Biografia de Sartre J. Paul: Filosofia e Ideas del Pensador - Resumen
Biografía de Sartre J. Paul
Ideas Filosóficas
Sartre, Jean Paul: Filósofo y escritor (1905-1980)
Pensador y literato francés, considerado uno de los principales representantes del existencialismo ateo.
Se inserta dentro de la corriente iniciada por Kierkegaard y revela, además, la influencia que ejercieran sobre su pensamiento Nietzsche y Hegel.
Sartre eligió como medio de expresión de sus ideas la literatura, especialmente el teatro y la novela, si bien también ha escrito obras filosóficas, artículos y ensayos.
Sus obras de teatro se han resentido precisamente por el hecho de ser un vehículo de sus ideas, lo cual conspira contra su valor dramático.
En ellas Sartre expresa la angustia vital que agobia al hombre, la incomunicación y el problema del tiempo, que se alza como un obstáculo para los deseos de realización humana.
Obras:
El ser y la nada, El existencialismo es un humanismo, La imaginación; obras teatrales: Puerta cerrada, Muertos sin sepultura, La prostituta respetuosa, Las manos sucias, Las moscas; novelas: La náusea, El muro, Los caminos de la libertad.
BIOGRAFIA Y OBRA LITERARIA
(París 1905 - id. 1980) Filósofo y escritor francés. Sus obras responden a los principios literarios-filosóficos del existencialismo francés.
Expuso buena parte de sus ideas en su producción literaria, de la que merecen especial mención la trilogía novelística llamada Los caminos de la libertad (1945-49) y la novela autobiográfica Los palabras (1964), así como sus obras de teatro Los moscas (1943), A puerta cerrada (1944), Muertos sin sepultura (1946) y Las manos sucias (1948).
Sartre fue maestro, escritor y filósofo.
En colaboración con la mujer que compartió su vida, Simone de Beauvoir, desarrolló una filosofía de la libertad que extrae sus determinaciones de la existencia del individuo.
Nacido en París Sartre estudió filosofía en su ciudad natal y, a continuación, fue profesor en Le Havre, tras lo que regresó a París en 1937.
Su prolongada relación con la existencialista Simone de Beauvoir comenzó cuando ambos eran estudiantes, aunque, siguiendo la filosofía existencialista de libertad personal, no se casaron nunca.
Sartre pasó un año en prisión durante la ocupación de París en la segunda guerra mundial.
En la década de 1960 ya era una figura eminente en la escena mundial, y en 1964 se le concedió el premio Nobel de Literatura, que rechazó.
Durante la revuelta estudiantil de 1968 se dirigió a los estudiantes que protestaban en La Sorbona.
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En la Segunda Mundial, cae prisionero en 1940; después de su liberación colabora con la Resistencia.
En su obra manifiesta una preocupación metafísica y une la literatura y la filosofía para expresar su ideología. Con Heidegger plantea el existencialismo ateo, pues desecha la idea de un Dios supremo.
Afirma que el hombre no se define por ningún concepto, puesto que no es nada. El hombre es producto del absurdo y la angustia de la existencia; por esto, de nada viene y a nada va.
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Cuando murió en 1980, todavía era un símbolo de la vida intelectual francesa: unas 50.000 personas acudieron a su funeral.
La influencia de los filósofos alemanes Husserl y Heidegger desempeñó un papel fundamental en la elaboración de la filosofía de Sartre, resumida en una breve conferencia que ofreció en 1946: Existencialismo y humanismo.
Su optimista defensa de la libertad inspiró a toda su generación.
Su filosofía existencialista también quedó expuesta y reflejada en novelas y obras de teatro, especialmente La náusea (1938).
Pero su declaración filosófica más sustancial está contenida en El ser y la nada (1943), un clásico del existencialismo.
Según su filosofía, el hombre es originalmente libre; su libertad consiste en la posibilidad de la «trascendencia», pues puede disponer de sí mismo y de su situación, puede rebasarla, cambiarla y determinarla en otro sentido.
En todo eso actúa no solamente como individuo solitario, sino que se descubre a sí mismo como ser social. Pues no está solo con su libertad; se ve alcanzado por la «mirada del otro».
Eso parece suponer en principio una restricción de su libertad, que en realidad resulta ser, sin embargo, una reduplicación de ésta: pues la mirada del otro, bajo la cual el sujeto se transforma transitoriamente en objeto, se devuelve, y así surge una dialéctica de reconocimiento recíproco.
Sartre dio al existencialismo cierta popularidad.
El mismo, que no daba importancia a las etiquetas, vio que la existencia humana, que vive de la libertad, no está definida desde el principio: el hombre no escoge de una vez la opción que tiene ante sí, sino que es un proceso que dura toda la vida y que se ha de renovar día a día.
La consciencia de esta situación puede ser experimentada como una condena, pues el hombre tiene la sensación de «cargar sobre los hombros el peso del mundo entero» y «es responsable del mundo y de sí mismo como modo de ser».
Sartre halló un constante placer en guardar cierta flexibilidad en su propia existencia; no vacilaba en cuestionar sus propias posiciones ni en subordinar repentinamente su filosofía a otra.
Así, por ejemplo, se declaró seguidor de Marx, lo que irritó, más que a algunos de sus adeptos, a los marxistas ortodoxos, que no se fiaban del filósofo de la libertad.
Pero éste permaneció imperturbable y siguió defendiendo una visión del mundo que hoy ya no tiene muchos defensores, a pesar de que las ideas de esta visión del mundo son seguramente mejores que los sistemas fracasados que hasta hace poco se remitían a ellas:
«El marxismo, lejos de estar agotado, es muy joven todavía... Apenas acaba de iniciar su evolución. El marxismo sigue siendo la filosofía de nuestro tiempo; es insuperable porque no se han superado todavía las condiciones que lo hicieron surgir.»
Como otros filósofos franceses anteriores, Sartre toma el cogito ergo sum (pienso, luego existo) de Descartes como punto de partida filosófico.
Pero mientras que Descartes tomó su conciencia como garantía de su propia realidad, Sartre creyó que la conciencia presenta la realidad de las cosas externas; es decir, prueba la existencia de los objetos de conciencia.
Sin embargo, para los demás, uno mismo sólo es un objeto.
De su producción, que comprende novelas, ensayos, narraciones, obras de teatro y libros filosóficos, sobresalen, entre otros, La nausee (La náusea, 1938); Le mur (El muro, 1939); Les mouches (Las moscas, 1943); Le chemin de la liberté (El camino de la libertad), formada por L'ágede la raison (La edad de la razón, 1945), Le sursis (La prórroga, 1945) y La mort dans l'áme (La muerte en el alma, 1949); L'existencialisme est un humanisme (El existencialismo es un humanismo, 1946); Baudelaire (1947); Le diable et le bon Dieu (El diablo y el buen Dios, 1951); Critique de la raison dialectique (Crítica de la razón dialéctica, 1960); Les mots (Las palabras, 1964), sobre su infancia; L'idiot de la famille (El idiota de la familia, 1971-1972), sobre Gustave Flaubert;Nekra-sov; Mort sans sepulture (Muerte sin sepultura); Lo imaginario y El ser y la nada. En 1964 rechaza el Premio Nobel de Literatura.
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Este punto se explica con relación a la «mirada» externa: se es el objeto de la mirada del otro.
Y esto produce un sentido C; alienación y separación de los demás que a uno le gustaría poder superar, lo que no es posible.
Cada individuo está definitivamente solo en el mundo.
Esto también significa que no es posible reconocer la libertad de los otros; el principio kantiano de que los demás deber ser tratados con respeto y como fines en sí mismos no se puede llevar a cabo, y debe vivirse con el conflicto resultante.
Como dice uno de los personajes de la obra de Sartre Huís dos: «El infierno son los otros».
Si la propia perspectiva de los demás es limitada restringida, en cambio, el concepto del yo queda absolutamente libre de trabas.
Sartre atribuye al sujeto conciente una ilimitada libertad de la autocreación.
En contraste con la visión aristotélica de que, por ejemplo, antes de que exista realmente un cuchillo alguien tiene que tener en su mente la misma idea del cuchillo, lo opuesto se convierte en certeza en el caso del hombre.
De ahí la famosa frase de Sartre: «La existencia precede a la esencia».
En otras palabras, el ser humano individual no cuenta con un modelo o una maqueta inicial.
Ciertamente, hay constantes que no es posible cambiar sexo, edad, raza, etc.—, pero, aparte de éstas se puede tomar el propio contexto social y hacer con él lo que se quiera.
En lo tocante a la moralidad, es una equivocación, según Sartre, no hacer uso de esta libertad y limitarse a seguir a la multitud, conformarse.
Tal conformidad, junto con la creencia en la coherencia —se vive ten un universo ordenado en el que las cosas acaban por tener sentido— era lo que él denominó «mala fe» , cuyo reverso es la autenticidad.
El reconocimiento de la incoherencia de la realidad, llamada por Sartre «el absurdo», produce disgusto o «náusea».
Es la fuente de Angst, ansiedad o culpabilidad existencial, frente a la elección. Según él, «no tenemos excusas detrás de nosotros ni justificaciones ante nosotros». Se está condenado a ser libre».
Estas ideas pertenecen a lo que suele considerarse el período «clásico» de Sartre: los años transcurridos entre mediados de la década de 1930 y finales de la década de 1940 en los que reflexionó sobre las emociones y la imaginación y se ocupó de cuestiones relativas a la ética personal.
A partir déla década de 1950, Sartre inició en una fase más centrada en la política, en la que dio más peso a la tesis marxista de que las condiciones sociales y económicas, junto con las fuerzas históricas, afectan a la elección de individuos y grupos.
En esta fase Sartre escribió Crítica de la razón dialéctica (1960), en la que trataba de reconciliar el marxismo con el existencialismo.
Los ataques al existencialismo caricaturizan su afirmación de que la vida no tiene sentido y de que el mundo es un lío nauseabundo e imprevisible en el que los burgueses adoptan el papel de villanos.
Sartre trató de defenderse de estos ataques, aunque una evaluación desapasionada puede detectar que tenían algún fundamento.
Por otra parte, sus admiradores proyectaron una imagen tremendamente ensalzada de él como defensor de la libertad política y moral, un intrépido antinazi y héroe de la resistencia francesa, aunque tampoco hay muchas pruebas de ello.
Sin embargo, no cabe duda de que Sartre fue un gran escritor y pensador, y una de las influencias esenciales para su generación.
Ver: Biografía y Teoría Existencialista de Heidegger Martín
Fuente Consultada: FILOSOFÍA de David Papineau
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Enlace Externo: Los últimos días de Sartre: el infierno son los otros