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Historias de Robos de Identidad: El Caso de Teresa Francia

LA GRAN THÉRÉSE

La mayoría de los defraudadores se presentan como otra persona, especialmente cuando hay que impugnar un testamento.

Una francesa famosa hizo lo contrario.

Ella se inventó una serie de testamentos a su favor.

Era sencilla, regordeta y trabajaba de lavandera en el hogar de Gustave Humbert, un abogado de éxito y aspirante a político en una ciudad no muy alejada de Toulouse, al suroeste de Francia.

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Su nombre era Thérése Aurignac (1860-1917), y atrajo la atención del hijo de Humbert, Frédéric, con la historia que ella tenía que contar.

Cuando era niña, así lo contaba ella, Thérése había llamado la atención de una tal Srta. de Marcotte.

La anciana dama, que no tenía hijos, se había encaprichado de Thérése y había hecho un testamento legándole a ella un castillo, la finca y una gran fortuna.

La Señorita de Marcotte moriría muy pronto y entonces Thérése sería rica.

Frédéric se creyó todo.

A pesar de la oposición de su padre, Frédéric se casó con Thérése tan pronto como éste se licenció en la facultad de Derecho, y la pareja se marchó a París.

Era la época en la que la ciudad obtuvo su reputación de «Alegre París» y los Humbert, disfrutando plenamente de la vida, pronto se endeudaron mucho.

Mantenían a sus acreedores a raya con promesas de que cualquier día cobrarían la herencia, pero algunos de estos acreedores investigaron y descubrieron que la «Señorita de Marcotte» no existía.

UN AMERICANO MILLONARIO

Gustave Humbert había ascendido rápidamente en política y acababa de ser nombrado Ministro de Justicia del gobierno.

Cuando su hijo le dijo que tenía problemas, Humbert se vio obligado a pagar las deudas de la pareja para evitar el escándalo.

Thérése mantuvo una larga conversación con él y le confesó que la historia de la Srta. de Marcotte era mentira.

Pero, dijo ella, era una ficción inocente, porque la verdad era más complicada y casi increíble.

Unos dos años antes, mientras iba en un tren por las proximidades de Niza, había salvado la vida a un americano anciano que había sufrido un ataque al corazón.

Ahora había recibido ella una carta de los albaceas de Robert Henry Crawford, un millonario, el hombre al que ella había salvado la vida.

El Sr. Crawford había dejado dos testamentos ligados.

Su fortuna se iba a dividir entre sus dos sobrinos y la hermana menor de Thérése, Marie, y todos los bienes invertidos en Francia.

Los ingresos de la inversión iban a proporcionar a la Sra. Humbert una renta anual de casi 100.000 dólares, pero el capital no se tocaría hasta que Marie cumpliera 21 años.

Incluso entonces, la distribución de los bienes no podría tener lugar hasta que ella no se casara con uno de los sobrinos.

Todos los bonos y valores iban a ser asignados a los Humbert y a mantenerse en una caja fuerte sellada de un modo especial.

Eos Humbert ocuparon una gran casa parisina y Thérése instaló la caja fuerte ignífuga necesaria en su dormitorio.

Ella trajo a un magistrado de una ciudad de provincia (uno que se dejó convencer fácilmente) para que hiciera de notario y certificara la lista de «valores» atados en un fajo que ella había colocado en la caja fuerte.

Él confirmó que había un valor total de 100 millones de francos.

Luego Thérése cerró con llave la caja fuerte y selló con cera la puerta.

Con esta fortuna bajo llave en su poder, a Thérése le resultó fácil conseguir grandes préstamos de los banqueros serviciales.

Se dice que sólo las facturas anuales de sus sombreros y vestidos tenían cinco cifras, y se calcula que en el curso de su extravagante carrera había tomado prestados un total de 64 millones de francos aproximadamente.

Los Humbert aparecían en cualquier acontecimiento social importante y cenaban en los mejores restaurantes.

A Thérése. con toda su finura, se la conocía por todas partes como «la gran Thérése».

Si se expresaba alguna duda sobre su disposición a pagar las deudas, ella invitaba al deudor a ir a su dormitorio.

Luego, haciéndole jurar el secreto, ella deslizaba un cuchillo caliente por debajo de los sellos de la caja fuerte y le mostrábalos «valores».

CUIDADO CON LOS BANQUEROS DE LYON:

Pero un banquero, un hombre de Lyon llamado Delatte, estaba de visita en Lstados Unidos investigando sobre la existencia del fallecido Sr. Crawford y de sus sobrinos.

Nadie había oído hablar de ellos.

Para desviar la atención de los rumores que empezaban a circular, Thérése anunció en ese momento que los sobrinos estaban discutiendo sobre las condiciones del testamento.

Frédéric reunió a un formidable equipo de abogados para lo que prometía ser una larga disputa legal.

Pero se acercaba el 21° cumpleaños de Marie, y Thérése pensó rápidamente en otra táctica que desviara la atención.

Sus dos hermanos, Emile y Romain. crearon un negocio especializado en rente viagére, una especie de renta vitalicia.

Ofrecían rentas muy buenas y pagaban puntualmente.

Pero nadie de fuera de la familia sabía que ninguna de las sumas depositadas se había invertido.

Las anualidades se pagaban con los nuevos ingresos.

Finalmente un oficial del Banco de Francia que sospechaba observó detenidamente los negocios de la empresa e informó de sus hallazgos al primer ministro francés, Fierre Waldeck-Rousseau.

Sólo dándose cuenta del efecto de los escándalos financieros en la política francesa, Waldeck- Rousseau indujo a que los detalles se filtraran al periódico Le Mafia Thérése se vio obligada a amenazar con procesos por difamación.

Su abogado, Maitre du Buit, anunció que rebatiría las acusaciones abriendo la famosa caja fuerte él mismo, en presencia de los principales acreedores.

El 8 de mayo de 1902 se produjo un misterioso incendio en el dormitorio de Thérése.

Eso era demasiado, declaró ella.

Ella y Frédéric, sus dos hermanos y Marie desaparecieron en tren.

Dos días después de Buit llevó a un grupo de acreedores al dormitorio.

Entre las cenizas se encontraba la caja fuerte, el sello de cera se había derretido, pero lo demás estaba intacto.

Dentro no había nada más que un ladrillo.

Siete meses más tarde la policía española descubrió a la familia en un albergue de Madrid.

Fueron extraditados y (a excepción de Marie) llevados a juicio en París el 8 de agosto de 1903, con 257 cargos de falsificación y fraude.

Los periódicos de todo el mundo informaron de este sensacional caso.

El último día del juicio Thérése contó su última mentira.

La caja fuerte había contenido billetes de banco por valor de millones de francos, dijo.

Pero eran propiedad del mariscal Bazaine (un soldado que había sido condenado por traidor) y ella los había quemado «sin patriotismo». Uno de los jueces se inclinó hacia delante educadamente y le preguntó: «¿Entonces, por qué el ladrillo?».

Thérése y Frédéric fueron condenados a cinco años de prisión, Romain a tres años y Emile a dos.

La Sra. Humbert cumplió tres años y medio antes de ser liberada por buena conducta, y la última vez que se la vio fue en la fotografía de un periódico.

Era la foto de una mujer robusta, vestida de negro, a bordo de un tren que la llevaba a la oscuridad.

Ver: Robo de Identidad y Datos Personales Por Internet

Fuente Consultadas:
Fraudes, estafas y falsificaciones de Brian Innes
Diccionario de la Ciencia de Sanchez Ron
Lo Que Oculta la Historia de Rayner Ron Stapley
Wikipedia

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