Emperadores Militares en Roma Imperial-La Anarquia Militar

Emperadores Militares en Roma -Anarquía Militar - Severo

La inmensidad del Imperio llevó a Diocleciano a dividirlo en dos partes (Este y Oeste) a finales del siglo III.

Esta división causó varias guerras civiles.

Los ejércitos debían lealtad en primer lugar a sus generales y luego a Roma, y los generales rivales los usaron para luchar por el poder imperial.

Las intrigas políticas dieron pie a coronaciones y defenestraciones frecuentes de emperadores y, con ello, a gobiernos inestables cuyas consecuencias se hacían notar sobre todo en el pueblo llano, que buscó refugio en el cristianismo.

LA ANARQUÍA MILITAR DEL SIGLO III

Con la desaparición de Cómodo, sobrevino una época de anarquía y profundo desorden en la que los emperadores fueron proclamados por los pretorianos y luego derrocados con gran vertiginosidad.

La inestabilidad política fue propicia para que los pueblos bárbaros (extranjeros) atravesaran las fronteras e invadieran el Imperio para introducirse en las legiones, cuyos jefes se proclamaban a sí mismos emperadores.

Con el reinado de Septimio Severo se consolida el despotismo militar en Roma.

Septimio Severo disuelve la guardia pretoriana, creando otra nueva mucho más numerosa, compuesta de soldados de todas las legiones, perfectamente pagada, y sometida a una severa disciplina.

Los emperadores de la dinastía de los Severos (193-235) comenzaron la implantación de una monarquía militar.

Se incrementó el ejército, la paga de los soldados aumentó y funcionarios militares fueron asignados a importantes posiciones gubernamentales.

A la monarquía militar le siguió la anarquía militar.

Por un periodo de casi cincuenta años, del 235 al 284, el Imperio Romano se sumió en el caos de las guerras civiles incesantes, una vez que los rivales al trono imperial descubrieron que sobornar a los soldados era la forma más expedita de llegar a ser emperador.

En estos casi cincuenta años hubo veintidós emperadores, de los cuales sólo dos no encontraron una muerte violenta.

Al mismo tiempo, el imperio fue objeto de una serie de invasiones, exacerbadas, sin duda, por las guerras civiles.

En el oriente, los persas sasánidas hicieron incursiones en territorio romano.

Un símbolo justo de la decadencia de Roma lo constituyó la captura del emperador romano Valeriano (253-260) en manos de los persas, y su muerte en cautiverio un acontecimiento jamás oído en la historia romana.

Las tribus germánicas también inundaron el imperio.

Los godos incursionaron en los Balcanes y se movieron hacia Grecia y Asia Menor. Los francos avanzaron hacia Galia y España.

No fue sino hasta el gobierno de Aureliano (270-275) cuando la mayor parte de las fronteras se restablecieron.

Las invasiones, las guerras civiles y la recurrencia de la plaga estuvieron muy cerca de provocar el colapso económico del Imperio Romano en el siglo tercero.

La población disminuyó en forma drástica, tal vez hasta en un tercio.

Se experimentó igualmente una notable merma en el comercio y en la pequeña industria.

La escasez de mano de obra, causada por la plaga, afectó tanto al reclutamiento militar como a la economía.

La producción agrícola disminuyó significativamente.

Los campos fueron arrasados por los bárbaros, pero, aún con mayor frecuencia, por las propias tropas romanas defensoras.

Muchos campesinos se quejaban de que los comandantes militares y sus soldados confiscaban los productos y el ganado.

Los gobernadores provinciales, al parecer, fueron incapaces de detener esas depredaciones e, incluso, en algunas ocasiones se unieron a la extorsión.

El sistema monetario comenzó a mostrar signos de colapso, como resultado de la acuñación de una moneda sin valor, y de la acometida de una severa inflación.

Las monedas de oro desaparecieron de circulación y las monedas de plata se empobrecieron.

La moneda establecida —el denario— valía ahora la mitad del valor que tuvo en el siglo primero. Tras una posterior devaluación, fue remplazado por nuevas monedas de valor aún menor.

Los bienes en especie comenzaron a sustituir el dinero como medio de intercambio.

Los ejércitos eran más necesarios que antes, pero las limitaciones financieras dificultaban reclutar y pagar a los soldados que se precisaban.

Mientras que en el siglo segundo el ejército romano había sido reclutado de entre los habitantes de las provincias fronterizas, a mediados del tercer siglo el estado tuvo que confiar en la contratación de bárbaros para que lucharan bajo comandantes romanos.

Esos soldados carecían de comprensión de las tradiciones romanas y no profesaban un real compromiso ni con el imperio ni con los emperadores.

Septimio Severo (193-211)

Al cabo de duros enfrentamientos, se impuso el general Septimio Severo, de origen cartaginés, que estaba al frente de las legiones del Danubio, con el decidido apoyo de sus soldados.

Durante su reinado tuvo que luchar contra los partos y luego combatir a los británicos, en cuyo propósito encontró la muerte.

Dueño de Roma se dirigió Septimio Severo a combatir a sus rivales. Consiguió desarmar a Albino nombrándole César, y venció en Oriente a Níger en Cizico y en Nicea, y lo derrotó completamente en Isso, pereciendo en la huida; apoderándose a la vez de Antioquía y arrasando a Bizancio.

Pacificado el Oriente, se encaminó contra Albino, que perdió la batalla y la vida cerca de Lion.

En una guerra contra los partos se apoderó de Babilonia y Ctesifonte.

Caracalla (211-217)

A Septimio Severo le siguió su hijo Caracalla, que careció de las virtudes que adornaron a su padre y se entregó a la práctica de todos los vicios.

Para aumentar la percepción de los impuestos, sancionó la Constitución Antoniana, en virtud de la cual se otorgaba la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio, pero esta medida no alcanzó el éxito que esperaba porque en esa época era escaso el interés de los habitantes del Imperio de convertirse en ciudadanos de un estado decadente.

Caracalla hizo construir en las afueras de Roma las grandiosas termas que se conocen con su nombre.

También debió empeñarse, como su padre, en la lucha contra los pueblos fronterizos del Imperio y murió combatiendo con los partos.

Heliogábalo (217-221)

El sucesor de Caracalla fue su primo Heliogábalo, natural de Siria.

Emperador cruel y sanguinario, con rasgos afeminados.

No contó con el apoyo de sus tropas, y sumado a tantas locuras y tantos crímenes no podía ser mucho tiempo tolerados por los romanos.

Julia Mesa en unión con los pretorianos, consiguió que Heliogábalo adoptase a su primo Alejandro; pero no pudiendo arrastrarlo a la vida corrompida que él llevaba, intentó quitarle el titulo de César, y aun se propuso asesinarle.

Por lo que se sublevaron los pretorianos, quitaron la vida a Heliogábalo, arrastraron su cadáver por las calles de Roma, y lo arrojaron al Tíber.

Alejandro Severo (221-235)

Aunque distinto a su primo Heliogábalo, a quien sucedió en el trono, Alejandro Severo también fue repudiado por los soldados porque carecía de espíritu militar, y luego asesinado, debido a que pretendió negociar con losalamanes, para evitar que invadieran el Imperio.

REORGANIZACIÓN DEL SIGLO IV

En medio de esta disolución, hubo algunos emperadores pertenecientes a las legiones del Danubio, que constituían el mejor ejército romano, que trataron de salvar al Imperio.

Estos fueron Aureliano (270-275), que sometió a los galos; Probo (276-282), eficaz administrador; y Diocleciano (284-305), de origen dálmata, que ejerció un gobierno de carácter absoluto y reorganizó el Imperio, para lo cual, en el año 301 dividió su poder con Maximiano, a quien confirió el título de Augusto.

A su vez, cada uno tenía un lugarteniente, que era su heredero, y recibía el nombre de César.

Los cuatro constituyeron la tetrarquía (gobierno de cuatro soberanos), con sede en Tréveris, Milán, Sirmium y Nicomedia, comprometiéndose los Augustos a renunciar al cabo de cuatro años.

La decadencia económica

A medida que se iba desmoronando el Imperio, se hizo más visible la decadencia económica. Roma dependía casi exclusivamente del comercio de importación.

A fines del siglo III, Diocleciano trató de darle nuevo impulso a la actividad mercantil, mediante una estricta reglamentación.

Los transportistas marítimos y los comerciantes de productos alimenticios y de primera necesidad, fueron sujetos al control del estado.

Con estas medidas la situación mejoró, pero no por mucho tiempo.

Hacia fines del siglo IV el abastecimiento se resintió nuevamente y aumentaron los impuestos.

EL EMPERADOR DIOCLECIANO: ORIENTE, OCCIDENTE Y EL SAGRADO EMPERADOR

El gobierno de Diocleciano marcó el fin de la unidad administrativa del vasto imperio romano.

Entre las medidas de "salvación pública" tomadas por este estadista, figuraba la institución de dos emperadores, cada uno de los cuales gobernaría y residiría en una de las mitades del vasto territorio. Para garantir la sucesión pacífica del gobierno, cada emperador (llamado Augusto) , tendría a su lado un César, es decir emperador de romaun sucesor designado, quien se convertiría en nuevo emperador, eligiendo a su vez a su César, a la muerte o abdicación de su Augusto.

Teóricamente muy ingeniosa, la "tetrarquía" (dos Augustos y dos Césares) , no dio resultados.

En 310, el imperio tenía siete Augustos, sin hablar de Diocleciano, emperador honorario, que había renunciado en 305.

La anarquía, una vez instalada, sólo fue vencida a costa de largas guerras, con la consolidación del poder en manos de Constantino en el año 324.

La división administrativa en dos porciones, sin embargo, subsistió.

Diocleciano trazó los rumbos básicos de la política imperial: tornó rígida la estructura de la sociedad (los hijos fueron obligados a seguir la misma profesión de los padres: "cada uno debe defender el Imperio amenazado desde su puesto"), y reforzó la autoridad central.

Constantino hizo aún más firme el poder imperial, al ligarse al cristianismo.

Este tenía una sólida organización, en la cual el Estado podía apoyarse.

Constantino fue declarado soberano por derecho divino, "designado por Dios", para que reinase con autoridad absoluta. El Palacio Imperial pasó a ser llamado Palacio Sagrado.

En sagrados también se convirtieron la figura del emperador y los objetos que lo rodeaban.

El paso siguiente fue la creación de la "Nueva Roma, que es Constantinopla". Todos los elementos culturales —griegos, romanos y cristianos—, del imperio reformado se fusionarían allí naturalmente, bajo el poder de la monarquía absoluta.

Teodosio I fue el último soberano que gobernó el Imperio Romano todavía unido.

Después de su muerte, en 395, el territorio se dividió definitivamente en los imperios de Occidente y de Oriente, gobernados respectivamente por sus hijos Honorio y Arcadio.

El este y el oeste se separaron (salvo la tentativa de reunificación de Justiniano y algunas otras) para siempre.

El siglo V fue testigo de la declinación del imperio de Occidente, acosado por las invasiones.

La destitución de su último gobernante por un rey bárbaro, en 476, marcó el fin del Imperio Romano occidental como tal.

Una nueva estructura política independiente, mientras tanto, iba surgiendo en Oriente.

En un comienzo abarcó todos los países europeos situados al sur del río Danubio y al este del río Drina, todas las provincias asiáticas del Imperio Romano de entonces, y, en África, Egipto y Cirenaica. Incluyó a la Península Balcánica, al Asia menor, Siria, Palestina, el norte de la Mesopotamia, y el nordeste de África.

Pasarían 1.000 años antes de que ese vasto imperio quedase reducido a la ciudad de Constantinopla,

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