Gobierno de Levingston :Gobiernos Militares en Argentina o De Facto
Gobierno de Levingston :Gobiernos Militares en Argentina o De Facto
ANTECEDENTES DE LA ÉPOCA:
Año 1971: los hechos de violencia suman 473.
El más resonante, sin duda, es el secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu, a quien un grupo de Montoneros saca de su hogar el 29 de mayo.
Los guerrilleros usan uniformes militares y llevan a Aramburu hasta una casa de la localidad bonaerense de Timote, donde es asesinado.
Su cadáver fue encontrado un mes más tarde.
El episodio desgasta totalmente a Onganía, que el 8 de julio es destituido por las propias Fuerzas Armadas y reemplazado por una figura militar casi desconocida: el general Roberto M. Levingston.
El peronismo, el radicalismo y otros partidos se reúnen para integrar «La hora del pueblo», que reclama al gobierno de Levingston el pronto retorno a la normalidad constitucional sin proscripciones.
Por su parte, en Santa Fe, se reúnen los llamados «sacerdotes del Tercer Mundo», que se constituyen como una organización militante dentro de la Iglesia.
Una halagadora noticia es para los argentinos el otorgamiento del Premio Nobel de química al doctor Luis Federico Leloir, cuyos trabajos recién serán conocidos por el gran público con motivo de esta distinción.
La academia sueca rechaza el premio Nobel en literatura para Jorge Borges.
Después de algunas discusiones, las Fuerzas Armadas eligieron al general Roberto Marcelo Levingston como sucesor de Onganía.
Sin embargo, no estaba claro qué tipo de gobierno llevaría adelante.
Los altos oficiales estaban ante una disyuntiva: algunos consideraban que definitivamente los objetivos de 1966 no se podrían cumplir, y que debían optar inmediatamente por una salida legal.
Los nacionalistas (entre ellos Levingston) creían que era necesario profundizar la revolución e insistir en la transformación económica para entregar el poder en forma ordenada y honrosa.
Lanusse se inclinaba por la primera opción y Levingston por la segunda, pero la situación internacional favoreció a los nacionalistas.
Su intención era mejorar la situación general del país y organizar un partido político que sostuviera las banderas de la Revolución y las defendiera en un gobierno legalmente constituido. Pero para eso necesitaba tiempo y un profundo cambio en la política económica.
Levingston intentó despojarse de ataduras, pero se profundizaron las desavenencias con los partidos políticos y la diferenciación con la Junta.
El 29 de septiembre el Presidente dio a conocer una enmienda constitucional, que reduciría el mandato presidencial a cuatro años, con reelección por un período, la unificación de mandatos y elballotage.
El proyecto había sido consensuado con los militares y se aprobará durante el gobierno de Lanusse.
El 11 de noviembre quedó constituida La Hora del Pueblo, un acuerdo de peronistas, radicales y otros partidos menores, que reclamó el inmediato llamado a elecciones.
El 16, el Presidente habló en el Colegio Militar ante dos mil oficiales para reiterar sus conceptos políticos: los viejos partidos políticos y su tradicional organización habían fracasado.
Pocos días después anunció un plan de desarrollo para la "argentinización de la economía".
Durante la gestión de Levingston, numerosas obras públicas de envergadura iniciaron o continuaron su construcción: el complejo hidroeléctrico de El Chocón, la usina nuclear de Atucha, la ampliación de SOMISA -se incorporó el segundo Alto Horno-, el oleoducto Villa Mercedes (San Luis)-La Matanza, el gasoducto austral El Cóndor-Pico Truncado y el complejo ferrovial Zárate-Brazo Largo, son los más destacados.
También comenzaron las negociaciones para la construcción de la represa de Yaciretá.
Pero los temas centrales que planteaba el país eran la salida electoral y la situación social.
El Plan de Desarrollo se proyectaba a cuatro años (1971-1975) y fijaba tres prioridades: la industria frigorífica, la política petrolera y la crediticia molinera.
Cerrado el año, fue anunciado un aumento salarial del 6 por ciento y la convocatoria a las comisiones paritarias, que dio curso a un postergado reclamo gremial.
El 8 de junio de 1970, los mandos militares reclamaron la renuncia de Onganía y lo reemplazaron por un general casi desconocido que se hallaba en Washington: Roberto Marcelo Levingston.
Su gestión duró nueve meses. En su transcurso ocurrieron decenas de actos terroristas, desde estallidos de bombas hasta los copamientos guerrilleros de Garín, en la provincia de Buenos Aires, y La Calera, en la provincia de Córdoba.
También recrudeció la resistencia sindical, y el plan económico del ministro Aldo Ferrer -de corte populista-nacionalista- naufragó en una inflación galopante. Levingston ambicionaba realizar un «modelo nacional» sin la participación de los políticos tradicionales.
A ese proyecto marginal se opuso La Hora del Pueblo, un documento firmado, en noviembre, por el justicialismo (o peronismo), el radicalismo y muchos otros partidos. (foto arriba: Ricardo Balbín y Jorge Paladino -delegado personal de Perón-)
Levingston designó como ministro de Economía a Aldo Ferrer, quien aplicó un conjunto de medidas keynesianas y nacionalistas que contradecían la línea de sus antecesores liberales, Krieger Vassena y Dagnino Pastore.
Propuso aumentar un 25 por ciento el nivel de inversión del Estado en la economía para 1971 e implemento el llamado "compre nacional", que obligaba al Estado a consumir insumos de empresas argentinas.
Las dimensiones del estado argentino en 1971 (dueño de empresas de gas, electricidad, teléfono, obras sanitarias, servicios educativos, etc.) lo convertían en un consumidor de importancia que podría reactivar la producción industrial interna.
A pesar del pronunciamiento de los políticos, Levingston reafirmó su postura de normalizar la economía antes de entregar el poder. Si bien inició conversaciones con dirigentes de los principales partidos -excepto Perón— reafirmó que todavía no era tiempo del regreso de la actividad política.
El gobierno militar afirmó que La Hora del Pueblo era el regreso de "la antigua retórica y la demagogia".
A fines de ese año, en un discurso ofrecido en Neuquén, Levingston sostuvo que la salida electoral llevaría ''años".
Esas declaraciones lo distanciaron definitivamente del jefe del Ejército, general Lanusse, que era partidario de una salida electoral rápida.
El presidente Levingston sigue adelante con una política personal que implica el progresivo alejamiento de la cúpula militar, lo que le resta apoyo en las Fuerzas Armadas.
La designación de un interventor en la siempre inquieta Córdoba es una de sus decisiones menos felices, pues su delegado afirma que cortará la subversión de un solo tajo, como se hace con las víboras.
Estas jactanciosas declaraciones provocan una conmoción conocida como «el viborazo», no tan grave como el Cordobazo del año anterior pero no menos inquietante.
El interventor tiene que renunciar y Levingston, a su vez, destituye al ministro de Bienestar Social, Francisco Manrique.
Por otra parte las acciones cada vez más frecuentes de las organizaciones armadas —que contaban con el apoyo de Perón- y la incontrolable situación económica convencieron al Ejército de que ya era imposible seguir con la Revolución.
La "rebelión de las bases", como se conoció el desarrollo del sindicalismo clasista, cada vez más combativo, era muy importante en el interior del país.
Esta situación de incapacidad de controlar la violencia mas otras decisiones terminan con la paciencia de la Junta de Comandantes, que decide destituir a Levingston y designar como presidente de facto al comandante en jefe del Ejército, general Alejandro Lanusse, el 26 de marzo.
Roberto Marcelo Levingston
MINISTROS
Bienestar Social: Francisco Guillermo Manrique y Amadeo Ricardo Frúgoli.
Cultura y Educación: José Luis Cantini.
Defensa: José R. Cáceres Monié.
Interior: Eduardo Mac Loughlin y Arturo Armando Cordón Aguirre.
Ministerio de Economía y Trabajo: Carlos Moyano Llerena y Aldo Ferrer.
Ministerio de Justicia: Jaime Luis E. Perriaux.
Obras y Servicios Públicos: Aldo Ferrer y Osear Juan H. Colombo.
Relaciones Exteriores y Culto: Luis María de Pablo Pardo.
Carecía de condiciones de liderazgo :
Debe reconocerse que el general Roberto Marcelo Levingston debió iniciar su gestión con vulnerabilidades de origen que eran casi insalvables y que estaban destinadas a convertir en francamente azarosa la perspectiva de éxito.
Una parte muy importante de la culpa de su fracaso fue nuestra. Cometimos un grave error tanto en la elección del hombre apropiado a las circunstancias, como en la elaboración de una nueva metodología que permitiera revivir a un proceso dolorosamente en crisis. [...]
Levingston no representaba una legitimidad mayoritaria ni una legalidad constitucional pero no era, tampoco, el verdadero caudillo de la Fuerza.
Carecía de condiciones para el liderazgo popular, su mandato se evaluaba como transicional, tenía un poder real limitado y se encontraba frente a un pueblo desesperanzado.
Su papel, para muchos, era similar al cumplido por el general Badoglio en la Italia de 1943: preparar la retirada.
Levingston era inocente de esas situaciones.
Cometió, en cambio, errores posteriores que complicaron aún más las cosas al desconocer las limitaciones que implicaba su circunstancia concreta.
Las Fuerzas Armadas se habían decidido a restaurar, honrosamente, la democracia, sin buscar ya más vueltas a las cosas.
Levingston trató de alentar una combinación ideológica que hubiera podido ser efectiva dos años atrás, pero que era ya imposible de implementar: la renovación de los jefes políticos nacionales y la defensa de cierto nacionalismo económico debían ser, en su concepto, los presupuestos básicos para retornar a la normalidad.
Alejandro A. Lanusse, Mi testimonio.
Fuente Consultada:
Cuatro Décadas de Historia Argentina - P. Dobaño - M. Lewkowicz
El Libro de los Presidentes Argentinos del Siglo XX Deleis-Tito-Arguindeguy
Historia 3 - El Mundo Contemporáneo - Santillana
Enlace Externo: Tiempos Violentos en Argentina