Biografia de Carlos IV de España

Biografia de Carlos IV de España

No es siempre cierto el refrán «de tal palo, tal astilla». En el caso de Carlos IV, no puede haber más diferencia entre el temperamento y los gustos del padre, Carlos III, y los del hijo.

Aquél, ávido de saber y deseoso de gobernar y procurar el bien de sus subditos; éste, abúlico, bonachón, desinteresado de los asuntos del Estado y dejándose dominar, primero, por su esposa y sus favoritos, luego por su hijo, y, por último, por Bonaparte.

Rey Carlos IV de España Biografia

Goya, e incluso el mismo Vicente López, nos han legado unos retratos bastante elocuentes sobre el aspecto físico y el temple moral de Carlos IV.

Nacido el 12 de noviembre de 1748 en el palacio real de Pórtici, en Nápoles, Carlos era el segundo hijo varón de Carlos III y de María Josefa Amalia de Sajorna.

A los once años de edad ae trasladó a España con su padre, que acababa de heredar esta corona, y su hermano mayor, el príncipe Felipe, incapacitado para gobernar a causa de su deficiencia mental.

Proclamado heredero de España en 1759, su padre procuró aplicarle a las tareas de gobierno, para las cuales siempre se mostró reacio.

Prefirió participar en ciertas intrigas cortesanas, a lo que le indujo María Luisa de Parma, su esposa desde el 4 de septiembre de 1765, mujer que muy pronto se hizo dueña de su espíritu.

Elevado al trono el 23 de diciembre de 1788, los dos primeros años de su gobierno fueron un simple apéndice del reinado de Carlos III, pues persistió el mismo personal político, presidido por el conde de Florida-blanca.

En este período parece que Carlos IV hasta llegó a ser popular. Pero después de las Cortes de Madrid de 1789, en que se acordó una pragmática derogando la de Felipe V sobre el establecimiento de la ley sálica, y los dos primeros coletazos de la Revolución francesa, el gobierno periclitó a ojos vistas.

Florida-blanca salió del ministerio por una zancadilla del conde de Aranda, y éste, a su vez, fue substituido por Manuel Godoy, autor de toda la intriga.

Así, pues, desde el 15 de noviembre de 1792 la política de la monarquía es la del futuro príncipe de la Paz, sin que Carlos IV se preocupe de imprimir a ella un rumbo personal.

Aunque su nombre intervenga forzosamente al lado del de Godoy, se trata de un convencionalismo oficial histórico. Incluso cuando el Directorio obtuvo la dimisión del favorito (28 de marzo de 1798), éste continuó residiendo en la corte, dirigiendo la política y esperando el momento para hacer su triunfal reaparición en 1801.

Carlos IV prefería, desde luego, entregarse a la caza que quebrarse la cabeza en las espinosas cuestiones internacionales o en averiguar que había de cierto en los rumores y confirmaban los hechos sobre las relaciones de su esposa y el favorito.

Ni los desastres ante Inglaterra, ni las constantes humillaciones de Francia, pudieron alterar la manera de ser del rey. Por esta causa, Napoleón creyó que España era tan débil y decadente como su monarca, en lo que se engañó por completo.

Así empezó a tejer la trama de la próxima comedia que quería hacer desempeñar a Carlos IV, cuyo primer acto corrió a cargo del príncipe heredero don Fernando. Este fue denunciado por la reina y Godoy como autor de una conspiración para derribar a Carlos IV del trono.

El propio monarca detuvo al príncipe de Asturias en El Escorial (28 de octubre de 1807).

Pero después de este acto de energía, claudicó a causa de la intervención de Bonaparte. A mayor abundamiento, se humilló ante el emperador mandándole un extracto del proceso instruí-do contra su hijo. Este fué puesto en libertad, que aprovechó para perseverar en sus intrigas.

En la noche del 17 de marzo de 1808, cuando la corte, que se hallaba en Aranjuez, se disponía a trasladarse a Cádiz ante la invasión de las tropas napoleónicas, estalló un motín contra Godoy, cuya última consecuencia fué la abdicación presentada por el monarca el 19 de marzo.

Napoleón aprovechó la oportunidad para rematar su obra.

En Bayona obtuvo, sucesivamente, la renuncia y la abdicación de Fernando VII y Carlos IV, otorgada ésta el 5 de mayo, mientras en Madrid la sangre corría por las calles en las primeras luces de la guerra de Independencia.

El ex monarca residió algún tiempo en Compiegne. En 1811 pasó a Italia y allí vivió algunos años, ora en Roma ora en Nápoles, hasta que la muerte se lo llevó al sepulcro en esta ciudad, el 19 de enero de 1819, pocos días más tarde que su esposa muriera en Roma.

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