Epoca Arcaica:Vida y Costumbres en Grecia Antigua
Epoca Arcaica Vida y Costumbres de los Griegos
COSTUMBRES DE LOS GRIEGOS EN TIEMPO DE HOMERO: Las aventuras de los héroes griegos, Aquiles, Agamenón, Ulises, referidas en los poemas homéricos, son leyendas, y no tenemos medio alguno de comprobar la parte de verdad que pueda haber en estos relatos.
Pero la Iliada y la Odisea nos permiten al menos ver cómo vivían los griegos de los tiempos antiguos.
Los griegos vivían en casas muy sencillas, algunas aisladas en el campo, la mayor parte agrupadas de modo que formaban pequeñas ciudades rodeadas de murallas.
Aun en estas ciudades, no había nada masque propietarios o labradores.
Poseían en los alrededores campos que eran labrados con arados pequeños y sin ruedas, y sembraban trigo y cebada.
Tenían también viñas que les daban un vino muy rico en alcohol.
En las praderas y en los pastos de las montañas pacían grandes rebaños de bueyes, de carneros, de cabras, guardados por pastores que dormían al aire libre.
En aquel tiempo el propietario más importante de la comarca era el rey.
El conducía el pueblo a la guerra y presidía las asambleas.
Se le respetaba como a personaje sagrado y era obedecido, porque se pensaba que descendía de un héroe y que Zeus mismo le había trasmitido su poder.
Pero había otros grandes propietarios, los príncipes, que eran casi tan respetados como el rey.
Cuando había que tomar una resolución que interesaba al pueblo, el rey invitaba a los príncipes a un banquete.
Se comía y se bebía, luego se deliberaba.
Después de esto, el rey mandaba convocar a los habitantes en la plaza pública.
Se presentaba en persona, llevando en la mano un bastón encorvado, el cetro.
Explicaba a la asamblea lo que se había resuelto.
Uno de los príncipes tomaba la palabra, y el heraldo le pasaba entonces el cetro. Los asistentes aprobaban con aclamaciones.
Si lo decidido no les parecía bien, permanecían silenciosos.
Los príncipes se reunían asimismo para sentenciar las causas.
Se sentaban en piedras pulimentadas colocadas en círculo, el rey presidía el tribunal y dictaba sentencia.
La vida de aquellos reyes y de aquellos príncipes era muy sencilla. Iban vestidos con larga túnica de lino y un gran trozo de tela de lana puesto en forma de manto.
Calzaban sandalias y comunmente llevaban la cabeza descubierta.
Sus mujeres no llevaban más que larga túnica de lana o de hilo, sostenida por ancho cinturón y, a veces, un velo de tela fina a la cabeza.
El palacio de un rey como Ulises se componía de edificaciones dispuestas alrededor de una especie de patio de casa de labor en que había montones de estiércol.
Frente a la puerta de entrada, al otro lado del patio, estaba la casa principal que servía de punto de reunión.
El centro de la sala estaba ocupado por el hogar donde ardía un fuego que jamás se dejaba extinguir.
No había chimenea y el humo se escapaba por el techo.
No había ventanas y la luz entraba por aberturas dispuestas en lo alto.
De noche, la sata no estaba alumbrada más que por la llama del hogar o por receptáculos llenos de madera resinosa.
A guisa de antorchas, no se usaban más que pedazos de esta misma madera, que dan una llama vacilante acompañada de humo espeso.
Las otras habitaciones no eran más que celdas mal iluminadas, casi sin muebles, sólo utilizadas para dormir.
Las mujeres vivían en departamentos completamente separados, donde los hombres no entraban.
La esposa del rey pasaba los días rodeada de sus sirvientes, cuya principal ocupación era hilar la lana y tejer las telas con que se hacían los vestidos.
Ella misma se ocupaba en tejer y bordar.
La Odisea representa a Nausicáa, la hija del rey de los feacios, yendo al río a lavar la ropa de la casa.
Los reyes y los príncipes se dedicaban también a labores manuales.
Ulises se había hecho su cama, y, al volver, halla a su padre Laertes vestido con túnica remendada y polainas, a la cabeza un gorro viejo de piel, ocupado en sacar el cepellón de un árbol.
Las fiestas más =;andes eran los banquetes.
Aquel día el rey degollaba, ante el altar de un dios, bueyes o carneros.
Se ponían aparte las entrañas, la grasa y los huesos que en honor del dios se consumían en el ara.
Se asaba la carne con sal, y luego los invitados se sentaban.
Llevábanles pan, queso y trozos de carne que comían sirviéndose de las manos, y se les daba para beber una mezcla de agua y vino preparada en grandes vasos.
Pan y carne, en esto consistían las comidas de los reyes.
La familia era a modo de un pequeño reino en que el padre era dueño.
El varón que quería casarse se dirigía al padre de la joven elegida y le ofrecía a cambio de su hija cierto número de bueyes.
La moneda no existía aún, en lugar de dinero, se daban cabezas de ganado.
El padre era el encargado de resolver, la hija no tenía derecho a negarse.
Cuando los dos hombres se habían puesto de acuerdo, se celebraba el casamiento.
El marido venía con lucido cortejo a buscar a su mujer a casa del padre y la llevaba a la suya.
La mujer casada era dueña en la casa, ocupaba en la sala principal un asiente alto al lado del de su marido.
Dirigía a las sirvientas y les distribuía el trabajo.
Pero había de obedecer y mantenerse en su puesto.
En la Odisea, cuando Penélope quiere manifestar su opinión, su hijo Telémaco le dice:
"Vuelve a tus habitaciones, ocúpate de las labores, del huso, de la tela, haz que tus sirvientas terminen su trabajo, porque esas son las ocupaciones que convienen a las mujeres".
Las jóvenes permanecían en casa al lado de sus madres. No obstante, no estaban encerradas y podían salir y llevar el rostro tapado con el velo.
La iliada cuenta prolijamente los combates habidos bajo los muros de Troya. Se ve cómo iban armados los guerreros griegos y cómo combatían.
Cada individuo se equipaba a sus expensas como le parecía.
Los más ricos tenían caballo o carro de guerra, los demás combatían a pie.
El guerrero griego trataba de preservarse todo lo posible de las heridas.
Para defender la cabeza llevaba casco de bronce que le tapaba la frente, las sienes, los carrillos, de modo que no dejaba al descubierto más que los ojos y la barbilla.
El casco se sujetaba debajo de la barbilla con una correa.
Lo coronaba la cimera que flotaba al viento y tenía por objeto asustar al enemigo.
Para defender las piernas, el guerrero llevaba largas perñeras guarnecidas de metal, que llegaban desde la rodilla al tobillo.
Para protección del cuerpo, cubríase con una coraza hecha con dos láminas de bronce, una a la espalda, otra sobre el pecho, tan amplia que podía meterse todo el cuerpo dentro para evitar una herida, tan larga que cubría el vientre, tan rígida que era preciso ponerse las perneras antes de revestirla, porque después hubiera sido imposible bajarse.
Y para parai los golpes, el guerrero disponía de un escudo hecho con varias pieles de buey muy apretadas y guarnecidas de bronce, con una correa para echárselo al hombro y una abrazadera para tenerlo en la mano durante el combate.
Había escudos de dos tamaños, alcanzando los mayores desde la barbilla al tobillo.
La mayor parte de los guerreros iban armados con espada y lanza.
La espada era de bronce, bastante larga, de dos filos.
Se sujetaba al lado izquierdo con una correa suspendida del hombro derecho.
La lanza era de madera de fresno, terminada por un lado en una punta de bronce para herir al enemigo y por el lado del mango en otra punta que servía para clavarla en tierra.
Era muy larga, a veces tenía cinco metros.
Los reyes y los jefes tenían armas más fuertes que los demás.
Por lo común iban hacia el lugar del combate en carro guiado por un cochero.
Este carro, muy ligero, de dos ruedas, era tirado por dos caballos atalajados con correas.
Unas veces combatía el jefe desde el carro, otras se bajaba para combatir a pie con otro jefe. En ocasiones, antes de combatir, se injuriaban.
Con frecuencia, cuando uno de los jefes había resultado muerto, sus guerreros huían, y el jefe vencedor se lanzaba a perseguirlos en su carro, degollando a los que alcanzaba.
Por lo demás se combatía desordenadamente, sin dirección, cada uno de por sí.
Fuente Consultada: Tomo I Historia Antigua - Enciclopedia Historia Universal ILustrada de Charles Seignobos - Editorial Publinter Bs.As.
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