Ciro El Grande Rey de los Persas Vida y Conquista a los Medos
Ciro El Grande Rey de los Persas Vida y Conquista a los Medos
En el siglo VI a.C, un gran imperio surgió en el corazón de Asia. Su fundador era un soldado valiente, pero también justo y generoso con sus enemigos. Sus dominios llegaron a extenderse desde el Cáucaso hasta el océano índico y desde los Himalayas hasta el Mediterráneo.
Ciro II el Grande (c. 600-529 a.C.), rey de Persia (550-529 a.C.). Era hijo de Cambises I, descendiente de Aquemenes (siglo VII a.C.) y miembro de la dinastía Aqueménida. Cuando en el 558 a.C.
Ciro se convirtió en gobernante de Anzán, ésta estaba sometida a Media; cinco años después Ciro encabezó una rebelión contra los medos que dio como resultado la captura del rey Astiages y el final del Imperio de los Medos (550 a.C.).
Posteriormente, Ciro se nombró rey de Persia y rigió un gran territorio.
Ciro llegó a dominar" en todo el territorio del Asia entonces conocido y se extendió a lejanas tierras, probablemente hasta el río Indo.
En el año 529 a.C. se dirigió al Norte del Irán para enfrentar a, los masagetas, pueblo escita vecino del mar Aral, que hostilizaba a la Mesopotamia.
En ese lugar pereció durante el transcurso de la guerra; su cadáver cayó en poder del enemigo y fue profanado.Babilonia también cayó en manos de Ciro.
El fundador del Imperio persa fue Ciro el Grande, uno de los gobernantes más sabios de la Antigüedad. Para construir su imperio, Ciro unió a los persas y a los medos, las dos tribus originarias del antiguo Irán, y anexionó los territorios de sus vecinos, los lidios y los partos. Se adueñó luego del antiguo imperio babilónico, que había oprimido durante siglos a los pueblos de Asia Menor. Tras consolidar su propio imperio, conquistó Egipto y la propia Babilonia.
INTRODUCCIÓN: CIRO REY DE LOS PERSAS: Antes de surgir y fortalecerse, los persas fueron gobernados por otros conquistadores: los medos.
Célebres por sus arqueros, hábiles para disparar intempestivamente, los medos procedían de Media, región del norte del actual Irán.
Los arqueros medos ayudaron a los babilonios a derrotar a los crueles asirios en 612 a.C.
En 512 a.C. un joven rey persa de la familia aqueménida, Ciro, se cansó de pagar tributo al rey de los medos, abuelo suyo.
Ciro reunió su ejército, venció a su abuelo y fundó el Imperio Persa Aqueménida, que dominaría durante dos siglos el occidente de Asia y llegaría a extenderse desde la India occidental hasta el norte de África y aun Europa oriental.
Darío 1, es uno de los más importantes reyes persas, construyó hacia 500 a.C. un camino entre Susa, en Irán, y Efeso, en Turquía, de 2.400 kilómetros de longitud, con paradas provistas de cabalgaduras frescas para los mensajeros, como habría de hacerlo Pony Express en Estados Unidos durante el siglo diecinueve de nuestra era.
La gente de mentalidad independiente de las ciudades-estado costeras de Turquía resistió a los persas. Estos eran los griegos jonios.
Oriundos de Grecia y establecidos al otro lado del mar Egeo, los jonios de habla griega organizaron su sociedad al estilo griego y consideraron a Grecia, no a Persia, como su tierra natal.
Con el apoyo de algunas ciudades griegas del continente, Atenas entre ellas, se rebelaron contra el dominio persa en 499 a.C.
Darío envió un ejército para castigar a Atenas por ayudar a la revuelta y comenzaron las guerras médicas.
Aunque al final ganaron los griegos, el resentimiento quedó y estalló 150 años después, cuando un líder de nombre Alejandro tomó el mando del ejército griego.
EL MEDIO GEOGRÁFICO
Entre el mar Caspio y el golfo Pérsico, y los ríos Tigris e Indo, al Este de la Mesopotamia, se extiende una dilatada planicie de más de mil metros de altura, que conserva el nombre de los primitivos habitantes que la ocuparon y se la conoce como la meseta de Irán o tierra de los arios.
El centro de la meseta es desértico y prácticamente inhabitable por la rigurosidad de su clima y la aridez de su suelo: pero los bordes montañosos, por el contrario, surcados por afluentes del Tigris y favorecidos por los deshielos del estío, son fértiles y húmedos, aptos para la agricultura, y abundantes en pastos naturales que permiten la crianza de los animales.
LOS PUEBLOS QUE LO HABITARON
Hacia el año 2000 a.C, con el desplazamiento de los pueblos arios hacia la media luna de las tierras fértiles, comenzaron a llegar a la meseta del Irán los primeros ocupantes, quienes se establecieron al Sur del mar Caspio, en una zona a la que se llamaba Mada, fueron los medos; y quienes lo hicieron en las proximidades del golfo Pérsico, fueron los persas.
De origen nómade, al llegar a la meseta del Irán, estos pueblos se convirtieron en sedentarios y con la valiosa ayuda de los nuevos elementos que introdujeron, como el hierro y el caballo, comenzaron la explotación del suelo al que trabajosamente le arrancaron" sus frutos.
Si bien no fueron belicosos, la hostilidad del medio los hizo fuertes y vigorosos, predispuestos para la lucha y la defensa del territorio.
Con el curso del tiempo, hacia el siglo VIII a.C. se organizaron políticamente y fundaron un gran imperio que, alternativamente, estuvo conducido por los medos y los persas.
Los Medos
En un principio, los medos estuvieron sometidos a los pueblos de la Mesopotamia y durante el apogeo de los asirios se convirtieron en una provincia tributaria.
Recién hacia el año 700 a.C. se produjo el proceso de unidad nacional, merced a los esfuerzos de un jefe llamado Dajoces, quien se proclamó rey y estableció la capital en la ciudad de Ecbatana.
Ciajares, hijo y sucesor de Dajoces, completó su obra y sometió a los príncipes persas que todavía mantenían su independencia.
Una vez consolidado su poder, según lo hemos visto, concertó una alianza con Nabopolasar y sitió la ciudad de Nínive, que cayó en el año 612 a.C. y fue destruida.
Con ello terminó la hegemonía que habían ejercido los asirios y la Mesopotamia quedó a merced de los medos.
Sin embargo, su sucesor, Astiages, careció de las condiciones necesarias para continuar la obra emprendida, y comenzó un período de decadencia, durante el cual los persas superaron a los medos.
SOBRE EL ORIGEN DE CIRO EL GRANDE:
Numerosas leyendas corrían en la antigüedad sobre el origen del gran Ciro.
Parece ser hijo de un noble persa y de una hija de Astiages, Mandana.
Habiendo predicho un oráculo que el hijo de Mandana reinaría sobre toda Asia, Astiages, horrorizado, daría orden a su hombre de confianza, Harpago, de matar al niño, su nieto. Harpago, enternecido, se limita a entregárselo a un pastor.
Salvado de esta manera, el joven Ciro manifiesta pronto su regia condición.
Advertido de su existencia, Astiages se venga, haciendo comer a Harpago el cuerpo de su propio hijo, durante un festín.
Para vengarse, a su vez, Harpago incita a Ciro a destronar al tirano.
En resumen: como consecuencia de acontecimientos mal conocidos, un noble persa, del clan de los Aqueménidas, desafía a los medos y, destronando a su soberano, se hace proclamar rey hacia el año 550 antes de J. C, bajo el nombre de Ciro II.
Como dice Herodoto: "Los medos, de señores, se convierten en esclavos, y los persas, de esclavos, se convierten en señores." De hecho, los dos pueblos se unifican, en adelante, para formar el Imperio Persa.
EL GRAN CIRO
Algunos años antes, Nabónido, hijo de una sacerdotisa, había llegado a ser rey de Babilonia. Le encantaba coleccionar en su capital estatuas de dioses, atrayéndose la hostilidad de las ciudades privadas de sus divinidades protectoras.
Poco dotado para gobernar, dejaba los asuntos en manos de su hijo Belsharusur (el Baltasar de la Biblia).
Uno de los primeros actos de Ciro, es fundar una capital, Pasargada; el rey de Lidia, Creso, le da pronto otras oportunidades para distinguirse. Considerándose ofendido por la deposición de Astiages, invade Capadocia.
Antes había consultado al oráculo de Delfos, que le había respondido: "Cuando un mulo sea rey de los medos, ¿oh Lidio!, huye y no te avergüences de ser cobarde."
El mulo era Ciro, nacido del cruce de un persa y de una meda, pero Creso no comprendió la advertencia.
En una campaña fulgurante, el ejército persa invadió Lidia, saqueó Sardes, y se anexionó el reino de Creso, convirtiéndose así en el vecino y "protector" de las ciudades griegas de la costa de Asia.
Magnánimo, Ciro trata a Creso con miramientos y lo retiene, incluso, en su corte, como consejero, en un tiempo en el que un asirio habría hecho desollar vivo a un vencido; primer ejemplo de la generosidad persa, que lo es también, sin duda, de habilidad política (548 a. de J. C).
Ciro se vuelve en seguida hacia el Este de su imperio, amenazado por los arios nómadas, y pacifica la Bactriana (Turkestán actual), empujándolos, quizá, hacia las fronteras de la India.
En adelante, Babilonia, con su débil rey, detestado por haber arrebatado sus dioses a las ciudades y suprimido la fiesta popular del Año Nuevo, parece una presa fácil.
El pequeño soberano persa, ayer desconocido, sabe que puede llegar a ser el dueño del mundo.
Los dioses de Babilonia: Ciro organizó su imperio en provincias llamadas satrapías, en cada una de las cuales reinaba un sátrapa. Los sátrapas recaudaban los impuestos y hacían cumplir las leyes de Ciro,pero también debían respetar las costumbres y creencias de cada pueblo.
Esta actitud era muy distinta de la de los babilonios, que habían prohibido los dioses de los pueblos que sometían. En la toma de Babilonia, Ciro encontró las imágenes de estos dioses guardadas en los sótanos de los palacios y las restituyó a sus dueños originales.
LAS MISTERIOSAS PALABRAS:MANE, THECEL, PHARES
La reputación de Ciro es la de un liberador; devuelve sus dioses a los pueblos, dejándoles la mayor parte de sus libertades, con tal que acepten convertirse en subditos suyos.
Los mismos profetas de Israel, Ezequiel, sobre todo, anunciaron que Ciro era el enviado del Eterno para castigar a los babilonios y liberar al pueblo elegido.
Demasiado tarde, Nabónido tratará de reconciliarse con su pueblo, restableciendo la fiesta del Año Nuevo (539 a. de J. C); y cuando el gobierno de Babilonia es confiado a su hijo Baltasar, Ciro ataca la ciudad. Baltasar, en lugar de defenderla, no piensa más que en celebrar orgías.
Y que, en el transcurso de una de ellas, el profeta Daniel nos relata que una mano misteriosa escribió con letras de fuego, sobre los muros de la sala del festín, las tres palabras: Mane, Tbecel, Pbares (medido, pesado, dividido).
Las interpretaciones son numerosas. Según la más corrientemente aceptada, estas palabras significaban que el Eterno había condenado a Babilonia y decidido entregársela a los persas.
En efecto, Ciro entra triunfante en la prestigiosa ciudad. Entre las primeras decisiones del vencedor, está la de devolver todos los dioses que habían sido sustraídos por Nabónido y, sobre todo, la liberación de los judíos, acompañada de la autorización de volver a Jerusalén y reconstruir el Templo.
Para ayudarles en esta tarea, Ciro ordena que se devuelva a los hebreos lo que pudiera quedar en Babilonia del tesoro sustraído por Nabucodonosor.
Parece, sin embargo, que cierto número de jóvenes judíos vacilaron en partir: tenían que abandonar ricos establecimientos, para entregarse a la pesada tarea de volver a levantar una ciudad en ruinas.
En todo caso, han de transcurrir casi dos años después de la liberación hasta que se efectúen las primeras salidas hacia Jerusalén.
Ciro se hace proclamar rey de Babilonia, y se muestra tan magnánimo con Nabónido como lo había sido con Creso: el viejo rey será, incluso, nombrado gobernador de una provincia. Por el contrario, Baltasar había sido asesinado por los babilonios, que quisieron así vengarse de sus crímenes.
Una vez derrocado Astiages, Ciro fundó la ciudad de Pasargada, organizó cuidadosamente su reino y luego emprendió la conquista de los pueblos contiguos.
Primero atacó a uno de los soberanos más ricos de Asia Menor, Creso, rey de Lidia, a quien venció en Timbrea, tras lo cual ocupó Sardes, que era su capital, en el año 554 a.C. La corte de Creso era punto de reunión de los griegos más ilustres.
Luego de sometida la Lidia, los persas conquistaron además las colonias griegas diseminadas en el Asia Menor.
Ciro pensó después dirigirse a Egipto, pero reflexionó y prefirió cubrir primero sus espaldas y destruir el imperio asirio, para lo cual se encaminó a Babilonia, la que, según vimos, a pesar de sus defensas, cayó en su poder en el año 538 a.C. Ciro permitió a los judíos cautivos que regresaron a Palestina y reedificaran las murallas y el templo de Jerusalén.
HACIA EL IMPERIO UNIVERSAL
El fin de Ciro está rodeado de leyenda: quizá preparaba la conquista de Egipto.
Organiza una nueva expedición hacia el Este, contra las tribus insumisas mandadas por la reina Tomiris, y muere en uño de los combates (530 a. de J. C). Su cuerpo es inhumado en Pasargada, en un mausoleo de piedra.
Se ha dicho de Ciro que era un soberano nato. Ha venido a ser una especie de arquetipo del fundador de imperios.
Los territorios sometidos a su dominio constituyen, de hecho, el más vasto conjunto conocido por la antigüedad, antes de Alejandro.
Fue también el fundador de una prestigiosa monarquía que había de reinar sobre el Irán hasta la conquista macedónica, y que dejaría profunda huella sobre aquella tierra, en la que iba a favorecer la expansión de una de las más bellas civilizaciones antiguas, a la que se referirán, en consecuencia, todos los otros Estados iranís y que, todavía hoy, aparece, sin duda, como la más auténticamente persa: la civilización de los Aqueménidas.
Tenía que ser excepcional el hombre que había dado origen a, todo aquello, para que su obra, realizada en veinte años solamente, resistiera a la locura de su sucesor. Por ello, es de lamentar que no se le conozca mejor.
Ruinas del Imperio Persa: El imperio persa fue fundado por Ciro el Grande en -550, con capital Persepolis, ubicada en la región montañosa del suroeste de Irán. El clima seco de esta zona preservó gran parte de las construcciones, y los arqueólogos han descubierto y restaurado numerosas edificaciones persas.
Dos autores griegos parecen haberse sentido fascinados por esta personalidad extraordinaria: Herodoto, más sensible a la leyenda que a la historia, y Jenofonte, que, en la Ciropedia, hace de Ciro un símbolo, más que un retrato fiel. Nosotros, pues, debemos tratar de comprenderlo, sobre todo por sus actos.
Gran conquistador, ciertamente, pero también profundo político, Ciro estableció su Imperio sobre las más sólidas bases.
Lo organizó en provincias o satrapías, dependientes del poder central, pero suficientemente autónomas para que no tuvieran deseos de separarse del Imperio.
Este último debe ser, para sus subditos, garantía del orden y de la paz, y casi nos sentimos inclinados a hablar dé una "paz persa". Ciro no se impone a sus subditos, sino que se hace amar y aceptar por ellos. Sus enemigos son los primeros en reconocer su bondad y su tolerancia.
Satrapía, provincia gobernada por un sátrapa (‘protector del reino’) en la antigua Persia, es decir, por un representante de los poderes administrativos, judiciales y militares del rey, con la finalidad de controlar y administrarlas con mas eficiencia.
Quizá todo esto no era más que indiferencia en materia religiosa. Pero, incluso en este caso, tuvo la habilidad de dejar a cada pueblo honrar a sus dioses y hacer sacrificios en su nombre, de tal manera que todos se sentían solidarios de su soberano y del imperio.
Por esto, Ciro es considerado, con justo título, como el creador del primer imperio universal. Un hecho nuevo debe también registrarse a su favor por primera vez, no se mata a los vencidos, y las ciudades no son saqueadas ni incendiadas Ciro supo comprender que éste era el único medio de no suscitar el espíritu de venganza sino, por el contrario, el de atraerse, por un sentimiento de gratitud, a aquellos a quiene: la suerte de las armas había entregado a si merced. Su obra fue tan sólida que las ex travagancias de Cambises no bastaron a destruírla.
El hijo de Ciro había sido hasta entonces un buen organizador, representando a su padre en Babilonia. Prepara metódicamente la conquista de Egipto, último obstáculo para el dominio total de Oriente.
Fuente Consultada:
HISTORAMA Tomo I Editorial CODEX Entrada: Los Persas
HISTORIA Para 1° Año Jorge María Ramallo Ediciones Braga