Biografía de Heidegger: Filosofo,Su Teoría Existencialista y Nazismo

Biografía de Heidegger Martín
Filósofo - Su Teoría Existencialista y Nazismo

Heidegger, Martín (Messkirch, Badén 1889 - Todtnauhberg, 1976). Filósofo alemán.

Comenzó sus estudios con los jesuítas y los continuó con Rickert en Friburgo.

Pronto fue discípulo de Husserl.

Dedicó toda su vida a los estudios filosóficos y a la enseñanza.

Sucesor de Husserl en la Universidad de Friburgo, en 1933 fue nombrado rector de ésta; en su toma de posesión, Heidegger pronunció un discurso muy próximo a las tesis nazis.

En 1916 sostuvo su tesis sobre La Doctrina de las categorías en Duns Scot.

En 1923 enseñaba en Marburgo; en 1927 aparecía el I tomo de El Ser y el Tiempo. A partir de 1928 fue profesor en Friburgo —con una interrupción de 1944 hasta 1951—.

Su filosofía hizo de la Fenomenología un análisis de la existencia del hombre.

La filosofía de Heidegger, al igual que Sartre y Merleau-Ponty es conocida como «fenomenología existencial» o «existencialismo».

Quizá estos términos estén definidos de una forma demasiado vaga para ser de utilidad a la hora de clarificar sus doctrinas, complejas e incompatibles, pero lo que estos pensadores tienen en común es su rechazo de la noción husserliana de «poner entre paréntesis» la existencia del mundo, así como su insistencia en que los verdaderos descubrimientos fenomenológicos solamente tendrán lugar cuando se empiece a tratar con el fenómeno real de la existencia, en vez de hacerlo con algunas nociones preconcebidas de lo que es el sujeto humano.

Esta es una posible lectura de la expresión existencialista: «La existencia precede a la esencia».

Heidegger Martin filosofo alemán

Genuino heredero de la tradición metafísica, que en el siglo XX se ha visto anclada en el nihilismo, Heidegger se ha esforzado por investigar las raíces de dicha tradición cultural y por reencontrar y depurar, en medio del drama del hombre europeo, las preguntas originales que han guiado su historia.

Su lenguaje, de apariencia abstracta y esotérica, se refiere a temas concretos y acuciantes: el poder, la técnica, la manipulación del hombre en la sociedad actual, la libertad...

Su filosofía existencialista se propone reencontrar el ser absoluto en las profundidades de la existencia.

El Ser y el Tiempo desarrolla un análisis del Hombre —definido como ser en el mundo-, en relación con los otros, cómo zozobra, en tanto que los últimos escritos señalan la primacía del análisis del Ser.

Heidegger se sitúa al comienzo en la línea de Kant para definir un nuevo tiempo de ontología —ciencia del ser— donde, según él, el sentido auténtico ha sido perdido después de Platón hasta el fin de la metafísica occidental —Hegel— y, según lo cual, el Ser absoluto no sería más que un ser de representación —un concepto o un saber—, pero sería una presencia que coincidiría con el ser mismo de la subjetividad.

Así pues, para el autor la verdad absoluta no es el objeto de la sabiduría, sino la forma de un comportamiento abierto que define la existencia auténtica.

Para definir este comportamiento Heidegger acude a la expresión poética para restituirnos el sentimiento originario de la presencia en el mundo o en la luz, que traduce el lenguaje inspirado.

A partir de 1974, el editor Vittorio Klostermann ha empezado a publicar sus Obras completas, que llenarán casi 60 volúmenes.

Para Heidegger, lo que define la ontología y su historia es el olvido del ser como centro de interrogación.

El ser como cuestión define un ser particular, el ser ahí, el hombre, que es aquel que puede existir sabiendo, en cualquier momento y a la vez, que ha de dejar de existir: que es un ser para la muerte.

Para el hombre, aceptar esta situación es signo de autenticidad.

Además, plantear la cuestión de la autenticidad quiere decir plantear las diferentes maneras de ser: facticidad, abandono, historicidad.

Tales son los temas fundamentales que trata Heidegger en su obra más importante, Ser y tiempo (1927).

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EL EXISTENCIALISMO

El existencialismo es un movimiento filosófico de los siglos XIX y XX centrado en la noción de particularidad; es decir, rechaza cualquier principio moral universal, y puede tomar forma religiosa o secular.

El filósofo Soren Kierkegaard (1813-1855), a menudo considerado el primer existencialista, fundamentó sus ideas en la tradición cristiana.

Como reacción contra los grandes constructores de sistemas filosóficos, en particular Hegel y Kant, Kierkegaard insistió en que, en lugar de buscar leyes de moralidad, se debería aceptar el hecho de que las decisiones son individuales y particulares; se llega a ellas mediante el conflicto interno, acompañado por la agonía y la ansiedad, que él denominó «enfermedad mortal».

Según su visión de la creencia religiosa, que describió en Temor y temblor (1843), el argumento teológico ha de ser reemplazado por un simple «salto de fe».

En términos existencialistas, esto significaba renunciar al camino de la razón y abrazar deliberadamente lo irracional o «absurdo». Kierkegaard mantenía que el individuo debe tomar decisiones radicalmente independientes respecto a su vida.

El ser humano es un agente libre, responsable de su propio carácter y, en último término, también de su destino.

Mas tarde Heidegger comparte esta teoría, pero independientemente del compromiso religioso.

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nazismo Hitler

• ►Heidegger y el nazismo:

La naturaleza y el alcance de la relación de Heidegger con el nazismo ha provocado algunas controversias.

Lo que no se puede negar son los siguientes hechos. En 1933, el año en que Hitler llegó al poder, Heidegger fue nombrado rector de la universidad de Friburgo.

Ese mismo año, se hizo miembro del partido nazi, y continuó siéndolo hasta 1945.

Mientras Heidegger era rector, a Husserl (que era judío) se le prohibió usar la biblioteca de la universidad; también promulgó un decreto por el que se negaba ayuda económica a los comunistas, judíos y otros estudiantes «no-arios».

Heidegger renunció al rectorado en 1934, pero nunca presentó una rectificación pública respecto a sus anteriores creencias nazis, ni siquiera después de la guerra.

Las evasivas de Heidegger en las discusiones de posguerra sobre esta cuestión no ayudaron a clarificar su implicación en el nazismo. Sus defensores afirman que su admiración por el nazismo fue breve, y el uso de susdoctrinas en la universidad ocasional.

Otros ven la admiración de Heidegger por el nazismo como algo consistente con su manifiesto nacionalismo, su visión romántica de la vida campesina y su declarado disgusto por la tecnología y la sociedad moderna.

SOBRE SU FILOSOFÍA: 

En el análisis que lleva a cabo Heidegger la existencia del hombre se presenta como sinónimo de preocupación (o cuidado), trascendencia, libertad y temporalidad.

La existencia es, en primer lugar, preocupación, cuidado.

En efecto, el hombre en cualquier momento en que reflexione sobre sí mismo, se encuentra ya «arrojado» en el ser.

No ha podido escoger su situación histórica, su raza, sus datos personales, etc.

Pero, por otra parte, mientras existe se abre ante él un abanico de posibilidades y se «proyecta» hacia ellas.

Este proyecto, esta tensión entre lo que ya es y lo que tiene que ser aún, es la preocupación.

La preocupación no es un sentimiento pasajero, es «la estructura indiferenciada del Dasein», es el mismo ser del hombre.

Teniendo en cuenta que la posibilidad suprema del hombre es la muerte, se le puede definir con toda verdad como un «ser-para-la-muerte».

El hombre ante esta última posibilidad puede adoptar dos actitudes: o bien asumir lúcidamente este destino o negarse a ello.

En el primer caso tenemos la existencia auténtica, que acoge a la angustia como tonalidad afectiva fundamental.

En el segundo caso tenemos la existencia inauténtica, que intenta disimular* la angustia con toda clase de distracciones.

La segunda característica de la existencia es la trascendencia.

La trascendencia no es aquí una mera relación de sujeto a objeto, sino que es la manera de ser humana.

El hombre se dirige siempre más allá de lo que es y de lo que él es. «Trascendencia significa superación. Trascendente es lo que realiza esta superación.»

El hombre, en su trascendencia, se dirige hacia el mundo: «Aquello hacia lo cual el Dasein trasciende lo llamamos mundo, y la trascendencia la definimos como el ser-en-el-mundo.»

El mundo concebido de este modo no es un ente ni una suma de entes, sino el horizonte sobre el cual destaca todo ente, el marco en que todo ente es comprendido, incluso el hombre.

Por lo tanto, el mundo define, en cierto modo a priori, el conjunto de los entes con los cuales el hombre puede relacionarse y funda la posibilidad de esta relación.

El mundo es construido por el hombre, proyectado ante sí mismo como término de todos sus proyectos.

«Siendo el mundo para el hombre la totalidad de su intención, se halla así producido por el hombre ante sí mismo. Producir el mundo delante de sí mismo es, para el hombre, proyectar originariamente sus propias posibilidades.»

En este sentido, el animal no tiene mundo, sino únicamente «contorno», porque sólo el hombre existe y trasciende.

El mundo es, en cierto modo, subjetivo y objetivo.

Subjetivo porque forma parte del ser del hombre y le es esencialmente relativo.

Pero es a la vez más «objetivo» que cualquier otro objeto, porque un objeto cualquiera sólo puede revelarse al hombre ocupando un lugar en el mundo.

Existir, finalmente, es temporalizarse.

La temporalidad no es el tiempo ni la duración psicológica, pues el primero no concierne al hombre y la segunda sólo a su conciencia.

La temporalidad es una manera humana de ser, es un existencial.

El hombre no es en el tiempo ni es tampoco una cosa que dura, sino que es un proceso de temporalización.

Su propia temporalidad es el fundamento del tiempo y de la historia.

El tiempo empieza y termina con el hombre porque es su misma existencia; por lo tanto, puede decirse con toda verdad que «no hay un tiempo en que el hombre no haya existido».

Las tres dimensiones del tiempo —presente, pasado y porvenir— son tres «éxtasis» del Dasein.

El primero es el porvenir y es la preocupación misma.

En efecto, la preocupación es anticipación; consiste en que el hombre se proyecta hacia sus posibilidades.

De este modo se define y constituye el porvenir, lo que tengo que ser.

El segundo éxtasis consiste en que el hombre asume su origen, acepta el hecho de haber sido arrojado en el ser.

Constituye al pasado como aquello que ya he sido, o más exactamente, aquello en que me he convertido.

Estos dos momentos están íntimamente vinculados entre sí, pues es imposible proyectar el porvenir sin volverse hacia el pasado.

La unión del pasado y el futuro constituye un nuevo éxtasis por el cual el hombre se hace presente a su situación.

En definitiva, Heidegger puede afirmar que la existencia funda a la vez el mundo, el yo y el tiempo.

De aquí que el mundo no esté jamás realizado; se «mundifica» (weltet) constantemente.

Heidegger no admite la definición clásica de la verdad, como la conformidad del pensamiento con la realidad.

No es que la considere falsa, pero sí superficial.

La verdad es revelación, desvelación (aletheia).

La verdad es la característica de lo que no está escondido. Ahora bien, la desvelación pertenece al hombre, el cual por su existencia se mantiene fuera de sí, cerca de las cosas.

Pero la relación primitiva del hombre con el ser no es la verdad, sino la no-verdad, la obnubilación, y el desvelamiento se opera a partir de ella.

Por otra parte, no hay que identificar la no-verdad con el error.

La no-verdad no es error, sino misterio.

Cuando olvidamos el misterio original, la no verdad se convierte en «errancia», la cual, a su vez, engendra el error cuando domina al hombre hasta extraviarle.

Así pues, como dice Heidegger en Ser y tiempo, el ser se desvela al hombre sobre un fondo de misterio y de una manera siempre precaria.

Y la tarea de la metafísica consistirá, precisamente, en pensar la verdad del ser.

«El final hacia el cual se dirige el pensamiento esbozado es colocar al pensamiento en un camino que le permita llegar a la relación de la verdad del ser con la esencia del hombre, abrir un sendero al pensamiento para que piense expresamente al ser en su verdad.»

La tarea que se propone Heidegger es sumamente difícil y de momento sólo ha señalado posibles caminos, indicaciones fragmentarias.

Veámoslos.

1.°) El tiempo es «el horizonte posible de toda comprensión del ser en general». En efecto, el hombre es el estar ahí del ser y su existencia es temporalidad; por consiguiente, todo pensamiento acerca del ser es histórico.

2.°) El ser no es ni Dios ni un fundamento del mundo. No es ningún ente y, en este sentido, debe llamársele «la nada». Si no es ningún ente, sólo podrá ser percibido por el anonadamiento de todo ente, lo cual se consigue mediante la angustia, que es el sentimiento de que todo ente se hunde y se nos escapa. Por lo tanto, la angustia es la experiencia metafísica fundamental. Es la única vía para llegar al ser. Heidegger no quiere profesar una filosofía de la angustia, pero hasta el momento presente es la única vía que ha explorado.

3.°) La verdad del ser no es distinta del ser mismo. «Aletheia podría ser la palabra indicadora de la esencia no-pensada del esse»; «la verdad del ser es aquello en lo que el ser despliega su esencia, y así es el mismo ser». Pues la verdad es desvelamiento y es el mismo ser el que se desvela.

4.°) «El mismo ser es finito en su esencia, y sólo se revela en la trascendencia del Dasein.» Esta afirmación convierte a la filosofía de Heidegger en una metafísica de la finitud, orientada hacia el ateísmo, a menos que acabe colocando a Dios «más allá del ser», como hacía Plotino. ¿Y cómo sabe Heidegger que el ser es finito? Esto no lo explica en ninguna parte.

5.°) El ser arroja al hombre a la existencia para que vele por su verdad, intima a la esencia del hombre que habite en su verdad, destina al hombre a la existencia con el fin de ser su ahí. El hombre es el ahí del ser, «la zona de claridad del ser».

6.°) Cuando leemos que el ser es «algo simple» y misterioso y que «es más ente que todo ente» podemos estar tentados de identificarlo con Dios, pero no lo es. Heidegger no se pronuncia ni por el teísmo ni por el ateísmo. Cree que «en el momento en que nos hallamos de la historia universal» plantear la cuestión de Dios con seriedad y rigor es imposible. Por lo visto, adopta una actitud de espera que podríamos caracterizar como un ateísmo provisional.

Heidegger es, sin duda alguna, el más profundo y original de los filósofos existencialistas.

Bajo un lenguaje oscuro y torturado se esconden ideas nuevas y profundas.

Su filosofía, a menudo, ha despertado desconfianza por su pretensión de empezarlo todo de nuevo, él solo, desde los cimientos, borrando de un plumazo veinticinco siglos de pensamiento.

No obstante, su influencia es innegable y no sólo en el campo de la filosofía, sino también en el ámbito de la religión, puesto que su ontología constituye de por sí una contribución importante a la filosofía de la religión.

Pero el gran influjo que Heidegger ha ejercido sobre la teología contemporánea no lo ha ejercido directamente su ontología, sino su esquema de análisis existencial, recogido y aplicado por Bultmann.

No obstante, en la doctrina de Heidegger hay aún muchos puntos oscuros. Por ejemplo, ¿qué es ese ser que describe como el marco de toda existencia, el telón sobre el cual se destacan los entes?.

Ha intentado caracterizarlo como historicidad, como ser del devenir, como el ser de la nada.

En cierto modo, Heidegger en su búsqueda del ser se ha alejado tanto de los entes que aquél ha quedado vacío.

Fuente Consultada:
FILOSOFÍA - Mundo, Mente y Cuerpo - David Papineau - Editorial Blume
Enciclopedia FORJADORES DEL MUNDO MODERNO de 4 Tomos Editorial Planeta Biografía de Martín Heidegger -
Grandes Biografías - Editorial Asuri - Complementos Biográficos -
Enciclopedia Temática Ilustrada - Tomo de Biografías - Editorial G.R.U.P.O. S.A.

Enlace Externo: La teoría existencialista de Martin Heidegger


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