Historia de la Iglesia de San Ignacio en Buenos Aires
HISTORIA CONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA DE SAN IGNACIO EN BUENOS AIRES
En el lugar que hoy ocupa en la Plaza de Mayo la estatua del general Belgrano, y donde en determinada época estuvo el llamado Piquete de San Martín, cuerpo encargado de combatir a los indios que se acercaban demasiado a la población, levantaron los jesuítas su primera capilla y colegio en 1607, bajo la dirección del padre rector Francisco de Gómez.
En 1661 les dio el gobierno orden de abandonar el sitio y demoler los edificios construidos, medida tomada para que la artillería del Fuerte pudiese disparar con facilidad —sin embargo hasta 1821 existió parte de la antedicha capilla—.
El gobierno acordó entonces abonarles la suma de 22.299 pesos con 9 reales como indemnización, y les cedió la manzana que en la actualidad está formada por las calles Moreno, Alsina, Perú y Bolívar, además de darles el importe de la nueva edificación a levantarse. En 1675 la Orden se trasladó a la pequeña capilla, que había elevado en este lugar.
Años más tarde, en 1710, derrumbada esta capilla, los jesuítas comenzaron a edificar su templo definitivo en la esquina de Bolívar y Alsina.
La construcción fue dirigida por el hermano Juan Kraus y habilitada en parte el 31 de julio de 1722. En 1733 aún no estaba terminada, y prueba de ello es que en esa fecha uno de los arquitectos que trabajaba en la obra, el jesuíta Pedro Weger, se cayó de un andamio perdiendo la vida.
La Iglesia de San Ignacio es una iglesia católica ubicada en el barrio de Montserrat, en Buenos Aires.
La primera iglesia, de adobe, fue construida por la Compañía de Jesús.
La iglesia de San Ignacio fue consagrada y entregada al culto el 7 de octubre de 1734 por el obispo Palos, del Paraguay, a la sazón en Buenos Aires. El titular de esta ciudad, fray Juan de Arregui, no pudo hacerlo por encontrarse retenido en Asunción.
Al lado de la iglesia, sobre la calle Bolívar, los padres construyeron el llamado comúnmente Colegio Grande, que fue luego el famoso de San Carlos. El solar ocupado por la Orden cobró gran prestigio con el andar del tiempo y fue conocido con el nombre de Manzana de las Luces.
La arquitectura del templo pertenece al estilo romano (renacimiento jesuítico), cuyo creador fue el célebre arquitecto italiano Santiago Barozzio, más conocido por Viñola. La planta del edificio es en cruz latina, la nave central abovedada en cañón y las laterales presentan profundas capillas.
El frontis tuvo originariamente una sola torre, pero hacia 1850 el arquitecto Felipe Senillosa le agregó la segunda y lo renovó en parte. En la torre de la derecha, la más antigua, hay un juego de tres campanas. La de mayor tamaño es la más vieja, pues data de 1766, y fue hecha por Francisco Noso. Las otras dos fueron fundidas en 1858 por Picasso.
En la torre de la izquierda se encuentra actualmente la que tenía el campanario del Cabildo. La campana que repite las horas es del año 1845 y tiene grabada la leyenda "Nomen Domini, benedictum". La tercera, llamada Stella Maris, es la más moderna y fue fundida en 1860 por Antonio Massa. El reloj que tiene esta torre es el que estuvo en la del Cabildo y que había sido traído de Inglaterra.
La Iglesia y el Colegio de San Ignacio fueron testigos de hechos memorables. En 1767, en la noche del 3 de julio, los treinta y seis padres jesuítas que componían la comunidad debieron acatar la orden de destierro dictada por el rey Carlos III, de cuyo estricto cumplimiento se encargó el gobernador Bucarelli.
Después de transcurridos setenta años, en 1836, un decreto de Rosas les permitió reintegrarse a su convento y colegio, pero al resistir los padres algunas órdenes fueron expulsados en 1841, luego de haber sido asaltado el famoso colegio por un grupo de secuaces del tirano.
En 1806 el templo fue defendido de la ocupación de las tropas del teniente co ronel Pack. Cinco años más tarde se ayudó desde sus torres a sofocar el amotinamiento del regimiento de Patricios. Durante la anarquía del año 20 se celebró en San Ignacio, el 3 de octubre, un cabildo abierto, y en 1823 tuvo efecto la ceremonia de la entrega de los primeros premios a la virtud.
En el subsuelo está enterrado el procer Juan José Castelli, siguiendo la costumbre de entonces en todos los templos conventuales de dar sepultura a personajes ilustres.
Los altares, imágenes, muebles y reliquias, como también la mayor parte de su estructura interior, fueron quemados o destruidos durante los lamentables episodios desarrollados el 16 de junio de 1955.
Fue declarado Monumento Histórico por Decreto N9 120.412 del 21 de mayo de 1942.
Fuente Consultada:
Los Monumentos y Lugares Históricos de Argentina Carlos Vigil -Edit. Atlántida-
(Atención: Puede que el nombre de algunas calles de la Capital Federal hayan sido modificados)
Ver: Pedagogia y Método Educativo en los Colegios Jesuitas
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