La Batalla de Cannas: Causas y Desarrollo
La Batalla de Cannas
Cuadro Evolución Histórica de Roma | Etapas en la Historia de Roma |
BATALLA DE CANNAS: Cannas era una llanura que Aníbal conocía bien. El cartaginés dispuso sus tropas de manera que el viento, el polvo y el sol diesen de cara a los romanos. Colocó sus buenas tropas en las alas, formando como los cuernos de una media luna y dejó que el enemigo penetrara en el centro, lo cual facilitó el movimiento envolvente merced al cual cincuenta mil hombres cercaron a ochenta mil.
Desde el principio de la acción, la caballería númida y la española habían cargado a la caballería romana, que por tío saber combatir a galope, echó pie a tierra, y fue, por consiguiente destrozada.
La caballería de Aníbal atacó en seguida la retaguardia del ejército romano, y la batalla se convirtió en matanza en la que perecieron setenta mil legionarios. Roma se preparó o resistir el asalto. Maharbal, jefe de la caballería, instaba a Aníbal a que marchara sobre Roma diciéndole : « Déjame partir con mi caballería, y dentro de tres días comerás en el Capitolio. » Pero Aníbal no encontraba su ejército bastante fuerte para atacar a una ciudad tan importante y resuelta, y partió hacia el sur.
Instalado ya Aníbal en el centro de Italia, sentó sus reales en Cannas, ciudadela hacía poco conquistada; disponía en aquellos momentos de 35.000 hombres. Por su parte, los romanos habían preparado cuatro legiones, que sumaban un total de 50.000 hombres, entre romanos y aliados. Los dos cónsules de aquel año de 216 a. de J.C. (terminada la dictadura de Fabio Máximo) fueron Lucio Emilio Paulo, miembro de los patricios, y Marco Terencio Varrón, de los plebeyos.
En el bando romano se abría de nuevo camino la idea de jugárselo todo en un combate decisivo, aunque Fabio Máximo continuaba sosteniendo la eficacia de la guerra de desgaste, persuadido de que el tiempo era el mejor aliado de Roma y el peor enemigo de Aníbal.
Aunque éste intentó varias veces trabar batalla, ésta sólo le fue aceptada cuando los romanos consideraron que sus posiciones les eran favorables. El campo de lucha estuvo constituido por una llanura de poco más de 3 Km. de anchura, limitada por las colinas y el mar. El día del combate, el mando romano tocó por turno a Terencio Varrón. Este hecho quizá quiera indicar que el otro cónsul, Emilio Paulo, era contrario a luchar con los cartagineses.
El desarrollo de la batalla es el siguiente. La infantería romana, con los flancos defendidos por la caballería, se dispuso contra la adversaria. Los cartagineses se colocaron en un frente amplio y convexo, con las alas protegidas por la caballería númida e hispánica, muy superior en número a la romana. Se movió primero la infantería púnica, contra la cual chocó, con todo el peso de su masa superior, la romana, que logró introducirse como una cuña entre las filas de Aníbal, de manera que su frente adoptó la forma cóncava.
Cuando el centro estuvo a punto de romperse, Aníbal lanzó al ataque, contra la columna alargada de los romanos, las fuerzas de sus alas, que habían quedado intactas y en posición avanzada, mientras el frente romano continuaba empujando hacia delante. Los romanos perdieron entonces el empuje inicial.
Al mismo tiempo se desarrollaba la acción de la caballería. La superioridad de Aníbal en este terreno fue definitiva. Destrozó a lacaballería romana y atacó entonces por la espalda a la infantería contraria, la cual, amontonada en un espacio reducido, quedó inmovilizada, sin posibilidad de maniobra.
A partir de este momento, la batalla se convirtió en una carnicería espantosa, una de las mayores en la historia de todos los tiempos. Murieron cerca de 30.000 romanos, entre ellos el propio cónsul Emilio Paulo, y otros 10.000 fueron hechos prisioneros. Terencio Varrón, con 10.000 supervivientes, pudo refugiarse en la colonia de Venosa, adonde afluyeron poco después más soldados que habían huido a la desbandada.
Aníbal perdió 6.000 hombres, casi todos galos. Sus fuerzas permanecieron intactas y su prestigio alcanzó las mayores alturas con aquella batalla, en que había vencido en condiciones de inferioridad numérica, en una posición no elegida por sí mismo y gracias a una técnica que sería clásica durante siglos.
Tampoco esta vez marchó sobre Roma ni intentó expugnar Venosa. Buen conocedor de las situaciones y de los hombres, sabía que las reservas romanas eran aún muy grandes y granítica la fidelidad de los aliados más antiguos de la Italia central, por ser sus Intereses los mismos que los de Roma.
Entretenerse en un asedio abocado casi con seguridad al fracaso equivalía a comprometer el efecto político y moral de aquella espléndida victoria. Por ello prefirió recoger los frutos inmediatos representados por la defección de los aliados más recientes y periféricos de Roma: algunas ciudades de Apulia, numerosas tribus de Samnio y muchos pueblos de Lucania y de Brutio. En el otoño se abriría sus puertas Capua y después Siracusa, Tarento y otras ciudades griegas.
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