Centenario de la Revolucion de Mayo:Festejos de la Sociedad Argentina

Festejos del Centenario de la Revolución de Mayo

El centenario de la Revolución de Mayo: En 1910 se celebró con extraordinarios festejos el primer centenario de la Revolución de Mayo.

Las principales naciones enviaron nutridas embajadas, presididas por ilustres personalidades; de España vino la infanta Isabel de Borbón, tía del rey, y de Chile, el presidente Montt.

Se celebraron en Buenos Aires importantes Congresos y conferencias internacionales: el IV Congreso Panamericano, el de Jurisprudencia y Ciencias Sociales, de ferrocarriles, de higiene, etc.

También dieron realce a los festejos exposiciones de arte y otras comerciales e industriales.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS:

Asumió la presidencia José Figueroa Alcorta, y de inmediato debió afrontar crisis de carácter político-social.

Los conflictos obreros continuaban.

El anarquismo estaba en pleno auge.

Atentados dinamiteros alarmaban a la población.

La policía trató de reprimirlos sin poder detener la ola de violencia.

El jefe de policía, coronel Ramón Falcón, fue muerto junto con su secretario en un atentado protagonizado por un anarquista (14 de noviembre de 1909).

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PROBLEMAS POLÍTICOS.

Al fallecer Carlos Pellegrini y Bernardo de Irigoyen, en 1906, quedó deshecha la coalición.

El presidente pudo así realizar su labor sin compromisos políticos e intentar terminar con la política personalista tradicional, creando las condiciones propicias que permitieran a su sucesor realizar la gran reforma electoral.

Pero el Congreso se manifestó opuesto al presidente.

Todavía el Partido Autonomista Nacional, que seguía las directivas de Roca, creaba dificultades al gobierno.

La tensión estalló en la Cámara de Diputados.

La obra de gobierno del presidente se vio obstruida por la actitud de los legisladores y el primer mandatario decidió clausurar el Congreso (28 de enero de 1908).

Las medidas políticas tomadas por Figueroa Alcorta señalaron el fin del poder de Roca, predominante hasta entonces.

LA CIUDAD DE BUENOS AIRES EN 1910:

El periodista francés Jules Huret visitó la Argentina en 1910, con motivo de los festejos del Centenario y al año siguiente publicó en París un libro.

En Argentina, donde describe sus observaciones.

"La riqueza fundamental de la Argentina son las tierras de cultivo y las destinadas a la ganadería. La superficie del país es seis veces la de Francia y, siendo su tierra virgen, en muchos sitios valen tanto como las de las provincias agrícolas francesas más ricas.

¿En qué consiste la prosperidad argentina?

En la exportación a Europa de unos tres millones de toneladas de trigo vendidas el año pasado a 210 francos la tonelada, dos millones de maíz, a 126 francos, un millón de lino, a 269 francos y 300.000 toneladas de carne congelada, que suman en total unos dos mil millones de francos.

A esto hay que agregar las 160.000 toneladas de azúcar de Tucumán, los 3 millones de hectolitros de vino de Mendoza y San Juan, las 300.000 toneladas de madera de quebracho y 55.000 toneladas de tanino, las minas de los Andes y los yacimientos de petróleo que empiezan a descubrirse por todas partes.

Pero todo esto es la reserva del porvenir.

En menos de 40 años se ha creado la agricultura actual.

Ha cambiado el término medio de sangre española de la población argentina.

Desde hace 40 años, una importante inmigración de italianos del norte, piamonteses y lombardos, de ingleses, franceses, alemanes y vascos, ha dotado a la Argentina de brazos laboriosos, de inteligencias activas y de caracteres emprendedores.

Actualmente domina la sangre de los italianos. Se trabaja como no se había trabajado nunca y los mismos andaluces y los árabes son arrastrados por la corriente general.

Un país de seis millones y medio de habitantes ha podido, en pocos años, vencer a los Estados Unidos en la exportación de cereales a Europa.

Desde 1908 la Argentina ocupa el primer lugar entre los exportadores de trigo, maíz y lino.

Mil millones de oro líquidos entran por tales conceptos anualmente en la Argentina.

Una minoría inteligente se agita en el Jockey Club y el Club del Progreso, atenta a los negocios a realizar y las empresas proyectadas.

Numerosas familias argentinas ricas viajan a Europa y recorren Francia, Italia, Alemania, Suiza e Inglaterra con sus Panhard.

Si os invitan a cenar en sus mansiones veréis que el cocinero es de Perugia, el chauffer, de París, el lacayo, alemán, el pinche de cocina, gallego, las camareras, inglesas o vascas.

Por otra parte, vuestro anfitrión, alemán por su padre, argentino por su madre, y casado con una hija de vasco francés y de italiana, tiene en este momento a sus hijos estudiando en las universidades de Cambridge o Heidelberg.

En el desfile militar observamos debajo de las gorras de granaderos del Imperio, quepis de Saint-Cyr y gorras aplastadas a lo teutónica, los rostros cetrinos de mestizos de indias y españoles... "

LOS FESTEJOS DEL CENTENARIO:

Al cumplirse en mayo de 1910 el centenario de la revolución de 1810, el país se preparó a festejarlo con entusiasmo.

El gobierno y las clases pudientes estaban embargados de optimismo ante un país rico y próspero.

Arribaron 50 embajadores y misiones de todas partes del mundo: la infanta Isabel de España, tía de Alfonso XIII, era la figura principal.

Alojada en un palacio porteño, tenía una escolta de 200 policías y un servicio de 36 personas que demandaban un gasto diario de 10.000 pesos.

Francia envió a Georges Clemenceau e Italia a Guillermo Marconi.

El 21 de mayo se realizó en la rada de Buenos Aires -una gran revista naval en la que participaron las naves de nuestra escuadra y muchos barcos de guerra extranjeros.

A veinte millas del puerto la fragata Sarmiento, que llevaba a bordo al presidente Figueroa Al corta y a la infanta Isabel, recorrió la doble fila de barcos empavesados, a las nueve de la mañana.

Las autoridades pasaron después al crucero Buenos Aires y regresaron a puerto.

Un gran desfile militar se realizó el 25 de mayo, participando 30.000 hombres de todas las armas, incluyendo a 2.700 marinos de las delegaciones extranjeras. Buenos Aires fue sede del Cuarto Congreso Panamericano.

Rubén Darío escribió su Canto a la Argentina y Leopoldo Lugones sus Odas Seculares.

Una exposición internacional de "artes constituyó un acontecimiento sin precedentes.

El presidente Montt, de Chile, asistió a los festejos y Figueroa Alcorta visitó Chile en setiembre del mismo año.

Los banquetes y saraos se sucedían sin interrupción durante los festejos.

No existió igual fervor en las clases menos pudientes, que sufrían problemas concretos por los bajos salarios y habían planeado una huelga general para el 25 de mayo, que no se concretó.

EL SUBTERRÁNEO:

"En 1911 Buenos Aires vuelve a conmoverse. Miles de obreros remueven las entrañas de Avenida de Mayo para instalar el tren bajo tierra. La primera línea unió Plaza Mayo con Plaza Once.

Se inauguró en 1913 y era el duodécimo subterráneo que se instalaba en el mundo y el primero en América Latina.

La velocidad asustó a los porteños: 45 km por hora.

Más adelante, en 1930, nació el que va de Chacarita a Leandro N. Alem, en su tramo hasta Callao.

En 1935 ya está hecho el de Constitución a Retiro.

En 1940 se completó el recorrido del que va de Plaza Mayo a Palermo.

La última línea instalada recorre el trayecto de Plaza Mayo hasta A venida La Plata.

Las cinco líneas que recorren el subsuelo de nuestra Capital Federal transportan unos 980.000 pasajeros por día.

Su recorrido abarca un total de 34,1 Km. de túnel doble vía.

Subterráneos de Buenos Aires pertenecen al patrimonio nacional y están administrados por la empresa homónima." Breve historia del transporte en la Argentina, Buenos Aires, 1977.)

El año del centenario, 1910, es considerado también el momento de máximo esplendor de la llamada generación del 80.

Las celebraciones por los 100 años de la Revolución de Mayo se convierten en la coronación, la culminación de la obra llevada adelante desde la caída de Rosas.

Buenos Aires se ha convertido en una ciudad moderna y europea, que rige el destino de una nación con mano de obra inmigrante y con un perfil claramente agroexportador.

Es un momento de opulencia y optimismo. Sin embargo, quienes saben ver, advierten que el sistema tan aceitado en la superficie comienza a mostrar grietas y fisuras.

Se producen actos de violencia -incluso durante los festejos del centenario- y se percibe el creciente descontento de sectores, como los descendientes de los inmigrantes, que se sienten excluidos.

PARA SABER MAS...

EL CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO DE 1810

El Centenario de la Revolución de Mayo supuso una excelente oportunidad para mostrar al mundo la grandeza que el país había forjado en poco tiempo.

Sin embargo, no todos sus habitantes estaban satisfechos; muchos trabajadores, partidarios de las ideas anarquistas, intentaron perturbar los preparativos de los festejos.

Aquellos movimientos de protesta fueron reprimidos con dureza, tanto por el gobierno como por grupos oficiosos, y la fiesta pudo celebrarse con la magnificencia esperada.

Hubo visitas ilustres, delegaciones numerosas y muchos actos brillantes.

El español Blasco Ibáñez, especialmente contratado para que escribiera sobre la Argentina, pudo decir a Europa: "cesa de admirarte; en el mundo hay algo más que tú. Mira por encima del océano y contemplarás los vigorosos latidos del embrión del porvenir".

Celebrar las fiestas mayas es un ritual que se remonta a los principios de la historia patria.

Pero en 1910, cuando se cumplió el primer centenario de la Junta de Mayo, el gobierno y el país entero se esforzaron por dar un relieve singular a los festejos.

Debía mostrarse ante el mundo la grandeza argentina, y la oportunidad era propicia también para montar un gran espectáculo de propaganda de la joven nación en su primer siglo.

Poetas y literatos, viajeros profesionales y periodistas, políticos, delegaciones extranjeras e imitados especiales dejaron noticia de ese año excepcional, de la situación de la República y de las perspectivas que ofrecía su futuro.

Testimonios excesivamente grandilocuentes y comprometidos contribuyeron a dibujar el mito de la Argentina del Centenario, cuyo esplendor suele contraponerse a la decadencia del país en las últimas décadas del siglo XX.

Otros comentarios más críticos señalaron los aspectos conflictivos de la realidad social: por encima del tono amable y admirativo que campea en la mayoría de los escritos de 1910, se perciben los problemas de una sociedad nueva, con dificultades para integrarse y que seguramente veía con demasiado optimismo la rápida valorización de sus recursos agropecuarios.

La fiesta del 25 de mayo de 1910 se preparó minuciosamente desde mucho antes del gran día.

Una comisión designada al efecto, integrada por personalidades destacadas del régimen, planeó la celebración hasta en sus menores detalles.

A lo largo y a lo ancho del país, comisiones provinciales y municipales se ocuparon también de brindar un marco adecuado a la efemérides.

Los símbolos patrios, el himno, la escarapela, el escudo, los proceres, las imágenes ingenuas de Mayo, estaban ya sólidamente afianzados en la conciencia colectiva y su evocación jugó un papel importante.

Vapores de todo el mundo llegaban a la Argentina en vísperas del gran día o de la semana central de los festejos.

Provenían de Nueva York, Amsterdam, Marsella, Genova o Liverpool, pero arribaba asimismo el crucero acorazado Ykoma, de la marina imperial del Japón, que había cruzado medio mundo para llegar al país.

Las noticias se acumulan en las redacciones de los periódicos.

La aparición del cometa Halley, en el firmamento, el 19 de mayo, fue considerada buen augurio, a pesar de que el cometa tenía fama de traer mal agüero.

El tema de la pobreza, más allá de las huelgas y de la represión, preocupaba a su manera al mundo oficial.

Como paliativo se proyectó un registro de pobres que serían obsequiados con -víveres y ropas, más dos o tres mensualidades de alquiler.

El Banco de Préstamos anunciaba que, como una forma de homenaje a Mayo, devolvería objetos empeñados, "máquinas de coser, ropas y útiles de trabajo, etc., sin el debido reembolso de las sumas prestadas".

Y para que los aspectos más miserables y marginales de la gran ciudad no impresionaran mal a los visitantes ilustres, se propuso alquilar un local, en la Boca o en Barracas, para alojar, encerrar o proteger temporariamente a la última capa de la miseria.

Se acercaba el gran día y llegaban las embajadas extranjeras. Isabel de Borbón, el presidente de Chile, Eugenio Larraburu y Unanue, vicepresidente del Perú, y el resto de las delegaciones extranjeras se hicieron presentes, acompañando a las autoridades argentinas, en el desfile del día 25, realizado en la plaza histórica.

Asistieron centenares de niños de las escuelas públicas, con el delantal blanco y la escarapela; 20.000 efectivos de las Fuerzas Armadas argentinas desfilaron junto a las delegaciones provenientes de Francia, Uruguay, España, Italia, Japón, Chile, Alemania, Holanda y Estados Unidos.

El Reino Unido, en cambio, de luto por el fallecimiento del rey Eduardo Vil, no estuvo representado.

A la noche, mientras el centro v los edificios públicos se iluminaban con centenares de lamparillas eléctricas, en el teatro Colón se cantó Rigoletto, la ópera favorita del público porteño, con un reparto extraordinario: Anselmi en el, papel de duque de Mantua y Tita Ruffo en el de Rigoletto.

LLEGADA DE LA INFANTA ISABEL A BUENOS AIRES: A las 5, cuando llegó el barco Alfonso XII al faro de INFANTA ISABEL recalada, el marqués de Valdeigiesias, director de "La Época" de Madrid, se dirigió al puente para presenciar la entrada en el puerto de Buenos Aires.

Con gran sorpresa se encontró en el puente a su alteza que, envuelta en un paleté y ostentando en su cabeza una gorra de marinero de la Transatlántica Española, desafiaba el frío intenso de la mañana en su afán de no perder un detalle del magnífico espectáculo que la llenaba de gozo.

"Estoy decidida a que no me cuenten nada, dijo: quiero verlo todo."

Ya había salido el sol cuando la infanta resolvió retirarse a su camarote a descansar, con orden expresa de que la despertaran antes de enfrentar el canal.

Tres horas después volvió a levantarse.

En ese momento los buques de guerra atronaron el aire con las salvas de ordenanza.

El estampido de la artillería naval continuó durante más de una hora, con ligeros intervalos.

En el Alfonso XII reinaba una emoción indescriptible. El vapor París, cargado hasta el tope de tripulantes se acercó al yate real en tal forma, que casi hubo un choque.

La infanta, con su viveza característica, dijo al ver que saltaron del París al Alfonso XII gran número de pasajeros: hasta de los choques sale la unión de españoles y argentinos.

A las 10 de la mañana, se sirvió el almuerzo a bordo del Alfonso XII, colocando su alteza a su derecha al conde del Cadagua y a su izquierda al representante de la Transatlántica.

Como continuaban las salvas y los vítores, la infanta se levantó hasta tres veces de la mesa, firme en su propósito de no perder un detalle de la recepción.

Vestía un elegante traje de terciopelo marrón y sombrero de plumas del mismo color. No podía permanecer quieta en un mismo sitio.

Presa de una emoción intensísima, paseaba por cubierta agradeciendo los saludos y los vítores.

Poco pudo decirnos en aquel momento.

Su deseo de pisar tierra argentina, de entregarse sin reatos de ninguna especie al entusiasmo que vibraba en el ambiente, la conturbaban hasta lo inverosímil.

Sonreía y lloraba de alegría. ¡Oh cuánto va a gozar mi rey cuando sepa todo esto!

Su alteza, muy llana, muy gentil. Había dejado de ser infanta para sentirse simplemente mujer española.

Hablaba con los caballeros de su séquito, les señalaba el hormigueo de la muchedumbre enardecida en tierra.

Profundamente pálida, sus ojos ardían con un brillo lesivo, que a veces nublaban las lágrimas.

Aquella era en verdad la reconquista espiritual de España en el corazón del pueblo argentino...

Fuente Consultada: Ciencias Sociales 9 Borgognoni - Cacace


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