a la guerra.
¡La guerra fuera de la ley! ¡Qué bella esperanza, si no fuese una quimera! Pero en 1929 estalló la crisis financiera y económica.
Hasta entonces, y desde 1925, la paz se había basado en la prosperidad. ¿Sobreviviría aquella paz a la crisis? .
¿Los Estados que se cerraban a los mercados, no se endurecerían en una actitud intransigente?.
¿Las fábricas, cansadas de no ser utilizadas, no se pondrían a producir cañones?.
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Fuente Consultada: HISTORAMA TOMO XII La Gran Aventura del Hombre Editorial CODEX
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