Emperadores de la Dinastia Antoninos en Roma:Breve Sintesis

Emperadores Romanos Dinastía Antoninos

• LOS ANTONINOS

A la muerte de Domiciano pareció que el Senado, que nunca había visto con buenos ojos la sucesión hereditaria al trono, recuperaba su derecho, pues de inmediato proclamó emperador a uno de sus miembros más prestigiosos, Nerva.

El nuevo soberano introdujo entonces una costumbre que sus sucesores mantuvieron: declarar hijo adoptivo y heredero del trono al hombre más capacitado del Imperio, en vez de un miembro de la propia familia.

Así se impedía la llegada al poder de algún príncipe indigno, como también el entremetimiento de la Guardia Pretoriana, e incluso, la guerra civil.

Con esta acertada medida, comenzó la "Edad de Oro" del Imperio Romano, la cual concluyó cuando el último soberano de esta dinastía interrumpió tan sabia tradición.

• Trajano (98 a 117)

Nerva había asociado al trono al más brillante de los generales romanos, jefe de los ejércitos del Rin, convertido luego en el más noble de todos los emperadores.

Trajano había nacido en España, cerca de Sevilla y estaba adornado de singulares cualidades.

Fue un perfecto administrador, y al mismo tiempo un gran constructor que embelleció a Roma con magníficos edificios, principalmente con el incomparable Foro Romano, cuyas ruinas aún maravillan.

Fue igualmente un famoso conquistador: sometió a los Dados, al norte del Danubio, y se apoderó de su territorio, la actual Rumania, convirtiéndola en provincia romana.

Pero sus mejores conquistas las realizó en Oriente; allí se apoderó de la Mesopotamiaa, fijando las fronteras del Imperio en el río Eufrates.

Luego proyectó relacionarse con la India y la China, pero no pudo hacerlo por la infranqueable muralla que era el reino Parto.

Con estas grandiosas conquistas, el Imperio alcanzó su máxima extensión que ninguno de los sucesores de Trajano pudo sobrepasar.

• Adriano (117 a 137)

Español también de origen, no fue tan afamado guerrero como Trajano, pero lo igualó como administrador y propulsor de la prosperidad general.

Fue posiblemente el más culto de los emperadores romanos: enamorado de la cultura griega, protegió las artes y las ciencias y embelleció las grandes ciudades del Imperio.

En Roma, entre muchas otras obras aun se admiran la "Villa Adriana", reproducción de las maravillas que había visto en sus 12 años de viajes por todas las provincias, y su grandioso "Mausoleo", conocido hoy como Castillo Sant Ángelo.

Preocupado por la administración de la justicia, realizó una de sus obras más meritorias: ordenó la recopilación de todas las leyes romanas dictadas hasta entonces, formando así el "Edicto Perpetuo", base, de la legislación del mundo occidental por más de 500 años.

• Antonino Pío (138 a 161)

Nacido en las Galias, ha sido considerado como el más querido de todos los emperadores. Hombre de espíritu superior, fue justo sin ser severo, y bondadoso sin caer en la debilidad.

Su principal preocupación fue procurar la felicidad de todos sus vasallos y de que la justicia no sufriera mengua: protegió inclusive a los cristianos y prohibió que se los persiguiera.

Durante su reinado no hubo ni una sola guerra ni revuelta, reinando la paz más absoluta. El pueblo premió su bondad llamándolo "Pío" (el Piadoso).

• Marco Aurelio (161 a 180)

Militar de origen español, sumamente culto y virtuoso, dedicó su vida al estudio y a la práctica de la filosofía estoica.

Aunque era de carácter bondadoso, debió sin embargo pasar todo su reinado guerreando con sus vecinos, envidiosos de la prosperidad romana y que, abusando de la pasividad de los últimos soberanos, asaltaban las fronteras: los partos en el Oriente y los germanos entre el Rin y el Danubio.

Y fue aquí en Viena, en donde murió víctima de la peste.

Marco Aurelio fue el último de los "Magníficos Emperadores".

• Cómodo (180 a 193)

El gran error de Marco Aurelio fue nombrar a su hijo como sucesor, en lugar de continuar la tradición de sus antecesores.

Y con ello asestó un golpe mortal a la prosperidad del imperio.

El nuevo soberano era un jovenzuelo de 19 años, lleno de brutales instintos, vanidoso y cruel, y para colmo, aficionado en extremo a los juegos del circo.

Desde un comienzo abandonó las brillantes campañas emprendidas por su padre, y las fronteras empezaron entonces a ceder por todas partes.

Sus crímenes y locuras recordaban los de Nerón y Calígula: más que emperador, Cómodo fue un envanecido gladiador, preocupado sólo en demostrar su fuerza bruta.

Finalmente, harto de sus abusos y crímenes, fue estrangulado por otro gladiador contendiente suyo.

Con este estrafalario personaje, concluyó la época más brillante del Imperio.

Jamás Roma volverá a vivir momentos más gloriosos n: podrá enorgullecerse de ser gobernada por mejores hombres: ante ella se abre su último capítulo, el de su decadencia y desaparición.

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