Historia del Falso Rey Inca PEDRO BOHORQUEZ El Engaño a Aborígenes

Historia del Falso Rey Inca PEDRO BOHORQUEZ El Engaño a Aborígenes

Fue un importante buscavidas llegado a la América Colonial en busca de fortuna.

Embaucador, tenía una capacidad para la inventiva e improvisación innatas, y así, tras probar en diversos oficios allá en el Perú, hacia 1656 se coronó "Inca de los Calchaquíes".

Pasó a la historia con el nombre de Pedro Bohórquez, aunque es posible que se apellidara Chavero, o Clavijo, ya que su biografía está tan llena de luces y de sombras como su singular trayectoria.

Había nacido no muy lejos de Granada, en Andalucía, y nadie sabe bien de dónde le brotaron sus extraordinarias dotes de cuentero e inventor de empresas fantásticas.

Tales virtudes de dudoso mérito le permitieron convertirse en protagonista de uno de los episodios más curiosos que registra la crónica de las relaciones entre los españoles y los antiguos pobladores del actual noroeste argentino.

Bohórquez comenzó a ser conocido en el Nuevo Mundo a mediados del siglo XVII, cuando llegó a Lima con el único patrimonio de su audacia y su habla desenfadada.

Gracias a ellas consiguió que las autoridades virreinales le financiaran una expedición que pretendía descubrir la ciudad fantástica de Paititi: el intento terminó con un estrepitoso fracaso y Bohórquez fue a parar a la cárcel por embustero.

Historia del Falso Rey Inca PEDRO BOHORQUEZ El Engaño a Aborígenes

Cuando quedó en  libertad, se fue para el extenso Tucumán colonial, donde estrechó relaciones con los indios.

Por esos años —al rededor de 1656los en frentamientos  entre españoles, y aborígenes atravesaban un período de relativa calma, que no tardó en alterarse con  la aparición del andaluz —buen conocedor del idioma y la psicología de los indios, que se dedicó a hacer proselitistamo entre los naturales agitando la bandera  de  su  liberación  y afirmando  que  era descendiente  de los Incas.

• LA HISTORIA:

En la historia de la conquista del norte argentino figura un hecho curioso que las crónicas, y luego las novelas basadas en ellas, han dado en llamar “El episodio del falso inca ".

El mismo motivó la segunda guerra de los calchaquíes.

Un andaluz, pintoresco y aventurero, se hizo pasar por descendiente de los incas, soberanos del Perú.

Engañó a los indios calchaquíes, al gobernador de Tucumán y, a mediados del siglo XVII, tuvo sublevados a todos los indígenas de la región del norte.

Durante sus andanzas por América el andaluz, que se llamaba Pedro Chamilo, cambió muchas veces de nombre.

Nadie sabe bien de dónde le brotaron sus extraordinarias dotes de cuentero e inventor de empresas fantásticas.

Simuló estar emparentado con la nobleza española, haciéndose llamar Pedro de Bohorquez en el Perú y en Chile.

En 1567 se presentó en los valles calchaquíes haciéndose llamar Huallpa Inca, y a su mujer, una mestiza que venía con él, le daba el título de Coya, es decir, princesa incaica.

Entre las historias fabulosas que contaba, figuraba la que sería a la existencia de un reino imaginario, llamado Paititi, en el que se daba el oro con tal abundancia, que no había más que recogerlo del suelo.

Los calchaquíes le creyeron, lo siguieron y le prestaron sumisión.

El solía emplear un tono reverente cuando hablaba con los españoles, y a los misioneros les decía que iba a prestar ayuda en la conversión de los indios

A las autoridades les aseguraba que, gracias a él, los calchaquíes iban a mantenerse sumisos y se prestarían a trabajar en las encomiendas.

Prometía, también, encontrar los tesoros escondidos de los antiguos incas, cuyo paradero sólo él conocía.

El gobernador de Tucumán, Alonso Mercado y Villacorta (1620—1681), se ilusionó con tales promesas.

Una vez se trasladó desde la ciudad de Córdoba hasta Londres, de Catamarca (Catamarca), con el sólo objeto de saludarla personalmente y tener con él una entrevista.

Bohorquez, ataviado a la moda india, llevado en andas en una silla de mano como los antiguos soberanos del Perú, llegó acompañado por más de un centenar de caciques: indios cubiertos con sus típicas vestiduras de lana, que ostentaban largos melenas.

El gobernador y sus tropas, con uniformes de parada, los recibieron con grandes agasajos.

Habían ido hasta Londres los vecinos de Catamarca y 80 soldados del fuerte de Andalgalá.

Hubo fiestas durante quince días, carreras de sortijas y corridas de toros. Vecinos españoles representaron dos comedias en honor del gobernador y sus visitantes.

Huallpa Inca se volvió con sus indios; había prometido no sublevarse.

Pero, al poco tiempo, todo el norte se conmovió.

Con 500 hombres asaltó el fuerte de Andalgalá; con otros 1500, cayó sobre la ciudad de Salta.

Por un momento pareció que dominaba toda la situación, pero las fuerzas españolas se impusieron y “el falso inca” fue vencido y apresado.

Las autoridades del Perú ordenó a Mercado y Villacorta que lo mataran, “por traidor y amotinador", pero era tarde,...

los bravos calchaquíes se alzaron en pie de guerra, y de poco valió que muchos caciques se desengañaran con las intenciones del presunto Inca y que los españoles intentaran minar su prestigio, lo declararan traidor y procuraran, en vano, envenenarlo.

La promesa del gobernador de perdonar a los indios que abandonaran a Bohórquez tampoco surtió efecto y el enfrentamiento se hizo inevitable.

El fuerte de San Bernardo, a tres kilómetros de Salta, fue escenario de una sangrienta batalla en la que más de mil doscientos guerreros indios estrellaron su valor contra la resistencia de los españoles.

Derrotado, Bohórquéz debió retirarse a sus dominios, pero apeló nuevamente a su audacia y no vaciló en escribir al presidente de la Real Audiencia de Charcas para solicitar su indulto.

El pedido motivó la reunión de una junta de guerra que autorizó esa medida de conciliación.

Amparado en ella, el mitificador se entregó a las autoridades en la ciudad de Salta.

No obstante, mientras era trasladado a Lima intentó promover nuevos levantamientos, según parece, y ello lo hizo caer en desgracia definitivamente.

El 3 de enero de 1667 fue ejecutado en secreto para que la noticia no soliviantara a los indígenas.

Fuente Consultada:
Hombres y Hechos en la Historia Argentina Editorial Abril

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