Rollos del Mar Muerto: Evangelios Apocrifos y Manuscritos de Qumran

Rollos del Mar Muerto - Los Evangelios Apócrifos ó Manuscritos de Qumran

Qumrán es el nombre árabe contemporáneo dado a unas ruinas, donde habría habitado una comunidad de la congregación judía de los esenios, situadas en una terraza a cerca de dos kilómetros del Mar Muerto y 13 Km. al sur de Jericó, sobre los acantilados que se hallan tras la estrecha franja costera, cerca del oasis de Ayin Feshja, a 375 metros bajo el nivel del mar Mediterráneo.

Rollos del Mar Muerto: Evangelios Apocrifos y Manuscritos de Qumran

• LA HISTORIA DEL DESCUBRIMIENTO:

El pastor, un joven beduino, se paró, jadeante, bajo un peñasco que proyectaba una lengua de sombra sobre la roca pelada, y escudriñó cuantos picachos, quebradas y torrenteras se ofrecían a su vista: desaparecida, aquella cabra parecía haberse volatilizado bajo los ígneos rayos del sol.

Mohammad ed Di'b, el pastor beduino, se tumbó al amparo del peñasco.

La cabra —pensó— volverá sola al redil. Perezosamente, confortado por aquella sombra providencial, comenzó a mirar cuanto le rodeaba.

Ante sus ojos se, extendía, dramática y silente, la escarpada cordillera que circunda el Mar Muerto. Pero, de pronto, un agujero abierto en la. pared rocosa que estaba frente o él, atrajo su curiosidad.

Parecía la boca de una profunda sima, y era, sin embargo, muy angosto y elevado para constituir la entrada normal de una caverna.

Arrojó, instintivamente, una piedra, y su sorpresa aumentó: el ruido que percibió no correspondía al sordo rebotar del guijarro contra la roca, sino que era un golpe seco, casi metálico, como de una vasija que se rompe.

De un salto se dirigió al lugar, e introdujo la cabeza en la abertura. Cuando sus ojos se acostumbraron a, la oscuridad, distinguieron algo sorprendente: la extensa oquedad se dilataba, y, a lo largo de las paredes, se alineaban dos filas de grandes cántaros.

Un par de horas después, los cántaros, llevados al campamento de beduinos de la tribu de Mohammad fueron destapados.

La desilusión fue total, no contenían ni oro , ni piedras preciosas como esperaban todos, sino unos envoltorios liados con unas cintas bituminosas.

En su interior había unas tiras de cuero oscuro, liso, enrollado y cubierto con una indescifrable escritura.

Aquellos pergaminos contenían las palabras del profeta Isaías, escritas hace mas de 2.000 años, pero los beduinos no lo sabían, por lo que desanimados decidieron deshacerse inmediatamente.

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QUMRÁN: Y LOS MANUSCRITOS DEL MAR MUERTO

A la antigua comunidad de Qumrán se la ha relacionado casi de forma concluyente con algunos documentos hallados en los Manuscritos del mar Muerto, y muchos eruditos ven también una conexión con los esenios, la antiquísima secta judía.

Los esenios eran una secta judía, cuyo origen se remonta al hijo adoptivo de Moisés, llamado Esén, aproximadamente 1.500 años a.C

No obstante, hay que tener en cuenta que ningún otro lugar de Israel ha suscitado tantas controversias.

Una interpretación sugiere que Qumrán era una parada de caravanas que abastecía a los numerosos viajeros de la “ruta de la sal” entre Jerusalén y Arabia y el Cuerno de África.

Otras han insinuado que el lugar era una villa de invierno para algunos acaudalados de Jerusalén, y otras opiniones consideran que era una fortaleza militar.

Situada en una meseta sobre un malecón de tierra que se extiende desde el este hasta la costa del mar Muerto, Qumrán es probablemente la Ciudad de la Sal, una de las seis urbe del desierto de Judea mencionadas por Josué (15:61-62).

La zona fue habitada por primera vez durante la época israelita, quizás como fortaleza israelita en el desierto, y es probable que quedara abandonada a la caída del reino de Judá.

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Una de la cuevas donde se encontraron los Manuscritos del Mar Muerto. La llamada "cueva de Mohammad", junto al Mar Muerto. En esta cueva, el joven pastor beduino Mohammad ed Di'b descubrió, casualmente, los recipientes que albergaban los antiquísimos rollos manuscritos. En la actualidad se efectúan nuevas excavaciones arqueológicas en los alrededores del Mar Muerto.

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Desde el siglo II a. de C. hasta la represión de la primera rebelión judía, estuvo siempre habitada excepto durante un período indeterminado después de un terremoto en 31 a. de C.

Si bien las dataciones arqueológicas apoyan la opinión de que Qumrán era una sociedad comunal, no se ha encontrado ninguna relación directa entre los esenios y Qumrán o entre los esenios y el grupo descrito en los Manuscritos del mar Muerto.

La entrada principal de la ciudad era una puerta y al lado había una torre de dos pisos.

Además, tenía otras dos entradas, y la muralla sin fortificar estaba fabricada con los muros posteriores de las casas y los patios. Los edificios comunales incluían una gran cocina con cinco hogares.

Cerca hay un espacioso salón al que se le llama refectorio y al lado otra habitación más pequeña donde se encontraron los restos de unos 1.000 recipientes de arcilla: tinajas, platos, jarras, bandejas, tazones y vasos, que debían de utilizarse en el servicio de comidas comunitarias.

En el solar había también un taller de alfarería.

En el yacimiento apareció una dependencia de grandes dimensiones que pudo haberse destinado a scriptorium, ya que se encontraron una mesa para escribir y tres tinteros.

Fragmento de un manuscrito bíblico, reconstruido mediante la unión de veintisiete fragmentos, hallado en una cueva de los alrededores del Mar Muerto.

El sistema de suministro de agua era bastante sofisticado.

Llegaba hasta el ángulo noroeste de la ciudad a través de un acueducto.

El agua entraba en una cisterna de decantado donde se filtraba, y una red de canales la distribuía a siete cisternas.

Hay un gran cementerio justo al lado del asentamiento con más de 1.000 tumbas.

Dispuestas en hileras ordenadas, cada tumba está marcada por un montoncito de piedras.

Los difuntos están casi todos tendidos de espalda con la cabeza hacia el sur.

Las tumbas excavadas contenían restos de hombres, con solo unos pocos niños y mujeres en las afueras del cementerio.

Teniendo en cuenta las pruebas escritas, los esenios fueron mencionados por los antiguos historiadores judíos, por Filón de Alejandría y por Flavio Josefo, y también brevemente por Plinio el Viejo,.

Estos historiadores dicen que la secta de los esenios se cifraba en más de 4.000 individuos repartidos en toda Palestina.

Vivían en casas comunales, su afiliación estaba restringida a los hombres, y había un período de noviciado antes de ser admitido como miembro de la secta con pleno derecho.

Los nuevos miembros entregaban a la secta todas sus propiedades y prometían ceder sus futuras ganancias a la comunidad.

Los expertos están de acuerdo en que los Manuscritos fueron escondidos en las cuevas entre el 68 y el 70 d. de C. por los habitantes de Qumrán.

Algunos de los rollos, así como otros documentos antiguos descubiertos anteriormente, como el Manuscrito de Damasco, describen toda una serie de normas para la convivencia comunal y algunas creencias distintas de la corriente principal del judaísmo de la época.

El “Manual de Disciplina” subraya las reglas de la vida comunitaria, mientras que otro manuscrito, “La Guerra Entre los Hijos de la Luz y la Oscuridad” proporciona una interpretación apocalíptica de los acontecimientos que precederán al fin del mundo.

Aún no se ha dicho la última palabra con respecto a Qumrán.

La reciente difusión de los Manuscritos del Mar Muerto al amplio mundo de los estudiosos nos ofrecerá muchas y nuevas interpretaciones.

Y todavía quedan otros manuscritos por descubrir.

Algunos de ellos pueden estar aún en manos de los beduinos o de algún particular.

Pero lo más probable es que haya más manuscritos ocultos en cuevas sepultadas de los acantilados que bordean Qumrán.

• ►PARA SABER MAS...

DISPERSIÓN DE LOS ROLLOS

Resulta un verdadero rompecabezas el seguir las peripecias de los preciados manuscritos, desde el momento en que los beduinos ponen los pies en el mercado de Belén con la intención de vender los cueros.

Éstos pasan de mano en mano; las tiras de cuero sobre las que está escrito el texto bíblico se venden por separado; muchos fragmentos desaparecen.

Finalmente, en 1948, justamente un año después del hallazgo, algunos expertos arqueólogos estadounidenses tienen la oportunidad —pura casualidad— de examinar el más extenso de estos manuscritos: una larga tira, de siete metros, compuesta por dieciséis hojas de pergamino, cosidas.

Los arqueólogos se percataron en seguida del contenido: es el texto, integro, del Libro de Isaías.

No dudan un solo instante en asegurar que tienen entre manos el más antiguo texto bíblico conocido, escrito en hebreo.

Un posterior examen de los rollos, realizado con los más perfectos medios científicas, confirma que fueron escritos hace unos 2.000 años.

Pero la noticia —extraordinaria— que siembra el desconcierto en. muchos ambientes científicos es la comprobación de que aquel antiquísimo texto es exactamente igual, frase por frase, al que cada uno de nosotros puede leer en cualquier edición moderna del Antiguo Testamento.

EL MONASTERIO ENTERRADO

Ni bien hallados los Manuscritos, los arqueólogos deciden excavar en torno a una ruina de arena.

El lugar ha sido elegido con eficaz intuición, pues en poco tiempo se descubre la planta de un antiquísimo edificio de piedra, que constaría de una torre, unas 30 habitaciones, 13 cisternas, y, en los alrededores, a poca distancia, un cementerio con un millar de tumbas.

Pero el hallazgo más emocionante fue el del "Scriptorium": una serie de dependencias con bancos de piedra y fragmentos de mesas. ¡Aquí se copiaban los textos sagrados!.

Entre las ruinas, en confirmación de esta hipótesis, se encontraron unos cántaros idénticos a los que contenían los rollos, y tres tinteros aún sucios de tinta seca.

El edificio tiene un perfecto parecido con los centros que Plinio, escritor latino del siglo i, atribuye a la secta hebrea de los esenios.

Eran conocidos con el nombre de esenios ("santos") los que se apartaban del mundo para vivir una vida de pureza y de fraternidad.

En uno de los rollos encontrados está escrita la "regla" de esta comunidad religiosa, cuyos miembros hacían fondo común de sus bienes, y recibían indumentaria y comida a cambio.

Se levantaban al amanecer; hacían sus oraciones y trabajaban hasta las 11.

Antes de reunirse para comer, se purificaban y vestían una túnica blanca. Su regla era muy estricta; hablaban por riguroso turno. Si, en un grupo de diez, nueve preferían guardar silencio, el décimo tampoco hablaba.

Estos austeros y devotos "santos" fueron los autores de las pacientes y escrupulosas transcripciones de los textos bíblicos a los rollos.

Estos manuscritos fueron escondidos en las cuevas de los alrededores, durante los períodos borrascosos, para que el texto sagrado se conservara íntegro, inmutable, libre de profanaciones.

LA INTERPRETACIÓN

La tarea de descifrar los manuscritos fue realmente ímproba, no sólo por las dificultades surgidas en cuanto a la interpretación del texto (los esenios, para mantener velado el sentido de algunas obras, recurrían a la escritura cifrada), sino por la misma compaginación del material reunido.

Los fragmentos que se iban descubriendo o se compraban a los contrabandistas árabes, no alcanzaban, algunas veces, más que el tamaño de una uña, donde se podían leer unas pocas letras.

La primera tarea de los expertos consistía en reunir la totalidad del original, fragmento tras fragmento.

Para hacer legibles los trozos, de cuero, cubiertos de polvo secular, se cepillaban delicadamente, y, si esto no era suficiente, se les aplicaba una levísima capa de aceite de ricino, con lo que podía transparentarse la escritura.

En los casos más desesperados, cuando el cuero hacía imposible la lectura directa, se acudía a procedimientos fotográficos con aparatos de rayos infrarrojos.

Después de preparar los fragmentos, comenzaba el rompecabezas.

Partiendo siempre del fragmento más extenso, los arqueólogos debían elegir aquel que coincidía perfectamente con el primero.

La elección se orientaba por las características externas: la forma de los bordes, las letras del encabezamiento, el color del cuero, la caligrafía del copista.

Pero, frecuentemente, estos elementos no servían de nada.

Entonces, no quedaba otro recurso que dejarse llevar por la intuición, y entregarse a muchas y laboriosas pruebas.

Cuando se lograba recomponer toda la página (o lo que de ella se había conseguido reunir), se procedía a fotografiarla y a traducir el texto, para que el resultado de este inestimable trabajo pudiera ser conocido por los apasionados eruditos "escrituritas" del mundo entero.

AMPLIACIÓN....

Durante la formación del canon cristiano se escribieron una serie de libros que quedaron fuera, aunque alguna vez se incluyeran en la lista de libros canónicos.

Los escritos apócrifos del Nuevo Testamento se atribuyen a personajes importantes en los primeros tiempos de la difusión del cristianismo, como los apóstoles, Pablo, María, José o el propio Jesús, pero también se atribuyen a otros personajes como Poncio Pilatos, el rey Abgar o el filósofo Séneca.

Los Evangelios apócrifos se escribieron en el mismo momento o poco después que los canónicos y se puede apreciar que dependen de ellos.

Cuando a mediados del siglo II se reconocieron los cuatro Evangelios canónicos, éstos fueron reinterpretados por la literatura gnóstica, utilizando formas literarias nuevas como los diálogos.

A partir del siglo III los apócrifos intentaron complementar los escritos canónicos ofreciendo más información sobre el nacimiento, la Pasión y Resurrección de Cristo, las diversas Actas y el Apocalipsis.

Entre los evangelios más antiguos encontramos el Evangelio de los Hebreos o Nazarenos, Evangelio de Pedro y Evangelio de Tomás, Evangelio de los Ebionitas.

Entre los evangelios gnósticos destacamos el Evangelio de Tomás, Evangelio de Felipe, Apócrifon de Juan (diálogo entre Jesús y Juan después de la resurrección), Evangelio de María, Evangelio de la Verdad y Evangelio de Eva.

Textos referidos a la infancia de Jesús son Proto-evangelio de Jaime, Narraciones de Tomás sobre la infancia del Señor, Evangelio del Pseudo-Mateo, Líber de Infantia Salvatoris, Evangelio árabe de la Infancia, Historia de José el carpintero, Evangelio armenio de la infancia. Sobre la Pasión y Resurrección, Evangelio de Nicodemo que agrupa las Actas de Piloto, Bajada de Cristo a los infiernos, Evangelio de Gamaliel.

Entre las Actas, Actas de Pablo y Tecla, Actas de Andrés, Actas de Tomás, Actas de Pedro, Actas de los Doce Apóstoles.

Otros escritos corresponden a las cartas entre Jesús y Abgar, entre Pablo y Séneca, y la carta del Pseudo-Tito, Carta sobre el domingo. Entre los apócrifos apocalípticos tenemos el Apocalipsis de Pedro, V y VI Esdras y Ascensión de Isaías. Relacionados con la Dormición y Asunción de María, el Protoevangelio de Jaime, y el Transitas Mariae.

Representación de la escena bíblica de la huida a Egipto basada en unos Evangelios apócrifos. Detalle del altar mayor de la catedral de Valencia, obra de Fernando de Llanos.

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