Los Espectaculos Publicos en Roma Antigua

Los Espectáculos Públicos en Roma Antigua

LOS ESPECTÁCULOS:

Era en Roma costumbre antigua celebrar las fiestas en honor de los dioses con juegos, cada uno de los cuales duraba varios días y estaba constituido por una serie de espectáculos públicos.

Su número aumentó sin cesar. En tiempo de Augusto había ya siete al año, que duraban sesenta y seis horas.

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En los últimos tiempos del Imperio hubo al año ciento setenta y cinco días de espectáculos (ciento uno de teatro, sesenta y cuatro de circo, diez de combates de gladiadores), sin contar los espectáculos extraordinarios.

Los espectáculos duraban desde la mañana a la noche, y los ciudadanos asistían a ellos gratuitamente.

Llegaron a constituir la pasión dominante del pueblo romano.

El teatro se había organizado primeramente a la manera griega: los actores, el rostro cubierto con la máscara, representaban obras del teatro griego (los de Plauto o Terencio).

Pero los romanos no querían aquel espectáculo, demasiado delicado para ellos.

Preferían los mimos, especies de farsas cómicas.

Los actores, vestidos con traje cómico, semejante al de arlequín, representaban personajes ridículos, se daban porrazos, ejecutaban danzas grotescas.

Al contrario de lo que era costumbre entre los antiguos, había actrices que desempeñaban los papeles femeninos.

Gustaba también mucho la pantomima.

Un actor, solo en la escena, representaba la obra sin hablar, valiéndose tan sólo de gestos y mutaciones de expresión del rostro.

El Circo, destinado a las carreras de carros, era un campo de carreras rodeado de gradas para los espectadores.

Había varios en Roma. El principal, el Circo Máximo, al pie del Palatino, podía contener 250.000 espectadores.

En la arena había a los dos extremos mojones de bronde dorado, alrededor de los cuales los carros debían dar vueltas a la pista (el recorrido era de más de siete kilómetros).

El cochero, de pie en un carro ligero, del que tiraban por lo común cuatro caballos, con el látigo en la mano, las riendas rodeadas a la cintura, animaba con gritos a los animales.

Muchas veces, al dar la vuelta, el carro se estrellaba contra el poste o chocaban unos carros con otros.

El que ganaba recibía un premio.

Se daban por lo común 24 carreras seguidas en un mismo día.

Compañías rivales proporcionaban los elementos para ellas, vistiendo cada una a sus cocheros de un color distinto.

Había cuatro, blancos, rojos, verdes y azules, que acabaron por reducirse a dos, los azules y los verdes. Los espectadores tomaban partido por uno de los colores.

Durante las carreras daban voces y pateaban, agitaban los pañuelos y a veces se pegaban.

Todo el mundo, incluso las mujeres y los niños, se apasionaba entonces por las carreras de carros, como hoy se apasiona por las de caballos.

Cuando el emperador se declaraba por uno de los colores (Calígula y Nerón por los verdes. Viteliano por los azules), la pugna tomaba caracteres de cuestión política.

El anfiteatro servía para diferentes clases de espectáculos.

El principal era el combate de gladiadores. Hombres armados con espada (gladiador viene de gladius) se batían hasta morir para diversión de los espectadores.

gladiadores romanos

Era un antigua costumbre, probablemente etrusca, una especie de sacrificio humano en honor de un muerto, porque estos combates no habían tenido iugar primeramente sino en ocasión de los funerales de algún noble.

Luego estos combates vinieron a constituir un espectáculo regular y aumentó el número de los combatientes.

Los gladiadores fueron en un principio bárbaros prisioneros de guerra, que se batían con el traje y las armas de su país.

Después de cada gran guerra, se hacía lugar de esta suerte a millares de prisioneros. Trajano presentó en un espectáculo 10.000 guerreros dacios.

Luego se emplearon condenados a muerte o esclavos.

Por último, ser gladiador constituyó un oficio, en el que entraron hombres libres para ganarse la vida.

Se les enseñaba en una escuela especial. Se les mantenía encerrados, sometidos a ejercicios continuos y a una disciplina terrible.

Todos se comprometían, mediante juramento, "a dejarse dar palos, quemar con hierro ardiente y hasta dejarse matar por el jefe".

El día del espectáculo los gladiadores desfilaban en la arena, saludando al emperador: "Adiós, César, los que van a morir te saludan".

Luego, al son de los cuernos y de las trompetas, se batían, por lo común uno contra otro, a veces una tropa contra otra.

En este duelo los dos combatientes no iban siempre armados de igual modo.

Un reciario medio desnudo, armado con una red, luchaba contra un mirmidón, provisto de varias armas; un samnita, provisto de un gran escudo y espada corta, contra un tracio, armado con espada grande y escudo pequeño.

Cuando uno de los dos había caído en tierra, los espectadores se encargaban de decidir si había de dársele muerte o concederle el perdón.

Los cadáveres que habían quedado tendidos en la arena eran arrastrados con cuerdas.

Los llevaban a una cámara, donde eran examinados.

Un individuo, disfrazado de Mercucio, tocaba los cuerpos con un hierro candente para ver si estaban bien muertos.

Otro, disfrazado de Caronte, acababa con una maza a los heridos que no podían curar. Los otros eran curados para ponerlos en condiciones de luchar otra vez.

Se daban a veces combates de caballería o de carros de guerra.

Se dieron también batallas navales (naumaquias) en estanques o en lagos.

Claudio mandó construir en el lago Fucino dos flotas enteras, tripuladas por 19.000 hombres.

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Se había reunido a los condenados a muerte de todo el Imperio y colocado a las orillas del lago máquinas de guerra para obligarles a combatir.

El emperador asistía a estas matanzas. Marco Aurelio se hizo impopular en Roma porque dejaba ver su disgusto y leía, hablaba y daba audiencias en vez de mirar.

El anfiteatro servía también para las cacerías.

Se soltaban en la arena animales feroces, leones, panteras, leopardos, oso, jabalíes, elefantes, búfalos, ciervos, toros y avestruces.

Pompeyo y César hicieron aparecer animales nuevos, hipopótamos, jirafas, cocodrilos. Cazadores, armados con arcos, venablos y lanzas se presentaban a matar a aquellos animales.

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Se hicieron también peleas de fieras, un oso con un búfalo, un toro con un elefante.

Se hacía pelear a un hombre armado solamente de lanza o espada, sin coraza ni escudo, con un león o un oso.

Acabó por parecer más interesante soltar las fieras contra hombres desnudos y encadenados a un poste.

El placer consistía en verlos desgarrar y devorar. Se empleaban condenados a muerte, hombres o mujeres.

De esta suerte la ejecución servía para divertir al pueblo.

Se utilizaron también los condenados para hacerlos representar al natural el papel de un personaje que debía perecer.

Un condenado a muerte representaba a Orfeo y era hecho pedazos por un oso; otro, disfrazado de Hércules, era quemado en una pira; otro representaba al ladrón Laureólo puesto en la cruz.

El Coliseo, construido en tiempo de Vespasiano, cerca de Roma fue el mayor de todos los anfiteatros.

Era tan grande y tan bien construido que aún hoy subsiste. Tiene 188 metros de largo, 156 de ancho, 50 de alto. La arena tiene 76 metros de largo por 46 de ancho.

Las gradas estaban divididas en varios pisos, el de abajo reservado para el emperador y los nobles.

Podía haber 50.000 espectadores sentados y aun quedaba sitio para otros 20.000 aproximadamente de pie.

No solamente en Roma, en todas las grandes ciudades del Imperio se daban como espectáculo al pueblo comedias, mimos, carreras de carros, combates sangrientos y condenados que eran abandonados a las fieras.

fuentes


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