La Religion en la Antigua Mesopotamia

La Religion en la Antigua Mesopotamia

LA RELIGIÓN EN LA ACTUALIDAD

De las numerosas religiones que se han esbozado en esta sección, muchas de ellas, las que podríamos llamar primitivas- históricas, han desaparecido totalmente.

Así, no es posible encontrar en el mundo un ferviente adorador de Zeus Olímpico.

Perviven cultos fetichistas y totémicos entre los pueblos más atrasados, pero el avance de la civilización coincide con la desaparición de estas creencias sin fundamento filosófico y real.

Entre las grandes religiones que agrupan centenares de millones de fieles, es posible establecer una diferencia: las que tienden a extenderse ganando prosélitos, y las que o permanecen estáticas, con tendencia a reducirse, o bien constituyen un círculo cerrado privativo de un pueblo o una raza.

religion en la mesopotamia

Así, a menudo tenemos noticia de que hombres eminentes se convierten al catolicismo, comarcas enteras son evangelizadas por misioneros y a nadie extraña que un senegalés se ordene sacerdote o que el Papa unja obispo a un birmano, por ejemplo.

Pero causaría sorpresa saber que un francés se ha convertido al mahometismo o que un indio se ha pasado al judaísmo.

Estas dos religiones son prácticamente exclusivas de una raza y el proselitismo que realizan se limita a sus propios conciudadanos.

No hay misioneros musulmanes entre los europeos.

Forzoso es reconocer, también, que los misioneros cristianos encuentran grandes dificultades para evangelizar en tierras musulmanas, no tanto por restricciones políticas como por el fanatismo y cerrazón de los propios creyentes.

Es preciso señalar también una gran división en el mundo actual: los creyentes y los no creyentes.

La negación total de Dios (ateísmo), va unida a una concepción puramente materialista de la vida, de la historia y del mundo.

El número de ateos conscientes, totalmente convencidos de que más allá de la vida y de nuestras propias fuerzas no existe poder espiritual que nos gobierne y a quien hayamos de rendir cuentas, no es tan crecido como el de los pragmáticos y agnósticos, es decir, los convencidos de que la vida se ha de vivir con la inquietud de cada día, sin preocuparse de problemas profundos cuya solución, dicen, es imposible de hallar.

Sobre el futuro, el más allá y la trascendencia de todo lo que existe, según ellos, no sabemos nada.

Por tanto, nada podemos decidir sobre algo tan nebuloso que nunca podrá esclarecerse.

El mundo comunista ateo abarca más de un tercio de la Humanidad.

Este credo social y político es también un credo religioso.

La religión del Estado implica una renuncia a toda otra religión.

En los Estados comunistas se realiza una activa campaña contra toda clase de fe en poderes superiores, sean de la clase que sea.

"La religión es el opio del pueblo" es un slogan que vale lo mismo para combatir el cristianismo de Hungría que el budismo de China.

La Iglesia católica condenó al comunismo ateo por boca de Pío XII.

Sin embargo, en los últimos años se ha observado un estrechamiento en las relaciones de la ex U.R.S.S. con el Vaticano, llegando a la culminación con la entrevista, efectuada en el mes de enero de 1967, entre Su Santidad y el presidente de la Unión Soviética, Podgorny.

América es un continente cristiano.

Existen aún algunas tribus esquimales o de indios que mantienen sus creencias primitivas, pero la América civilizada es católica o protestante.

En Norteamérica predominan ligeramente los protestantes, pero toda la América latina es fundamentalmente católica.

Europa es cristiana también exceptuando algunos núcleos musulmanes.

Los países nórdicos, incluida la Gran Bretaña, mantienen el credo protestante. Grecia y la Europa Oriental pertenecen a la Iglesia cismática, mientras la Europa latina, Francia, gran parte de Alemania, Austria, Irlanda, Hungría, Polonia, etc., son primordialmente católicas.

El Africa negra está sufriendo una transformación importantísima.

Así como se va convirtiendo en una entidad política y económica digna de consideración, grandes comarcas africanas abandonan los cultos fetichistas para convertirse al cristianismo.

El nombramiento en 1960 del primer cardenal negro, monseñor Rugamewa, obispo de Tanganica, produjo excelente impresión entre el elemento indígena africano.

Las misiones católicas y protestantes del Africa negra son quizás las que más frutos han conseguido en su tenaz labor de apostolado.

El trabajo realizado en un sentido ampliamente cristiano por el doctor Schweitzer, no es único en este continente tradicionalmente atrasado.

Casi toda el Africa situada al Norte del Ecuador prácticamente es musulmana exceptuando la isla etiópica donde se mantiene un cristianismo ancestral.

El mahometismo se extiende por el Oriente Medio, Persia, Turquestán y Pakistán, llegando hasta Indonesia, que recibió esta fe cuando era visitada por mercaderes musulmanes mucho antes de que llegara allí el cristianismo.

En el continente asiático es donde se da una mayor mezcolanza de sentimientos religiosos.

La India en este sentido es un gran avispero. Aún existen en ella unos 125.000 parsis, seguidores de las doctrinas de Zoroastro.

La división del país en Pakistán (musulmanes) y la India propiamente dicha (hindúes) obedece a una diferenciación de credo religioso.

A raíz de la constitución del Pakistán, se realizó uno de los éxodos de poblaciones más grande que registra la Historia a fin de que la mayor parte de población religiosa se encontrara emplazada en el país de su preferencia.

A pesar de los esfuerzos de Nehru y sus seguidores, el hinduismo mantiene en la India formas típicamente retrógradas. Aún pululan las vacas sagradas por las calles de sus principales ciudades y los parias todavía son considerados como intocables.

Más de 60 millones de parias sufren una de las segregaciones más absurdas, a pesar de que el sistema de castas haya sido declarado fuera de la ley por el parlamento de Nueva Delhi.

Hasta 1951, por ejemplo, no se modificó el código que regulaba el matrimonio que, en esencia, databa del siglo V a. de J.C. y derivaba del Código del Manú.

La religiosidad es muy intensa.

En la ciudad santa de Benarés existen 1.450 templos hindúes.

El budismo chino sufre una de las pruebas más duras por la intensa campaña antirreligiosa del gobierno comunista.

Las misiones cristianas, que estaban muy extendidas en el inmenso país, fueron dispersadas y en la actualidad no existen centros cristianos en China. Antes de la última guerra mundial el sintoísmo era la religión oficial del Japón.

Según ella, el emperador era un dios a quien no se podía mirar cara a cara. Por esta razón, cuando Hiroito se presentaba al pueblo, la multitud inclinaba la cabeza para no cometer la irreverencia de mirarle.

El emperador descendía por generación directa de Amaterasu- Omikanii, la diosa del Sol.

El culto de los antepasados, la fe en el Imperio, la devoción al emperador hasta la muerte, la gloria del que cae en el campo de batalla y la obligación de visitar una vez en la vida el templo de Ise, eran los pilares fundamentales de la fe en el Shinto, el emperador.

En la actualidad el mismo emperador, al democratizarse, ha hecho que esta fe disminuyera y hoy el Japón es una encrucijada de creencias: sintoísmo, budismo y cristianismo.

Una gran parte del mundo, quizás un 75%, es creyente. Cristianos, mahometanos, budistas, etc., admiten la existencia de un ser Creador omnipotente que rige los destinos del mundo. Una gran parte de los no creyentes, por lo menos en la práctica, son agnósticos y no admiten ni el planteamiento del problema religioso.

Un sector muy reducido del resto confiesa su fe atea, si vale la paradoja. Pero muchos millones de seres humanos aún siguen fieles a prácticas supersticiosas primitivas entre los pueblos salvajes.

No puede negarse que en la segunda mitad del siglo XX la Religión, la fe en un Dios creador y providente, sigue siendo una de las fuerzas positivas espirituales más fuertes de la Humanidad civilizada.

En nuestro mundo tan revuelto, las posiciones espirituales se han simplificado al escindirse la humanidad en dos campos mentalmente antagónicos: creyentes y ateos.

El antagonismo que en el siglo XVI se produjo entre católicos, o "papistas" como se les llamó, y protestantes, no puede existir en la actualidad.

En Alemania hay algunos templos en los cuales los cultos católico y protestante turnan para que puedan ser utilizados por los fieles de los dos credos.

El movimiento internacional ateo, radicado en Moscú y Pekín, principalmente, dirige sus ataques en forma indistinta contra los mahometanos, budistas, cristianos o cualquier otro grupo de creyentes.

Este hecho ha producido un acercamiento, táctico si se quiere, entre los "deístas".

• LA RELIGIÓN EN LA MESOPOTAMIA

Las cuencas del Éufrates y del Tigris fueron, casi en época contemporánea al esplendor egipcio, cuna de una gran civilización, pero los dioses mesopotámicos y las ideas religiosas desarrolladas en este lugar del Asia se diferenciaron grandemente de las aparecidas en Egipto.

La preocupación por la muerte y la otra vida, ideas típicas del valle del Nilo, se transformaron aquí en una adoración temerosa hacia dioses crueles y tiránicos.

En el siglo IX a. de J.C. se vivía un politeísmo totémico.

La naturaleza y todos los objetos relacionados con el hombre eran tenidos por dioses, de los cuales existían más de 55.000 reconocidos, desde los protectores de cada ciudad a los que eran particulares de cada persona y de los momentos cumbres de la vida.

Durante un tiempo hubo una cierta confusión entre la Religión y la Astronomía teñida de Astrología.

El cielo purísimo de Caldea y Asiria permitía la observación del firmamento, y de su conocimiento se llegó a una identificación de dioses y astros.

El planeta Venus era Astarté, por ejemplo.

Los zigurats fueron, posiblemente, los primeros observatorios astronómicos utilizados por el hombre en aquel tiempo de sacerdotes-astrónomos.

Los dioses asirios y caldeos se limitaban a asegurar la felicidad terrena a los hombres que se habían acordado de ellos en vida mediante sacrificios y ofrendas, pero ni a unos ni a otros preocupaba demasiado el futuro.

No les inquietaba en exceso lo que podía ocurrir más allá de la muerte, y su religión era concreta, materialista.

Los primitivos sumerios fueron sustituidos por una ola de semitas y el reino de Babilonia se encontró en trance de estructurar una verdadera religión con su culto y sus templos. Baal fue el protector de Nipur, y Marduk, de Babilonia; Anu era el cielo; Baal, la tierra; Shamash, el Sol; Sin, la Luna, etcétera.

Mas por encima de todos brilló una diosa cruel, hermosa, lasciva y obsesionante: Astarté, de origen sumerio, que había de dar motivo a un entroncamiento con la Afrodita griega y la Venus romana.

Era la diosa del amor y de la fecundidad aunque ofreciendo facetas distintas: más guerrera en Nínive, más voluptuosa en Babilonia, más refinada en Fenicia, etcétera.

Astarté se enamoró de Tammuz, quien, durante una cacería fue destrozado por un jabalí y descendió al reino de los muertos.

Entonces la diosa fue tras él y suplicó a los custodios del reino de las sombras para que le devolvieran a su amante, consiguiéndolo gracias a sus ruegos y a su belleza.

Al aumentar el esplendor y el poder de Babilonia creció también el número de dioses porque los reyes vencedores arrastraban consigo, además del botín y los prisioneros, a todos los dioses de sus enemigos, que pasaban a engrosar los ya numerosos de sus templos.

Hammurabi, el gran legislador, que debía ser un hombre ordenado en extremo, catalogó y numeró los dioses de modo que dio el número 30, por ejemplo, a la Luna, el 20 a Shamash, el Sol, etcétera.

La preponderancia de la Astrología ocasionó el incremento de la adivinación.

Los sacerdotes se convirtieron en magos.

Para augurar, por ejemplo, el ciclo propicio de Astarté, era preciso seguir y conocer el curso de su planeta, Venus.

Esto les obligó a perfeccionar en gran manera sus estudios de Astronomía.

Hubo momentos en que interesó más la estrella, la constelación, el astro y sus variaciones en el cielo que la misma estatua o imagen del dios en el templo, y la Ciencia ahogó su Fe.

Aunque esto no impidió la creación de una cosmogonía menos consistente que la egipcia.

Según ellos, al principio existía el Abismo y el Caos, los cuales dieron origen a dos principios: Lahmou, el macho y Lahamou, la hembra.

Más tarde surgieron otras parejas que entablaron tremendas luchas entre sí, intrigas de odios y de violencias en las que el elemento sensual predominaba.

Así, cuando lucharon Marduk y Tiamat, el primero consiguió dominar a Tiamat y la destrozó dividiéndola en dos partes.

De una hizo el cielo, de otra la tierra y de la sangre nacieron los hombres.

Algún tiempo más tarde, Marduk quiso destruir a los hombres y provocó el diluvio.

La previno a tiempo a su amigo Uota- Napishtim, el cual construyó un navío en el que se salvó un puñado de hombres.

La persistencia del tema del Diluvio en todas las cosmogonías hace pensar profundamente y es necesario admitir que realmente hubo una grandiosa inundación, cuyos efectos destructores quedaron impresos en forma indeleble en el recuerdo y en la tradición de todos los pueblos.

Ya se ha dicho el escaso interés que los asirios y caldeos mostraron por el futuro, por el reino de los muertos.

La felicidad fue concebida como cosa humana y terrena.

Al morir una persona, los familiares y amigos rodeaban el cadáver de provisiones y enseres a fin de asegurarle una existencia soportable.

Luego, los demonios subterráneos se hacían cargo del difunto y se lo llevaban a los reinos de la muerte, donde reinaba Nergal.

El muerto era llevado en una barca por las aguas de un río que se encaminaba hacia el Norte, es decir, hacia la ciudad de los muertos rodeada de siete murallas.

Nergal salía a veces de las entrañas de la Tierra para recoger almas. Era la Peste que destrozaba las poblaciones.

Mientras tanto, su esposa, Beltis-Allat, con cuerpo humano y cabeza de leona, permanecía en los abismos.

En épocas más próximas se creía que ella realizaba un juicio de los muertos quienes se presentaban completamente desnudos ante la diosa.

Ésta no les preguntaba, como en Egipto, cuál había sido s conducta moral, sino que se limitaba a averiguar si habían sacrificado a los dioses y cumplido los ritos externos.

En caso negativo, eran entregados a los demonios, que los atormentaban.

La evolución hacia una moral más elevada se produjo muy lentamente, pero en la cuenca mesopotámica el premio y el castigo eternos siempre estuvieron supeditados a la conducta del hombre respecto de los dioses y no con respecto a sus semejantes, o a unas normas de moral universal.

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