Breve Historia del Ladrillo:Tecnica y Sus Primeros Usos
Historia del Ladrillo -Técnicas y Sus Primeros Usos
Hace doce mil años, los hombres del paleolítico todavía eran cazadores nómadas, pero de vez en cuando construían toscos refugios con madera y piedras.
Los suelos y las paredes, y algunas veces los lugares donde se encendía el fuego, estaban cubiertos con arcilla arenosa, bruñida para que quedara lisa.
Durante el neolítico, cuando los hombres de Oriente Medio ya habían comenzado a convertirse en granjeros, que habita ban de modo fijo un lugar, se necesitaron estructuras mucho más permanentes.
Los constructores, que en muchas partes del Oriente Medio no disponían de piedras ni madera, tuvieron que considerar la posibilidad de emplear otros materiales existentes.
En los valles fluviales había gran abundancia de lodo, el cual se empleó para hacer los primeros ladrillos.

En algunos lugares, como las altiplanicies de Persia y Palestina, los primeros ladrillos se hacían simplemente a mano, dándoles una forma ovalada.
Pero en otros, por ejemplo en Jericó, los ladrillos estaban provistos de una serie de rebajes en la superficie superior para que fraguase en ellos el mortero arcilloso empleado como adhesivo para construir.
Estos ladrillos no se ponían al fuego, sino que, simplemente, se dejaban secar al sol hasta que se endurecían.
En Catal Hüyük, en el centro de Turquía, una de las poblaciones primitivas del neolítico, conocida desde hace tiempo, se daba forma a los ladrillos por un procedimiento bastante diferente.

El barro húmedo era apisonado dentro de una estructura de madera, que luego se levantaba y quedaba conformado un ladrillo rectangular, el cual se dejaba secar al sol.
Con el tiempo, esta técnica la adoptaría todo el Oriente Medio; así, una pintura de una tumba egipcia del 2000 a. de C. describe todo el proceso, desde la mezcla de arcilla hasta el almacenamiento de los ladrillos secos.
Por lo general, para fabricar los ladrillos se elegía barro arenoso, lo que reducía el riesgo de que aquéllos se agrietaran al secarse.
De esta forma, en algunos lugares la arcilla había que mezclarla con arena o paja para conseguir un ladrillo válido; esto explica el lamento, de los israelitas en el antiguo Egipto de que no podían fabricar ladrillos sin paja, pues los materiales de que disponían allí no permitían otra alternativa.
Los ladrillos secados al sol proporcionaban un material de construcción barato y fácilmente asequible; con ellos se construyeron ciudades enteras, incluso las murallas de defensa.
Sin embargo, tenían una desventaja importante: se desintegraban con las lluvias, lo que exigía reparar constantemente los edificios.
Por esta razón, los templos solían construirse con piedras, a pesar del elevado coste del transporte del material.
Hacia el 2500 a. de C. se halló en Mesopotamia una solución nueva, cuando los constructores empezaron a quemar los ladrillos.
Sin embargo, el combustible escaseaba, por lo que estos ladrillos endurecidos solamente se empleaban para esquinas, ángulos, jambas y arcos, o bien para reforzar una fachada hecha con simples adobes.
La idea de poner los ladrillos al fuego para que se hicieran más resistentes y duraderos fue una consecuencia lógica, puesto que miles de años antes los hombres ya conocían la cerámica y su proceso.


Los ladrillos se amontonaban sobre el suelo, se construía como una especie de horno (un montón de carbón) sobre ellos y se encendía, procedimiento éste que también se había utilizado anteriormente para la cerámica.
El rendimiento máximo en cuanto a fabricación de ladrillos en el Medio Oriente lo alcanzaron indudablemente Asiría y Babilonia hacia el 500 a. de C.
Los ladrillos de las fachadas no sólo se hornearon, sino que se les dotó de una superficie vidriada coloreada, vidriado que se hacía con el mismo material empleado para la fabricación del vidrio, tanto en Egipto como en Mesopotamia, desde el 2000 a. de C.
Algunas veces se modelaron en bajorrelieve figuras de animales y guerreros.
Ver: Fabricacion de Ladrillos Comunes
Fuente Consultada: Historia de los Inventos Editorial SALVAT -El Ladrillo-