La Isla de los Estados en Tierra del Fuego:Reserva Natural

La Isla de los Estados Tierra del Fuego:Paisaje de la Reserva Natural

Comentario sobre la experiencia de la antropóloga Anne Chapman, quien se ha destacado por sus estudio sobre los canales fueguinos.(foto abajo.)

"Tuve el privilegio de realizar los primeros descubrimientos arqueológicos en la Isla de los Estados entre enero y febrero de 1982.

Mi primera reacción como consecuencia del conocimiento de la isla es un sentimiento de plena solidaridad con todos aquellos ciudadanos argentinos e instituciones oficiales y privadas del país, conscientes de la imperiosa y urgente necesidad de preservar la isla como parque o reserva nacional."

La Isla de los Estados fue declarada, en 1923, reserva nacional, pero —escribe en 1982 el capitán de navío Fermín Eleta —poco se ha hecho para proteger las inestimables poblaciones de lobos, pingüinos y nutrias, así como las ruinas de antiguas empresas y otras expresiones de la vida humana en ella.

Por ejemplo: todavía existía entonces, casi intacta, la torre del faro de San Juan del Salvamento, con la casa habitación de los torreros que la circundaba, más un cañoncito para los días de niebla, cuyos disparos alternaban con los repiques de la campana de bronce; hoy casi no queda nada.

En Puerto Cook se conservan restos del presidio, de la Mayoría de la Guarnición —además subprefectura—, y un muellecito.

En varias partes se veían refugios de loberos y hasta de náufragos, pues ambos se confundían..."

La belleza de la Isla de los Estados es extraordinaria.

Y aún conserva su estado natural; aún es un refugio para pingüinos y lobos marinos de dos pelos (Arctocephalus australis), tan perseguidos en otras partes.

En un informe de Parques Nacionales, escrito en 1980, se lee: "La avifauna de la isla es uno de sus aspectos más interesantes, y de por sí justificaría la creación de un parque nacional...

De esta manera, la Isla de los Estados pasaría a ser el único lugar protegido integralmente para las especies incluidas en los grupos I y II de la lista".

 Aunque muchas especies hayan sido casi exterminadas, además de las aves citadas en la nota, considero que, por ejemplo, los lobos de un pelo (Otaría flavescens) y las nutrias (Lutra provocax y L. felina), quizás puedan establecerse nuevamente, con un programa de protección y procreación.

Ya nos han sufrido lo suficiente.

Mejor, aprendamos ahora algo de ellos.

Una población heterogénea, que en el caso de El Bolsón, crece año a año, se derramó por estas inmensidades como sal sobre el mantel.

El sur, dicen, es tierra de nadie, tierra de los que no tienen tierra.

Llegaron colonias de galeses, de árabes, de polacos.

En El Bolsón hay albaneses.

Llegó, adelantándose a su perseguidor, un célebre bandido norteamericano.

El perseguidor era un sheriff que se preocupó en mezclar con generosidad las sangres del Norte y del Sur.

Por tierras más australes, anduvo un francés que se autocoronó Rey de la Patagonia.

Demasiados personajes buscando autor por estas tierras.

Al escritor no le convienen del todo las historias, de algún modo, ya escritas.

El tiene que saber horadar en lo otro, lo que no se revela con facilidad.

Poner lo fantástico, lo vulgar, lo cotidiano, en el mismo plano de trascendencia.

.Tengo entendido que su familia insiste en la autenticidad de ese linaje.

Todo lo que es, obedece a las mismas leyes, es manifestación de la misma idea.

El autor puede poner sus propias valorizaciones.

Lo que no puede, es discriminar el tratamiento que le da a su materia. Lebedev, en Dostoievsky, es un personaje de segunda clase, incapaz siquiera de asomarse a la dimensión interior de un Mishkin.

Sin embargo, no está menos iluminado por su autor que éste.

En definitiva, basta con abrir los ojos y mirar alrededor.

El paisaje es infinito, desolado.

Todas las formas caben, todo es posible, todo, además, es o puede ser cierto.

Cuanto escribo está relacionado con el paisaje.

A veces aparece en mis cuentos el de la muerte, como idea de una perspectiva pura donde la única condición es que no hay límites.

No los hay.

Es una manera de equiparar las imágenes, sean mentales o físicas, en el marco permisivo de una escenografía libre que se puede trastocar a gusto.

Hay quienes se preocupan buscando una identidad regional.

Eso es como un abuso de la palabra.

Creo, personalmente, que la obra de arte crece siguiendo las leyes naturales.

Germina como una semilla si se le prepara el terreno adecuado.

Yo diría que en lugar de buscar la identidad, de lo que se trata es de aguzar el olfato.

Digo con D.H. Lawrence, en una carta que escribe a un amigo:

"Siempre he tratado de seguir una emoción por su propio rumbo, sin cambiarlo. Esto necesita del instinto más fino imaginable, mucho más fino que el de un artesano".

Habiendo viajado bastante, durante un tiempo relativamente largo, muchas imágenes se superponen en mis búsquedas.

Un cuento que comienza en el Tibet, termina a orillas del Nahuel Huapi.

Otro, mezcla la humedad de un pasado en Buenos Aires, donde nací y viví muchos años, con la altura astral del altiplano en Uyuni, Bolivia, que llegué alguna vez a contemplar con sobrecogimiento.

No puedo no dejarme invadir por la presencia del desierto que hay al oeste, por la cordillera, desde uno de cuyos balcones, contemplo todos los días el valle.

En el sur, el paisaje juega con los hombres.

Me dejo jugar, no tengo otra opción. Si me resisto, soy infeliz.

También yo juego cuando escribo.

Hago lo que el hombre ha hecho desde tiempos milenarios, invento mitos para iluminar mis imágenes por dentro.

No es un ritual tribal, no es siquiera un ritual, pero cuando el misterio me abre una puerta, no opongo resistencia.

Fuente Consultada: Revista Patagónica Nro. 17  Año IV - 1984 - Nota de Anne Chapman


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