Los Gigantes Patagones y el Encuentro de Aborigenes con Magallanes
Los Gigantes Patagones y el Encuentro de Aborigenes con Magallanes
En el extremo sur del continente americano, además de su imponente geografía, hubo a partir del siglo XVI, entre otras leyendas famosas una que mencionaba a unos hombres de enormes pies y cuerpo gigantesco, que darían nombre a la zona.
Entre la fantasía y la imaginación, el fenómeno sirvió para descubrir las costumbres de los patagones o de los otros indios que estaban cerca, para hablar de los animales del país y del paisaje inmenso, de la experiencia de los humanos que se encuentran de pronto y se temen recíprocamente.
Antonio Pigafetta acompaño a Magallanes como cronista de a bordo.
Llevó consigo quince libros en blanco, futuro asiento de sus crónicas.
Aunque muchos de sus escritos se perdieron, han resultado fundamentales para la reconstrucción de la más grande hazaña marina de todos los tiempos.
Allí quedaron documentadas sus notas, análisis y descripciones de caracteres, situaciones, dramas, motines, traiciones, alegrías, hambres y descubrimientos, a lo largo de los tres años en que la flotilla de cinco navíos rodeó el mundo probando para siempre la redondez y rotación de la Tierra y que todos los mares estaban unidos.
Éste es uno de sus relatos más simples, pero dramático, cuando la flotilla esperaba mejores vientos en las costas argentinas del sur.
En medio de la calma y el silencio, mirando hacia un horizonte infinito, un atardecer divisaron un hombre en un cerro cercano, bailando y batiendo brazos.
A medida que se acercaba, los marineros quedaron pasmados de la altura del sorpresivo visitante que tenía envuelto su cuerpo en pieles y sus pies en gruesas lonjas, lo que daba la sensación de tenerlos muy grandes.
Magallanes ordenó cautela, cordialidad y demostraciones de afecto, mover los brazos, saltar, sonreír, intentando imitar al gigante.
La nave insignia cargaba cientos de cascabeles, vidrios, piedras de colores, lazos de tela brillante, tambores, juguetes. Y espejos.
Cuando el recién llegado se contempló en uno de los espejos, cayó de bruces, se revolcó, sacudió sus cabellos y dio varios alaridos, porque había duplicado su propio ser.
Según una de las interpretaciones, le debe el nombre la región: Al parecer eran de gran estatura y con un físico muy desarrollado por lo que los primeros españoles que llegaron los llamaron "patagones", comparándolos con "Patagón", el nombre de un gigante, personaje muy popular en unas novelas de la época.
Corrió de regreso al monte donde lo esperaban otros hombres y mujeres, todos igualmente prominentes.
Nuevamente se acercaron a la nave y entonces fueron convidados con algunos dulces y regalados con campanillas.
Magallanes se deleitaba con sus visitantes a quienes llamaría “patagones”.
Pero tenía obligación de transportar de vuelta a España tesoros y especias, plantas y animales, además de seres humanos que permitieran estudiar su contextura física, hábitos y determinar si eran tan humanos como ellos.
A medida que iban ganando la confianza de los indígenas y llenado sus manos y brazos de obsequios, les mostraron a los incautos inocentes unos grilletes de hierro brillante que seguramente parecieron anillas o pulseras de maravillas.
Sin mediar un instante los atraparon, aquietaron y arrojaron al interior del barco.
Los restantes huyeron prontamente porque comprendieron que esos seres sonrientes, barbudos y envueltos en aceros, regaladoes y zalameros, eran traidores, perversos, monstruosos.
Vaya a saber de qué infiernos vinieron a dar a sus tierras silenciosas, qué designios malignos los habían inspirado.
Sus ojos lloraron con pesar y rabia.
Miraban enorme cascarón flotante y comprendieron que sus hermanos habían sido tragados por esa bestia.
En la bodega sucia, los patacos prisioneros e encendieron de furias, se revolcaron heridos en sus carnes y en sus espíritus, y quedaron horrorizados ante la certeza de que habían sido devorados por un monstruo marino ayudado por diablos menores.
Los pobrecillos no sabían que ya habían llegado a su destino final.
Todos murieron en la travesía.
De ahí en más, la tragedia habría de enseñorearse en la flota con motines y otras traiciones, muertes trágicas y castigos.
Habrían de surcar la Bahía Grande, superar Río Gallegos, cabo Vírgenes.
Luego divisarían unas extrañas señales ígneas a las que Magallanes llamó Tierra del Fuego, para entonces finalmente ingresar en el laberinto de piedra, acantilados, montañas, vientos helados, tormentas, corrientes traicioneras, vericuetos engañosos que vendría a ser el estrecho de Todos los Santos y más tarde, el estrecho de Magallanes, que una vez superado, los enfrentaría a la todavía más impresionante alfombra, un océano de agua calma, pacífica, azul y brillante que los llevaría a Filipinas y a completar la vuelta al mundo tan soñada.
Magallanes sucumbiría asesinado en una revuelta isleña, traicionado —moneda que el destino devolvía— por un cacique con el que había forjado una supuesta amistad.
Cae Magallanes herido de muerte donde menos lo esperaba, donde ni siquiera era importante su presencia, en un punto de tierra en la inmensidad oceánica.
La prodigiosa aventura marina sería terminada por el vasco Sebastián Elcáno con un barco deshecho y dieciocho hombres agotados.
La mujer e hijos de Magallanes han muerto en esos tres años de su viaje. No hay descendientes ni hermanos ni primos.
Nadie que pudiese recoger su herencia.
Sólo la historia le hará un lugar prominente a quien primero imaginara y luego concretara la circunvalación global. Las memorias flacas nada escribieron sobre los desventurados de uno y otro lado, que quedaron sin vida a lo largo del derrotero fantasmal y prodigioso.
Los Gigantes Aborígenes de la Patagonia:¿Es Una Leyenda o Real?
Francisco P. Moreno
Francisco P. Moreno, que también tuvo muchos tratos con los indígenas de su época, habla de un viejo gigante patagón, pero no menciona en absoluto el tamaño de sus pies.
Tal como puede apreciarse, no faltaron argumentos de la más variada extracción para explicar y justificar, en lo posible, el nombre que lleva nuestra Patagonia, al cual, según hemos visto, muchos autores, historiadores, y cultores de las ciencias del hombre retacearon sus simpatías, por parecerles, además de inapropiado, poco agradable y totalmente injustificado.
Lehmann Nitsche
El profesor Roberto Lehmann Nitsche, cautelosamente, ratificó lo dicho por Musters: que el nombre difundido por Pigafetta no tenía origen en los grandes pies de los indios, sino en las enormes marcas que dejaban sus pisadas en la arena de la playa, es decir, las huellas de los grandes tamangos hechos con piel de guanaco que en invierno solían usar los patagones para proteger sus pies del frío.
Al promediar la década del año cincuenta del presente siglo, todas las especulaciones literarias, muchas y muy variadas por cierto, que se venían barajando desde 1579, en torno al origen de este topónimo, parecieron quedar definitivamente descartadas, o cuanto menos, desacreditadas y condenadas a convertirse en una simple curiosidad en los anales de la literatura histórica que trata sobre la Patagonia.
María Rosa Lida
Allá por el año 1954, la profesora María Rosa Lida, posteriormente de Mackiel, erudita investigadora de temas hispánicos en una universidad norteamericana, hizo notar que el aumentativo de pie o pata, en castellano, es patón, y no patagón como se venía repitiendo desde los tiempos de Pigafetta y esto, agregaba, no lo ignoraban los expedicionarios que descubrieron el Puerto de San Julián, ni tampoco podía desconocerlo el culto Magallanes.
A renglón seguido de estas convincentes explicaciones idiomáticas, la investigadora pasa a suministrar su propia versión diciendo que dicho nombre le fue inspirado a Magallanes por un personaje —el monstruo Patagón— de la novela Primaleón, la que, según dice, estaba muy en boga por aquellos tiempos.
Las conclusiones a que arribó la profesora María Rosa Lida tuvieron entre nosotros muy amplia repercusión, y fueron aceptadas como lógicas por la mayoría de los estudiosos, que —tal como lo había hecho, años antes, Spegazzini—, no estaban de acuerdo con las afirmaciones hechas por Fernández de Navarrete, y muchos otros historiadores, de que los pies de sus habitantes habían inspirado a Magallanes el nombre que dio a toda la región.
Aquietados los ánimos tras el revuelo que produjo esta explicación, aparentemente irrebatible, se comenzó por hacer notar que, de todos modos, el descubrimiento de la mencionada estudiosa relacionado con el origen del nombre de nuestra Patagonia, no alcanzaba a invalidar o reemplazar totalmente a la versión clásica nacida simultáneamente con el descubrimiento, pues en ambos casos la idea vendría a ser la misma, ya que giraba en torno a la existencia real o imaginaria de un ser humano, sino enteramente monstruoso, por lo menos de relieves extraordinarios.
Situación Anímica de Magallanes
Años después se conocieron otras observaciones y, sin cuestionar las conclusiones a que había arribado la citada profesora, hicieron notar que esta erudita pasaba por alto todo lo que había ocurrido en aquel lúgubre escenario.
Nada menos que dos de los capitanes de la flota descubridora habían sido ajusticiados y sus cuerpos descuartizados en la playa, en tanto que el segundo de la expedición, nombrado directamente por el propio emperador, aunque detenido a bordo, continuaba amenazando la autoridad de Magallanes y éste se hallaba perfectamente enterado que el rebelde tenía muchos partidarios en las naves.
Hasta el momento de la partida de San Julián la vida de Magallanes estaba pendiente de un hilo, pues las amenazas de revuelta seguían latentes.
La reanudación del viaje apaciguó un tanto los ánimos, pero la tensa situación se mantuvo hasta el mismo instante en que abandonaron el estrecho.
Quedó demostrado así cuando el jefe convocó a una junta de capitanes, pilotos y cosmógrafos en el centro del mismo canal, donde se produjo la deserción de la carabela San Antonio, a cuyo bordo estalló una revuelta y, tras abandonar la flota, emprendió el regreso a España.
Primaleón es un libro de caballerías español, continuación del Palmerín de Oliva, publicado por primera vez en Salamanca en 1512, con el título de Libro segundo de Palmerín.
¿Leía Magallanes novelas de caballería?
En consecuencia, se hace notar que la mente de Magallanes, a partir del momento que anclaron en San Julián, estaba saturada de muy graves preocupaciones, y muy difícilmente podía hallarse en condiciones de recordar fabulosos personajes de novelas leídas —si es que las leyó— años atrás, de modo que el nombre del monstruo que campea en las páginas de aquel libro de caballería sólo tendría, en este caso, la remota posibilidad de ser una mera coincidencia.
Nadie sabe tampoco qué clase de libros prefería leer Magallanes, pues también podría suponerse que le interesaran los libros sobre viajes y descubrimientos, dada su condición de veterano navegante.
Tampoco existen constancias de que, a partir del momento en que abandonó Portugal, dispusiera de tiempo suficiente como para entretenerse en leer novelas castellanas.
Las biografías conocidas, que siguen casi día a día sus pasos por Sevilla, no permiten respaldar la creencia de que le sobrara tiempo para invertir en tales distracciones, pues sus preocupaciones fueron muchas y su vida, también allí, estuvo varias veces en peligro.
Otros hacen notar, tal como lo insinúa Stefan Zweig, quien no alcanzó a enterarse de este descubrimiento literario, que la cuestión del plural y aumentativo del término pata o pie, debería ventilarse en portugués patagao—, pues no es ningún secreto, y la profesora María Rosa Lida tampoco lo ignoraba, que ese era el idioma de Magallanes hasta que se exilió en España.
Y no pareciera lógico suponer que, durante todo el tiempo que demandaron los preparativos de la expedición, llegara a estudiar a fondo las reglas gramaticales que rigen nuestro idioma y distrajera su tiempo leyendo monumentales novelas de caballería escritas en idioma que no dominaba.
Además, con respecto al descubrimiento idiomático de la profesora María Rosa Lida, es de señalar que el mismo ya había sido advertido hace muchos años, pues sólo basta recurrir a la página 1038 del Tomo XV del Diccionario Enciclopédico Hispano Americano, edición 1912, en donde se lee que diversos viajeros "supusieron a los patagones verdaderos gigantes y que sus pies eran también gigantescos , por cuya razón se les llamó patagones, en ves de patones."...
Paz Soldán
A su vez, el escritor, poeta y filólogo peruano P. Paz Soldán, sostuvo en su época que la palabra Patagonia es corrupción del quechua Patacuna, que significa: pata: cerros no altos, y cuna es una partícula plural, lo que daría muchos cerros no altos, etimología que, a su juicio, expresa la naturaleza de la verdadera Patagonia.
Deodat
En 1955 Leoncio S.M. Deodat manifestó que el topónimo Patagonia puede interpretarse o traducirse por región o tierra de los indios pobres, vale decir, de escaso valor, agregando que la palabra patagón, derivaba de patacao, moneda de aquellos tiempos que circulaba en la época de Magallanes, pero poco valiosa.
Casamiquela
Rodolfo M. Casamiquela, en el Nro. 3 de Mundillo Ameghiniano, 1978, publicó un interesante análisis relacionado con la etimología de la palabra Patagonia, mencionando el trabajo publicado en 1975 por la investigadora Berta Vidal de Battini, en el que ella se pregunta: "¿Cómo y cuándo se empezó a. difundir la falsa noticia de que Magallanes llamó patagones a nuestros indígenas porque tenían grandes pies?".
A continuación la autora atribuye dicho error a un informante del historiador Fernández de Oviedo, cronista de la expedición de Loayza en 1525 1526, el cual, en uno de sus párrafos expresa: "Y en la noche pararon en el valle.. y cuando quiso amanecer, vieron más de dos mil patagones o gigantes, (este nombre patagón fue a disparate puesto a esta gente por los cristianos porque tienen grandes pies)...".
En el trabajo que comentamos del profesor Casamiquela, éste también se refiere a las explicaciones aportadas por otros eruditos, entre ellos, Leoncio S.M. Deodat, el periodista patagónico Gorraiz Beloqui, María Rosa Lida, el hispanista Marcel Bataillon etc., agregando que este último consultó dos antiguas ediciones de la novela Primaleón, verdaderas reliquias bibliográficas, y llegó a la conclusión de que, en efecto, en ese libro existen varias analogías con nuestros tehuelches, lo que vendría a ratificar que su lectura inspiró a Magallanes, en 1520, en San Julián.
Siguen los interrogantes
Todas estas explicaciones y aclaraciones críticas, a las cuales podrían sumarse otras muchas menos conocidas, no terminan de restar vigencia al relato de Pigafetta, quien, por su parte y pese a no tener ninguna preocupación ni mucho que hacer a bordo, tampoco llegó nunca a dominar el castellano ni el portugués.
En consecuencia, es de suponer, por lógicas razones, que tan sólo se limitó a escribir el nombre patagones tal como figura en sus manuscritos, porque así lo oyó pronunciar al capitán general.
Tampoco faltan quienes han hecho notar, en tren de suposiciones, que en el idioma de Pigafetta, patacón identifica a una persona grande sí, pero rechoncha y torpe, explicación que, por supuesto, dista mucho de dar satisfacción a los interrogantes que, desde hace años, se vienen planteando en torno a esta cuestión y que, por lo visto, aún está lejos de haber sido aclarada.
Manuel Molina
En 1976, el padre Manuel Jesús Molina, investigador del pasado patagónico, en su libro Patagónica, dice textualmente, en la primera página: "El topónimo Patagonia proviene del nombre impuesto por Fernando de Magallanes a los aborígenes que encontró en Puerto San Julián en 1520.
Por su alta estatura los apellidó patagones. Una novela de la época que circulaba entre los marinos llamaba a su protagonista aborigen de formas ciclópeas, Patagón.
Magallanes, al encontrarse con la realidad viviente, frente a hombres de 2,40 a 2,70 metros de altura, les aplicó el nombre del protagonista de la novela. Por extensión se llamó Patagonia a la región".
Permanencia de la duda histórica
Continuar investigando y citando las opiniones e hipótesis que tantos autores han dado a conocer, en los últimos tiempos, sobre el origen del topónimo Patagonia, sería una tarea sumamente monótona y tediosa.
En cambio, restaría señalar que si, tal como dice la profesora María Rosa Lida, el culto Magallanes no podía ignorar que en castellano el aumentativo de pie o pata, es patón y no patagón, menos aún podían ignorarlo historiadores y autoridades de nuestro idioma, como en verdad lo fueron, Antonio de Herrera, Gonzalo Fernández de Oviedo o Martín Fernández de Navarrete y otros muy conocidos.
Cuesta creer que ninguno de ellos reparara en tan elemental error gramatical y aceptaran sin observaciones esta denominación.
Tampoco cuestionaron este rústico y, en apariencia, despectivo aumentativo, los millares de comentaristas y profesores de historia que han estudiado la obra de Pigafetta a lo largo de más de cuatro siglos.
No deja de llamar la atención que quienes acreditaron su responsabilidad, prestigio, autoridad y conocimiento escribiendo monumentales obras en nuestro idioma, ignoraran el nombre del protagonista de la novela Primaleón, a la que se ha dado en asignarle algo así como la categoría de un best-seller en la época de Magallanes, con el agregado de que estaba muy en boga entre los marinos.
A lo que se sabe, nadie se ha ocupado en hacer conocer el nombre del autor de dicha novela, muy digno de compartir la inmortalidad del glorioso descubridor de la Patagonia y del estrecho, pues, en este caso, sería el responsable indirecto del nombre que hoy lleva nuestra región, por haber creado literariamente al protagonista, el monstruo Patagón que, de acuerdo con esta nueva versión, inspiró a Magallanes el gentilicio que asignó a los aborígenes y, por extensión, a toda la inmensa región que ellos habitaban.
Con respecto al discutido tamaño de sus pies, pero al margen de toda especulación literaria, bueno es recordar que se conocen algunos testimonios modernos, como la ya citada explicación que aportó Musters y algunas anécdotas.
Es sabido que cuando fueron incorporados a las filas del ejército y la armada los primeros conscriptos indígenas procedentes de la Patagonia, llamó mucho la atención que, en algunos casos, fuera necesario suministrarles calzados de medidas especiales, aunque no se aclaró si ello se debía a que sus pies excedían los tamaños corrientes o a la conformación, muy especial, del empeine, tal como lo había señalado el célebre viajero inglés.
Los propietarios de boliches, que así se llamaban los primeros negocios de campaña en la Patagonia, solían contar que antaño, cuando los indios llegaban para comerciar sus productos y adquirían alpargatas, lo primero que hacían antes de calzarlas, era abrirlas de un tajo a fin de poder acomodar el pie a su gusto, y luego les pasaban un tiento a fin de asegurarlas alrededor del tobillo.
En muchos casos, decían haber observado, entre los hombres, que los dedos del pie quedaban totalmente fuera de la suela, pero dada la mala fama que, generalmente aureolaba a estos traficantes del desierto, es de sospechar que les vendían calzado de cualquier medida y los indios debían ingeniarse, a su modo, para poder utilizarlo, o que lo hacían para poder enganchar con mayor seguridad el pie en el estribo.
En resumen, se llega a la conclusión de que se ha escrito mucho y se han dado a conocer toda clase de hipótesis y teorías sobre la etimología del topónimo Patagonia y que la explicación suministrada por María Rosa Lida no parece ser definitiva y, muy por el contrario, promete abrir nuevos cauces a la discusión de este tema.
Fuente Consultada: Revista Patagónica Nro. 16 Año IV - 1984 - Nota de Manuel Llarás Samitier
Fuente Consultada: Abuelo es Verdad? de Luis Melnik - Sitio Web: Patagonia Argentina y Sitio Web Oficial del Gobierno de Venezuela
Temas Relacionados:
¿Porque se llama Patagonia? – Historia del Origen del Nombre
Historias de la Patagonia Primeros Exploradores del Sur Argentino
La Patagonia:Características ,Fauna, Suelo, Clima, Recursos
El Marco Polo de la Patagonia:Muster, Historia de su Travesia
Darwin en la Patagonia:El Secuestro de Aborigenes Por Fritz Roy
Origen del Caballo en la Patagonia
Primeras Exploraciones de la Patagonia Largas Caminatas
Vida Maritima de Luis Piedrabuena
Enlace Externo:• Los gigantes patagones